Un interés muy sutil
–Diez personas –intervino Richie Davidson tratando de ilustrar el punto con un ejemplo reaccionarán de modo diferente ante ciertos objetos visuales complejos (como, por ejemplo, un rostro neutro que no expresa la menor emoción) en función de su temperamento emocional. Así pues, la reacción de una persona ansiosa durante los primeros doscientos milisegundos será muy diferente a la de quien tenga un temperamento más calmado.
Esta diferencia inmediata (de tipo atracción versus rechazo) en las pautas de actividad neuronal en respuesta al estímulo de un rostro neutro ha sido detectada en el área fusiforme, una región del cerebro que se ocupa del registro de los rostros.
–Mi verdadero interés aquí –apuntó el Dalai Lama, sorprendido de que esa diferencia pudiera deberse a un proceso conceptual– es muy sutil. Aunque se advierta, en los doscientos primeros milisegundos, diferencias interindividuales, creo que debe haber un punto –tal vez en los primeros cien milisegundos– en el que sólo exista percepción visual (mera apariencia) que luego va seguida –quizás en los cien milisegundos posteriores de una cognición conceptual. ¿Disponen ustedes de algún tipo de evidencia experimental a este respecto? Mi hipótesis en suma es que, durante los primeros cien milisegundos, no existe diferencia interindividual y que las variaciones atribuibles al temperamento sólo aparecen después de haberse puesto en marcha el aparato conceptual.
–La evidencia de que disponemos –comenzó diciendo Richie parece sugerir que...
–Pero tal vez, el momento inicial de la percepción ya se halle determinado por el estado mental anterior –terció Thupten Jinpa, con su habitual espíritu polémico.
–Así es –confirmó el Dalai Lama, al menos en principio. El primer momento de la percepción visual depende ya del estado mental anterior, pero sólo en el sentido de que la claridad de la experiencia se basa en el momento anterior y que ello no modifica su apariencia pura. La segunda fase, en la que ya se pone en funcionamiento el juicio –en función del sentimiento positivo o negativo que le acompañe constituye un evento completamente nuevo. Pero yo sigo sospechando la existencia de un momento –que tal vez no dure más que una décima de segundo en el que la percepción visual no se ve afectada por el temperamento, la salud, la edad, etcétera.
–Creo –dijo entonces Francisco que todavía no estamos en condiciones de poder determinar con precisión ese punto, pero existe alguna evidencia de que la imagen que veo ha sido conformada por los datos anteriores. Es cierto que el cerebro articula los datos en función de las expectativas, los recuerdos y las asociaciones, pero también lo es que todo ello no es, en modo alguno, determinante. Yo coincido con Jinpa en que algo puede provenir del momento anterior y no creo que exista evidencia de ningún tipo de apariencia visual pura. Las cosas siempre ocurren en el contexto de lo que acaba de suceder y de otros eventos del pasado que se hallen en la memoria operativa. No creo que podamos determinar, pues, la existencia de un instante, por más pequeño que éste sea, en el que sólo exista percepción.
–¿De qué modo podría la neurociencia verificar este punto? –preguntó entonces Alan.
–Muy buena pregunta –dijo Francisco, pero para responder a ella deberíamos perfeccionar todavía más nuestros instrumentos de análisis cuya resolución, en la actualidad, sólo nos permite una discriminación del orden de los setenta milisegundos.
Una brillante sugerencia
–Todo parece indicar que, entre los primeros setenta y cien milisegundos, las personas reaccionan de manera muy similar. Las diferencias interindividuales de actividad cerebral sólo empiezan a manifestarse después de los primeros cien milisegundos –dijo Richie, sorprendido de que los datos de la investigación corroborasen la hipótesis sugerida por el Dalai Lama.
Existe un método –prosiguió Richie que utiliza el mismo tipo de medida eléctrica y que consiste en detectar la actividad del tallo cerebral antes de que se extienda a la región más elevada del cerebro, la corteza. Y es muy improbable que, a ese nivel, existan diferencias interpersonales. Tal vez, sea ése el momento del que usted está hablando, un momento en el que no existe ninguna diferencia entre las personas y que no refleja gusto, disgusto ni expectativa alguna, sino que se trata del puro y simple input sensorial.
–Eso es, eso es –confirmó el Dalai Lama, indicando que ése era, precisamente, su foco de interés.
–Según entiendo –dijo Alan, ahondando en la misma línea, la epistemología budista afirma que se trata de un momento tan fugaz que el individuo ni siquiera lo advierte.
–Ocurre –precisó Richie– entre los treinta y cinco y cuarenta primeros milisegundos.
–Pero eso es imposible de corroborar mediante el testimonio de la primera persona. Y también resulta difícil de imaginar que la neurociencia pueda llegar a determinarlo –señaló Alan.
–¿Por qué no? –preguntó Francisco. Lo único que necesitamos para ello son métodos más sofisticados que nos permitan discriminar con mayor precisión la dinámica de aparición de una percepción. Y si tal cosa no es posible con las técnicas indirectas de las que hoy en día disponemos para determinar el funcionamiento del tallo cerebral, deberemos esperar hasta el desarrollo de métodos más sofisticados y precisos. Poco a poco vamos haciendo las cosas mejor, y la resolución que hemos logrado alcanza ya el orden de las decenas de milisegundos, lo cual ya es mucho, aunque los niveles más sutiles sigan todavía escurriéndosenos de entre las manos. Y debo señalar que éste es uno de los aspectos de la colaboración de la que antes hablábamos... en el caso de que existiera alguien que lo averiguase lo cual, en principio, no parece nada imposible.
