2 de febrero de 2010

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (III) Parte 6

30. La Naturaleza: referencia y reflejo del hombre.

14 de Septiembre de 1982

El hombre forma parte inseparable del mundo o planeta donde ha nacido. El Cosmos dispone ese planeta de tal manera que tenga constantes referencias de su propia evolución.

La Tierra es un planeta cubierto, en sus tres cuartas partes aproximadamente, por agua. En el mar, el hombre puede encontrar referencias y espejos de su propia forma de ser, de su evolución, de lo que hace bien y de lo que hace mal. Para ello necesita desprenderse de su egolatría. El hombre, por ejemplo, admira la inteligencia del delfín porque admira su propia inteligencia.

Si se observa un pulpo, veremos que se defiende formando una espesa niebla a su alrededor que le oculta a los ojos de los demás. La ballena tiene una boca muy grande y una garganta muy estrecha, parece que se va a comer un barco entero y no cabe más allá de una pequeña barca. Las ostras, al menor atisbo de peligro, de que alguien pueda interferir su funcionamiento vital, cierran sus conchas y se mantienen así, cerradas, hasta que creen que el peligro ha pasado.

Hay animales que permanecen escondidos largo tiempo; sólo salen cuando saben que pueden cazar con absoluta impunidad. Hay otros peces que cambian de color, que son miméticos con su entorno y se confunden con él. En fin, hay otros cuyo hábitat es el fondo de los mares, donde apenas llega la luz del Sol, generando ellos mismos su propia luz. El caracol se encierra en su concha; las medusas, los seres quizás más antiguos de cuantos pueblan los mares, a su contacto irritan y pueden llegar a causar la muerte.

Si salimos a la superficie terrestre, admiramos la habilidad del primate porque estamos en definitiva admirando nuestra propia habilidad. Admiramos la fiereza del león porque, en el fondo, el ser humano de la Tierra tiene un león dormido en su interior; o admiramos la belleza de la gacela o el colorido del pavo real, porque reconocemos en ellos nuestra vanidad y nuestra propia belleza.

Todo a nuestro alrededor nos viene a hacer patentes nuestras propias limitaciones y el punto donde nos encontramos en nuestro camino de evolución.

Si miramos hacia arriba, veremos las aves volar. Hemos tratado, a lo largo de la evolución, de imitar a las aves y ése ha sido el sueño frustrado de muchas generaciones de la Tierra. Por muchos aparatos que el hombre terrestre llegue a construir, nunca tendrá alas propias. Para tener alas propias hay que estar más arriba de lo que está ahora. Por eso busca la altura, y el volar es un reflejo de su deseo de evolución.

Cuando se admira a la hembra con sus cachorros, sea cual sea la especie animal, estamos sintiendo nuestro amor al mundo en que vivimos: la madre Tierra para los terrestres o cualquiera que sea el nombre del planeta en que una humanidad viva. Nos vemos como cachorros, unidos y dependiendo de la madre Tierra; queremos estar en ella, pero queremos crecer para alejarnos también de ella guardando siempre el entrañable recuerdo de nuestra etapa de evolución anterior.

No pongamos barreras para la relación de unos con otros. Quitemos nuestras fronteras, quitemos todo aquel impedimento que nos impida acercarnos a los demás. No hagamos como la ostra o el pulpo, no ataquemos como un tiburón. Seamos pacíficos, inteligentes y hábiles, porque en la Naturaleza tenemos ejemplos de ello.

31. Los pactos y las compensaciones.

Plantar las semillas en tierra fértil.

28 de Septiembre de 1982

El hombre es un ser social en su propia naturaleza. Para conseguir sus objetivos en su vida necesita el concurso de los demás. Crea sociedades para conseguir cada uno de los objetivos que se propone, sean de tipo material o sean de tipo espiritual.

Las empresas privadas, los ayuntamientos, el ejército, los partidos políticos y las religiones, son reuniones de personas que tienen objetivos comunes. Las sociedades se conforman en base a los compromisos establecidos entre sus diferentes miembros. Esos compromisos o pactos se establecen en virtud de una correspondencia. Nadie se asocia a nadie si no existe una contrapartida a lo que se entrega.

La búsqueda de poder, la búsqueda de la riqueza, la búsqueda incluso de la sabiduría, nos lleva a unirnos, a pactar con los demás. Los hombres que han sabido moverse dentro de esas estructuras sociales han hecho de esa sociedad su modus vivendi. El militar, el sacerdote, el político, el empresario, todos, en alguna medida, utilizan a los demás, pactan con objeto de obtener un beneficio mayor que su propio esfuerzo.

Los grandes descubridores han necesitado un equipo humano que les llevase a conseguir su logro: Colón, Pasteur y tantos otros, que han obtenido para la humanidad algún descubrimiento, no lo hicieron solos. Quizás sea su figura la que destaque sobre el resto, pero por sí sola no tendría ningún valor, si sus ideas y sus objetivos no hubiesen sido compartidos con otros hombres.

Así, el ser humano, cuando no está encarnado, también realiza pactos con aquellos que tienen objetivos comunes a los suyos, sean del tipo que sean, positivos e incluso negativos, si le son necesarios para su evolución. La interrelación con los demás, con aquellos que aparentemente no tienen nuestros propios objetivos, nos puede llevar, en muchas ocasiones, a perder el rumbo.

El mundo Tierra no está hecho en exclusiva para ninguno de los seres que lo pueblan. Monopolizarlo es una utopía, una ilusión. Los seres que dirigen al mundo también mueren. No es suficiente una vida para poder comprender cuál es, realmente, el objetivo del hombre.

Sobre la cabeza de los terrestres pende una espada llamada autodestrucción. Realmente esa autodestrucción sería un asesinato infantil, porque la Tierra todavía es, comparativamente, un bebé; tiene muy pocos años de evolución. De los 5.000 millones de años que tiene la Tierra como existencia, solamente uno podemos decir que tiene vida evolutiva hacia la inteligencia.

En los últimos dos mil años ha hecho progresos impensables; y de estos dos mil años, los cien últimos han sido de un despegue inimaginable. Pero aún así, se sigue estando en la lactancia cósmica. Destruir la Tierra ahora, sería un asesinato infantil.

Los pactos de los hombres que están bajo esa espada deben ir afirmándose día a día, debiéndose interrelacionar los ideales porque, en el fondo, son los ideales los que mueven la humanidad. Los intereses económicos, políticos y religiosos, sufren grandes vaivenes que han sido producidos, generalmente, por revoluciones idealistas. Se intentan anular los ideales porque son un freno para el poder y la riqueza. Sin embargo, como están tan hundidos, tan enraizados en la propia estructura del hombre, no se pueden destruir; surgen con cada niño que nace.

