29 de diciembre de 2009

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (II) - Parte 2

EL HOMBRE – Célula Cósmica –

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30 de diciembre, 2009

I. EL GRUPO, 10 AÑOS DESPUES, DESARROLLO Y EXPERIENCIA GRUPAL.

El que está al final del camino,

Conoce el principio y conoce el final,

El que está al principio, sólo ha

Andado unos pocos pasos, el resto le

Es desconocido.

Cordiñanes de Valdeón, Agosto 1985

La piedra blanca y desnuda de los escarpados farallones de los Picos de Europa nos dio la bienvenida. Estábamos en Cordiñanes. El lugar era bellísimo, la naturaleza conservaba allí toda su fuerza, todavía no había sido manipulada ni transformada.

Los prados estaban recién segados, con un verdor nuevo. En los picos aún quedaban restos de las nieves perpetuas. Los árboles sanos y fuertes se alzaban majestuosos elevándose por encima de los tejados de las cabañas. El río Cares bajaba veloz, arrastrando a su paso ramas y hojas, chocando impetuoso contra las rocas que entorpecían su discurrir, haciendo en algunos recodos un ruido ensordecedor… El Valle de Valdeón era una explosión de energía, luz y vida.

Respiramos profundamente llenándonos de cuanto nos rodeaba. Aquel lugar tenía un significado especial para nosotros. Allí, muy cerca, estaban las praderas de Corona, donde el abuelo había vivido su gran experiencia. Estábamos contentos por habernos puesto de acuerdo. Había sido difícil solucionar los pequeños inconvenientes cotidianos pero, por fin, allí estábamos todo el grupo, con grandes expectativas en aquella semana de convivencia y trabajo que teníamos por delante.

A lo largo de estos siete días pretendíamos cubrir un plan muy ambicioso: remontarnos a los orígenes del grupo, recordar y analizar nuestra historia, volver la vista atrás para evaluar las vivencias pasadas, contrastar la experiencia de cada uno para salir reforzados y unificados con una mayor identificación grupal.

¿Por qué elegimos precisamente aquel lugar?, ¿fue sólo por que Cordiñanes representaba un símbolo en nuestra andadura como grupo?, ¿fue porque allí se empezó a gestar el proyecto que cada día íbamos haciendo un poco más realidad?... Realmente aquella semana iba a depararnos muchas sorpresas, y de algunas de ellas no seríamos plenamente conscientes hasta varios meses después.

En cualquier caso, el lugar era idóneo para el reencuentro con uno mismo y con los demás. Allí, en plena naturaleza, rodeados por el canto de los pájaros, el murmullo de las hojas, el suave zumbido de las abejas, el aleteo sutil de las mariposas, sentados en círculo sobre la hierba tierna y recibiendo los cálidos rayos del sol… nos sentíamos dispuestos a abrir nuestra mente y nuestro corazón a los demás. El discurrir impetuoso del río también ponía música de fondo a nuestras charlas.

Ese rebuscar entre los recuerdos a través de complicados vericuetos de la mente es un ejercicio muy interesante para hacerlo en grupo. Casi siempre, uno tiende a recordar más las cosas buenas que ha vivido que las experiencias desagradables. Normalmente, terminábamos siempre recordando anécdotas, malentendidos, pequeñas frustraciones que, en la distancia, se veían como algo divertido.

Cada uno de nosotros habíamos vivido la experiencia de forma distinta, sin embargo una pregunta era válida para todos: ¿Qué me ha ocurrido desde que entré en el grupo?

Han pasado casi diez años y si nos gusta un poco la psicología tendremos que preguntarnos: ¿Cómo es posible que aún continúe vivo el grupo? Los psicólogos y los sociólogos no le otorgan a un grupo una vida más allá de 3 a 5 años, ¿qué pasa en nuestro grupo para que al margen de nuestros trabajos, familias, hijos, amigos y compromisos estemos como el primer día o incluso con más ilusión, con más fuerza y más unidos que al principio?...

Es probable que un grupo sea como una gran familia, donde sólo la grandeza de sus objetivos el permita sobrevivir a pesar de los tropiezos, disgustos y sinsabores que ésta proporciona. Cualquier proyecto iniciado entre personas de diferente condición, sexo y educación, acaba teniendo un fin más o menos corto, tanto como lo sean sus objetivos. Un proyecto de investigación acaba con la consecución del mismo y ninguno de sus componentes se planteará conocerse unos a otros, comprender sus motivaciones o interesarse por sus respectivos problemas. Primarán los objetivos técnicos, el trabajo en sí, porque los aspectos humanos, si acaso, dificultarían la tarea o incluso la harían fracasar.

Una de las cosas que más claramente hemos aprendido en estos años, a través de nuestro contacto con Acael, ha sido que existen dos partes: la humana y la técnica, que no pueden ir por separado. Los objetivos técnicos avanzan mejor y más rápido en la medida que las personas que componen estos grupos hacen un esfuerzo por entenderse, por ayudarse mutuamente. Estamos convencidos que las sociedades del futuro estarán marcadas por objetivos humanos transcendentes, universales e ilimitados, a los cuales se supeditarán todos los demás, incluso los materiales. Esta será la garantía de su evolución y su desarrollo. Siempre recordaremos un lema fundamental de nuestros amigos del espacio que dice sencillamente: “Las personas siempre por encima de las cosas”.

Sólo los padres saben guiar a sus hijos a pesar de los vaivenes mentales que en cada etapa de su vida les condicionan, sobre todo en su infancia y en su adolescencia. Sólo un adulto reconoce la inconsciencia de un niño y la rebeldía de un adolescente. Con cariño y con paciencia irá canalizando sus inquietudes y sus ganas de saber para conseguir un adulto equilibrado y seguro, lo demás será un camino más fácil.

