Dejando de lado la parte espiritual, Satán, como personificación y encarnación del mal puro, carece de existencia por sí mismo. EL MAL NO ES SINO LA AUSENCIA DEL BIEN. Solo existe para quién se convierte en su víctima. Lo que comúnmente denominamos como “demonio”, es la propia sombra que el hombre ve al volver su espalda a la luz. La naturaleza no es buena ni mala, nada es bueno ni malo, es el pensamiento el que así lo hace.
La existencia y la experiencia humana de la dualidad del espíritu y la materia, de la luz y la oscuridad, del movimiento y la inercia, hace que el hombre piense en esto como bien y mal respectivamente.
La analogía del reflector ilustra esto en parte. La oscuridad está fuera del rayo luminoso y como sí, por así decirlo, presiona sobre él desde todos lados. La luz y la oscuridad se perciben como un par de opuestos. Los efectos generadores de luz del rayo lumínico cesan en el límite de su alcance. Allí empieza la oscuridad. En el instante en que se corta la corriente, la oscuridad reina por doquier. Si la luz es buena, entonces el hombre puede clasificar al reflector como bueno y la oscuridad no es mala.
Aparte de los valores y experiencias humanos, el mal como creación real no existe. El origen del mal está en la mente humana. Todas las cosas parecen buenas o malas según su experiencia y uso respecto de los hombres.
Puesto que el mal es una cualidad negativa, al ser mera falta de bien en el hombre, entonces más bien hay que considerarla como espacio vacío en la red de energía universal.
La existencia del demonio y del mal está asociada íntimamente con el atributo de libre albedrío del hombre. Dentro de la estructura de la ley cósmica, y aparte del irresistible impulso evolutivo, el hombre pose la libertad para pensar, planificar, hablar y actuar de acuerdo con la finalidad de la naturaleza o contra ella.
Cuando consciente o – inconscientemente el hombre opera contra ella, se convierte en antagonista de la finalidad cósmica. En consecuencia genera para sí experiencias y condiciones adversas o “malas”.
Debemos tener en cuenta que las cosas malas o adversas que nos suceden, no son castigos ni recompensas, sino que de acuerdo a la ley de causa y efecto, toda causa produce el efecto correspondiente. Entonces, no hay castigos pero sí efectos, resultados y consecuencias.
La palabra castigo, pena, karma puede ser sustituida ventajosamente por el término ‘consecuencia’, ‘efecto’ ya que se percibe la interrelación perfecta y adecuada entre el acto practicado y sus resultados.
Se habla mucho de castigo porque todo mal produce los efectos del mal, que son los sufrimientos, enfermedades, las desgracias. Si vives eternamente nervioso, irritado, la hipertensión, la úlcera, el infarto, no son castigo sino consecuencias de aquellas actitudes.
En cambio, si vives alegre, feliz, de buen humor, positivo, optimista, tu salud no es recompensa y sí efecto d esta actitud mental. La mente actúa y el cuerpo reacciona en consecuencia.
A todo acto mental, sea alegre o triste, agradable o desagradable, positivo o negativo, etc. le sigue el resultado correspondiente.
No hay brujerías, ni mala suerte, ni injusticias, ni castigos, azar, casualidades, fatalismo, ni destino, si no que hay consecuencias, resultados de comportamientos, del acto mental, de las actitudes.
La vida humana se rige en la mente a través del poder creador del pensamiento, el cual en forma de idea, imagen, deseo, creencia, hábito, oración o palabra, en fin, en cualquier forma, es un acto creador que va a generar la realidad de su propio contenido.
De lo que antecede se puede deducir que somos lo que pensamos. Somos los únicos autores de nuestra vida. Nadie nos castiga, irritado contra nosotros, sino que somos nosotros mismos que generamos nuestra vida y los resultados de nuestra vida.
Si nuestra vida va mal, en lugar de imaginar que el destino nos castiga, debemos examinarnos para descubrir en nosotros mismos la causa de esta situación. Claro que no es solo el pecado, según el lenguaje de la religión, el que produce resultados negativos, sino que todo pensamiento, deseo o acto negativo y perjudicial tiene consecuencias negativas y perjudiciales.
Nos conviene recordar que no hay motivo para que las cosas no vayan bien. Se supone que la vida debe ser agradable (no te importe lo que alguien te haya dicho al respecto en el pasado).
Mereces ser feliz y vivir libre de cuidados. A todos se nos concede este derecho. Procura utilizarlo.