Si los pactos que se realizan en estado de desencarnados no son recordados, debe utilizarse el consciente para repetirlos. Tengamos en cuenta que los pactos hay que cumplirlos porque, de lo contrario, el Cosmos nos reclamará la deuda.

Antes de pactar pensémoslo bien, no nos dejemos guiar por la tendencia general. Tomemos la decisión individualmente, porque esos pactos, esos compromisos nos obligarán, y debemos hacerlos contentos porque, al hacerlo, sabremos que estamos haciendo lo que deseamos. Así debe ser.

La sinceridad con uno mismo y con los demás debe ser la clave a la hora de realizar cualquier tipo de compromiso o pacto. Engañarse uno mismo trae malas consecuencias. No olvidemos que todo aquello que hemos recibido, de una o mil maneras, tendremos que darlo poco a poco para que no caiga entre piedras y sea ahogado. Debemos saber plantar nuestra semilla en terreno fértil, pues de lo contrario muchas de esas semillas se perderán.

Es lamentable que una planta crecida se seque sin haber dado todas sus semillas. Cuando una planta es sacada de su entorno, tarda mucho tiempo en recuperarse en el nuevo emplazamiento, y si estaba dispuesta a dar semillas cuando es trasplantada, esas semillas no caerán de esa planta y se secarán, porque necesitará de toda su energía para no morir, para no sucumbir.

Cuando el hombre pone su planta en un camino que debe recorrer, es muy difícil que los cantos de sirena le saquen de ese camino.

Sintamos que cualquier paso que demos en ese camino estará apoyado, porque estarán junto a nosotros aquellos con los que hemos establecido el compromiso de andar juntos. No solamente se establecen pactos con los de nuestro mismo nivel evolutivo, los pactos se establecen también con las entidades de superior y de inferior evolución para que, entre todos, formando una inmensa cadena, se pueda elevar aún más la especie humana.

32. La rigidez mental.

La pérdida de referencias.

La enseñanza de las dificultades.

15 de Octubre de 1982

El hombre se ve sometido constantemente a sus propias contradicciones. Sus planteamientos sufren frecuentemente grandes cambios que él mismo no reconoce. Las circunstancias que le rodean le hacen variar constantemente sus planteamientos primitivos para llegar a ser unos planteamientos, a veces, diametralmente opuestos a los originarios.

El hombre pierde con mucha frecuencia sus propias referencias y acusa a los demás de no saber cuáles son cuando, en realidad, él mismo no las conoce. El ser humano no sabe por qué hace las cosas. Empieza a hacerlas por una idea y termina haciéndolas por otra.

A lo largo del camino, la sombra de los árboles, la luz del Sol, le hacen ver paisajes distintos cuando en realidad sólo hay uno. El camino parece que se cierra, pero siempre hay una nueva etapa que cumplir.

Acusamos a nuestros semejantes de no saber lo que quieren, de desvirtuar su camino, sus ideas, sus convicciones y no nos damos cuenta que, muy posiblemente, seamos nosotros los que hayamos cambiado las nuestras.

Dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy y nos estamos constantemente disculpando, justificando. No nos queremos.

El padre que constantemente justifica los errores de su hijo no está siendo realmente un buen padre, porque no analiza en profundidad las causas que han motivado que su hijo actúe de esa manera y no de otra; simplemente dice que le ama y le justifica, pero no le comprende.

Un buen padre es aquel que, reconociendo en sí mismo sus propios errores, no recrimina a su hijo esos mismos errores. No cae en la contradicción de hacer bueno para él lo que ve malo en otros.

Los objetivos que el ser humano se marca cuando tiene su mente despejada son objetivos netos, no están mediatizados por las circunstancias que van a adherirse a ese objetivo a lo largo del camino; muchas veces puedes preverlas, pero la mayoría son imprevisibles.

Mantener una estructura mental rígida con respecto a un objetivo, puede hacernos errar frecuentemente en la consecución de ese objetivo, porque los medios para conseguirlo no se mantienen netos, no se desarrollan exactamente igual como los ideamos en un principio, sufren modificaciones, sinuosidades.

Un camino recto, exclusivamente recto, es monótono, aburrido. El camino debe tener sinuosidades para que sea atractivo, agradable, que nos haga desarrollar nuestras potencialidades. El conductor que conduciendo por una carretera recta, de muchos kilómetros, se duerme, no es por otra razón que por el hecho de que no tiene atractivo, que no le hace mover su mente ni su cuerpo. Una carretera sinuosa, propicia, que ponga en juego sus capacidades. Cuando las dificultades se producen, aquel que tiene su mente rígida y creía que todo el camino era una línea recta, frena su coche, aparca a un lado, piensa y mira en un plano por qué otro sitio puede conducir, un camino que esté perfectamente elaborado; pero para eso necesitaría un plano tan grande como el propio terreno, porque ningún plano, por muy perfecto que sea, recoge todas y cada una de las características del mismo.

No nos atemos a conceptos rígidos e inamovibles. La vida, afortunadamente, nos depara toda una cohorte de experiencias que nos sirven para poner en funcionamiento todas nuestras potencialidades. Renunciar a un viaje, porque no sigue el plano trazado inicialmente en nuestro cerebro, es un error; y no comprender que el hombre está en la Tierra precisamente para aprender un camino sinuoso, tortuoso, donde todo lo que le rodea está hecho para que aprenda, desde el árbol hasta la nube, desde el río hasta la última florecilla que está en la ladera de la montaña. Todo está ahí para que aprendamos.

Un dato a tener muy en cuenta cuando recorramos nuestro camino son las señales que nos indican los peligros a los que nos podemos ver sometidos. Son generalmente muy claras y visibles, sólo el imprudente no las ve, sólo aquel que no considera que hay más hermanos suyos andando por el mismo sitio, dejará de ver las señales que le indican dónde puede equivocarse y dónde puede fracasar.

Aprendamos de la experiencia de los demás. Observemos las señales del camino. Vivamos de acuerdo a unas normas que pueden ser modificadas constantemente. Pueden y deben serlo, porque el hombre que se ata a normas rígidas, cuando éstas se modifican, se encuentra absolutamente perdido.

No formemos nuestra vida con una estructura tan concreta y tan rígida que no podamos admitir otras formas y otras maneras de ver ese camino que todos juntos debemos recorrer.

33. La toma de decisiones.

El buen uso del conocimiento y de las potencialidades.

El egoísmo como freno en el camino.

2 de Noviembre de 1983

La vida es una constante toma de decisiones y de responsabilidades.