En los primeros meses, después de conseguir el ansiado contacto, tuvimos una primera etapa de obcecación. Teníamos todo por descubrir, los deseos y las preguntas se atropellaban unos a otras, pero una cosa estaba clara, sobre todo después de haber visto lo que les había pasado a otros grupos: como niños que éramos no queríamos que nadie nos engañara, nos hiciera daño, así es que pusimos a la vista todo aquello que había oscurecido nuestra vida. Nos dijimos:

“Vamos tras los ovnis y sus tripulantes. Eso es lo que nos interesa. Luego a través del contacto, descubriremos más cosas, ¡pero ojo! No queremos saber nada de religiones, nada de misticismo, nada que parezca mesiánico, político o incluso filosófico. Rechazaremos cualquier frase que incluya palabras como Dios, amor, luz, Cristo, espiritualidad o frases como “amaos los unos a los otros”. No queremos quedarnos colgados como tantos otros que han sustituido la misa de 12 por el contacto de las 9”.

Queríamos establecer comunicación con ellos para que nos ayudaran a entender y a superar las dificultades de nuestra vida y nuestra sociedad, pero para ellos teníamos que establecer un contacto fiable, seguro y duradero, pedir una cita y subir a la nave, después ya veríamos.

Es curioso observar cómo con infinita paciencia y habilidad estos Hermanos Mayores debieron sonreírse ante semejantes planteamientos. Sabemos que si queremos que un niño acabe leyendo libros le daremos cuentos o tebeos. Así es que preguntando cómo eran físicamente, cómo eran sus naves, que tecnología usaban para desplazarse o cómo podíamos verles, “descubrimos” ingenuamente que las respuestas llevaban siempre añadidos otros conceptos y éstos nos llevaban a nuevas preguntas.

Nos llegamos a cuestionar, incluso, que alguien tan supuestamente evolucionado utilizara la ouija o la escritura automática para contactar con nosotros y así fue cómo, preguntando por sofisticadas emisoras, descubrimos el funcionamiento de la telepatía y de la única emisora capaz de recibir, decodificar y transmitir, ya no sólo palabras, sino conceptos, como era y es el cerebro que, en principio y dadas nuestras limitaciones, utiliza herramientas como un vaso y un tablero, un lápiz, o incluso la propia voz para expresar los mensajes de forma entendible.

Además, se daba la circunstancia de que teníamos los manuscritos de Geenom que nos había entregado el abuelo. Allí se hablaba de cosas sorprendentes: ¿Astral, capas, energías, evolución, pineal, pituitaria, mente, estados alterados de conciencia…? Todo esto eran palabras y conceptos que nunca habíamos manejado. Nuestro bagaje esotérico o místico era prácticamente nulo. Éramos personas normales, del montón, más o menos decepcionadas de las respuestas tradicionales, pero nada más.

Muchas de nuestras preguntas a Acael iban dirigidas a aclarar y ampliar la información que leíamos en los manuscritos. Tuvimos que variar nuestros objetivos al ver que las respuestas necesitaban apoyarse en otros conceptos tan nuevos como sorprendentes para nosotros. Así fue como canalizamos nuestro idealismo y entusiasmo, organizándonos, estructurando las preguntas y las respuestas, ampliando nuestra cultura esotérica y empezando a pensar que, más que contactos esporádicos, aquello eran auténticas charlas didácticas y programadas que provenían de una inquietante cultura y de un sorprendente profesor.

Habíamos recibido todo tipo de información sobre aquellas cosas que nos interesaban, si bien es verdad que la mayoría de las veces saltábamos de una pregunta a otra, de un tema a otro, tan dispar que no tenía nada que ver con el anterior. Sin embargo, sí habíamos notado que la forma de enseñar de nuestro guía era muy curiosa: dejaba (a propósito) lagunas entre la información. Uno de nuestros trabajos como grupo consistía precisamente en ir rellenando esos huecos, así lo aprendido pasaba a formar parte inmediatamente de nuestra estructura mental, puesto que al haber hecho el esfuerzo de discernir, intuir y discurrir para poder relacionar informaciones inconexas, las ideas, teorías e hipótesis se integraban de un modo más fácil y más permanente.

La evolución del grupo pasa por la evolución personal de cada uno, de nuestra propia implicación. Así, de nuestro trabajo, surgen nuevos temas y preguntas que posteriormente son respondidas y, en su caso, ampliadas.

Por eso nos considerábamos un grupo de contacto un tanto atípico, puesto que no nos limitábamos a recibir un mensaje sin más, sino que ese mensaje era el punto de partida de nuestro trabajo. Nunca nos hemos identificado con aquellos grupos mesiánicos que recibían y transmitían unos comunicados rezumantes de catástrofes y de recriminación; ni con aquellos otros que se empeñaban en ser unos elegidos por los extraterrestres para salvarse; ni con aquellos que pretendían conseguir adeptos para aislarse de la sociedad, automarginarse para sentirse diferentes y más importantes que la media. Siempre nos hemos considerado un grupo de trabajo y eso nos ha proporcionado muchas más compensaciones que sinsabores.

Recordamos aquellos primeros meses una vez conseguida la comunicación. Días en los que la emoción y la alegría de haber encontrado lo que habíamos buscado con tanto ahínco hacía que nos sintiéramos dueños de una herramienta envidiable.