–Mi hipótesis –insistió el Dalai Lama, esbozando entonces una teoría concreta para poder verificarla de forma experimental es que el primer momento de la percepción es no conceptual y que, en él, uno simplemente tiene una impresión. En un segundo momento, sin embargo. Se pone en marcha algún tipo de identificación. Y aunque uno esperase que tal pauta se mantuviera sospecho que, cuando cierra los ojos y tiene una imagen exclusivamente mental, no existe la misma secuencialización de una imagen seguida de una identificación, sino que ambas se presentan de modo simultáneo.
–-Es cierto! –dijo Richie. -En tal caso, no habría intervención alguna del tallo cerebral! -Ésta me parece una sugerencia realmente brillante! En el caso de la imagen pura, en el caso de las imágenes puramente mentales, no parece haber mediación alguna del tallo cerebral (que ocurre durante los primeros cuarenta milisegundos). Cuando uno contempla una imagen externa, el procesamiento sensorial activa el tallo cerebral, pero tal cosa no sucede, como usted dice, con las imágenes puramente mentales ya que, en ese caso, lo único que se activa es la corteza.
–También me pregunto –agregó el Dalai si habría alguna diferencia entre una situación en la que usted sólo tiene una percepción visual, y otra en la que se produce un proceso de pensamiento (de atracción o de rechazo, por ejemplo) al mismo tiempo que se da cuenta de lo que está viendo. Otro caso sería el de tener la percepción visual y luego cerrar los ojos, de modo que ya no estuviera contemplando sino experimentando los procesos de pensamiento asociados. ¿Existe alguna diferencia de actividad cerebral en ambos casos?
–En el caso de que el estímulo visual se halle presente –replicó Richie- se lleva a cabo una activación del tallo cerebral, cosa que no sucede cuando el estímulo visual está ausente. Pero también me parece ciertamente dudoso que podamos ser conscientes de la actividad del tallo cerebral. Según la moderna neurociencia, el único modo de tornarnos conscientes de la actividad del tallo cerebral exige que esa actividad alcance la corteza, lo cual resulta ciertamente paradójico.
Lo que, dicho de otro modo, significa que no podemos ser conscientes de la actividad exclusiva del tallo cerebral porque, para ello, es necesario que la información alcance la corteza.
–Tal vez –agregó entonces Richie–, los yoguis avanzados puedan tener conciencia de la actividad del tallo cerebral antes de que la activación alcance la corteza, pero eso es algo que Occidente ignora por completo.
Richie tardó menos de un año en investigar este tema en su laboratorio de Madison con la colaboración de yoguis avanzados.
La ciencia de la primera persona
Francisco, apremiado por el tiempo, volvió entonces al tema inicial, la importancia del relato en primera persona.
"Quisiera ahora, para concluir, combinar lo que acabamos de ver –es decir, los experimentos de reconocimiento de rostros con el uso del relato en primera persona como instrumento de análisis–. Justo estamos empezando este tipo de experimentos, pero ahora, en lugar de proyectar diapositivas y pedir al sujeto que pulse un botón, le instamos a que, después de cada presentación, nos cuente su experiencia y el estado de ánimo en el que se encontraba antes de la estimulación ("Estaba distraído", "Estaba pensando en mi novia", "Estaba realmente preparado"). De ese modo obtenemos un pequeño relato –pero no, por ello, menos fenomenológico– en primera persona.
"Los sujetos con los que hemos trabajado eran muy inteligentes, y aunque no estaban muy entrenados, no tardamos en descubrir la presencia de varios tipos diferentes de predisposición. El primer grupo presentaba lo que denominamos "prontitud estable" (es decir, estaban relajados y atentos); el segundo grupo se caracterizaba por una "prontitud expectante"; el tercer grupo estaba ligeramente distraído, y el cuarto, por último, estaba formado por personas muy poco preparadas y que hacían cualquier cosa como, por ejemplo, fantasear.
"No cabe la menor duda de que la fiabilidad de los informes proporcionados por los sujetos incluidos en esas cuatro categorías es muy diferente –dijo Francisco. Los integrantes de los dos primeros grupos –es decir, los sujetos que estaban relativamente dispuestos (con o sin expectativa)– presentaban pautas cerebrales de gran oscilación y actividad. Quienes, por el contrario, no estaban preparados –es decir, quienes estaban distraídos o divagando presentaban pautas mucho menos coherentes y síncronas."
–Pero, si están distraídas, debe haber cierta actividad cerebral –señaló el Dalai Lama. O, dicho en otras palabras, aunque se trate de pensamientos distractivos siguen siendo actividades cerebrales.
–Exacto –coincidió Francisco.
–Así que hay dos casos de falta de preparación –prosiguió el Dalai Lama–. Uno de ellos es el caso en que la mente está activa pero distraída y el otro es la simple falta de concentración en el que la persona realmente no presta atención, sino que cae en la lasitud o, por usar un término clásico budista, en el embotamiento.
Aquí, el Dalai Lama estaba utilizando una tipología clásica utilizada por el budismo para referirse al tipo de quietud mental alcanzada mediante la meditación, la excitación (en la que la mente está agitada o distraída) y la lasitud (en la que la atención "implota" y pierde su vivacidad y su capacidad de penetración).
–El hecho –precisó Francisco es que parece haber dos modos diferentes de afrontar la misma tarea. Por un lado tenemos a las personas distraídas, es decir, a las personas cuyas pautas son tan distintas que no acaban de coordinarse de manera estable y, por el otro, a las personas que abordan la tarea de un modo más concentrado y en las que las pautas se combinan de un modo estable.
Esto –siguió comentando Francisco fue realizado con sujetos que no estaban muy entrenados. Ahora esperamos contar con meditadores avanzados que sepan describir con mucho más detalle un determinado momento de la experiencia. En este sentido, por ejemplo, queremos trabajar con monjes de los monasterios de Dordogne en el Sur de Francia y esperamos poder encontrar practicantes budistas bien entrenados que estén dispuestos a ir al laboratorio a participar en este tipo de experimentos. Me parece evidente que, si hemos podido detectar diferencias trabajando con personas normales y corrientes, esas diferencias sean mayores cuando trabajemos con personas más expertas y que tal vez entonces podamos también establecer discriminaciones mucho más sutiles y podamos emprender una auténtica colaboración.