La vida es una escuela que tiene razón de ser en la medida que el hombre aprende a solucionar los problemas que en ella se plantean. La convivencia es el banco de pruebas, el laboratorio donde experimenta dónde está el límite de su fuerza, de su personalidad. Las circunstancias adversas también son aprovechables en la medida que se conocen sus causas.

El hombre es feliz cuando toma decisiones, cuando se reconoce a sí mismo, porque ha tenido el valor de enfrentarse a un problema y ha dado el paso necesario para comprobar si estaba equivocado o no.

El que está todo el día parapetado, no aprenderá nada de esta vida. El que tiene por norma de vida el aprovecharse de los demás, tampoco aprenderá nada. El indeciso, el que busca que los demás tomen decisiones por él, habrá desperdiciado su vida. El que hace que los demás tomen las decisiones que a él le interesan, habrá dado un paso atrás en su evolución porque no habrá sido capaz, reconociendo la validez de su decisión, de tomarla él mismo; le ha faltado el valor de enfrentarse a su propia responsabilidad, a su propia decisión.

Si el Padre nos ha dado una moneda que es nuestra inteligencia, nuestra mente, para que después nuestro cuerpo sea fiel reflejo de los pensamientos que en ella se generan, esos pensamientos, cuando son producto de un desarrollo lógico, llevan inevitablemente a tomar una decisión, una conclusión. No actuar a continuación o hacer que actúen los demás, para que sea el otro el que se arriesgue, es desperdiciar la moneda que nos ha dado el Padre.

El saber por el saber no tiene sentido si ese saber no se traduce en decisiones, en responsabilidades adquiridas.

El ser humano se podrá equivocar una y mil veces, pero será por causa de una decisión tomada, y eso es positivo porque le enseñará.

Cuando el hombre pone en marcha un proyecto no solamente es ese proyecto, sino que pone en marcha, a buena velocidad, su propio camino de evolución, porque está siendo consecuente consigo mismo. Ha nacido para andar, para evolucionar, para tomar decisiones, decisiones sabias, pero si se equivoca, esa misma decisión equivocada le enseñará cómo debe tomarlas en la próxima ocasión. Lo importante es andar.

Cuando el hombre lanzó sus naves al espacio, puso en práctica una teoría. No sabía, con total seguridad, si el resultado iba a ser positivo. Después de unos años, los fallos iniciales se fueron corrigiendo. En otros mundos el proceso ha sido similar. Si el hombre utiliza esos conocimientos para perjudicar a sus semejantes, su carrera tendrá un fin próximo. Sus conocimientos tendrán también un campo muy limitado, a pesar de que él piense que son amplísimos, y los tendrá limitados porque la fuente de información de la cual recibe esos datos, le será cortada.

Si el hombre utiliza correctamente esos conocimientos, su escalada científica, tecnológica y humana avanzará a la velocidad del pensamiento. El hombre 4.7 avanza ya a esa velocidad porque su mente, su pensamiento, es positivo; es una flecha lanzada hacia adelante.

El hombre 4.3 de la Tierra piensa siempre de qué manera puede beneficiarse con respecto a sus semejantes, cómo les puede ganar. De esta manera, la información no le llegará porque su pensamiento estará pensando en la destrucción, no en el crecimiento común.

Del mismo modo, a pequeña escala, el que basa su progreso en la destrucción de sus semejantes está condenado al fracaso, aunque aparentemente consiga sus fines materiales. Al haber desconectado sus fines espirituales, éstos, que son más potentes, le harán sentir, más tarde o más temprano y de múltiples maneras, su error.

Debemos dirigir nuestros esfuerzos en la consecución de los fines materiales, espirituales, mentales y energéticos por los cuales tenemos vida, pensamos, actuamos y nos vitalizamos. Lo importante es utilizar todas las potencialidades que el hombre ha recibido para que ese camino sea cada vez más ligero y más luminoso.

Andar por un camino pensando qué trampas poner al vecino es no fijarse en el propio camino, sino en el del vecino. El hombre, cuando va por un camino desconocido, busca en la Naturaleza las referencias para no perderse. Busca siempre dónde está el Norte, y lo busca en la corteza de los árboles o en las piedras y sabe así, de esa manera, dónde está el Sur, el Este y el Oeste.

Cuando el hombre, por mirarse a sí mismo, se encuentra perdido, cuando su egoísmo le impide ver lo que le rodea, es cuando pueden ocurrir dos cosas: o que salte desde ahí hacia adelante, o que se hunda un poco más y tarde varias vidas en salir adelante. Cuando tenga que utilizar sus dos manos para salir de la Tierra, es cuando se dará cuenta de que se ha quedado solo por su propio egoísmo. Nuestras manos deben buscar las manos de nuestros semejantes para ayudarnos mutuamente, y los pies deben servirnos para andar, no para poner zancadillas a nuestro prójimo.

Hay que mirar con optimismo el futuro, porque sólo mirándolo con optimismo podremos poner nuestra mente y nuestro cuerpo en disposición de lograr nuestros objetivos. El miedo, la cobardía y el pensar que los demás nos van a impedir avanzar, es un error.

Miremos hacia delante y hacia los lados buscando las referencias que nos hagan avanzar más deprisa. Ese es el camino: la comprensión, la tolerancia, el respeto, la humildad; todo ello para llegar a conocerse más en profundidad uno mismo y para evitar que las circunstancias que rodean a todo ser humano, por el hecho de haber nacido, le impidan darse cuenta de que él está ajeno, está fuera de esas circunstancias en cuanto elemento evolutivo que es. Las circunstancias son los problemas a resolver, nunca deben ser miradas como un freno. Mirémoslas como elementos de este curso que nos ha tocado vivir, que nos pone el Cosmos para evolucionar. Saquemos conclusiones de ellas y así evitaremos caer en la tentación de dejarnos llevar por estas circunstancias.

En las manos está la fuerza y en los ojos la luz que nos dice dónde poner nuestras manos.

34. Las etapas del crecimiento.

El hombre masculino y el hombre femenino.

Todo tiene dos polos.

18 de Octubre de 1984

El hombre, al nacer, es inconsciente del mundo que le rodea. Sus ojos aún no están abiertos a la luz y a la comprensión, sólo distingue sombras y es a nivel de los sentidos, fundamentalmente el tacto, el gusto y el olfato, como se relaciona con el medio exterior. Poco a poco, los otros sentidos despiertan a la vida y son medios de comunicación con cuanto le rodea.

El calor que le transmite su madre, tanto físico como emotivo, es la energía que él necesita para vivir, la que ha compartido durante nueve meses, la que aún deberá seguir compartiendo para poder integrarse al mundo que le rodea. El desarrollo de estos sentidos le hará empezar a conocer quienes son las personas que le rodean, identificarse con ellas y con el entorno o espacio en el que habita.

