29 de enero de 2010

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (III) Parte 5

20. Las huellas que deja la experiencia.

La autorresponsabilidad.

6 de Abril de 1980

Sabemos que un campo está sembrado cuando vemos las marcas que en él ha dejado el arado. La vida también marca al ser humano. Cada una de esas marcas es un surco donde han ido introduciéndose las semillas de la experiencia. Un hombre sin marcas no genera dentro de él nada que pueda ser útil a los que le rodean. Los sinsabores, los problemas, las alegrías, todo, son trazos que dejan plantada en el hombre la semilla de la experiencia.

De todo lo que el hombre hace debe obtener un provecho para él y para sus semejantes. Depende de su capacidad de asimilación que esa semilla fructifique más tarde o más temprano. Siempre tenemos que cuidarla, tenemos que cuidar nuestro campo, nuestros surcos, nuestra experiencia, porque es lo que podemos aportar, lo que hemos conseguido con esfuerzo.

Todo aquello que nos ha dejado marca es lo que podremos aportar.

Pasar por el mundo, por la vida que hemos elegido, sin dejar ningún tipo de huella en uno mismo o en los que nos rodean, es malgastar una vida, es tener un campo y no ararlo, no sembrarlo, no hacerlo fructificar. Tenemos el campo que hemos elegido. No es ni mejor ni peor que el del vecino, es el campo que hemos elegido porque es el campo que mejor trabajaremos.

La lluvia hace germinar las semillas. El Sol las vivifica y las hace crecer. La lluvia es la palabra que nos llega y que hace germinar lo que hemos sembrado en cada surco. Es necesario que haya semilla para que cuando nos llegue el agua pueda germinar. El Sol es la luz hacia donde la planta se dirige, el objetivo.

Dos plantas iguales no luchan entre sí por el agua; cada una la absorbe según sus raíces y las raíces se forman día a día en el contacto con la tierra, donde estamos todos juntos formando la gran familia del género humano.

No sirve de nada embalsar el agua si después no se va a hacer buen provecho de ella. El agua puede regar o inundar. Canalicemos bien el agua y obtendremos una buena cosecha. Canalicemos mal el agua y destruiremos la cosecha.

Vigilemos nuestro campo cada día. Observemos y oigamos cómo crecen las plantas. Hablémosles, compartamos con ellas la alegría de estar vivos, de poder ser útiles. No dejemos de arar, de sembrar, de regar y de cosechar porque es la misión que tenemos cada uno en su tierra.

Amemos lo que el Cosmos nos ha dado porque cuando nos lo ha dado es porque confía en nosotros. Hagamos honor a esta confianza y no permitamos que nuestra cosecha se malogre.

Ayudemos al prójimo en su campo; enseñémosle cómo canalizar el agua que recibe, pero hagámoslo con humildad, porque es el vehículo que nos unirá a nuestro prójimo. La humildad, el ser conscientes de que todo lo que nosotros hayamos podido hacer, no lo ha sido por generación espontánea; sino que nos ha sido entregado y hemos sido ayudados.

Seamos humildes y caritativos con cuantos nos rodean. No seamos jueces del comportamiento ajeno porque cada uno está haciendo lo que cree más conveniente. Sólo si veis que uno, el que está al lado, va a hundirse, entonces ofrécele tu mano con humildad.

Que cada uno ponga su mano en su arado y se proponga que su cosecha sea fructífera.

21. La agresividad.

Los cuatro puntos cardinales de la Conciencia.

20 de Abril de 1980

La manifestación más palpable de la emotividad del hombre es la agresión; agresión a cuanto le rodea. Los deseos insatisfechos que se producen a nivel consciente o inconsciente, producen una reacción violenta muy marcada emotivamente. El egoísmo es la pieza fundamental que nos mueve con agresividad hacia los demás. Buscamos obtener cuanto deseamos sin tener en cuenta dónde, cuándo y cómo buscarlo. Sólo tenemos en cuenta de quién obtenerlo. Cuando no hallamos la respuesta adecuada, entra en funcionamiento la agresividad.

Siempre esperamos obtener algo, aunque lo que demos sea mucho más pequeño. La auto valoración, el egocentrismo, son determinantes. Cuantitativamente damos poco, pero creemos que cualitativamente es mucho más de lo que esperamos recibir.

Si tuviésemos en cuenta que el hombre, desde sus comienzos, buscaba ante todo la satisfacción a sus deseos, veríamos cómo es una pauta de comportamiento que está intrínseca en él.