"Volver a las cosas mismas"
Yo quería centrar el debate en el intento científico de comprender lo que ocurre en el momento de la percepción o de la experiencia y en el minucioso análisis realizado al respecto por el budismo. Porque creo que la ciencia puede usarlo para establecer hipótesis muy concretas.
–¿Cuáles son las condiciones que deberían cumplir los sujetos –tanto normales como entrenados para utilizar adecuadamente la metodología de primera persona? –pregunté.
"Los métodos de primera persona (es decir, la persona que tiene la experiencia), de segunda persona (el entrevistador experto) y tercera persona (los métodos objetivos) –respondió Francisco son formas diferentes de validar datos que pueden acabar formando parte del conocimiento intersubjetivo, es decir, del conocimiento válido para todo el mundo.
"El meditador que tenga una experiencia inmediata, podría guardarla para sí, en cuyo caso los demás no podríamos servirnos de ellos. Sólo podemos compartir su conocimiento si, de algún modo, lo expresa y nos hace partícipes de él. Existen dos alternativas diferentes del caso de la segunda persona. Una de ellas es el experto, como el maestro que sabe dirigir diestramente al meditador por el camino adecuado preguntándole, por ejemplo: "¿Te has dado cuenta de tal cosa?". En Occidente existen otras técnicas que recurren a la segunda persona, como la entrevista, por ejemplo, donde alguien orienta a otra persona a revivir una determinada experiencia. También existe otra técnica de entrevista, no tan directiva, orientada a obtener información que, de otro modo, resultaría difícil de lograr.
"Cada uno de estos métodos tiene sus ventajas y sus inconvenientes. También existen versiones más triviales del método de segunda persona, como cuando usted le pide a alguien que rellene un cuestionario. Se trata, de hecho, de la técnica a la que más habitualmente han recurrido la psicología y la ciencia cognitiva. Pero, por más implantado que se halle, sigue tratándose de un método muy limitado, porque el entrevistador no suele ser un experto y no encamina adecuadamente el informe proporcionado por la primera persona. Además, obviamente, también disponemos de los métodos de tercera persona, los métodos objetivos.
"Permítanme ahora presentarles lo que yo llamo "linajes" diferentes de la primera persona. El budismo, claro está, es un linaje muy importante, un linaje que abarca tanto el método de primera persona (el auto informe) como el de segunda persona dirigido por un experto. En este caso, la relación entre maestro y discípulo va mucho más allá del mero "Rellene este cuestionario". "En Occidente también disponemos del linaje fenomenológico, una tradición que considera el relato en primera persona como el fundamento del modo en que pensamos en la mente y en el mundo. Se trata de una tradición –ilustrada por William James y, muy en especial, por el alemán Edmund Husserl y muy distinta a las demás tradiciones filosóficas americanas (como la tradición empírica o la filosofía de la mente)– que ha desarrollado varios métodos ligados a la segunda y a la primera persona."
–¿Podría darme una definición concreta de la fenomenología? –preguntó el Dalai Lama. ¿Se trata simplemente de describir?
–Mis colegas me corregirán si me equivoco –respondió Francisco, pero creo que podríamos resumir la visión fundamental de Husserl diciendo que uno no puede pensar en sí mismo y en el mundo sin llevar a cabo lo que él denominó "volver a las cosas mismas" o, dicho en otras palabras, a la forma en que las cosas se nos presentan. Y ello implica lo que Husserl denominó reducción fenomenológica, es decir, despojarse de toda creencia previa sobre lo que debe ser el mundo –la existencia de Dios, de la materia, de esto o de aquello y dedicarse simplemente a observar y a fundamentarlo todo en el modo en que el mundo se nos presenta.
Se trata de un enfoque muy meditativo. Desde esa perspectiva, lo primero que hay que hacer cuando se quiere analizar algo es poner en suspenso todas sus ideas previas al respecto, dejar de lado todos los prejuicios y las pautas habituales, ver simplemente lo que ve y fundamentarlo todo ahí. Ésa fue la gran contribución de Husserl, con la que elaboró toda una filosofía, una tradición secular que ha proseguido hasta nuestros días.
–¿Estoy en lo cierto –volvió a preguntar el Dalai Lama si digo que el punto de partida de esa visión consiste en dejar de lado, o poner entre paréntesis, cualquier visión metafísica y religiosa y simplemente comenzar a partir de su experiencia? ¿No cree que ello implique la profunda arrogancia de creer que uno tiene la capacidad de saberlo todo?
–No tanto de saberlo todo –replicó Francisco como de conocer el fundamento. Es verdad que supone una cierta arrogancia, como también la hay en la afirmación del meditador que dice: "Voy a contemplar mi mente y verla tal cual es".
–¿Pero acaso –insistió el Dalai Lama– el conocimiento no debe hallarse, en última instancia, verificado por la propia experiencia? Poco importa, pues, cuán sofisticado y complejo sea un sistema filosófico porque, en última instancia, la única validación se deriva de la propia experiencia.
–Y eso es, precisamente, lo que pretende Husserl, asentar toda validación en la experiencia –respondió Francisco.
–Éste es también un punto clave del budismo –comentó el Dalai Lama. En ciertos escritos budistas, se le formulan al Buda varias cuestiones y, finalmente, acaba relacionándolas con la propia experiencia.