Centra tu atención en las cosas agradables, por muy pequeñas que sean. Cambia de perspectiva, pasa de lo negativo a lo positivo. Llena tu mente de cosas positivas y no quedará lugar para los pensamientos negativos.
Disfruta de la vida y aprende a ver todo lo lindo que hay en ella. Te aseguro que vale la pena.
La existencia y la experiencia humana de la dualidad del espíritu y la materia, de la luz y la oscuridad, del movimiento y la inercia, hace que el hombre piense en esto como bien y mal respectivamente.
La analogía del reflector ilustra esto en parte. La oscuridad está fuera del rayo luminoso y como sí, por así decirlo, presiona sobre él desde todos lados. La luz y la oscuridad se perciben como un par de opuestos. Los efectos generadores de luz del rayo lumínico cesan en el límite de su alcance. Allí empieza la oscuridad. En el instante en que se corta la corriente, la oscuridad reina por doquier. Si la luz es buena, entonces el hombre puede clasificar al reflector como bueno y la oscuridad no es mala.
Aparte de los valores y experiencias humanos, el mal como creación real no existe. El origen del mal está en la mente humana. Todas las cosas parecen buenas o malas según su experiencia y uso respecto de los hombres.
Puesto que el mal es una cualidad negativa, al ser mera falta de bien en el hombre, entonces más bien hay que considerarla como espacio vacío en la red de energía universal.
La existencia del demonio y del mal está asociada íntimamente con el atributo de libre albedrío del hombre. Dentro de la estructura de la ley cósmica, y aparte del irresistible impulso evolutivo, el hombre pose la libertad para pensar, planificar, hablar y actuar de acuerdo con la finalidad de la naturaleza o contra ella.
Cuando consciente o – inconscientemente el hombre opera contra ella, se convierte en antagonista de la finalidad cósmica. En consecuencia genera para sí experiencias y condiciones adversas o “malas”.
Debemos tener en cuenta que las cosas malas o adversas que nos suceden, no son castigos ni recompensas, sino que de acuerdo a la ley de causa y efecto, toda causa produce el efecto correspondiente. Entonces, no hay castigos pero sí efectos, resultados y consecuencias.
La palabra castigo, pena, karma puede ser sustituida ventajosamente por el término ‘consecuencia’, ‘efecto’ ya que se percibe la interrelación perfecta y adecuada entre el acto practicado y sus resultados.
Se habla mucho de castigo porque todo mal produce los efectos del mal, que son los sufrimientos, enfermedades, las desgracias. Si vives eternamente nervioso, irritado, la hipertensión, la úlcera, el infarto, no son castigo sino consecuencias de aquellas actitudes.
En cambio, si vives alegre, feliz, de buen humor, positivo, optimista, tu salud no es recompensa y sí efecto d esta actitud mental. La mente actúa y el cuerpo reacciona en consecuencia.
A todo acto mental, sea alegre o triste, agradable o desagradable, positivo o negativo, etc. le sigue el resultado correspondiente.
No hay brujerías, ni mala suerte, ni injusticias, ni castigos, azar, casualidades, fatalismo, ni destino, si no que hay consecuencias, resultados de comportamientos, del acto mental, de las actitudes.
La vida humana se rige en la mente a través del poder creador del pensamiento, el cual en forma de idea, imagen, deseo, creencia, hábito, oración o palabra, en fin, en cualquier forma, es un acto creador que va a generar la realidad de su propio contenido.
De lo que antecede se puede deducir que somos lo que pensamos. Somos los únicos autores de nuestra vida. Nadie nos castiga, irritado contra nosotros, sino que somos nosotros mismos que generamos nuestra vida y los resultados de nuestra vida.
Si nuestra vida va mal, en lugar de imaginar que el destino nos castiga, debemos examinarnos para descubrir en nosotros mismos la causa de esta situación. Claro que no es solo el pecado, según el lenguaje de la religión, el que produce resultados negativos, sino que todo pensamiento, deseo o acto negativo y perjudicial tiene consecuencias negativas y perjudiciales.
Nos conviene recordar que no hay motivo para que las cosas no vayan bien. Se supone que la vida debe ser agradable (no te importe lo que alguien te haya dicho al respecto en el pasado).
Mereces ser feliz y vivir libre de cuidados. A todos se nos concede este derecho. Procura utilizarlo.
Centra tu atención en las cosas agradables, por muy pequeñas que sean. Cambia de perspectiva, pasa de lo negativo a lo positivo. Llena tu mente de cosas positivas y no quedará lugar para los pensamientos negativos.
Disfruta de la vida y aprende a ver todo lo lindo que hay en ella. Te aseguro que vale la pena.
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