La diferencia entre el hombre evolucionado y el que no lo está, es que el hombre evolucionado busca satisfacer sus deseos sin menosprecio de nadie. El hombre no evolucionado no se para a mirar el daño que puede causar por la obtención de sus deseos.

Cuando el hombre está solo, cuando tiene que obtener de sí mismo lo que desea, entonces llega la angustia, la locura, porque no está preparado para dar, sólo para recibir. Así, se une a los demás para obtener lo que busca. A veces les pone la etiqueta del bien común; dice hacer las cosas para el bien común. En primer lugar hace las cosas para su autosatisfacción, camina a ciegas, no desea ser equiparado a nadie. El orgullo y la soberbia son piezas fundamentales del egocentrismo y no existe el hombre solo, ni es el centro de la creación. Es una pieza importante, es una pieza muy importante, pero en absoluto la más importante.

Para amar agrede; para agredir dice que ama. Los labios dicen unas cosas que los ojos desmienten. Es tan necio que piensa que sus actos no le delatarán. Siempre se sabe por qué hacemos las cosas; más tarde o más temprano, pero siempre; porque a pesar de que intentemos ocultarlo a los demás, no podremos ocultarlo a nosotros mismos.

Seamos sinceros a pesar del riesgo que esto conlleva. Seamos sinceros, no nos engañemos a nosotros mismos ni a los demás, porque estaremos entonces parándonos en ese camino que hemos obligatoriamente de recorrer. Así lo deseamos en su día y así debemos llegar hasta el final.

No seamos injustos porque el ser injusto significa ser una persona con muy poca caridad. Justicia, humildad, caridad y sinceridad, serían los cuatro puntos cardinales de nuestra conciencia. Puntos de referencia, puntos donde habría que dirigir la mirada cada vez que tenemos que relacionarnos con los demás, que tenemos que tomar decisiones o que debemos pedir algo, porque siempre pedimos algo a cambio, y ese no es el camino.

Siempre que debamos pedir algo hagámoslo sin temor, sin temor a que nos pidan la contrapartida. No pedimos para que no nos pidan; este es el gran error. Somos una cadena, estamos interrelacionados. No seamos un corte en esa cadena.

De los cuatro puntos cardinales recibimos influencia. Debemos tocar con los pies, con las manos, con la cabeza, los cuatro puntos cardinales. Marquemos los pasos en el camino que nos hemos trazado. Veamos dónde está nuestra mano izquierda y nuestra mano derecha. Miremos hacia el Norte, hacia arriba; pisemos bien en el Sur, pero no nos desconectemos de los puntos cardinales que nos hacen falta para seguir adelante, porque en el centro de los cuatro está la marca principal que nos impulsa hacia adelante: la fe en nosotros mismos.

Tengamos también fe en los demás y en que al final encontraremos lo que hemos buscado. No cerremos la puerta a nadie, porque cerrar la puerta es cortar el eslabón de la cadena. Abramos nuestros brazos y nuestro corazón, porque en él tiene cabida toda la humanidad. Somos parte de ella. No nos desvinculemos, no queramos ir por nuestro camino pensando que es el único o el mejor. Es una cadena y todos vamos por el mismo camino.

Escuchemos a nuestros hermanos y que nuestra boca diga exactamente lo que dicen nuestros ojos, porque siempre, más tarde o más temprano, sabremos y sabrán por qué hacemos las cosas. No nos engañemos y seamos fieles a nosotros mismos.

22. La meditación, herramienta para elevar la consciencia.

Los que nos rodean, espejo en donde referenciarnos.

16 de Mayo de 1980

El dominio de los impulsos, la interpretación de los instintos, la búsqueda por medio de la razón del fin último, la utilización de la lógica, el no marcarse límites, tanto a la lógica como a la razón, nos harán progresar en el camino.

El hecho de que intuyamos cuáles son las próximas etapas, no nos exime de realizar el recorrido hasta ellas. Los saltos no son convenientes, todo tiene un proceso lógico que hemos de cumplir en cada caso.

Si debes esperar sentado al lado del camino, meditando, quizás sea más importante esa acción que el hecho de correr desaforadamente; porque meditando quizás llegues a avanzar más rápidamente que el corredor. Sin embargo, tampoco hay que quedarse en la mera meditación; ella nos debe servir como pauta de comportamiento para no desviarnos. El que corre a ciegas, sin meditar, puede correr en cualquier dirección y no necesariamente la correcta. Sentémonos a meditar cuando lo creamos conveniente y una vez que hayamos encontrado los límites del sendero, corramos. Corramos hasta que no sepamos dónde están esos límites, en cuyo momento habrá que volver a sentarse para meditar y encontrarlos.