Francisco señaló, entonces, que la escuela husserliana ha llevado a cabo descripciones muy elaboradas sobre el tiempo y sobre el espacio. Pero, por más que haya realizado grandes descubrimientos, el modo de aplicar el método –y de enseñarlo a los alumnos sigue siendo bastante vago y oscuro. No es una tradición que haya elaborado claramente su método. En este punto, precisamente, es donde creo que la contribución del budismo puede ser muy positiva, con independencia del uso que le dé la ciencia.
Trascender la ingenuidad:
el yogui como experto fenomenólogo
Según dijo Francisco, la colaboración con Richie le había permitido descubrir el mejor modo de combinar los diferentes linajes y métodos de primera persona. La primera persona es una dimensión en la que deberíamos distinguir diferentes grados de destreza que van desde el principiante hasta el maestro. Y algo parecido ocurre hacer también en el caso de la segunda persona, donde Francisco distingue al ingenuo del coach experto.
En su opinión, la tercera dimensión a explorar era el tiempo:
"En este sentido, es posible hablar de la situación inmediata o retroceder en el tiempo y recordar, por ejemplo, lo que experimentó hace un par de días o un par de meses. La psicología cognitiva y la psicología experimental actuales disponen de muchas nuevas técnicas tanto para el auto informe inmediato como para recopilar información procedente del pasado, pero ambos casos están cargados de problemas. Lo único que pretendemos es señalar la existencia de varios tipos de primera persona. En los estudios clásicos de la hipnosis, por ejemplo, se precisa de un coach experto para inducir la hipnosis y de una persona que se someta a ella, que probablemente sea un informador novato que esté haciendo un informe inmediato.
"El informe verbal propio de la psicología experimental, por ejemplo, recurre a principiantes y al tiempo inmediato o intermedio, y la habilidad de la segunda persona es manifiestamente ingenua".
–Por ello, que las investigaciones de laboratorio podrían beneficiarse muy positivamente de la experiencia de los meditadores avanzados –señalé.
Francisco coincidió conmigo acotando que, de ese modo, sería posible explorar el espectro completo de la experiencia.
–Hasta el momento –añadió–, la ciencia se ha limitado a explorar el reducido ámbito de sujetos ingenuos hablando con segundas personas inexpertas.
–Y ello tiene una extraordinaria relevancia –intervino entonces Richie para la investigación de las emociones. Tengamos en cuenta que, la mayor parte de la experimentación realizada al respecto, ha confiado en informes en los que las personas se ven obligadas a responder a un cuestionario muy sencillo del tipo "¿Cuán satisfecho está usted con su vida? Muy satisfecho, bastante satisfecho, moderadamente satisfecho o insatisfecho", y donde la única participación del sujeto se reduce a colocar una cruz en uno de los cuatro casilleros.
En ese tipo de datos –continuó– se ha asentado la investigación científica realizada sobre lo que ha terminado llamándose "bienestar subjetivo". No es de extrañar, por tanto, que, al basarse en un examen introspectivo más bien precipitado e indisciplinado de la experiencia, haya demostrado tener muy poco interés. Así pues, la idea de poder contar con observadores diestros que puedan llevar a cabo una descripción más rica de su experiencia interna es muy importante para avanzar en esta área. Creo que sólo entonces estaremos en condiciones de llevar a cabo distinciones más sutiles entre los distintos atributos de la misma emoción.
Esa idea ya había sido sugerida tiempo atrás por Francisco en su libro De cuerpo presente y también en sus artículos más recientes." En los escritos de Alan Wallace, por su parte, también se recoge una propuesta similar en el campo de la filosofía de la mente. De hecho, esta parte del encuentro fue para él una pequeña revelación al poner de relieve la rica taxonomía de estados mentales de que dispone el budismo y el uso de observadores adiestrados para alentar la ciencia del cerebro.
¿Pero dónde pueden encontrarse practicantes avanzados que contribuyan positivamente a la investigación de Francisco? En opinión del Dalai Lama, habría que buscarlos entre los practicantes de Mahamudra y de Dzogchen –dos avanzadas técnicas de meditación que puedan ser conscientes de esos momentos de la experiencia (especialmente de aquellos avezados en esa cualidad de la conciencia a la que, el primer día, Matthieu denominó "claridad"). Pero, aun así, dudaba de su capacidad de articular esa experiencia, porque ello dependería parcialmente de su conocimiento de los términos técnicos con los que se conoce a los estados de la mente.
El Dalai Lama señaló que esos monjes –y, en cierta medida, los niños de las escuelas tibetanas de los asentamientos de refugiados que están desperdigados por toda la India estudian los rudimentos de la psicología budista aunque también los hay, por supuesto, que estudian más profundamente la psicología y la epistemología budista. Pero, en opinión del Dalai Lama, "sería mucho más interesante que esos temas no sólo fueran enseñados de manera aislada y sin aplicación práctica, sino en relación también con la moderna neurociencia cognitiva". De ese modo, los monjes aprenderían a situar sus experiencias con la práctica contemplativa dentro de un marco de referencia teórico, una idea que le interesó mucho a Francisco.
Un nuevo tipo de colaborador
Este tipo de estudios tendría la ventaja de permitirnos establecer con más claridad la relación que existe entre la experiencia –la fenomenología de un estado mental y la actividad cerebral.
–La fiabilidad –dijo Richie de los relatos proporcionados por los practicantes avanzados nos permitiría determinar con más precisión su relación con los cambios concretos que se producen en el cerebro. No cabe la menor duda de que ésa será para nosotros una importante estrategia para la investigación futura.
Los practicantes expertos que saben generar estados internos y hablarnos de ellos con inusitada exactitud representan una nueva generación de colaboradores de la ciencia del cerebro. Esta profunda conciencia interna fue también el elusivo objetivo de un grupo de psicólogos americanos de comienzos del siglo XX –a los que se conoce como "instrospeccionistas"–, que aspiraban a estudiar la mente a través de las observaciones internas de sus sujetos. En uno de los casos, por ejemplo, los voluntarios (que solían ser estudiantes universitarios) debían transcribir lo más rápida y literalmente que pudiese el curso de sus pensamientos y todos los meandros recorridos por el flujo de sus estados mentales.