Cuando alcanza los siete años de vida empieza a buscar otras referencias; antes ha descubierto su cuerpo, sus manos, sus capacidades y sus límites, al nivel que se lo ha permitido su consciencia. Cuando llega a los siete años, empieza a ser consciente de los efectos que causan sus actos y empieza a ser responsable de ellos. Empieza a oír una voz interior que le dice lo que está bien y lo que está mal, y empieza a descubrir, en sí mismo, cuáles son los nuevos límites que ha alcanzado. La vida entonces tiene otro significado.

Muchos hombres se han quedado en esa edad, no han sabido trascender y cuando llegan a adultos son incapaces de adquirir compromisos, unas veces por miedo y otras por la comodidad y superprotección de los padres, que les ha impedido avanzar por el camino de la autorresponsabilidad. Lo normal es que el hombre trascienda esa etapa y aprenda a ser responsable de los actos que realiza.

Empieza a valorar, poco a poco, el YO interior que va descubriendo. El egocentrismo y la egolatría también empiezan a hacer su aparición cada vez de forma más patente. Vive para él y para sus cosas. Apenas comparte, más que con algún amigo íntimo, que es el reflejo de su Yo interno, el que aún no ha descubierto totalmente. El amigo de la infancia simboliza, representa, ese Yo interno. a medida que va creciendo ese amigo, ese amigo que te acompaña durante los años de tu pubertad, de tu adolescencia deja paso, al poco tiempo, a un adulto, y es aproximadamente a los 14 años cuando se enfrenta con otro hito en su vida: la sexualidad.

La sexualidad mal canalizada en esa época trae como consecuencia trastornos a nivel afectivo, a nivel físico, a nivel social. Es importantísima la ayuda que en ese momento pueden prestarle sus padres. El hombre así, poco a poco, etapa tras etapa, va descubriéndose a sí mismo, sus potencialidades, sus límites. Va descubriendo qué papel desempeña en un entorno como la familia, la escuela, los amigos, y empieza a conocerse un poco más a sí mismo y a darse cuenta que él también se equivoca.

A medida que va creciendo va encontrándose con situaciones que van conformando su personalidad, y llega a los 21 años preparado para dar el gran salto; el salto de niño, de joven, a adulto. A los 21 años aproximadamente, el hombre debe ser capaz de controlar y dirigir su propia vida. Debe hacerse ya las preguntas y encontrar las respuestas, al menos algunas respuestas, de por qué está en este mundo, a qué ha venido, cuál es el papel que tiene que desempeñar.

Es a partir de esa edad cuando las respuestas, si se buscan, empiezan a llegar. Entonces el hombre descubre que todos aquellos juegos que representaban la sexualidad, la relación con el sexo opuesto, se convierten en algo vital para él.

Es la necesidad vital de estar equilibrado, de sentir que si no es con un equilibrio emotivo, él será incapaz de encontrar las respuestas a las interrogantes básicas de todo ser humano, porque él sólo es el 50% de una creación manifestada como es el ser humano: el hombre masculino y el hombre femenino.

Cada uno es un 50% de lo que llamamos ser humano. De la unión de ambas mitades surge un tercero. Es, en ese momento, cuando tiene razón de ser la unión de un hombre con una mujer; en el momento en que ambas almas, que representan por sí mismas la mitad de lo que hemos llamado ser humano, se convierten en un ser completo. Y entonces el hombre vive para eso que ha creado, esa unión, ese triángulo. Y sufre, trabaja, vive, se compensa y, si es preciso, muere para que esa unidad de tres, viva.

Y en la unidad, uniendo una unidad a otra unidad, formaremos la gran unidad: la sociedad humana. Para ello, las diferentes unidades que se han ido creando tienen que interrelacionarse porque, por sí mismas, tampoco tienen razón de ser. Sólo uniendo unidades podemos llegar a alcanzar el Todo.

No en vano la Naturaleza ha previsto que haya cruces genéticos para mantener el nivel evolutivo de la especie. La unión entre familiares degenera la cadena genética de esa familia y todas las taras aparecen con mucha más frecuencia. Es necesaria una mezcla de las diferentes unidades familiares para que las cadenas genéticas evolucionen.

El hombre del mañana será consecuencia de una correcta mezcla de las diferentes especies de seres humanos, entendiendo por especies las diferentes unidades familiares compuestas por una cantidad indeterminada de individuos.

Las sociedades así formadas tienden a evolucionar. Comprenden el fin y la razón de existir. Están basadas en una relación armónica, han comprendido que individuos aislados representan el 50% del ser humano.

Curiosamente, en todas las células de un cuerpo físico, existen el mismo número de cromosomas excepto en las sexuales, que tienen la mitad. Ese 50%, al unirse con otro ser humano del sexo contrario, forman el 100%.

La Naturaleza, al final, nos da la razón, la causa y el motivo. Sólo el egoísta, el egocentrista, cree que en sí mismo está todo: el 100%. Y no es así. No es así desde arriba de la cúspide, hasta abajo del todo.

Todo es dual. Descubramos nuestra dualidad. Nuestra dualidad es un 50%. Busquemos otra dualidad, otro 50% y creemos el 100%, los que sean necesarios, para que la sociedad, la raza humana de la Tierra, encuentre su camino y sepa al final por qué está en este planeta.

35. Integración y desintegración.

Las encrucijadas del camino.

La inconsciencia como generadora de conflictos humanos.

18 de Abril de 1986

Hay dos formas de obtener energía por la utilización de los núcleos de diferentes minerales radiactivos: una es la fisión (partición o desintegración de los átomos de esos minerales), o bien la fusión (integración, compactación, de esos mismos núcleos atómicos).

La primera es una forma de obtención de energía negativa, en el sentido de que, para obtener esa energía, hay que romper, descomponer y desintegrar.

La otra forma de obtenerla, la fusión, es integración, unión de dos átomos; la unión de sus núcleos, que libera una gran cantidad de energía similar, en su principio, a la que se obtiene en el Sol.

Las reacciones nucleares que se producen en el Sol son, generalmente, por fusión atómica, no por fisión. Esa energía más limpia tiene, además, una ventaja posterior: es que esa unión de átomos, de núcleos, puede ser posteriormente fusionada, volviendo a obtener nueva energía.

La técnica del hombre de la Tierra aún no ha pasado del aspecto desintegrador del núcleo del átomo. Aunque ya está dando sus primeros pasos en el otro campo, en el de la fusión nuclear, aún quedan muchos años para que pueda hacer compatibles ambos aspectos: positivo y negativo. Tiene que aprender aún cómo el hombre debe saber conjugar ambos aspectos en todos los órdenes de su vida: los aspectos positivos y los negativos. Los negativos, los que le llevan a separarse de los demás, a realizar una fisión, una fisura entre él y sus semejantes, son la base para que el hombre aprenda de esos errores y busque el camino de la fusión, fundir, hacer uno.