Los límites los marcan los que nos rodean; ellos nos dan la referencia de dónde estamos. De la forma como nos afecten las relaciones con ellos, será la definición de nuestra propia personalidad en ese momento, de nuestro propio ser, de dónde estamos, de lo que hemos conseguido y de lo que nos espera.

Fijémonos en los demás, veamos en ellos nuestro espejo. Observemos a aquel que nos mira con recriminación, pero también observemos a aquel que nos mira con la sonrisa en los labios, porque ambos pueden tener razón.

No esperemos encontrar en el presente las cosas que encontraremos en el futuro. Cada cosa tiene su momento y el presente de hoy es el futuro de ayer. Sepamos vivir el momento, sepamos fundirnos con cuanto nos rodea, poniendo lo mejor de nosotros para que de esa forma podamos absorber toda la energía que está a nuestro alrededor.

Demos para recibir. Seamos capaces de abrirnos porque es la única manera para poder recibir. Si nos cerramos, no recibimos, porque todo lo que vayamos a recibir chocará con la puerta cerrada de nuestro egoísmo, de nuestro orgullo, de nuestra falta de caridad.

Busquemos, en nuestros próximos más próximos, la fuente y el espejo para abrirnos. Son los únicos parámetros de los que nos podemos fiar: aquellos que están en círculo con nosotros, nosotros en el medio y los demás alrededor. Al mismo tiempo, nosotros estamos alrededor de todos los demás.

Uniendo nuestras manos haremos una cadena energética suficientemente potente como para iluminar un gran círculo. Alcancemos la vibración necesaria. Unamos nuestras manos, porque de esta forma estaremos uniendo toda nuestra energía vital y el que esté más débil recibirá la compensación adecuada y, de esta forma, todos estaremos al mismo nivel.

Hagamos la apertura de canales necesaria para absorber la energía que nos falte, para que nuestra luz brille lo suficiente como para poder ser observados, y vivamos la experiencia individualmente y en común, porque si sabemos vivirla marcará los próximos límites de nuestra existencia.

23. La búsqueda del equilibrio.

Los límites.

La velocidad en el camino evolutivo.

28 de Junio de 1980

Cuando el manantial sale de lo alto de la montaña, busca el camino más rápido y sencillo para llegar al llano. Forma remansos, parece que se detiene, pero sigue su marcha continua, y en su camino fertiliza las tierras. El hombre debe seguir también su camino de la forma más sencilla y rápida. Debe formar sus remansos, pero debe también fertilizar el camino por donde pase. No puede dejar sus cauces, sus límites; su camino lo tiene trazado. Salirse del cauce puede significar inundar las tierras que tendría que fecundar, destrozar cosechas.

No existen, a priori, límites; los debemos marcar. Se marcan para facilitar la convivencia, pero son puramente límites teóricos. El hombre, por sí mismo, no tiene límites, pero debe marcarse unos en razón de la convivencia.

Todo en el universo está en equilibrio: las estrellas, los planetas y las galaxias. Este equilibrio está marcando los límites de recorrido de cada planeta para la no interferencia con los demás. Unos tardan más que otros en su recorrido alrededor de su sol. Diríamos que son libres de ir más deprisa o más despacio, pero van a la velocidad justa y necesaria para no interferir y para estar en perfecto equilibrio con los demás planetas.

Cada vez que el hombre mira dentro de sí, descubre nuevas facetas que antes ignoraba. Incluso para utilizar estas nuevas facetas debe marcarse unos límites de actuación; porque no sería quizás comprendido por los demás o podría ser rechazado si utilizase estas facetas.

No se debe dar la mano alardeando de ello. Debemos buscar siempre el perfecto equilibrio en todas nuestras acciones. Los extremos agotan; el equilibrio tranquiliza, relaja y descansa. El andar en perfecto equilibrio te permite andar muchos más kilómetros, porque estarás más descansado.

Cuando el hombre se detiene para mirarse la forma en que va vestido, la forma en que anda, la sombra que proyecta, está desequilibrando la armonía de su cuerpo. Debe continuar en armonía su camino y debe detenerse a descansar cuando el equilibro se deshaga.

Si entras en una cueva a resguardarte de la lluvia, buscarás una luz que te indique el lugar más cómodo donde aguardar a que cese. De la misma forma, cuando estás en un problema, en un callejón sin salida, tratas de encontrar una luz que te permita situarte para ver más claro y estar más cómodo para, desde una situación de tranquilidad psíquica, poder observar todo el problema y encontrar la solución idónea. Ese lugar de descanso, ese lugar tranquilo, sólo se puede obtener con equilibrio.