Lamentablemente, sin embargo, los resultados de ese método no fueron nada interesantes –tal vez porque los sujetos implicados carecían de experiencia en la tarea encomendada, y el movimiento introspeccionista científico acabó arrinconado en un callejón sin salida. (Aunque también debemos destacar que uno de sus inesperados beneficios fue más literario que psicológico, puesto que enseñó a la escritora Gertrude Stein, alumna de William James en Radcliffe, el método de la escritura libre que acabó convirtiéndose en su marchamo literario distintivo.)
Hoy en día, casi un siglo más tarde, nos hallamos en un punto en el que parece que podemos retomar el objetivo –aunque no los medios de los introspeccionistas. Instrumentos como el RMN y el EEG computarizado nos permiten observar el funcionamiento del cerebro con una precisión sin precedentes. Los practicantes avanzados de meditación, por su parte, también representan una prometedora fuente de colaboración que ya fue esbozada hace más de una década por Francisco Varela cuando dijo que. Para lograr una imagen completa de lo que ocurre, debemos establecer la relación entre el registro biológico de un determinado estado y la experiencia interna del sujeto que la experimenta.
Resulta sorprendente que el Dalai Lama también considere muy prometedor este abordaje cooperativo para el estudio científico de la conciencia humana. Como posteriormente me dijo, una de las razones por las que ha insistido en introducir la educación científica en el programa de estudios de los monasterios no es simplemente la de poner al día a los monjes sobre las diversas teorías científicas, sino la de preparar a un grupo selecto de monjes para que puedan alcanzar las cotas más elevadas.
Su esperanza, como dijo, "es la de que, un día no muy lejano, podamos estar en condiciones de crear científicos que también sean budistas practicantes". Tal vez, los monjes avanzados que también dispongan de la adecuada formación puedan, en un momento futuro, llevar a cabo una investigación científica... consigo mismos.
Pero, desde la perspectiva de alguien que no sólo piensa en términos de años, sino de siglos, el Dalai Lama reconoce también que tal objetivo requerir mucho tiempo y, con la traviesa sonrisa que le caracteriza, añadió: "No creo que seamos nosotros quienes recojamos los frutos de la colaboración que justo ahora estamos empezando a sembrar".
Los inicios de una colaboración
En este momento di paso a la interrupción matutina para tomar el té, pero el Dalai Lama y Francisco se hallaban tan sumidos en la conversación que siguieron hablando durante toda la pausa.
–Existen dos modos muy distintos de no estar preparado –comentó el Dalai Lama–, volviendo sobre un punto anterior. Utilizando la terminología shine (la meditación calma), un modo de no estar preparado está ligado a la inactividad mental que le lleva a caer en la lasitud. El otro modo tiene que ver con la excitación, la agitación y la distracción, en cuyo caso la mente está atrapada rememorando el pasado o anticipando el futuro, y uno está concentrado pero en otra cosa. Y, aunque ambos caigan en el epígrafe de "no preparados", es de suponer que posean correlatos cerebrales sumamente diferentes. Tal vez conviniera separarlos.
–Me parece una excelente sugerencia –coincidió Francisco, pero, para ello, deberemos contar con personas expertas en estas lides. La gente suele limitarse a decir que está distraída o expectante, pero tal vez las personas más entrenadas sepan discriminar con mayor precisión el tipo de distracción.
En el momento en que concluyó la pausa para el té acabó su conversación, aunque decidieron seguirla en otro momento. Francisco parecía muy satisfecho porque, aunque no hubiera podido abarcar todos los temas que tenía previsto, consideró que había logrado su objetivo de movilizar el interés del Dalai Lama.
Pero, más allá de la euforia provocada por el interés de Su Santidad, también estaba un tanto frustrado por no haber sido capaz de explicar mejor las ventajas que suponía para la investigación el hecho de disponer de la colaboración de meditadores expertos, una posibilidad que le parecía realmente apasionante. Pocos meses después, sin embargo, Francisco puso en marcha, en su laboratorio de París, una colaboración con el lama Oser tratando de determinar el impacto neurológico de la meditación que se había apuntado en Dharamsala, una investigación que acabó convirtiéndose en una de sus últimas salidas al escenario de la ciencia.
14. El CEREBRO PROTEICO
Una de las facetas de la ciencia que más le interesan al Dalai Lama es que su búsqueda de la verdad no se centra tanto en las teorías como en los hechos. No existe teoría, ley y hasta principio que no pueda verse desbancado mañana por los resultados de una investigación que revele su inexactitud. Y la investigación es el mecanismo autocorrector que sirve de brújula para la búsqueda científica de la verdad.
El tema abordado por Richard Davidson esa última mañana constituye un ejemplo perfecto en este sentido. Durante décadas, la ciencia del cerebro ha sostenido que el sistema nervioso central no genera nuevas neuronas, una verdad que conocían hasta los estudiantes de neurociencia y que, hasta ahora, no era considerada una teoría, sino un puro dato. Pero la investigación realizada a finales de los noventa en el campo de la biología molecular celular ha acabado demostrando la falsedad de lo que, hasta ahora, se consideraba como un dogma aparentemente irrevocable. '
El descubrimiento de que el cerebro y el sistema nervioso generan nuevas células en función de la experiencia y del aprendizaje ha puesto de nuevo sobre el tapete de la neurociencia la noción de plasticidad neuronal.2 Por ello, Richie cree que la noción de plasticidad neuronal acabar remodelando también la psicología de los años venideros. Su propia investigación ya ha comenzado a introducir en el campo de la psicología los nuevos descubrimientos de la neurociencia.