Por otra parte, en los primeros años descubrimos una nueva forma de estar en el mundo, un modo de entender a las personas y sus hechos. Eso nos daba una alegría interior y una seguridad tal que nos sentíamos fuertes y convencidos. Era como si se nos hubieran ampliado los límites, como si las fronteras se hubieran alejado y tuviéramos ante nosotros la posibilidad de aprender, crecer y avanzar con unos parámetros nuevos. La comunicación con Acael nunca nos ha defraudado, el guía siempre ha acudido a nuestra llamada, siempre ha mantenido la misma coherencia y las comunicaciones recibidas han sido perfectamente congruentes de principio a fin.

Por aquel entonces teníamos ganas de gritarle al mundo: “¿Sabéis? ¡estamos en contacto con seres humanos de otros planetas! ¡Lo hemos logrado!”. Hubiéramos querido abrir las puertas de par en par para que todos vieran lo que estábamos viviendo. Sin embargo, siguiendo los consejos de Acael, únicamente se lo contamos a las personas más cercanas y aún así sufrimos algunas decepciones que nos defraudaron lo suficiente como para tener más cuidado al elegir a quién dábamos nuestra confianza.

Fueron años en los que el guía enfocó el trabajo del grupo hacia nuestra preparación psicológica. Era necesario que todos entendiéramos y compartiéramos una nueva filosofía de vida, esforzándonos en arrancar viejas concepciones y sustituirlas por otras razonadas por nosotros mismos, analizando y dejando atrás los conceptos erróneos que mediatizaban nuestra personalidad, para ir adquiriendo una nueva escala de valores construida por cada uno con la ayuda y las referencias de los demás compañeros. El acercamiento personal, el compartir vivencias, era la base para eliminar las diferencias de todo tipo que nos separaban.

Era muy duro, en ocasiones, renunciar a las pequeñas individualidades a favor de lo común, sobre todo al principio, que no teníamos muy claro lo que era la libertad personal y lo que era egoísmo. Nos empeñábamos en defender cada uno nuestro espacio vital, sin darnos cuenta de que si los seres humanos vivimos juntos es para que nos relacionemos porque, si bien es verdad que la evolución es individual, también lo es que necesitamos a los demás para evolucionar.

Más o menos a los cinco años de comenzar nuestra andadura, el grupo tuvo su primera ampliación. Algunas personas se habían ido acercando de forma más o menos asidua y con ellos organizábamos tertulias sobre temas que a todos interesaban… Y, un buen día, cuatro amigos nos plantearon su deseo de formar un grupo de trabajo similar al nuestro, para lo cual nos pedían el nombre de un guía con quien pudieran comunicarse.

La sorpresa fue general cuando Acael anunció que sus Maestros le habían abierto la posibilidad de tener más alumnos y que, si no había inconveniente por parte de nadie, los dos grupos podían ser uno solo, uniendo los esfuerzos de los ocho en unos objetivos comunes.

El compromiso fue nuevamente planteado y aceptado por todos de forma explicita: Estábamos dispuestos a poner en tela de juicio nuestros esquemas mentales y a cambiarlos si se nos demostraba que eran erróneos. La savia nueva hizo que el grupo cobrara nuevos bríos y eso nos permitió afrontar el trabajo de una forma más intensa desde dos aspectos distintos: uno externo, para difundir nuestra experiencia y otro interno, de trabajo personal.

Sufrimos las tensiones propias de la integración, de intentar compaginar formas distintas de hacer las cosas. La marcha del grupo no era algo uniforme sino que sufría altibajos continuos debidos, casi siempre, a las problemáticas personales que teníamos pendientes de solucionar. El grupo, en su faceta internar, era como una especie de laboratorio de prácticas en el que intentábamos crear una mini-sociedad armónica.

Con el paso de los años, fuimos haciéndonos conscientes de que cada uno cumplía en el grupo una función que sólo esa persona podía desempeñar y que, para que saliese una buena melodía, era necesario que todos aportáramos nuestra nota. La suma de esfuerzos, cuando se ponía en marcha el motor grupal, hacía que se alcanzasen los objetivos más fácilmente al cumplir cada uno su parte. El identificar las potencialidades personales, valorarlas y aportarlas al grupo, era algo con lo que nos enfrentábamos continuamente.

En alguna ocasión nos dijeron que cada uno de nosotros representaba una parte de la sociedad en la que vivíamos. Algunas facetas eran más visiblemente complementarias que otras, que resultaban más difíciles de integrar. No obstante, en todos había ingredientes comunes que eran los que en un momento determinado de nuestra historia nos habían unido: la disconformidad con el mundo en que vivíamos, el rechazo a las instituciones de todo tipo que coartaban la libertad y la expresión natural del hombre, el deseo del cambio, la esperanza de que era posible vivir asentados en otras bases sociales, familiares y personales, la necesidad de encontrar respuestas a tantos misterios como el hombre había creado y un sentimiento que surgió de forma casi inconsciente pero que se convirtió en uno de los pilares del grupo: un arraigado afán desmitificador.

El grupo es un elemento vivo. A lo largo de los años, se fueron incorporando personas que, tiempo después, se marchaban debido a que las circunstancias personales o familiares se imponían en determinados momentos y parecía que iban en contraposición con los objetivos grupales. El hueco que dejaban esas personas nunca pudo ser cubierto por nadie. Nuevos miembros se incorporaban, pero su energía, sus funciones, eran diferentes. Cada persona que vivió el grupo se llevó dentro de sí una semilla que podría fructificar en cualquier momento. La experiencia vivida era tan fuerte que, a partir de entonces, todos sus actos se verían coloreados, en alguna medida, por ella. Nunca podrían olvidar que un día tuvieron un guía que intentó enseñarles cuanto pudo y un grupo en el que vivieron durante algún tiempo, más o menos largo, basándose en premisas de comportamiento marcadas por una nueva filosofía de vida.