Hay que encontrar el equilibrio en todo. No debemos improvisar, todo debe ser estructurado con lógica para que, de esta estructura lógica, surja la luz que nos enseñe dónde está la solución a cualquier problema presentado.

Andar a galope sobre un caballo es más armonioso que ir al trote, donde la figura del jinete se contorsiona. Ir al galope significa fundirte en una sola cosa: jinete y montura. Debemos también nosotros ir a caballo de nuestras propias circunstancias y fundirnos con ellas para, de esa forma, aceptándolas, ir más rápido, encontrar soluciones más rápidas, armonizar con el entorno y encontrarnos en equilibrio perfecto con todo aquello que nos rodea.

Utilicemos la lógica para hallar el equilibrio.

24. El efecto de rebote.

La transparencia de nuestras intenciones.

7 de Noviembre de 1980

El efecto de rebote es una manifestación más de la no aceptación de la verdad o verdades que nos afectan.

Es lógico suponer que una apertura a la verdad, con todas sus consecuencias, traería la luz a un espíritu inconsciente de su influencia en los demás. Las verdades duelen, pero duelen porque llegan a tocar las fibras sensibles de nuestro Yo interno, aquellas que están limpias de filtros. El efecto de rebote golpea las falsas estructuras y hace que se resquebrajen.

El afán de justificación aparece latente en todos los seres humanos. Es, en realidad, falta de humildad, pero también demuestra que no se ha sido capaz de transmitir limpias las propias inquietudes. La mejor manera para ser aceptado es aceptarse uno mismo y aceptar a los demás sin esperar reciprocidad. Tal vez, no queriendo ser superior al resto sea la clave de la propia superación.

Tal vez, asimismo, el deseo de destacar sea una deformación de la llamada a la superación para alcanzar cotas más altas, pero no en competición con otros, sino con uno mismo.

Los demás no nos conocerán si no deseamos que eso suceda, pero algo siempre se trasluce y no siempre lo controlamos. Lo que opinarán los demás será algo parcial y, por tanto, subjetivo.

La falta de parámetros que proporcionamos a los demás perjudica más que beneficia, ya que no ayudaremos a la obtención de esas cotas más altas que están grabadas en todos los seres humanos.

25. Elevarse para tener mas referencias.

9 de Noviembre de 1980

El águila coloca su nido en riscos escarpados donde no tengan acceso ni aves de rapiña ni inclemencias del tiempo. Es un sitio inaccesible excepto para ella. Allí nacen sus crías; las cuida, las alimenta, las enseña a volar. También las enseña, día a día cuál es su función. Por su enseñanza, el águila va diciendo a sus crías cuándo es el momento de hacer el primer vuelo, y las crías comprenden, y un día echan a volar y cumplen también su función. De la misma forma, los maestros cósmicos enseñan a sus hermanos menores, a sus discípulos, todas las técnicas necesarias para que, a su vez, enseñen a otros hermanos más pequeños a andar.

El águila no vuela para ufanarse ante sus crías. El maestro no hace gala de su sabiduría, por eso la dosifica, la saca gota a gota en la medida que sabe va a ser comprendida y asimilada. Las crías del águila aprenden a ser humildes y a tener paciencia. Los discípulos tienen que aprender estos dos conceptos básicos.

Andando se pueden ver en el campo, impresas en el suelo, huellas de distintos animales: unos peligrosos para la supervivencia del hombre y otros que, por el contrario, ayudan a esta supervivencia. Podemos ver huellas de osos, tigres, leones, caballos y simples perros, pero también veremos huellas de gacelas, de ciervos, de jabalíes. La sabiduría adquirida por la experiencia, por la práctica del discípulo, le permite distinguir unas huellas de otras. Es algo que está al alcance de todos.

De cualquier manera, es raro encontrar impresas en el suelo huellas de águila, porque el águila vuela, está por encima del terreno, lo mira, lo observa y cumple su función de regulación de la ecología de la Tierra.

Partieron de un nido común y, transcurridos periodos de aprendizaje y de crecimiento, supieron cómo hacer que su cuerpo y su mente estuviesen al servicio de algo más importante que ellos: el equilibrio ecológico. Así, los discípulos deben saber que su función está, precisamente, en mantener equilibrios, en hacer que su función de equilibrio, de alguna manera, permita que lo que haya debajo, no sea un caos. Un águila sola no lo consigue. La familia de las águilas, sí, junto con otras familias que entre todas se complementan.