Antes de que Richie se sentara en el asiento del presentador le sugerí que, puesto que Francisco se había centrado en lo que ocurre en un momento de la experiencia, él podía hacerlo en los efectos duraderos del entrenamiento de la mente y en el modo en que el aprendizaje afecta al cerebro.
"Quisiera ahora –comenzó Richie– regresar al tema de las emociones destructivas y centrarme en sus antídotos y en su posible abordaje neurocientífico, concretamente en los efectos duraderos de la meditación sobre el funcionamiento cerebral y otras actividades corporales. Dicho de otro modo, centraremos nuestra atención en las modificaciones cerebrales duraderas que pueden provocar un cambio de temperamento.
"Un posible antídoto de las emociones destructivas sería el de fomentar la activación de las regiones del lóbulo frontal que inhiben o modulan la actividad de la amígdala. Se ha demostrado fehacientemente la importancia de la amígdala sobre ciertas emociones negativas, y también sabemos que determinadas áreas de los lóbulos frontales inhiben su actividad. Éste es un mecanismo que podemos utilizar para transformar el funcionamiento cerebral y disminuirá así las reacciones emocionales negativas, al tiempo que aumentamos las positivas."
–¿Está usted acaso sugiriendo –preguntó entonces el Dalai Lama la posibilidad de desarrollar fármacos que puedan ayudar a disminuir las emociones negativas, es decir, modificar el funcionamiento del cerebro para cambiar así el funcionamiento emocional?
–Muy buena pregunta –respondió Richie. Pero los fármacos tienen el problema de que, cuando usted le da una píldora a una persona, su efecto influye en toda la química cerebral.
O, dicho en otras palabras, la poca precisión actual del efecto de los fármacos –que operan afectando al funcionamiento químico de todo el cerebro (y del resto del cuerpo)– ocasionan de manera inevitable multitud de efectos secundarios indeseables, algo que la medicina actual, claro está, se ve obligada a aceptar como el precio que necesariamente debemos pagar para disponer de un remedio.
–¿Sería posible lograr los mismos efectos –insistió de nuevo el Dalai Lama recurriendo a alguna intervención eléctrica o algún otro tipo de intervención médica? ¿Está usted investigando en ese sentido?
–Mi investigación actual gira en torno al uso de la meditación para transformar el funcionamiento del cerebro – contestó Richie.
Antes de centrarse en la meditación, sin embargo, Richie respondió a la pregunta de otro tipo de posibles intervenciones, describiendo una que consiste en estimular el cerebro con un imán especial de alta potencia, ya que varias investigaciones han descubierto que la estimulación magnética del lóbulo frontal izquierdo reduce los síntomas de los pacientes deprimidos.1 Pero se trata de un método que también tiene sus limitaciones e inconvenientes, como, por ejemplo, que ocasiona fuertes dolores de cabeza durante una hora o dos después de cada sesión. Y hay que decir que su eficacia requiere de dos a tres sesiones semanales esparcidas a lo largo de dos meses.
–¿Y tiene algún efecto secundario sobre la inteligencia, la capacidad de razonar o cualquier otra facultad mental? –preguntó el Dalai Lama.
–De momento lo ignoramos –respondió Richie, porque todavía no se han realizado estudios a largo plazo para determinarlo. Yo, por mi parte, prefiero utilizar métodos más internos, es decir, métodos que estén bajo el control de la persona, como la meditación, por ejemplo.
–Sí... parecen métodos mucho más seguros –coincidió el Dalai Lama.
Cambiar el temperamento
"En varias ocasiones –prosiguió Richie hemos dicho que algunas personas reaccionan temperamentalmente a los acontecimientos negativos de un modo automático, intenso e inmediato. Paul Ekman utilizó el término "período refractario" para referirse a la falta de receptividad a la nueva información de quien se halla atrapado en una emoción y a la gran dificultad para detenerla una vez que se ha puesto en marcha.
"Es posible que el cultivo de ciertas habilidades pueda facilitar la interrupción de las emociones negativas automáticas. De ese modo, la persona dispondría de la posibilidad de hacer una pausa, disminuyendo así la duración del período refractario, y podría ser también más consciente del momento en que emerge la emoción para atajarla antes de que se desencadenen sus efectos negativos.
"Su Santidad nos ha proporcionado una información desde el punto de vista científico muy valiosa. Me pareció sumamente interesante, por ejemplo, la idea apuntada por Su Santidad de que el pensamiento deliberado provoca la emergencia de emociones positivas, mientras que las emociones negativas suelen brotar de manera más espontánea.
"La terapia cognitiva es una conocida terapia occidental que enseña a las personas a pensar de un modo diferente en los acontecimientos problemáticos de su vida. Ese enfoque permite dejar de cultivar el hábito automático de emitir una respuesta emocional negativa y pensar en lo que nos perturba para luego poder responder de un modo más positivo. Finalmente, también existe la posibilidad de cultivar el afecto positivo que, en mi opinión, podría ser el mejor antídoto contra ciertas emociones negativas.
"Quisiera ahora centrar nuestra atención en los mecanismos cerebrales puestos en marcha por este tipo de antídotos y en la posible validez del uso de la meditación.
"Este diagrama –continuó Richie, después de proyectar su primera diapositiva nos muestra las áreas fundamentales del lóbulo frontal. La porción medial, ubicada en lo más profundo del lóbulo, es la región prefrontal más rica en conexiones neuronales con la amígdala."
El área medial de la corteza frontal (sombreada) es la región prefrontal más rica en conexiones neuronales con la amígdala.
–¿No estaba la amígdala muy ligada a las cualidades negativas de experiencias como la depresión? –preguntó el Dalai Lama.