Los miembros que continuábamos, vivíamos estos abandonos de andadura de muy diferentes formas, dependiendo de la propia personalidad, pero todos coincidíamos en algo: quedaba un hueco vacío y una sensación de fracaso ante la imposibilidad de retener al que marchaba.

Si aquello era tan bueno ¿por qué se iban? En ocasiones, costaba trabajo admitir la idea e incluso hacíamos esfuerzos por evitar que se fueran. Sin embargo, a pesar de los sentimientos, se imponía al final un criterio: la evolución es individual y el hombre es libre de elegir su propio camino.

Durante aquellos días de trabajo en Cordiñanes, hacíamos pausas para disfrutar del lugar intentando equilibrar la actividad psíquica con algún ejercicio físico. Cuando nos reuníamos alrededor de la mesa para comer o cenar, nos dábamos cuenta de lo contentos que estábamos. No lo racionalizábamos, pero nos sentíamos muy a gusto juntos e intentábamos que hubiera una sola conversación, en la enorme mesa, para que todos pudiéramos participar de ella.

Todos los días, después de cenar, dábamos un pequeño paseo por los alrededores mirando de forma obstinada al firmamento. Aquellos cielos de verano eran algo especial; la oscuridad era total y las estrellas brillaban tanto, que parecía que en cualquier momento iban a descolgarse hasta nosotros. En el fondo de nuestros corazones esperábamos que una de esas estrellas empezara a moverse y a acercarse a nosotros.

Los ovnis, la prueba física más ansiada, la patentización de que no estábamos locos inventándonos toda aquella historia. Durante los primeros meses, pedíamos citas casi continuamente y, efectivamente, tuvimos algunos avistamientos, siempre de luces lejanas que recorrían el firmamento y que, a lo sumo, hacían alguna señal, algún destello significativo. Habían sido considerados como prueba al principio, como confirmación después, como premio más adelante, pero en los últimos años parecía como si el grupo se hubiese olvidado un poco del tema. De hecho, ya no pedíamos avistamientos; era como si hubiese perdido importancia en beneficio de otras actividades del grupo.

La relación con Acael se había estrechado, le sentíamos como una persona del grupo, como un miembro más, sólo que con más experiencia y sabiduría. Habíamos tenido ocasión de comprobar en mil ocasiones distintas la ayuda que nos prestaba, soluciones a problemas físicos, envíos de energía, protección y un sin fin de anécdotas en las que su presencia se había dejado sentir de forma concluyente. No obstante, todos añorábamos el día en que pudiéramos, por fin, fundirnos en un abrazo con él, un abrazo de los de verdad. Aún deberían pasar unos cuantos años para que nuestros deseos se vieran ampliamente cumplidos…

La semana de convivencia iba transcurriendo lentamente. Parecía que el tiempo allí cobraba un nuevo sentido y las horas se alargaban, dándonos tiempo para cubrir los objetivos previstos.

Hacíamos contacto todas las noches. En una de ellas se nos reservaba una nueva sorpresa que cambiaría en cierta medida la vida del grupo. El mensaje de Acael llegó de forma clara:

YA SABÉIS, PORQUE MUCHAS VECES LO HEMOS HABLADO, QUE EL GRUPO NO ES UN FIN EN SÍ MISMO, SINO UN MEDIO. EL PLAN DE TRABAJO QUE EN SU DÍA COMENZÁSTEIS TIENE UNA DURACIÓN DETERMINADA, ES DECIR, VOSOTROS COMO GRUPO COMENZÁSTEIS UNA PREPARACIÓN HACE AÑOS Y LÓGICAMENTE NO ES INFINITA. LA PREPRACIÓN NO VA ENCAMINADA A QUE ALCANZÉIS LA PERFECCIÓN DE LABORATORIO, SINO PARA QUE PODÁIS PARTIR CON UN AMPLIO BAGAJE DE EXPERIENCIAS QUE PUEDAN SERVIR DE REFERENCIA EN EL EXTERIOR. ESTA PREPARACION HA DE VERSE COMPLEMENTADA EN ALGUNOS ASPECTOS Y ES POR ESO QUE A PARTIR DE HOY CONTARÉ CON LA AYUDA DE VARIOS HERMANOS QUE OS IMPARTIRÁN CLASES DE DISTINTAS MATERIAS QUE, A LA VEZ, QUE INTERESANTES, OS RESULTARÁN ÚTILES AL APLICARLAS EN VUESTRA VIDA.

Aquello nos sorprendió. Hasta ahora Acael había sido maestro en todos los temas y lo mismo se mostraba un profundo conocedor de los sentimientos humanos que de medicina, astrología, psicología, energías o cualquier tema que se plantease. ¿Quiénes serían los nuevos maestros?, ¿cómo íbamos a identificarlos? ¿Contactaríamos igual que con nuestro guía?

Antes de que pudiéramos formular todas las preguntas que nos surgían, el vaso hizo varios movimientos circulares sobre el tablero y…

T T T , TELUC, AMOR, HERMANOS, BUENAS NOCHES.