La fisión como elemento de referencia; la fusión como elemento que hay que alcanzar.

En otro orden de cosas, cuando el hombre tiene muchos caminos donde elegir, la duda lógica le asalta. Pero esa duda es producida por el consciente, el que trata de analizar por los primeros pasos de cada camino, tratando de ver, con esos primeros pasos, cómo va a ser el resto del recorrido, el cual no se puede saber hasta que no se ha andado por él. Solamente liberando al consciente de esa tarea, dejando la mente subconsciente libre, es como podremos, en determinados momentos de gran duda, seguir adelante; dejando fluir lo que llevamos dentro, porque ahí es donde están grabadas las intenciones, los objetivos, los motivos, la experiencia anterior y la voz de la conciencia que nos indicará, en cualquier caso, cuál es el camino correcto a seguir.

Antes de tomar partido, por uno u otro camino, podemos dar vueltas y vueltas recorriendo los primeros pasos, la entrada de cada uno de ellos, tratando de sentir cada uno de ellos, para poder tener claro por dónde hemos de ir.

Hay hombres que al no tener una filosofía de vida definida se dedican a buscar, a picotear en toda aquello que le sale al paso. Esos hombres no terminan nunca por decidirse a dar el paso por ningún camino. Acaban su vida dando vueltas y más vueltas delante de todas las encrucijadas. Ellos tendrán que volver a nacer nuevamente, cuando hayan liberado su consciente en el otro plano, para tener nuevas referencias de cuál es el camino.

De igual manera, el hombre que tiene claro cuál es el camino por el que tiene que andar, pero está atado a compromisos sociales, dependencias de actividades y de ocupaciones que sirven para el momento y no para crear futuro, que no son realmente un soporte válido para seguir por un camino determinado, aún conociéndolo, ese hombre también tendrá que volver a nacer cuando haya aprendido, en el otro plano, que ha perdido el tiempo miserablemente tratando de ver qué opinaban, qué pensaban o cómo le compensaban los demás y no dio nunca un paso hacia adelante, a pesar de tener todas las referencias.

La sociedad propone al hombre de la Tierra, hoy día, un gran abanico de posibilidades de distracción, de ocupación, para llenar su ocio. Decís que vivís en la sociedad del ocio, que habéis creado una sociedad para el ocio, porque el hombre necesita llenar su vida con algo, pero con algo que realmente sienta que es cierto, que es por ahí por donde él tiene que caminar.

La religión, la institución religiosa, le falla. Le fallan los políticos. Le falla la sociedad. Le falla, en definitiva, el hombre que tiene al lado, y entonces busca llenar su vida con ocupaciones de todo tipo que no le permitan pensar en su verdadera trascendencia.

Confundir la realidad con la fantasía, con la ficción, con lo que uno desea y cree que es, pero no es, lleva en ocasiones a situaciones dramáticas como las que en los últimos tiempos está viviendo vuestro planeta: enfrentamientos bélicos basados más en aspectos de propia estimación, de orgullo y de soberbia, que realmente en motivaciones sociales y de mejora para el ser humano.

La guerra nunca es un elemento válido para la mejora del ser humano; nunca lo ha sido y nunca lo será. Jugar a la guerra despreciando la vida de seres humanos, es el enfrentamiento más claro que pueda existir entre el hombre y la creación que se manifiesta a su alrededor. El hombre que se enfrenta a otro hombre y le da muerte por motivaciones políticas, económicas, religiosas, de poder, soberbia u orgullo, crea una causa cuyos efectos estará pagando en sus próximas vidas.

Sed conscientes de la responsabilidad que habéis contraído al nacer y de la que contraéis diariamente con cada acto que realizáis.

La pertenencia a un colectivo social del tipo que sea contrae también una responsabilidad con uno mismo, con los miembros de ese colectivo y con el resto de las personas que se acerquen a él directa o indirectamente. Esa consciencia de la responsabilidad contraída no debe ser una losa sino un acicate, porque será, al haceros responsables, una válvula de proyección hacia vuestro mejoramiento personal y el de todos aquellos que, de alguna manera, puedan entrar en contacto con vosotros.

36. La sombra y la luz.

La escala universal de valores.

La búsqueda de la felicidad.

2 de Octubre de 1987

A lo largo de la vida uno quiere conocerse en función de las cosas y acontecimientos que suceden en su entorno. Con frecuencia, la observación se centra sobre la sombra que proyectamos o la que proyectan los demás, pero rara vez sobre la verdadera persona que la proyecta. Es más sencillo fijarse en la sombra; querer, como los niños, alargarla en función de la posición de la luz.

No se crece así, se crece mirando hacia adentro y proyectando hacia afuera. Antes hay que mirar dentro. No sirve de nada alargar o deformar la sombra que proyectamos si antes no hemos modificado el interior, que es el que en realidad produce la luz que la genera.

El hombre con frecuencia cae en el error de querer imitar los actos ajenos. Se ha fijado exclusivamente en la parte que a él le gusta de los demás, no en su totalidad, sino sólo en la parte más atractiva. Con frecuencia eso lleva a adquirir posturas que hacemos propias, pero que todo el mundo sabe que son postizas, que no son reales.

Si fuésemos un poco más caritativos con nosotros mismos, podríamos encontrar en nuestro interior los valores que permanecen dormidos, por creer que son los demás los que nos tienen que dar su referencia. Nosotros, querámoslo o no, somos referencia, generamos imagen, sombra y luz.

No es bueno inhibirse. No es bueno minusvalorarse, como tampoco lo es sobrevalorarse; pero siempre, con la observación, se puede encontrar la justa medida de nuestro verdadero momento evolutivo, de nuestra real posición en cada momento de nuestra vida. Adoptar posturas que no son las propias, distorsiona la personalidad de quien así actúa, retrasa su aprendizaje y le cuesta trabajo comprender las cosas que, si no adoptase esa postura, comprendería perfectamente.

Todos, en mayor o menor medida, en un momento dado de nuestra vida, hemos adoptado posturas que no eran nuestras. Es hora de que cada uno sea su propio juez y se analice con sinceridad y vea en qué momento se encuentra y rechace posturas que no sean suyas. Esa es la imagen que tiene que transmitir, las otras se deben caer como caen las máscaras.