Hay diferentes especies. Cada una cumple su función; todas juntas forman la ecología. La forman, la protegen y la cuidan, porque son ellos mismos. Se unen en determinados momentos para combatir al agresor y lo hacen con las armas de que disponen. Muchos mueren en el intento, pero más tarde, en otro risco escarpado, un águila pondrá unos huevos de los que nacerán nuevas criaturas y, entre ellas, estarán aquellos que han dado su vida para mantener un ideal, su soporte de crecimiento, su soporte de evolución.

26. Descubrir el camino.

Todo es transmisión.

29 de Diciembre de 1980

Cuando el hombre observa el camino que tiene ante sí, ve que los bordes del camino se juntan en el horizonte. También ve que detrás del horizonte todo es oscuridad, desconocimiento y el miedo y la duda se hacen presentes en cada uno de sus actos.

Lo que los ojos ven, la realidad lo desmiente. El hombre no domina el futuro pero puede dominar el presente. La luz llega de arriba y cuando está en la vertical, sobre él, no proyecta sombra.

Andando por ese camino que no conocemos, encontramos árboles en sus orillas para reponernos de la fatiga y refrescar el organismo. Cada uno de esos árboles son las ayudas que desinteresadamente nos prestan. Están ahí para el que las solicita, para el que se acerca a ellos y agradeciéndoles su actitud, toman el refresco que sus hojas les brindan.

El hombre ha dominado a casi todos los animales de la Tierra y le siguen en su trashumancia, porque el hombre es trashumante y debe serlo, pero sólo cuando ha conocido su entorno, cuando lo ha dominado, después emprenderá el camino para conocer y dominar los terrenos que no conoce y de esa forma dejará su sitio a otros que llegan detrás a conocer terrenos que no conocen y que nosotros ya dominamos.

Sintamos que formamos parte de un corto espacio de terreno en el camino. Sintamos cómo delante y detrás de nosotros también hay caminantes. Sentémonos de vez en cuando a conversar con ellos a la sombra de los árboles, porque allí aprenderemos dónde está el siguiente mojón y diremos dónde está el mojón que ya conocemos.

Todo es transmisión. Transmitimos el pensamiento, la palabra. Transmitimos la vibración de nuestro cuerpo. Transmitimos todo aquello que creemos nos pertenece y, en realidad, estamos transmitiendo con todo el Universo. Somos de todos y todo es nosotros. Vivimos al unísono con las fuerzas que nos rodean, porque esas fuerzas ya forman parte de nosotros.

Sintamos cómo nos penetra la energía por la cabeza y se traslada a lo largo del cuerpo, pensando que esta carga de energía que estamos recibiendo tendremos que darla.

Todo lo que se recibe es para dar, y esta máxima es la que debe guiar los pasos por el sendero que parece se junta y que no es más que una ilusión óptica. La realidad siempre es lo que cuenta.

El consciente nos engaña. La intencionalidad es la aguja que marca el norte, el subconsciente; es lo que comunica el consciente con el inconsciente, con el subconsciente y con todos los cuerpos mentales, la intencionalidad con la que actuamos en cada uno de los planos en los que nos movemos.

Seamos fieles al compromiso y, día a día, encontraremos que el camino está más iluminado, no por el Sol, sino por nuestra propia luz.

27. Todo tiene un tiempo y un espacio.

El esfuerzo inicial.

14 de Abril de 1981

Todo lo que se materializa necesita un tiempo y un espacio para ubicarse.

La roca ocupa el estrato más denso de lo material. El vegetal se desarrolla sobre el mineral y de él extrae su vida, las sustancias que le permiten vivir y crecer. El animal vive en gran medida de las plantas; hay más animales que podrían vivir sólo de vegetales que los que viven de la carne de otros animales. El hombre es omnívoro; se ha especializado para poder sobrevivir sea cual sea el alimento. Todo esto está enmarcado dentro de un espacio y un tiempo.

El hombre puede dejar constancia de su persona, en toda su magnitud, a través de ese tiempo y de ese espacio, pero no sólo con su físico, sino con lo que puede transmitir con él. La voz queda en el éter para siempre.

Si el hombre decide arar un campo, no deberá mezclar sin orden las semillas de trigo con las de hortalizas; todas tienen un tiempo y un lugar, sólo es cuestión de orden. El orden rige el universo. Todo se ha hecho a su debido tiempo, todo ocupa su espacio. El hombre tiene potestad para interferir en ese tiempo y en ese espacio, pero en el mismo momento que interfiere, queda sujeto a las consecuencias que de esta acción se derivan.