MI TAREA DURANTE LOS PRÓXIMOS MESES SERÁ HABLAROS DE MEDICINA, PERO NO COMO VOSOTROS LA CONOCÉIS, SINO LO QUE PODRÍAMOS LLAMAR MEDICINA PSICOSOMÁTICA. LA MENTE EN SUS DIFERENTES FACETAS REGULA EL FUNCIONAMIENTO FÍSICO DEL HOMBRE. ESTO QUIERE DECIR QUE CUALQUIER ALTERACIÓN DE LOS RITMOS MENTALES TIENE UNA INFLUENCIA DEL MISMO SIGNO EN LOS FÍSICO. LAS DIFERENTES GLÁNDULAS DEL ORGANISMO SON LOS SENSORES QUE, A NIVEL FÍSICO, DETECTAN ESTAS ALTERACIONES MENTALES Y PONEN EN FUNCIONAMIENTO UNA SERIE DE PROCESOS QUÍMICOS QUE, AL INTRODUCIRSE EN EL TORRENTE SANGUÍNEO, PRODUCEN ALTERACIONES EN EL ÓRGANO U ÓRGANOS QUE EN ESE MOMENTO ESTÁN MÁS DÉBILES.

Cuando terminó su intervención el entusiasmo cundió en el grupo. ¡El tema era tan atractivo!, ¡tenía tantas posibilidades!, ¿podríamos aprender a detectar que tipo de comportamientos son los que desembocan en algún trastorno físico?, ¿llegaríamos a conocer algún día nuestros procesos mentales, controlándolos y venciendo en ese momento la enfermedad?

Nuevamente el vaso giró para dar paso a alguien más.

F F F FEDAM OS SALUDA, AMOR, HERAMOS.

HE SIDO ASIGNADA PARA IMPARTIR LAS CLASES DE PSICOLOGÍA DE GRUPO E INDIVIDUAL. HABLAREMOS DE LAS NECESIDADES QUE BUSCAN CUBRIR LOS INDIVIDUOS CUANDO SE AGRUPAN, DE LAS DIFERENTES CLASES DE GRUPOS, DE LA COMUNICACIÓN, SUS CANALES Y FORMAS, EN DEFINITIVA, DE TEMAS QUE PODRÁN AYUDAROS EN VUESTRO TRABAJO COMO GRUPO, A LA VEZ QUE PRESTAREMOS ATENCIÓN A LOS PROCESOS DE MADURACIÓN QUE, A NIVEL INDIVIDUAL, SE VAYAN CUBRIENDO. HABLAREMOS DE VUESTRO PRESENTE, QUE ES CONSECUENCIA DE VUESTRO PASADO, Y A TRAVÉS DE CLASES TEÓRICO-PRÁCTICAS INTENTAREMOS QUE VUESTRA PERSONALIDAD EVOLUCIONE Y PODÁIS CONOCEROS MEJOR A VOSOTROS MISMOS Y A LA MUESTRA REPRESENTATIVA DE LA SOCIEDAD QUE OS RODEA.

Una nueva sorpresa, el interlocutor era una mujer. Por otra parte, el ofrecimiento de poder poner en práctica lo aprendido de un modo casi inmediato era algo muy importante.

Sin embargo, no habían acabado ahí las sorpresas, aún quedaba un nuevo maestro por aparecer.

E E E SOY EBAREN, AMOR, HERMANOS

MI FUNCIÓN SERÁ HABLAROS SOBRE EL MUNDO DE LAS ENERGÍAS PARA QUE LLEGUÉIS A DESCUBRIR LA GRAN VARIEDAD DE ENERGÍAS QUE HAY EN EL UNIVERSO RODEANDO AL SER HUMANO Y A LA VEZ LAS QUE EL PROPIO HOMBRE TIENE EN SU MANO, QUE SON PARTE DE ÉL COMO SU CUERPO FÍSICO O SU MENTE, Y QUE SON TAN REALES COMO ESTOS, DESCUBRIREMOS COMO SE PUEDEN CONSEGUIR (UTILIZANDO VUESTRO PROPIO POTENCIAL) RESULTADOS QUE HOY OS PARECERÍAN IMPOSIBLES Y MÁGICOS, SIMPLEMENTE PONIENDO LA MENTE EN ORDEN PARA CANALIZAR Y POTENCIAR ESAS ENERGÍAS.

Aquello era demasiado. Nos sentíamos como si nos hubiera tocado el premio gordo de la lotería. Realmente, aunque no sabíamos el alcance de esa nueva etapa del grupo, era cierto que el abanico de posibilidades que se abría ante nosotros era muy amplio. Nuestra preparación iba a ser complementada con “asignaturas pendientes” que nos servirían en la vida de forma decisiva. Los comunicantes eran maestros de esas materias en planetas que estaban a miles de años de evolución. Eran hombres que habían pasado hacía mucho tiempo por el momento en que nosotros estábamos y conocían perfectamente los hitos por los que tendríamos que pasar si queríamos avanzar un paso más en la evolución.

Estábamos henchidos, como si tuviéramos los pulmones repletos de aire puro que hiciera que nuestra sangre fluyera por todo el organismo a una velocidad insospechada, sintiendo cada célula vibrar con una energía vital renovada. Creo que en palabras normales podríamos decir que eso era felicidad, un estado de alegría y plenitud que producía una sensación difícil de describir.

Las palabras finales de Acael cerraron aquella comunicación:

HACE YA TIEMPO QUE EMPRENDIMOS JUNTOS EL CAMINO EN QUE NOS ENCONTRAMOS, ESTA EXPERIENCIA HA SIDO Y ES GRATIFICANTE PARA MÍ Y ESPERO QUE TAMBIÉN LO SEA PARA VOSOTROS. EL HECHO DE SEGUIR EN LA BRECHA ASÍ LO DEMUESTRA, HA HABIDO MOMENTOS DIFÍCILES Y DUROS QUE CON CONFIANZA MUTUA Y SINCERIDAD SIEMPRE HEMOS LOGRADO SUPERAR. HEMOS ESTABLECIDO ENTRE NOSOTROS UNOS LAZOS MUY DIFÍCILES DE ROMPER, PUES AUNQUE LAS CIRCUNSTANCIAS O LA DISTANCIA NOS SEPARE EN UN MOMENTO DETERMINADO, SIEMPRE GUARDAREMOS EL RECUERDO IMBORRABLE DE LOS MOMENTOS DE COMUNICACIÓN Y LAS VIVENCIAS COMPARTIDAS.

