Hace mucho que estoy consciente que uno tiene que hablarle a su propio cuerpo si uno quiere lograr un equilibrio y sanación total.
Sé que cada célula, cada átomo es un ser consciente que vive en un gran conglomerado de células, órganos, huesos, etc. que todos juntos conforman mi cuerpo.
He aprendido que si uno le manifiesta a su cuerpo la intención de una sanación que se quiere lograr, ello es posible, aunque no es tan fácil como parece ser.
Muchas veces a la noche le he manifestado a mi cuerpo mi voluntad de que finalmente se dejen de producir los problemas físicos que me aquejan, algunas veces con el resultado deseado, pero otras no.
¿En dónde está la falla en lo que hago? Ahora creo que he encontrado la respuesta y quiero compartirla con todos ustedes:
A lo largo de las horas, del día, semanas y años venimos renegando en contra de nuestro cuerpo, muchas veces insultándolo, o despreciándolo porque no refleja el ideal de lo que quisiéramos ver. Bien, aquí el resultado es que el cuerpo se manifiesta de acuerdo con lo que lo vamos alimentando energéticamente, no se trata de comida en este caso, sino de las vibraciones que le transmitimos con nuestros pensamientos y sentimientos de bronca, furia, desesperación.
Todos los que estamos en el sendero sabemos que nuestras palabras son vibraciones que afectan no solamente a nosotros sino a todo el entorno también. Entonces si aunque sea pensamos en forma negativa de este mundo que representa nuestro cuerpo físico, cosecharemos lo que estamos sembrando.
Tenemos que incorporar en la rutina diaria que tenemos que, además de cepillarnos los dientes al levantarnos, es mucho más importante todavía que antes de este acto saludemos a toda nuestra estructura celular, le agradezcamos habernos aguantado durante toda la vida, y le manifestemos el amor y el agradecimiento que tendríamos que sentir por todo ese servicio que nos ha prestado a lo largo de los años.
Creo que la mayoría nos olvidamos que por ejemplo nuestro corazón no tiene día y noche, no tiene horas de descanso, eternamente está funcionando, porque si deja de funcionar nosotros también dejamos de ser. Cuántos hemos pensado en la tremenda labor que ello representa, la incansable buena voluntad de seguir y seguir, aunque muchas veces le exigimos más de lo que conviene.
No solamente el corazón, sino todo nuestro cuerpo, en su mayor parte, sigue en funcionamiento mientras nosotros descansamos, y todo ello lo damos por sentado.
Los que nos llamamos Trabajadores de la Luz estamos, creo yo, muy conscientes de lo que representan nuestros pensamientos y sentimientos, sabemos que los tenemos que mantener puros, sin contaminar con la negatividad, sabemos que tenemos que mandar luz a otras partes del mundo si hace falta, a zonas que han tenido desastres y todo tipo de problemas. Nos tomamos muy en serio esto y nos consideramos como seres de luz al hacer esta actividad.
Sin embargo, cuán poco de ello le manifestamos a nuestro cuerpo. ¿Acaso no nos damos cuenta que él es el principal eje que nos permite estar en esta vida? ¿Cuánto hace falta para que nos demos cuenta que la enseñanza de los Maestros, el que tenemos que amarnos primero a nosotros antes de poder amar a otros, se extiende en primer lugar y fundamentalmente a nuestro cuerpo físico?
Llegamos al mundo tan chiquitos que prácticamente nos pueden sostener con una mano. Piensen en cuanto ha tenido que trabajar nuestro cuerpo para que hoy en día seamos grandes, adultos y estemos en condiciones de evaluar toda la inmensa hazaña de nuestra estructura celular.
Bien, les comento que acabo de enterarme de una receta muy, muy simple de como podemos encarar todo esto, no solamente la sanación sino el compartir amorosamente con nuestro cuerpo la vida que nos queda por delante. Solamente hace falta que al levantarnos a la mañana, como primera cosa, saludemos a nuestro cuerpo, a nuestra estructura celular, le manifestemos nuestra bendición, agradecimiento y amor, y con ello está.
Si conseguimos acordarnos de esto durante algún momento del cuerpo y sin especiales ceremonias o cosas por el estilo, le manifestamos nuestro amor, tanto mejor.
A nosotros, como personas, nos gusta que nos aprecien, que de vez en cuando recibamos un mimo, si posible, todo ello es una representación de lo que también necesita nuestro cuerpo físico.
Creo que finalmente he captado la idea y le agradezco a Kryon, el que mediante la traducción que estoy haciendo de los Ocho Cambios, me ha abierto la mente frente a esta situación.
¡Saludo a mi Estructura Celular y la bendigo! Manifiesto la intención de que seguiremos juntos en paz y armonía todavía muchos años.