No sirve de nada adelantarse mentalmente al futuro si en lo físico estamos anclados en el pasado. El hombre puede prever, pero no sentir con sensaciones, hechos que ocurrirán en el futuro.

Si quieres volar, deberás esperar el tiempo necesario para que te salgan alas.

El camino puede parecer lento pero la lentitud o la rapidez están en función de lo que seamos capaces de hacer en el plano físico. Cuando un problema aparece en nuestras vidas también se nos dan los medios para solucionarlo. Sólo si cerramos los canales no seremos capaces de asimilar estos medios.

Para arrancar un ancla del suelo hace falta una fuerza de tracción superior a lo normal. Cuando uno está anclado a varias tendencias, hábitos incorrectos, hay que realizar un esfuerzo extra para poder evadirnos de ellos y seguir andando por el camino correcto. No hay que dejarse vencer por la roca que sujeta el ancla, hay que ser capaces de tirar de ella. Pidamos ayuda si es necesario, seguro que siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos y si lloras, alguien te dará un pañuelo, y si ríes, alguien te acompañará en tu alegría. Debemos ser conscientes de que no estamos solos, de que los demás nos ayudarán a compartir las penas, los tropiezos y las alegrías, porque al ser compartidas sacaremos más provecho de ellas.

Inculquemos a nuestros hijos la idea de servicio, desterrando para siempre la palabra egoísmo, recibiendo con una sonrisa la ayuda de los demás, dando nuestra ayuda sin pedir nada a cambio y sintiendo dentro de nosotros las penas y las alegrías ajenas.

Seamos útiles, porque todo en el Cosmos está creado para ser utilizado. Seamos conscientes de nuestras limitaciones y buscando, día a día, ampliaremos estos límites. No huyamos de los problemas, están ahí para ayudarnos a arrancar nuestr ancla, y busquemos dentro y fuera de nosotros la ayuda, el espejo y el soporte porque están ahí para servirnos de referencia.

Quitémonos el miedo al fracaso; sólo fracasan los que tienen poca fe en sí mismos y aún menos fe en sus semejantes.

Hagamos siempre lo que creamos oportuno según nuestra conciencia y jamás la conciencia nos recriminará nuestros actos.

28. Sinceridad, clave del camino.

La aceptación de compromisos.

La ruptura de la inercia.

21 de Junio de 1981

El hombre está sometido a fuerzas contradictorias que le hacen comportarse de muy diferentes maneras a lo largo de su camino. Fuerzas que le impulsan hacia adelante o hacia atrás, e incluso fuerzas que le hacen detenerse por largos o cortos periodos de tiempo.

El hombre ha de luchar constantemente contra la inercia que le detiene, debe impulsarse constantemente con nuevas energías, porque sólo de este impulso hacia adelante depende que vaya encontrando respuestas a cada una de las interrogantes que se le presentan.

La única forma de combatir el anquilosamiento y la parálisis es la voluntad de andar, el aceptar decir sí y el querer a toda costa ser útil con lo que se va aprendiendo. No es fácil decir sí, es más fácil dejarse llevar por otros que lo hayan dicho antes. La aceptación implica el conocimiento y la responsabilidad de saber utilizar lo que esa aceptación trae consigo.

El mundo se ha movido siempre gracias a aquellos que lo han empujado. Cuesta mucho mover una humanidad, porque hay muchos que están esperando que los lleven. Esos irán cayendo porque no tienen raíces donde anclarse, la propia fuerza de impulsión los irá dejando en el camino.

Tenemos que saber detectar dónde están las pruebas que nos hemos puesto. En cada vida tenemos que saber detectar dónde están las pruebas que nos hemos puesto y que nos han puesto. No tenemos que renunciar a nada. Cada una de las cosas que nos están ocurriendo, y que nos ocurrirán en el futuro, son las cosas que nosotros hemos previsto que sucedan.

La palabra clave para que un grupo de personas pueda andar unidos por un largo camino es sinceridad. La sinceridad es la clave del funcionamiento. Cuando uno se conoce a sí mismo, ya no caben las mentiras, el doble juego, el engañarse. Cuando uno es consciente de que se conoce perfectamente, es cuando ya no tiene ataduras que le puedan sujetar por más tiempo a planos densos, materiales. Cuando uno ya es consciente de su estructura física, astral y mental, entonces busca destapar la abertura que le comunicará con el plano espiritual, para hacerlo también consciente. Cuando uno ya es sincero consigo mismo, parecería que se le abriera un nuevo panorama ante él.