–Sí –respondió Richie–. La amígdala se encuentra muy activa en las personas deprimidas, en quienes padecen trastornos de estrés postraumático y en las personas ansiosas. En este sentido, la activación del área medial de la corteza frontal inhibe la activación de la amígdala. No es de extrañar, por tanto, que la activación de la corteza prefrontal y la correlativa disminución del funcionamiento de la amígdala vayan acompañados de un cambio de temperamento.
"El cambio de temperamento provocado por la activación prefrontal arroja nueva luz sobre algunos datos hasta ahora confusos. Cierta investigación realizada sobre la sensación de bienestar, por ejemplo, puso de relieve la presencia de pequeñas diferencias en la satisfacción con la vida de los parapléjicos, las personas normales y los ganadores de lotería. Y hay que decir que los datos de los parapléjicos resultan en especial sorprendentes porque, si bien la pérdida de las extremidades constituye un acontecimiento demoledor, son muchos los parapléjicos que, pocas semanas después del incidente que les mutiló, parecen experimentar un estado de ánimo extrañamente positivo. Al cabo de un año, sin embargo, casi todos vuelven a sentirse tan optimistas (o pesimistas) como lo eran antes del incidente. Por su parte, quienes pierden a un ser querido tardan aproximadamente un año en recuperar su estado de ánimo normal. Por último, casi no existe ninguna diferencia entre el efecto de ganar la lotería sobre el estado de ánimo cotidiano de las personas insultantemente ricas y sobre quienes disfrutan de ingresos muy modestos. No parece, en suma, existir una gran relación entre las circunstancias vitales y el estado de ánimo predominante.
"Por otra parte, los estudios realizados con gemelos idénticos que fueron criados aisladamente evidencian la presencia de tasas muy semejantes de estados de ánimo positivos o negativos de modo que, si uno de ellos suele ser optimista y entusiasta, el otro también lo es y, por el contrario, si uno es taciturno y melancólico, también lo será el otro. Todos estos descubrimientos han llevado a los investigadores a concluir que cada ser humano dispone de una ratio biológicamente determinada de buen humor/mal humor (una especie de tasa de felicidad). Y, tratándose de una constante biológica, el efecto de los éxitos y de los fracasos es provisional y no tarda en recuperar el nivel acostumbrado.
Pareciera, pues, como si no pudiésemos hacer gran cosa por cambiar ese dato biológico ya que ¿no es, después de todo, la biología, algo tan inmutable como algunos suponen que es el destino? Pero no parecen ser ésas las conclusiones de los hallazgos de la investigación dirigida por Richie.
La siguiente diapositiva mostraba una imagen del cerebro con pequeños puntos brillantes (que indicaban un aumento de actividad) que acompañan a la aparición de las emociones positivas. Entonces Richie dijo:
"Los resultados de esta investigación determinaron que el área del cerebro más ligada a los informes realizados por la persona sobre las emociones positivas de su vida cotidiana (como el celo, el vigor, el entusiasmo y el optimismo) es la corteza frontal izquierda.
"Como verán, se trata de la misma región cerebral asociada a la inhibición de la actividad de la amígdala. Lo que nos interesa, entonces, es descubrir el modo de fortalecer esta región (que inhibe el funcionamiento de la amígdala) para poder aumentar las emociones positivas de la persona, al tiempo que disminuimos las destructivas. Fue entonces cuando, inspirados por muchas de las enseñanzas de Su Santidad, empezamos a investigar los efectos a largo plazo de la meditación sobre esta área del cerebro y su importancia para disminuir las emociones negativas y aumentar las positivas".
–¿Podría la compasión –se preguntó Alan, en la que uno empatiza con el sufrimiento de otra persona hasta el punto de llegar incluso a llorar, estar relacionada con la región frontal izquierda?
–Por el momento lo ignoramos, y eso forma parte de la investigación cooperativa que quisiéramos llevar a cabo –respondió Richie. Lo único que sabemos es que quienes puntúan alto en las medidas de emociones positivas también suelen comprometerse en acciones más altruistas, pero puesto que estos resultados se basan en autoinformes, todavía debemos determinar si sus acciones se corresponden con sus palabras.
De hecho, la compasión fue unas de las condiciones evaluadas en la investigación que Richie no tardó en emprender en Madison.
El caso del geshe feliz
"Quisiera ahora llamar su atención sobre los resultados de un par de experimentos que ya hemos realizado. Uno de ellos se basa en los datos de una sola persona, pero resulta muy interesante y revelador. El otro es un experimento más formal que llevamos a cabo junto a Jon Kabat–Zinn, quien ya les habló de él en uno de los anteriores encuentros del Mind and Life Institute." Como ustedes saben, Jon Kabat–Zinn lleva mucho tiempo investigando sobre la enseñanza de la meditación de la atención plena a una amplia diversidad de grupos, desde pacientes hasta trabajadores en su puesto de trabajo, presos y los residentes de los barrios deprimidos de varias ciudades de Estados Unidos.
"En cierto proyecto dirigido conjuntamente por Francisco, yo y otros, tuvimos la oportunidad de estudiar a un monje que llegó a nuestro laboratorio de Madison. Entonces colocamos electrodos en su cabeza y registramos la actividad eléctrica de su cerebro para determinar si, en su estado cotidiano, había una mayor actividad de la región frontal asociada a las emociones positivas y a la inhibición de la amígdala."
–-Pero si es el abad de tal monasterio de la India! –exclamó el Dalai Lama, cuando reconoció al monje que estaba siendo conectado al electroencefalógrafo del laboratorio de Davidson que mostraba la fotografía que se proyectó a continuación.
"En esa investigación –continuó Davidson, comparamos el registro de la actividad cerebral del geshe con el de otras ciento setenta y cinco personas que habían participado en el mismo experimento durante los últimos dos años."