YO SEGUIRÉ OCUPÁNDOME DE LA EVOLUCIÓN GENERAL DEL GRUPO Y CONTINUARÉ CON MIS CLASES DE SOCIOLOGÍA, ESPERO QUE ESTE NUEVO PERIODO SEA FRUCTÍFERO PARA TODOS Y QUE DE NUESTRA MUTUA COLABORACIÓN SALGAMOS REFORZADOS Y ENRIQUECIDOS. DESEO QUE EL GRUPO VIVA EL FUTURO CON ILUSIÓN Y SIN MIEDO, CON GANAS DE TRABAJAR Y SIN NECESIDAD DE ESTAR AL FINAL DEL CAMINO PARA SENTIRSE SATISFECHO DE CADA PASO QUE DE.

Cuando Acael terminó de hablar, nos dimos cuenta de la estrecha relación que nos unía a aquel hombre, a aquel 4.5 que un día apareció en nuestras vidas y al que habíamos incorporado como un miembro más del grupo. Era un ejemplo perfecto de interrelación y colaboración entre hombres, hombres que se sabían hermanos, aunque estuvieran en diferente nivel de evolución y separados por millones de kilómetros.

Fue aquella noche cuando empezó a bullir en nuestra cabeza la idea de escribir un libro, de transmitir nuestra experiencia y lo que habíamos aprendido. Hasta ese momento habíamos hecho tertulias con amigos y conocidos, gente cercana a nosotros, pero no nos habíamos lanzado a una difusión pública. Sin embargo, parecía que se estaba gestando un nuevo paso, una nueva etapa en la vida del grupo. Tuvimos la intuición fugaz de que estábamos al principio de un largo camino que debíamos recorrer y nos dispusimos a vivirlo con ilusión y entusiasmo, aunque también con miedo y dudas.

Se plantearon las reservas a enfrentarnos con la gente defendiendo unas teorías que para muchos no tendrían el peso específico suficiente al no estar avaladas por la ciencia oficial. Surgirían dificultades, desánimos, faltas de tiempo, dudas e incluso abandonos…

Teníamos el reto ante nosotros de trabajar como un verdadero equipo, para que cada pieza que aportáramos fuese conformando un único y gran puzzle. Tendríamos que reunirnos, discutir enfoques y formas de plasmar la teoría. Tendríamos que buscar la idea que mejor reflejase la aportación de todos en un verdadero ejercicio de democracia y de implicación.

Sabíamos, aunque de forma un tanto inconsciente, que era un paso adelante y debíamos aprovechar la oportunidad, aprender a aunar esfuerzos mirando todos en la misma dirección. Ya no sólo se trataba de hacer trabajo interno de grupo, sino de sacar afuera el resultado de lo trabajado y eso significaba que se verían las fisuras que hubiera, las incongruencias que pudiéramos cometer. En definitiva: dejarnos ver “el plumero” ante los demás, no sólo ante los compañeros de nuestro grupo.

No obstante, también sabíamos, por experiencia, que las veces que habíamos logrado implicarnos todos en trabajos concretos, nos ocupábamos menos de mirarnos el ombligo y como consecuencia surgían menos problemáticas personales, se luchaba por la efectividad y se dejaban de lado los egoísmos, las intransigencias, las soberbias y los autoritarismos.

Nos dimos cuenta de que lo que teníamos entre manos era algo más grande de lo que imaginábamos. Teníamos que estructurar y sintetizar los manuscritos de Geenom, recopilar y trabajar sobre la información interna que el grupo había recibido en esos casi ya 10 años de comunicación continua dos días a la semana; trabajos e hipótesis que habíamos hecho a petición de Acael, etc.. todo ello era una cantidad ingente de información que debía ser canalizada al exterior de forma progresiva y en la medida de nuestras posibilidades. Recordamos entonces aquella frase tan repetida: TODO LO QUE SE RECIBE ES PARA DAR.

Aquella noche fresca de Agosto, en Cordiñanes de Valdeón, tardamos más de lo acostumbrado en conciliar el sueño. Estábamos inquietos por el futuro, ¿Qué iba a significar una mayor difusión?, ¿a qué nos comprometíamos?, ¡qué pensarían de nosotros nuestras familias, nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos?... Sabíamos que eran imágenes preestablecidas, pero no podíamos dejar de pensar en ello.

Posiblemente, más de uno pensaría que estábamos locos, pero después de todo, si uno no lucha por defender las cosas en las que cree, es como si muriera lentamente – como decía el abuelo Baldomero -.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano con el deseo claro de hacer una síntesis rápida de la trayectoria de grupo, puesto que parecía que estábamos a punto de cerrar una etapa y abrir otra nueva.

Alrededor de 1980 nuestro grupo tenía un perfil agresivo, duro, excesivamente mental, desmitificador y abdícrata en su mayoría, ya que los más lanzados llevaban las riendas y los demás abdicaban por falta de criterios tan claros y contundentes, a lo que había que añadir una gran dosis de comodidad. No obstante, en ese momento, teníamos por primera vez estructura, éramos 12 personas, el número máximo que podía integrar nuestro grupo. Plasmamos por escrito objetivos detallados para que nadie se llamara a engaño. Nos costó ponernos de acuerdo pero al final fueron aprobados por unanimidad.