No es posible que nos conozcan si no se es sincero con los demás, sin que sepan cómo somos, cómo pensamos. Será un ejercicio práctico para cuando el hombre de la Tierra tenga ya despierta totalmente su glándula pineal, que le comunicará mentalmente con sus semejantes. Entonces no cabrán las mentiras, los tapujos; todo será claro, diáfano.

El ejercicio del hombre de la Tierra, en estos momentos, debe ser sustituir con su palabra las deficiencias de su glándula pineal, para estar preparado, en todos los planos, a que en una nueva etapa puedan conocer, con una simple mirada, sus más profundos pensamientos y sentimientos. El hombre que transcienda a esa nueva etapa deberá estar preparado a que no haya nada en él que no sea visible para el resto de sus semejantes.

El camino es tortuoso, peligroso, con hoyos profundos y altas cimas. Pero ni unos ni otras podrán detener la marcha de aquel que ha puesto como combustible de su motor la sinceridad. Es un combustible demasiado potente para que nada lo detenga. Hay que saber conducir ese vehículo para no estrellarse con él; pero el hombre que sepa conducirlo se recuperará, avanzará, no se detendrá y servirá de espejo a aquellos otros que aún no han comprendido que la verdadera unión entre los seres humanos se consigue con amor, y al amor se llega a través de la sinceridad, de la apertura entre unos y otros.

29. La imagen de Dios.

El descubrimiento del mundo físico, astral y mental.

Los cambios de estructuras del ser humano.

El futuro de la humanidad.

30 de Enero de 1982

La vida física es una aportación que el hombre recibe del Cosmos como soporte de evolución en todos los planos.

El hombre de la Tierra adora a todo aquello que cree superior a él y le da forma humana porque, en el fondo, el hombre adora al propio hombre y adorar es someterse a algo que considera superior; pero como no conoce otra forma más superior que a sí mismo, le da forma humana.

La religión necesita de ese soporte humano para poder centrar en él sus aspiraciones. Crea santos, vírgenes y dioses, y les da una forma física para poder tomar una referencia. Necesita que su consciente conforme una imagen física que le referencie con el Todo.

Todas las religiones dan forma humana al ser supremo al que se dirigen, y esta forma humana también se concreta en los distintos avatares que han llegado hasta la Tierra: Jesucristo fue llamado el Hijo del Hombre, Buda, Zoroastro, Khrisna, todos fueron seres humanos, para poder estar cerca del gran adorador del ser humano que es el mismo hombre.

Cuando el hombre trascienda de sí mismo, entonces no necesitará una forma humana donde referenciarse y buscará en el aire, en el agua, en las plantas, en los animales y en la propia energía que le rodea, esa referencia, pero principalmente la buscará en su hermano y también en sí mismo, pero no en su cuerpo físico.

En la naturaleza el hombre tiene todo su camino y sólo tiene que abrir sus ojos para verlo. Desde la roca hasta el éter, tiene toda una escala donde referenciarse y sabrá dónde está el principio y hacia dónde se dirige, y únicamente podrá dar cuenta de aquello que conoce.

Conoce la materia en diferentes formas de manifestación, inerte y viva, y también empieza a conocer la energía que la anima. Comprende que entre un ser vivo y otro que no lo está, existen diferencias que no son meramente morfológicas o físicas. Le llama alma, le llama espíritu y, en realidad, la diferencia existente entre un ser vivo y uno que no lo está, es la energía que lo vitaliza; energía altamente especializada que lleva a todas sus células a comportarse de una manera ordenada y correcta, porque el Cosmos, a través de toda su manifestación, permite que una célula pueda, en sí misma ser un mundo, un universo. En una célula está el Todo. Y en esa especialización a nivel físico del Cosmos, las neuronas tienen un papel preponderante y definitivo en la evolución del ser humano. La más sublime manifestación de la célula es la neurona, porque ella tiene directamente impresa la existencia de su Creador. La misión del hombre es descubrir cuál es el programa que tiene impreso. Para ello, paso a paso, deberá ir descubriendo las formas o maneras de acceder a su información.

Diferentes métodos, técnicas que han sido practicadas a lo largo de siglos, permiten descubrir aspectos de la mente humana que antes, cuando el hombre vivía en las cavernas, ni siquiera podía imaginar, y parece como si ahora quisiera negar porque derrumbaría todas sus estructuras, todos los pilares que ha puesto, porque esos pilares son meramente físicos y no trascienden de ahí.