Luego Davidson proyectó una diapositiva que ponía de relieve la ratio de activación derecha/izquierda del geshe y dijo:
"-La investigación puso de relieve que la ratio del geshe era la más positiva de todos los implicados!".
–Lo cierto es que es una persona muy, muy buena –comentó el Dalai Lama, siempre está de un humor excelente y es muy tranquilo, amén de un gran erudito.
El Dalai Lama sabía que el geshe era un monje practicante y un erudito, pero desconocía que fuese un yogui, en la acepción tibetana del término como alguien que pasa grandes largas temporadas en retiros de meditación. Los textos del budismo tibetano están salpicados de los logros de los grandes yoguis del pasado, y el Dalai Lama sabe bien que hoy en día son muchos los yoguis que pasan años y años en retiros meditativos. Recuerdo que, en cierta ocasión, fuimos a su oficina de asuntos religiosos en busca de practicantes avanzados de meditación –no sólo monjes tibetanos–, sino también yoguis indios y practicantes de las tradiciones Theravada, vipassana y otras modalidades de meditación budista que pudieran cooperar con los investigadores.
Pero el Dalai Laraa consideró importante aclarar a los científicos que el hecho de ser un yogui, ya sea budista tibetano o de cualquier otra tradición, no garantiza que la persona se haya liberado completamente de las emociones negativas, y que ello sólo depende, en su opinión, de las prácticas implicadas. No olvidemos que los antiguos Vedas de la India están plagados de historias de yoguis muy violentos y envidiosos.
Pero, según el Dalai Lama, el geshe era una persona espiritualmente muy avanzada que vivía como un monje (aunque no, por ello, debía dejar de preocuparse por integrar su práctica en su vida cotidiana). Quizás por ese motivo los resultados de la investigación dirigida por Davidson fueran tan claros.
El marginado feliz
Hablando en términos estadísticos, el geshe es un marginado feliz, en el sentido de que su ratio de actividad izquierda/derecha se encuentra en un rango muy superior a la media de la distribución estadística normal de las emociones positivas. Todavía no tenemos muy claro por qué sus resultados fueron tan extraordinariamente positivos. Es cierto que, como monje budista tibetano, habría realizado muchas prácticas meditativas que pudieran haber contribuido a determinar su respuesta cerebral. De hecho, Richie nos dijo que llevaba más de treinta años practicando, entre otras muchas cosas, una técnica orientada al cultivo de la compasión.
Para mí, los datos del geshe constituyeron una especie de revelación y no tenía la menor duda de que la causa se debía al efecto de la práctica sostenida. Desde mi primer viaje a la India a comienzos de los setenta como licenciado interesado en los sistemas de meditación, he estado intrigado por una cualidad palpable de ser –una especie de ligereza que parecía distinguir a muchas de las personas que habían estado practicando meditación durante años, ya fuese como parte de la rutina de un monje, como el geshe, o como yogui sumido en retiros intensivos más prolongados.
Ahora, finalmente, sabía que lo que tanto me atraía de los frutos de la práctica espiritual se debía a una inclinación hacia la izquierda del balance emocional. Hace ya dos mil años que los autores del Abhidharma, el clásico de la psicología budista, habían propuesto que la tasa de emociones sanas y de emociones destructivas que presenta un determinado individuo constituye el mejor signo de su avance en el camino espiritual... y la moderna ciencia del cerebro acababa de confirmarlo.
Nuestras emociones cambian de continuo en función de los altibajos que nos depara la vida, pero los practicantes de meditación parecen ir desarrollando gradualmente un locus interno que les torna más ecuánimes y menos vulnerables a las circunstancias. Según afirma el Abhidharma, el estado de ánimo del meditador va centrándose cada vez más en la realidad interna y deja de girar en torno a los acontecimientos externos. Sukha es el término sánscrito utilizado para referirse a esta sensación de plenitud, satisfacción y serena alegría interna que, a diferencia de la felicidad o del placer ordinario, no depende de las circunstancias externas. Tal vez sukha refleje esta inclinación prefrontal positiva hacia la izquierda.
El Buda dijo provocativamente que: "todo ser humano se ve perturbado", en el sentido de que todos somos vulnerables a las distorsiones y sesgos de la percepción causados por las emociones destructivas. En el estado último del bienestar, sin embargo, no aparece ninguna emoción destructiva y la mente se halla dominada por estados positivos como la compasión, el amor y la ecuanimidad.
Cuando comencé a estudiar el modelo de salud mental del Abhidharma siendo todavía un estudiante de psicología clínica de Harvard, esa idea me pareció fascinante, porque nos abre las puertas a una psicología positiva y nos brinda un modelo del desarrollo humano que trasciende con mucho los límites de las teorías prevalentes en Occidente. Pero, por más admirable que fuese, también parecía muy improbable. Hoy en día, sin embargo, el resultado de la investigación realizada con el geshe convertía esa posibilidad en algo muy palpable.
A decir verdad, he conocido muchas personas que tienen un tono emocional positivo y optimista que evidencia este sesgo hacia la izquierda. De hecho, el mismo Richie es una de las personas más optimistas que conozco. Cuando le pregunté dónde se ubicaba él en la dimensión derecha/izquierda respondió que, definitivamente, se hallaba inclinado hacia la izquierda aunque no, por supuesto, tres desviaciones estándar por encima de la media, como sucedía en el caso del geshe.
Pero todavía quedaban algunas preguntas importantes por responder para explicar los resultados tan inusitadamente positivos del geshe. ¿Se trata simplemente de una singularidad del geshe, de un accidente genético, por así decirlo? ¿O acaso sus medidas cerebrales evidencian una posibilidad a la que todos podemos acceder a través de la práctica de la meditación?"
Ése fue el punto que siguió explorando Richie en su presentación.
CONTINUARÁ…..
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