La escala de valores es el marco de referencia en el que nos movemos. Las circunstancias de la vida nos llevan a cambiar, a modificar nuestra posición con respecto a la escala de valores, la cual no se mueve, somos nosotros con respecto a ella. Las cosas se manifiestan por una cierta lógica y todo funciona según la ley de causa y efecto. Los intereses materiales, la propia estimación, el orgullo, la vanidad, el egoísmo, hacen que cambiemos nuestra posición dentro de esa escala de valores universal donde el amor ocupa un extremo y el egoísmo el contrario. Debemos saber exactamente qué posición ocupamos y por qué hacemos las cosas. Debemos ser conscientes de que a nuestro alrededor hay personas y situaciones que dependen de nuestra actitud, que las cosas materiales siempre deben estar por debajo de las personas y de todos los seres vivos en la escala de valores.

Nada es perenne, nada es inmutable, y mucho menos las cosas materiales. Los grandes imperios han caído y se han generado otros nuevos. Los hombres han cambiado: los emperadores, los reyes, los generales y el mismo pueblo ha sufrido grandes transformaciones. La ideología ha cambiado, la política ha cambiado, la religión ha cambiado. Sólo la esencia del hombre permanece inmutable. Esa, la que nos une a los demás, la que hace sentirnos parte de la raza humana, ésa permanece inmutable. Lo demás son coyunturas, circunstancias.

Los hijos, los padres, los amigos, los compañeros de trabajo, las personas que nos rodean y que en algún momento se nos acercan, deben ser lo más importante en nuestra escala de valores. Los medios de que nos valemos para vivir, para relacionarnos, para viajar, son sólo medios, pero el objetivo, el fin, está en la relación con las personas, en lo que podemos transmitirnos, en lo que podemos darnos, en lo que podemos aprender unos de otros, en lo que nos une.

Partimos del egoísmo como punto opuesto al amor y llegamos al amor, al otro extremo. En medio, la propia palabra lo dice, los medios para llegar a ese objetivo, el soporte material que está en medio, no en el extremo.

Utilicemos nuestra capacidad intelectual, de amor, nuestras energías, todo lo que el Cosmos ha puesto a nuestra disposición, para situarnos correctamente dentro de la escala de valores. Pidamos referencias. Observemos, referenciémonos en los demás pero, sobre todo, mirémonos dentro y veamos si estamos de acuerdo con nosotros mismos. Si no lo estamos, paremos un momento para ver cuál debería ser la posición idónea y tratemos de situarnos ahí lo más pronto posible. Es la única manera en que el hombre conseguirá ser feliz: estando de acuerdo con su conciencia, mirándose dentro y haciendo lo que cree que debe hacer de acuerdo a ella.

El ser humano busca la felicidad sobre todo. Huye del dolor. La felicidad está en las satisfacciones que nos proporciona la relación con los demás. En ningún otro sitio está la felicidad.

37. El equilibrio interior.

El reto del conocimiento personal.

Todos somos referencia.

11 de Marzo de 1988

Uno de los objetivos más deseados por el hombre es el del equilibrio interior. Cuando se consigue es muy fácil producir equilibrio en el entorno, porque la fuerza del equilibrio interior impregna y mediatiza todo alrededor.

El hombre es juguete de sus emociones, de las emociones que no controla: la ira, el odio, la vanidad, la gula o la lujuria, como elementos vitales de relación con el entorno, le dominan y así el encuentro con el equilibrio se hace más arduo.

La observación del entorno, el conocer nuestros propios límites nos permite dominar nuestras emociones. Sabiendo qué cosas disparan los mecanismos de la vanidad, de la ira o de la gula, podremos controlarlas. Es necesaria una observación personal intensa, sin falsos triunfalismos, sin falsa humildad. Nadie mejor que nosotros mismos sabemos cuáles son nuestros principales defectos. Los defectos y las virtudes, son nuestra etiqueta de composición personal, de la misma manera que una prenda de vestir lleva en su etiqueta el tejido o los materiales de lo que está hecha.

Los demás, cuando hablan de nosotros, se refieren a nuestra etiqueta. Se refieren a las cualidades, negativas o positivas, que manifiesta nuestra personalidad. Los demás nos devuelven esa imagen. Tenemos que tener la humildad suficiente para reconocer nuestros defectos y no ensalzar en demasía nuestras virtudes.

El conocimiento interno nos proporcionará equilibrio. Sabremos dónde está nuestro límite en cada caso y el reto será conseguir el equilibrio en un límite más amplio.

Nuestra imagen está asimilada a una marca. La marca de cada uno es la nota dominante de nuestra personalidad. La calidad del tejido en el que estamos hechos. Después hay otras cualidades, efímeras, que están relacionadas con el aspecto físico, con el diseño. Son efímeras, como es efímero el cuerpo físico. La belleza, los cánones que la moda impone cambian con cada época. Sentirse orgullosos de un cuerpo físico es algo pueril porque cambia constantemente. Es mucho más importante el equilibrio interior y lo que se puede conseguir con él.

Las capacidades intelectuales son capacidades, no realidades. La realidad se consigue con trabajo, con esfuerzo. El hombre está preparado para alcanzar cotas intelectuales mucho más altas que las que tiene en la actualidad, pero es conformista y siendo conformista no podrá alcanzar cotas más altas. Anda muy despacio; se conforma rápidamente con los logros obtenidos. El ego impera sobre otras consideraciones.

Los seres humanos son marquistas, no buscan la calidad. Asimilan calidad a marca o a precio. Lo que uno se aprecia a sí mismo o lo que consigue que le aprecien, es más por lo que tiene que por lo que es.

Todos los seres humanos tenemos un reto por delante: el conocimiento de nosotros mismos y el equilibrio interior. Lo conseguiremos observando el entorno, sirviendo de espejo a nuestros semejantes, observando la Naturaleza, siendo sinceros con nosotros mismos, sabiendo cuáles son nuestros defectos y tratando, cada día, en cada ocasión que se nos presenta, de eliminarlos por razonamiento, por comprensión, asumiendo nuestra actuación, sea la que sea; sabiendo que siempre es una referencia en la que hay quien se mira.

No es un problema de los demás si se fijan en nosotros; es que somos referencia, de la misma forma que los demás son referencia. Nosotros, por el simple hecho de estar vivos e inmersos en la sociedad, estamos siendo referencia en esa sociedad. Más referencia a medida que el círculo está más cercano. La referencia a nuestra familia, a nuestros hijos, hermanos y padres es mucho más directa, pero nuestra influencia por vía indirecta llega mucho más lejos.

No nos engañemos. Seamos sinceros y fieles a nosotros mismos. Reconozcamos nuestros límites y nuestros errores. Seamos espejo caritativo de nuestros semejantes. Mostrémosles, con amor, sus errores para que los entiendan, los vean y los corrijan.