El primer gran objetivo nacía intrínsecamente de la propia formación del grupo y de la coyuntura que atravesaba la Tierra y era un compromiso de difusión que arrancaba desde una petición personal del abuelo Baldomero cuando nos dio la llave para abrir la puerta del contacto con entidades superiores:

Difusión del mensaje, decir a la gente que sea consciente de los cambios que van a suceder, sus causas y sus consecuencias y descubrir y aportar una nueva filosofía de vida que sea esperanza para que las consecuencias derivadas de los acontecimientos afecten de forma positiva.

Empezamos haciendo pequeñas reuniones y tertulias con amigos, que algunas veces terminaban en contacto como testimonio de lo que el grupo decía. Después para centrar las ideas y aprovechar esas reuniones elaboramos resúmenes que eran leídos y comentados por todos.

Cuando el grupo lo componíamos 8 personas, se aumentó la proyección exterior y confeccionamos audiovisuales de los temas que habíamos estructurado con los manuscritos de Geenom e información recibida en nuestras comunicaciones. Temas de tipo técnico como el Astral, la Mente, los Sueños, la Telepatía, la Relajación, la Meditación, la Hipnosis, la Sofronización, la Muerte y la Reencarnación, la Evolución, la Historia de la Tierra y su Futuro; y temas filosóficos como la Religiosidad y las Religiones, la Nueva Era…

Todo eso más cuentos, anécdotas, extrapolaciones de futuro y miles de referencias personales, médicas, familiares y educativas… No eran temas al azar. Entre todos conformaban un entramado, la base de una nueva Filosofía de Vida que salía al paso rompiendo los pilares sobre los que se sustenta casi toda la información tradicional de nuestra sociedad.

El segundo gran objetivo era:

Crear un grupo piña que sea referencia positiva en cada momento o estadio de su evolución, compartiendo alegrías y penas.

Otro de os objetivos que nos habíamos marcado era tener convivencias grupales. Puesto que debíamos unificar nuestras ideas y como consecuencia nuestra manera de vivir, lo mejor era ponerlo en práctica. Así, los veranos marchábamos juntos de vacaciones con nuestros hijos. Surgían pequeñas dificultades cotidianas, pero la experiencia era enriquecedora y gratificante para pequeños y mayores. Todos los trabajos eran rotativos, cada uno tenía la responsabilidad bien definida. Era necesario poner de manifiesto el respeto y la ayuda de forma permanente. Suponía una práctica inestimable que nos daba la oportunidad de concretar en hechos las teorías acuñadas durante meses.

Las desconfianzas, los prejuicios y las polarizaciones eran aspectos que la convivencia y el roce ayudaban a ir erradicando de las relaciones personales. Sin embargo, sabíamos que todo grupo, y éste no era una excepción, se encuentra en un momento determinado ante problemas de hegemonías. No todos los miembros tenían el mismo carisma ni las mismas potencialidades, lo que hacía que nos alineáramos en dos bandos: los líderes y los abdícratas. Algunos eran más sensibles que otros a la necesidad de un liderazgo de opinión, que era en el fondo una manifestación de poder.

En determinadas épocas hubo miembros que ocuparon una posición de líder y llevaron el timón durante algún tiempo. No obstante, la lucha del grupo, sus objetivos estaban claros: no a los líderes. Debíamos aprender a funcionar sin ellos, todos éramos igualmente importantes y cada uno tenía una potencialidad que le hacía por sí mismo líder de algo pero deficitario de otras muchas cosas. Por eso, durante años se luchó por la participación por igual de todos, por la asunción de responsabilidades de forma equitativa, por la implicación, etc.,.

Acael potenciaba en gran medida los foros abiertos donde, a propuesta suya, debatíamos conceptos antagónicos. Intentaba que mantuviéramos una mínima flexibilidad en las posturas mentales que, en ocasiones, nos llevaban a encastillamientos personales que nos enfrentaban seriamente. Para cada uno suponía un esfuerzo llegar a conclusiones, pero una vez conseguido resultaba muy duro ponerlas en tela de juicio. Normalmente nos aferrábamos a nuestros criterios y difícilmente nos poníamos en el lugar del otro.

El nos enseñaba con sus palabras, con su actitud y con su ejemplo y, a veces, actuaba como moderador objetivo en las catarsis que se planteaban. Sin embargo, a pesar de lo duro del aprendizaje, la mayoría de las veces se avanzaba un paso en la integración, se descubrían afinidades que habían permanecido ocultas hasta entonces y se identificaban en ese contraste de pareceres, las potencialidades de cada uno que, aún tratándose de una tarea individual, se conseguía, con el concurso de los demás, ver su utilidad en el grupo y aplicarla.

Con el paso del tiempo, nos dimos cuenta de hasta que punto estábamos interrelacionados. A veces alguien, que se encontraba en mejor momento psicológico que los demás, con más ilusión y más fuerza, podía tirar del carro, pero si no era secundado en su empeño por los demás, el intento terminaba agotándole y perdiendo fuerza poco a poco. Estábamos todos en la misma cordada y cada uno debía cumplir con su parte para no retrasar o entorpecer a los demás. Se imponía tomar el relevo, coger el testigo que te pasaba el de al lado.

Las palabras que nos dijo Acael, en su primer contacto con nosotros, seguían estando vigentes y eran la garantía de la continuidad del grupo: los pilares básicos del grupo son la confianza mutua y la intencionalidad positiva.

Se trataba de intentar vivir basándonos en la filosofía común que estábamos recibiendo de nuestro guía. Para ello, establecimos periodos de convivencia, un intento de creación de un ente laboral común, unas bases compartidas en la educación de nuestros hijos, práctica conjunta de ejercicios, intentos de averiguar el programa individual de cada uno, etc., lo que nos haría conocernos mejor y por tanto aceptarnos mejor unos a otros… En fin, todo aquello que fuera encaminado hacia un mayor acercamiento personal.