¡Y así es!
Sé que cada célula, cada átomo es un ser consciente que vive en un gran conglomerado de células, órganos, huesos, etc. que todos juntos conforman mi cuerpo.
He aprendido que si uno le manifiesta a su cuerpo la intención de una sanación que se quiere lograr, ello es posible, aunque no es tan fácil como parece ser.
Muchas veces a la noche le he manifestado a mi cuerpo mi voluntad de que finalmente se dejen de producir los problemas físicos que me aquejan, algunas veces con el resultado deseado, pero otras no.
¿En dónde está la falla en lo que hago? Ahora creo que he encontrado la respuesta y quiero compartirla con todos ustedes:
A lo largo de las horas, del día, semanas y años venimos renegando en contra de nuestro cuerpo, muchas veces insultándolo, o despreciándolo porque no refleja el ideal de lo que quisiéramos ver. Bien, aquí el resultado es que el cuerpo se manifiesta de acuerdo con lo que lo vamos alimentando energéticamente, no se trata de comida en este caso, sino de las vibraciones que le transmitimos con nuestros pensamientos y sentimientos de bronca, furia, desesperación.
Todos los que estamos en el sendero sabemos que nuestras palabras son vibraciones que afectan no solamente a nosotros sino a todo el entorno también. Entonces si aunque sea pensamos en forma negativa de este mundo que representa nuestro cuerpo físico, cosecharemos lo que estamos sembrando.
Tenemos que incorporar en la rutina diaria que tenemos que, además de cepillarnos los dientes al levantarnos, es mucho más importante todavía que antes de este acto saludemos a toda nuestra estructura celular, le agradezcamos habernos aguantado durante toda la vida, y le manifestemos el amor y el agradecimiento que tendríamos que sentir por todo ese servicio que nos ha prestado a lo largo de los años.
Creo que la mayoría nos olvidamos que por ejemplo nuestro corazón no tiene día y noche, no tiene horas de descanso, eternamente está funcionando, porque si deja de funcionar nosotros también dejamos de ser. Cuántos hemos pensado en la tremenda labor que ello representa, la incansable buena voluntad de seguir y seguir, aunque muchas veces le exigimos más de lo que conviene.
No solamente el corazón, sino todo nuestro cuerpo, en su mayor parte, sigue en funcionamiento mientras nosotros descansamos, y todo ello lo damos por sentado.
Los que nos llamamos Trabajadores de la Luz estamos, creo yo, muy conscientes de lo que representan nuestros pensamientos y sentimientos, sabemos que los tenemos que mantener puros, sin contaminar con la negatividad, sabemos que tenemos que mandar luz a otras partes del mundo si hace falta, a zonas que han tenido desastres y todo tipo de problemas. Nos tomamos muy en serio esto y nos consideramos como seres de luz al hacer esta actividad.
Sin embargo, cuán poco de ello le manifestamos a nuestro cuerpo. ¿Acaso no nos damos cuenta que él es el principal eje que nos permite estar en esta vida? ¿Cuánto hace falta para que nos demos cuenta que la enseñanza de los Maestros, el que tenemos que amarnos primero a nosotros antes de poder amar a otros, se extiende en primer lugar y fundamentalmente a nuestro cuerpo físico?
Llegamos al mundo tan chiquitos que prácticamente nos pueden sostener con una mano. Piensen en cuanto ha tenido que trabajar nuestro cuerpo para que hoy en día seamos grandes, adultos y estemos en condiciones de evaluar toda la inmensa hazaña de nuestra estructura celular.
Bien, les comento que acabo de enterarme de una receta muy, muy simple de como podemos encarar todo esto, no solamente la sanación sino el compartir amorosamente con nuestro cuerpo la vida que nos queda por delante. Solamente hace falta que al levantarnos a la mañana, como primera cosa, saludemos a nuestro cuerpo, a nuestra estructura celular, le manifestemos nuestra bendición, agradecimiento y amor, y con ello está.
Si conseguimos acordarnos de esto durante algún momento del cuerpo y sin especiales ceremonias o cosas por el estilo, le manifestamos nuestro amor, tanto mejor.
A nosotros, como personas, nos gusta que nos aprecien, que de vez en cuando recibamos un mimo, si posible, todo ello es una representación de lo que también necesita nuestro cuerpo físico.
Creo que finalmente he captado la idea y le agradezco a Kryon, el que mediante la traducción que estoy haciendo de los Ocho Cambios, me ha abierto la mente frente a esta situación.
¡Saludo a mi Estructura Celular y la bendigo! Manifiesto la intención de que seguiremos juntos en paz y armonía todavía muchos años.
¡Y así es!
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