21 de junio de 2008

SOMOS COMO ISLAS EN EL OCÉANO,

SEPARADOS PERO IGUALMENTE UNIDOS
13 de junio, 2008
Al ver a esta hermosa imagen se me ocurrió que todos nosotros somos como islas en un océano, en el océano de la vida, donde estamos separados pero sin embargo formamos una Unidad.
Tantas veces nos sentimos absolutamente solos y casi diría abandonados en el viaje evolutivo que estamos transitando, porque a medida que avanzamos nos damos cuenta que nuestra forma de ser, nuestros pensamientos, actitudes y fundamentalmente nuestros sentimientos, ya no concuerdan con muchos otros seres que todavía están adormecidos o de tantos otros que profundamente en su interior saben que hay algo más allá de lo que nos muestra la vida cotidiana de la tercera dimensión, pero simplemente lo niegan, lo rechazan y hacen como si no existiera.
Muchas veces nos preguntamos, “¿Por qué no quieren ver lo hermoso que es este sendero, aunque sea difícil?” ¿Cómo es posible tanta negación ante lo que parece ser tan evidente? Pero una y otra vez nos tenemos que dar cuenta que no todos están dispuestos a vivir una vida de libertad, gozo, alegría y fundamentalmente Amor.
Esta soledad que sentimos, la cual va en aumento a medida que avanzamos en nuestro andar espiritual, es algo que no se puede determinar con facilidad, porque podemos estar dentro de una multitud de gente, pero sentirnos totalmente solos. Yo personalmente creo que todo ello se debe a que ya no nos interesan las cosas totalmente triviales de la vida, ya no nos ‘preocupamos’ por cosas insignificantes que son el tema favorito en las reuniones.
Nosotros estamos, o tendríamos que estar por encima de todo sentimiento de superioridad o de juicio ya que, por empezar, nadie está en condiciones de juzgar a absolutamente nadie, porque no somos capaces de ver el panorama total del porqué alguien hace tal o cual cosa. Esto es uno de los temas más difíciles para aprender, por lo menos para mí punto de vista, ya que todos sentimos la inclinación de emitir un juicio por ejemplo en cuanto al gobierno de nuestro país, al de otros países y así sigue y sigue la lista.
También hemos aprendido a valorar a nuestros hermanos humanos no por lo que a lo mejor aparentan ser, sino considerándolos tan divinos como nosotros lo somos. Es decir, tenemos que llegar a ver la chispa divina que reside en cada corazón y no dejarnos desviar por la parte externa que se nos muestra.
Es difícil por ejemplo, si nos vemos frente a un asesino, no juzgarlo y considerar la parte divina de él, pero hay que tener en cuenta que cada ser humano que se encuentra en el planeta vino al mismo con una misión formulada con anterioridad, o sea antes de nacer, y eso es lo que no estamos en condiciones de ver e interpretar. Es por ello que es una total necesidad la de tratar de ver cuál puede haber sido el motivo real de una acción, qué es lo que tenemos que aprender de ello, etc., etc. Como ya dije, es sumamente difícil.
Sin embargo, ya el solo hecho de pensar en semejante posibilidad, nos hace ser diferentes y distintos de los demás, y todo ello va sumando y sumando a nuestra sensación de soledad, por lo menos en cuanto a este plano se refiere, porque en realidad Nunca Estamos Solos, ya que siempre podemos recurrir a los Seres de Luz que nos rodean constantemente. Sólo hace falta invocarlos y luego esperar que se presenten.
Esto es otra cosa que nos separa del común de la gente, o sea, la creencia en los ángeles, en los Maestros y los demás Seres de Luz, como así también la conciencia de que todo, absolutamente todo tiene vida, aunque sea un elemento que parece ser sólido, pero en su interior reside el núcleo de la vida.
Todo esto, relacionándolo con la imagen de arriba, nos indica que somos como islas en el océano de la vida, que aparentan estar solas, pero nunca lo están porque forman parte del Todo.
Este reconocimiento, el que formamos parte del Todo, del Creador, es lo que me da la alegría de vivir, las ganas de seguir adelante aún a riesgo de ser distinta que el común de la gente, pero sabiendo que llegará el día en que viviremos en una Era de Luz y de Amor.
¡Y así es!

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