Una cosa era plasmar un objetivo compartido en un papel y otra muy diferente llevarlo a la práctica. Descubrimos que los objetivos internos eran mucho más difíciles de llevar a cabo que los externos. La integración personal era bastante más ardua de lo que en principio parecía. La personalidad de cada uno era muy distinta a la de los demás y a pesar de que pudiéramos ponernos de acuerdo en el objetivo final, la concreción en el presente de ese objetivo era vivida de doce maneras diferentes.

Surgían tensiones, interferencias, miedos, falsos respetos y mil piedrecitas más que nos hacían tropezar una y otra vez en el día a día, haciéndonos patente que la empresa en la que nos habíamos embarcado era mucho más amplia de lo que habíamos imaginado.

En el intento de creación del ente laboral común nos encontramos con la trampa del poder, de las jerarquías, del dinero, de la manipulación… en definitiva, dificultades que debíamos ir superando paso a paso y no de forma individual sino tratando de apoyarnos unos a otros. El reto era demasiado fuerte y algunos miembros abandonaron el grupo a consecuencia de la no asimilación de esta experiencia.

A pesar de todo, Acael nunca descuidaba las dos facetas en las que debía de trabajar el grupo para sobrevivir: psico-grupo (cuando los miembros trabajan internamente para su beneficio personal) y socio-grupo (cuando trabajan con proyección exterior). El equilibrio entre ambas tendencias era la clave de la supervivencia del grupal. Era necesario que el grupo en lo interno estuviese unido y firmemente asentado en las mismas bases, si no, se trasluciría al exterior la incongruencia que vivíamos, hablando de unas teorías que éramos incapaces de poner en práctica.

El tercer objetivo estaba muy relacionado con los otros dos, pues era una consecuencia directa del logro de los dos anteriores:

Querer formar parte de la nueva generación.

Era un deseo más que un objetivo. Nuestra intención era tenerlo siempre presente. La Tierra iba a sufrir cambios y la humanidad también. Nosotros queríamos estar preparados para esos cambios y ser capaces de superar el examen final que nos capacitase para avanzar un peldaño en la escala evolutiva. Queríamos ser hombres de la nueva Tierra y para eso el camino era muy claro: no se trataba de acumular conocimientos sino experiencias, intentando llevar a cabo lo que el hombre había olvidado: vivir en armonía con lo y los que le rodean.

Lo único que Acael repetía continuamente era que no había evolución sin consciencia y debíamos practicar en ese terreno, encontrando la razón de nuestra existencia.

HAY TRES MOMENTOS MUY IMPORTANTES EN LA VIDA DE TODO SER HUMANO: EL PRIMERO ES EL NACIMIENTO, EL SEGUNDO LA MUERTE Y EL TERCERO NO SIEMPRE SE PRODUCE DURANTE LA VIDA, ES EL DESCUBRIMIENTO DEL PORQUE HA NACIDO.

Se llegaron a redactar estatutos, obligaciones y derechos. Fue por aquel entonces cuando el grupo empezó a hacer crisis. Los objetivos se empezaron a ver con diferentes prismas. La implicación, palabra clave, hizo mella y los silenciosos empezaron a dejar oír su voz. Se rivalizó a la hora de dibujar el futuro y los que hasta ahora tenían la voz y el voto, empezaron a ver más diluida su participación. Se pintó un futuro espectacular con unas fuerzas casi ilimitadas para conseguirlo. Llegó la dispersión, las posturas rígidas, el desánimo y el pensamiento de que algunos apostaban por un grupo más blando, lento y mediocre. De doce que éramos algunos se fueron desligando. Abandonaron el barco cuando vieron que sus ideas, sus proyectos y sus sueños quedaban reducidos a utopías optándose por miras más cercanas y concretas.

Sólo el tiempo puso la razón allí donde debía estar, porque es parte de nuestra experiencia saber que ser líder es una función y no una forma de vivir; una función que los demás otorgan por comodidad, abdicracia o inconsciencia, pero que hay que abandonar cuando los demás intentan dejar oír su voz, independientemente de quien tenga la razón. La marcha de esos compañeros fue una experiencia triste en el momento que se vivió y enriquecedora cuando, con el tiempo, se supo sacar provecho de ella.

Tras la marcha del líder, los demás miembros nos reunimos para intentar analizar que derroteros debería seguir el grupo. A todos nos invadía un cierto temor e inseguridad, no en vano habían sido varios años los que el líder había marcado la pauta.

El cambio de ritmo creó el sentimiento de que la salida estaba en una autodepuración grupal de los más desimplicados, pero al ver que el maestro no tomaba la iniciativa, la tensión, los nervios y el orgullo provocaron nuevas bajas. En pocos meses pasamos de ser doce a seis componentes. Fue el mayor terremoto que sufría el grupo desde sus orígenes. Personas que nunca se pensó se irían del grupo ahora ya no estaban. Una vez más, la falta de visión sobre la dinámica de un grupo como éste transformó los propios errores en dudas sobre la autenticidad del contacto.

Orgullo, rigidez, intransigencia, falta de caridad y fe, porque lejos de todo eso el grupo volvió a retomar su camino lentamente. Errores y experiencias que sirvieron para fortalecerlo, ya que de esas cenizas renacería un grupo que seis años más tarde alcanzaría unos de sus puntos más altos: empezar a vislumbrar el cenit de casi todos los objetivos que un día se marcó. Un grupo tremendamente unido, seguro y con nuevos objetivos.

Continuará……

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