Busquemos el equilibrio interior en base a un objetivo aún más lejano: el descubrimiento de nuestra propia esencia. El equilibrio es la base que nos permitirá llegar a conocer nuestra propia esencia, nuestra esencia más íntima. Ahora, cuando no tenemos ese equilibrio, nos fijamos solamente en puntos interrelacionados con muy poca secuencia. Faltan muchos puntos intermedios. Hay saltos bruscos. No nos vemos en nuestra totalidad. Los más brillantes, los que primero se ven, no son los más ciertos: es el oropel.

Nos recreamos en nuestros logros, en lo que los demás dicen positivamente de nosotros. Tenemos que trascender de los halagos y llegar a nuestra esencia a través de un equilibrio interior, que se consigue con observación de nuestras reacciones, aprendiendo de nuestros errores, viendo qué influencia causan nuestros actos en nuestro entorno y tratando de ser una referencia positiva de futuro, de equilibrio y de amor a nuestros semejantes. Cuanto más cercanos, mayor es nuestra responsabilidad.

No olvidemos que hemos venido a aprender, pero también a enseñar. No podemos negar esa enseñanza porque, aunque lo hiciéramos, de una forma u otra estaríamos siendo referencia, enseñanza. Que nuestra enseñanza sea positiva, que mostremos a los demás nuestros aspectos positivos, sinceros y ciertos. No adaptemos a las costumbres sociales, a las modas, a las relaciones superficiales o de conveniencia, esas referencias. No demos la imagen que ellos esperan recibir, sino la que somos realmente. Hagámoslo con respeto, con sinceridad, con la humildad que da la sabiduría. Eso es lo fundamental.

Conociéndonos, buscando nuestro equilibrio y encontrándolo, seremos sabios, humildes, caritativos y ese será el soporte para el encuentro con nuestra verdadera esencia, la más íntima, de la que todo surge, esa que está por descubrir.

Tenemos un camino muy largo para encontrarlo, pero hay que crear las bases, los ladrillos para construir ese edificio. Si los creamos de arcilla, si no les damos la consistencia suficiente, tendremos que empezar una y otra vez a construirlo. Pongamos unos cimientos fuertes y unos ladrillos sólidos, conscientemente, con un plan perfectamente trazado por nosotros mismos en busca, precisamente, de la Verdad con mayúsculas.

Nuestro cuerpo físico, nuestro astral y nuestra mente están al servicio de esa esencia que tenemos que descubrir, que tenemos que alcanzar. Son los medios que el Cosmos ha puesto en nuestras manos. Utilicémoslos coherentemente. Busquemos nuestro equilibrio interior y seamos así una referencia útil.

38. El viaje de la vida.

El edificio que tenemos que construir.

21 de Mayo de 1988

Una estación central de trenes y muchas personas buscando su tren, su andén.

Encuentras el tuyo y como tú, cientos de personas que el destino ha puesto juntas para viajar en el mismo tren. Hay personas, también, cuya misión consiste en guiar ese tren, en prestarle servicio conduciéndolo, estando en el restaurante o como revisor.

Tú, como otros cientos de personas, habéis decidido viajar a la misma hora, en la misma dirección, en el mismo tren.

Parte el tren y atrás van quedando vivencias, experiencias que han cumplido una función. Atrás queda la familia, los amigos con los que has compartido una historia, unas vivencias; pero ahora estás dentro de un tren en marcha con un destino y con un camino por recorrer para llegar a él.

Intentas, cuando arranca el tren, imaginar cómo será el recorrido. Las personas que van contigo y tú mismo estáis concentrados; no se cruzan palabras, no hay comunicación. Todo el mundo centrado en sus recuerdos, en sus vivencias, cosas que todavía no se comparten.

Pasan los primeros minutos, los primeros kilómetros, los primeros pueblos. El diálogo se abre, surgen las anécdotas. El tren para. Bajan algunas personas y suben otras nuevas.

A veces, en este entrar y salir, debes recomenzar tu historia. Tienes que volver a contar la misma historia a distintas personas que se han colocado frente a ti.

El tren sigue su marcha. Tú observas el paisaje, te integras en el ambiente. Piensas que cada vez estás más cerca de ese destino, pero no controlas el tren. Sin embargo, tienes la facultad de subir o bajar, o dormir, o conversar, e incluso tienes la posibilidad de detener el tren.

La vida es un viaje. Partes de un punto, de un momento, y sabes que vas a llegar a otro punto, a otro momento. Intuyes cuál será el camino, pero desconoces quién controla tu vida. En realidad, tú eres quien la controla, pero aún tienes que descubrirlo.

Hasta que ese momento llegue, todo cuanto te sucede lo relacionas con personas, situaciones, hechos ajenos a ti. Cuando llega ese momento, los incorporas y los relacionas contigo. Ese es el momento en que empiezas a controlar tu vida; cuando te das cuenta que todo cuanto te sucede, bueno o malo, se genera en ti, sólo en ti.

Las personas, las situaciones, todo cuanto te rodea, son los accesorios que utilizas para que eso te suceda, pero no te sucederá nada que tú no quieras que te ocurra, sea bueno o malo.

Tienes un futuro delante y una historia detrás. La historia es experiencia, el futuro es trabajo. Tienes delante de ti una tarea muy importante: trabajar en ti. Tu familia, tu trabajo, tus amigos, tus actividades, son elementos que utilizas para trabajar en tu edificio, en ti. Es un edificio que dura muchas vidas. En ésta estás haciendo, quizás, el portal. Quizás en la siguiente tengas que hacer las ventanas, en la otra los suelos, en otra la instalación eléctrica y al final de tus vidas, cuando te alejes de ese edificio que has construido, tú sabrás porqué lo has hecho así, sólo tú.

Cualquier persona ajena a ti, sólo podrá permitirse el hablar de la estética del edificio, nunca del porqué está hecho de esa forma, con esa estructura, con esos materiales. Nunca, porque el constructor, el arquitecto, se ha guiado por razones estrictamente personales.

En ese edificio viven las experiencias, los recuerdos, las personas que te han servido de soporte y si has llegado al final de tu evolución como hombre, no te preocupe el aspecto de ese edificio. Lo importante es que lo hayas terminado, que no se te derrumbe, porque si se derrumba, aunque estés al final, tendrás que volver a empezar y volverlo a construir desde el punto donde se cometió el error de construcción.

Preocúpate de obtener los mejores materiales. Aprende de la experiencia ajena y aplícala a tus vivencias, transfórmalas y dales el color y el contenido que marca tu personalidad. Haz bien tus planos. No improvises. Déjate guiar por tu intuición pero contrástala con tu razón. Sírvete de esos dos elementos a la hora de construir tus planos, a la hora de dar tu siguiente paso en la construcción del edificio.

La intuición te marcará las formas; la razón hará los planos de esas formas, les dará una estructura lógica y realizable.