La muerte es el paso de un plano meramente físico a un plano energético. Durante un breve periodo de tiempo, breve comparado con la eternidad, un parpadeo, sirve al hombre para darse cuenta que hay una forma de realidad distinta, una forma de manifestarse el Cosmos distinta, que a su vez es una referencia para el camino evolutivo del hombre, un descanso espiritual que le hace reflexionar sobre toda su andadura. Es el sueño, el sueño al cabo de un día de actividad, al cabo de una vida de actividad.

La evolución del hombre viene marcada por altibajos, épocas de esplendor y épocas de miseria. La época de esplendor se da cuando la cultura y la hermandad entre los hombres se realiza con mucha fluidez. La época de miseria es cuando esta cultura y esta comunicación están en manos de unos pocos. En ese momento, el hombre está dando marcha atrás y el Cosmos pone su freno. En ese freno, dada la velocidad que lleva el ser humano, hay quien salta y hay quien se queda. Los que trascienden son aquellos que estaban preparados para saltar en un momento de crisis, dada su vibración.

El hombre está abocado a sufrir cambios: cambios de estructura mental y cambios de estructura física, y lo uno acompaña a lo otro. Cualquier cambio en la estructura física del hombre viene precedido por un cambio de estructura mental.

El hombre del mañana tendrá una energía mucho más coordinada y por tanto un cuerpo físico mucho más armónico, más sutil y más útil. Su mente estará preparada para poder desarrollar cada una de sus potencialidades. La muerte no será más que un ligero paso para seguir andando con nueva carga, más ligera porque el soporte físico ya no será tan importante.

La comida, el vestido y todas aquellas cosas que el hombre de la Tierra actual da tanta importancia, para el hombre del mañana serán un mero medio al que no prestará demasiada importancia. Prestará mucha más importancia a descubrir aquellos aspectos que hoy ni siquiera puede imaginar y que entonces estarán vislumbrándose. Su esfuerzo estará dirigido a desarrollar todas sus potencialidades como ser humano. Tardará mucho tiempo, generaciones, para llegar al final de 4.7 convertido en un ser perfecto como hombre. Perfecto en su mente, perfecto en su energía y perfecto en su físico.

El hombre de la Tierra actual es demasiado denso. Un choque energético cualquiera, pequeño, hace desprenderse su espíritu. La muerte es algo cotidiano porque el espíritu es demasiado ligero y sutil, su unión con el cuerpo físico es muy liviana, porque son de un grado muy diferente de vibración. La evolución del hombre hará que su cuerpo sea un enclave más sólido para ese espíritu, porque ambos estarán más próximos en vibración. Entonces la muerte será un fenómeno extraño, poco frecuente.

A medida que el hombre va evolucionando, su nivel de vibración es más armónico en cada uno de sus cuerpos. El astral estará mucho más unido al cuerpo físico. La mente estará también más armonizada con el cuerpo astral y con el cuerpo físico y será un vehículo perfecto de manifestación del espíritu. Entonces, la muerte no tendrá mucho sentido; únicamente cuando haya cumplido su objetivo y sea consciente de ello, abandonará un soporte físico y adquirirá otro, siendo los tiempos entre una y otra cosa, entre una vida y otra vida, muy cortos, mientras los tiempos de utilización de su cuerpo físico serán muy largos porque, en ese momento, su consciencia no hará necesaria la muerte tan frecuentemente como ocurre con el ser humano de la Tierra.

En un plano superior de evolución, la muerte física será como un ligero descanso y además, de alguna manera, será provocada conscientemente por el individuo, porque sabe que, tanto en un plano como en el otro, sigue estando vivo y sigue estando en comunicación con cuanto le rodea. Es un mero cambio de traje que no provoca traumas de ningún tipo.

El camino de la evolución es un camino lento en sus primeras etapas. Lento porque el soporte que utiliza es lento. De todos modos, esa lentitud no exime de andar.

La consciencia del propio entorno, del propio cuerpo físico y de aquellas energías que lo mueven, son la base de una evolución más armónica.

Tratemos de ser más conscientes de cuanto nos rodea. Tratemos de ser muy conscientes de cada cosa que hacemos y de cómo podemos estar cada día más armónicos con cuantos nos rodean, porque ellos serán, durante muchos años y durante muchas vidas, nuestras referencias más directas. No rechacemos a nadie, porque todo aquel que está cerca de nosotros nos está enseñando algo que, si no estuviese, jamás aprenderíamos, y necesitamos aprender de todos y de todo.

La humildad nos enseñará cómo podemos aprender a vivir de una forma más armónica.

Continuará….

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