Consulta con tus hermanos. Coméntales tus ideas, tus planes y tus objetivos. Hazles partícipes de cuál es el proceso que te lleva a esa forma de construcción, pero sé tú, auténtico y piensa en la utilidad que vas a darle. A veces lo bello no es útil y el edificio debe ser eminentemente útil. Debe contener todo tu bagaje, todo aquello que ha servido para su construcción: cosas, personas, ideas y experiencias.

Haz lo que tengas que hacer en cada momento y no te preocupes si las demás personas no están de acuerdo contigo siempre que tu razón, tu conciencia, tu intuición, te hayan marcado el camino a seguir, porque estarán guiadas también por tu experiencia y ésa siempre es personal. Estará procesada, tamizada y ordenada por un cerebro que ha pasado unas experiencias personales e individuales. Son válidas todas las opiniones siempre que sean constructivas.

Al final, cuando llegue el tren a la ciudad repleta de edificios, cuando llegues a ella, es seguro que el tuyo ya estará allí formando parte de su paisaje.

39. El orden y la armonía.

Las Leyes del Universo.

La verdadera imagen.

La recarga de energía.

30 de Julio de 1988

Todo en el Cosmos está en orden. Todo responde a unas leyes que traducen cada una de sus manifestaciones. El universo físico se rige por leyes físicas, algunas o muchas de las cuales, el hombre de la Tierra aún no ha podido descubrir. Conoce muchos de sus efectos, pero no conoce aún muchas de sus causas.

A nivel astral, las energías se mueven dentro de unas pautas y con unas leyes perfectamente definidas, a pesar de lo cual el hombre ha descubierto muy pocas. Hay muchas energías en el Cosmos que están produciendo efectos y el hombre de la Tierra aún no conoce sus causas. Poco a poco va descubriendo las más cercanas, las que más se aproximan a las que ya ha descubierto, por afinidad o por la repercusión que las más sutiles realizan sobre las de menor vibración.

A nivel mental, la energía del Cosmos está perfectamente estructurada y sigue unos patrones o leyes que emanan directamente de la Fuente. Los procesos mentales responden a unas leyes que los unen, los concatenan y nos permiten relacionarnos a unos seres humanos con otros y a todos entre sí.

El hombre de la Tierra aún maneja unos parámetros muy limitados para explicar los procesos mentales de los cuales se sirve, pero que en muchos casos no conoce cómo funcionan. Estos tres elementos: mente, energía y físico, están perfectamente interrelacionados dentro de nosotros mismos. El ser humano, sea cual sea su etapa, está limitado por estos tres elementos y su relación, la cual está siempre al servicio del más débil, el cuerpo físico, porque es al cuerpo físico al que hay que hacer evolucionar hasta hacerlo desaparecer, hasta que en 4.7 la energía física, la que da forma al cuerpo físico, sea tan sutil que llegue un momento en que no se necesite para evolucionar.

Es importante que el hombre ponga en orden su mente, que empiece a distinguir y a comprender por qué hace las cosas, cuáles son las razones que le hacen posicionarse en tal o cual postura, por qué adopta actitudes repetitivas que, en muchos casos, le sitúan de cara a los demás manifestando la parte más externa de sus procesos mentales, puesto que la interna, la razón real de porqué hace las cosas, la guarda celosamente.

Sólo compartiendo nuestras inquietudes, ideas, pensamientos y realizaciones, podremos ir uniéndonos con nuestros semejantes. No podemos pretender que nos acepten o nos rechacen en función de una manifestación externa. Deben saber la razón interna de porqué hacemos las cosas, para poder ser comprendidos y aceptados.

Los escudos, las apariencias externas, son las cosas que nos separan de los demás; curiosamente las que nosotros creemos que nos acercarían a ellos. De nada sirven los adornos, los ropajes pomposos, si debajo de eso sólo hay incomprensión, inconsciencia y ambigüedad. Debemos ser concretos para que nuestra manifestación, en cualquier nivel, sea concreta.

No podemos dejar en manos de los demás interpretaciones que sólo a nosotros corresponden. Cuando seamos capaces de traducir externamente la realidad de nuestros pensamientos, entonces podremos decir que la imagen que reflejamos en los demás es la que realmente corresponde. Entretanto, los demás estarán engañados, nos devolverán una imagen desvirtuada por el último proceso mental del consciente, que intentará presentarnos de una manera que nosotros consideremos aceptable, cuando sabemos o tememos que no seríamos tan aceptados si conocieran en profundidad nuestros pensamientos.

Las energías que el Cosmos envía de forma natural a través de Hermanos Mayores, que la convierten en energía especializada según nuestras necesidades concretas, nos llegará más o menos limpia, más o menos potente, en función del uso que, posteriormente, hagamos de ella.

Si esa energía la mal-utilizamos, cerraremos el canal de su recepción. El Cosmos no malgasta sus energías, nos da la que estamos en disposición de utilizar y administrar, la justa para no crearnos serios problemas de conciencia o serios problemas mentales.

Debemos abrir nuestra mente, nuestro astral y nuestro físico a la energía cósmica que todo lo abarca y que lleva implícita los tres tipos: física, astral y mental. Según cuidemos nuestros cuerpo, utilicemos el astral y sean nuestros procesos mentales, así será la energía que nos envíen, siempre especializada, puesto que si tenemos deficiencias físicas, estará más adaptada a nuestro cuerpo físico, será una energía más física.

Si es nuestra energía astral la que está debilitada, la que nos envíen será más astral que energía física o mental y así, si es un proceso mental el que nos tiene fuera de nuestra consciencia, que no nos permite controlar nuestros pensamientos adecuadamente, será más la energía mental la que destaque en ese aporte energético que nos manda el Cosmos.

Malgastamos mucha energía en procesos mentales que no van a reportarnos, ni a nosotros ni a los demás, un beneficio de evolución. Malgastamos mucha energía astral en relacionarnos de una manera aparente y en dar a nuestro cuerpo físico una energía que no necesita para nuestra evolución.

Hay que coordinar los tres aspectos para poder tener una energía lineal, ascendente y concreta. Luchando por ese objetivo, el Cosmos nos enviará siempre la energía necesaria a través de todas sus manifestaciones, incluida la de los Hermanos Mayores.

Sintámonos parte del Cosmos, porque sólo así esa energía llegará plena. Sintamos que formamos parte de la Naturaleza, de la ecología, de todo el Cosmos, pero fundamentalmente del planeta Tierra.

Buscad el orden en vuestras vidas y en todo cuanto os rodea y cuando halléis desorden físico, astral o mental, intentad poner de vuestra parte para que el orden sea siempre la manifestación de la armonía.

Continuará…

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