CUMBRES Y LLANURAS
JOSEFA ROSALÍA LUQUE ALVAREZ
HILARIÓN de MONTE NEBO
LOS AMIGOS DE JESHUA
2a parte de Arpas Eternas
TOMO 1
44.- EL MÍSTICO HUERTO DE FILÓN
Por fin Leandro y Narciso, anunciaron a los compañeros de la Academia que los escritos del maestro Filón se hallaban listos para ser comentados y estudiados. Algunos estaban en latín, lengua que la mayoría de ellos leían correctamente; otros en sirio y alguno en arameo.
Leyéndolos, se podía penetrar fácilmente al huerto místico y secreto del gran hombre, que tan incomprendido fuera por la mayoría de los estudiosos de su época. Alma de anacoreta, Filón había vivido su intensa vida espiritual en absoluta soledad consigo mismo, y había escrito sin pensar en ser escuchado por alma ninguna, sino solo por esa íntima satisfacción del verdadero místico; al desahogar sobre las blancas páginas la explosión incontenible de sus pensamientos, de sus anhelos, que en vuelos atrevidos y difícilmente igualados, se van por letanías azules y se internan en laberintos de luz, de armonías, de ideas que ellos sólo saben comprender y sentir.
Encontraron en un amarillento pergamino éste interrogante: ¿Quién es el heredero de las cosas divinas? Y él se contestaba a sí mismo: "El que las busca hasta encontrarlas… El que las desea hasta llegar a amarlas… El que les consagra toda la vida y es como una lámpara eterna ardiendo al pié de un altar”."Más aún: es el que se ha convertido en tabernáculo donde mora la Divinidad”.
"¿Cuál es el camino que ha de seguir el alma para llegar a este punto final de su eterno vivir?”
"Es el yermo áspero y solitario”…"Mas este yermo, no es el desierto de peñascales pavorosos y de arenas ardientes que abrasan los pies”...”No es el apartarse de sus semejantes, ni el huir de las ciudades, ni vestir sayal y capuchón”..."No es el ayunar a pan y agua y someter el cuerpo físico a torturas y maceraciones”…"Es el vivir entre los humanos incapaces de comprenderle”..."Es el vivir entre el torbellino del egoísmo, del odio, de la maledicencia, de la impudicia, de la falsedad, de la hipocresía, de todas las ruindades en que vive la criatura humana, ignorante de quién es; de dónde vino y a dónde va”...” Tal es el yermo áspero y solitario en que vive el heredero de las cosas divinas”.
"Allí tendrá sed y no encontrará una fuente de aguas limpias para beber”…"Allí tendrá hambre y no encontrará sino guijarros cortantes y zarzales espinosos que harán sangrar sus labios y sus manos”... "Sentirá el cansancio y la fatiga, y no habrá un árbol que le ofrezca su sombra para descansar, ni una gavilla de heno para reposar su cabeza ardiente de fiebre”.
"Sentirá el frío de la intemperie, la nieve cayendo sobre sus carnes desnudas y no habrá quien comparta con él su techo, ni quien le ofrezca la mitad de su manto, ni una piel de bestia para cubrir su desnudez”.
"Sentirá la necesidad de un pecho amigo para desahogar la tristeza de su vida, pero no encontrará quién comparta su sentir, ni quién llegue a comprender el por qué de sus ansias, de su búsqueda, de sus insaciables anhelos”.
"Es así el yermo áspero y solitario que ha de atravesar el heredero de las cosas divinas”.
"¡Oh desventurado peregrino incansable! ¿Por qué no vuelves pié atrás y tomas la senda florida de los que ríen, de los que cantan, de los que danzan eternamente alegres y felices? ¿No les tienes envidia? ¿No les ves sonrosados y dichosos, satisfechos de la vida, corriendo siempre tras del placer? ¿No puedes hacer tú lo mismo?”.
"Así aullará la voz del mal como silbido de serpiente, enroscada en las arenas del yermo, asechando el andar vacilante del peregrino entristecido”.
"Pero cuando todo ésto haya sido soportado heroicamente y vencido; cuando todo ésto haya quedado atrás… y allá muy lejos de tu senda; ¡Oh feliz caminante de las sendas de Dios! entonces verás que se enciende tu estrella en lo alto de una colina verde y florida, donde los pájaros cantan y se arrullan las tórtolas; donde la fuente abre el cristal de sus aguas serenas, y las dulces palmeras te abanican con sus hojas, te alimentan con sus frutos; y el suave heno de los campos, alfombra la senda de tus pies, y las mieses te brindan sus espigas, y como corona merecida para tu afiebrada cabeza, la mano suave de un amigo, las rosas frescas de un amor, los lirios de la amistad... un corazón abierto a tus confidencias, dulce a tus penas, miel a tu boca lastimada de espinas, de zarzas, de guijarros cortantes”.
"El dolor, la soledad, el abandono, la incomprensión, la ingratitud, el engaño, te habrán purificado, te habrán acrisolado, hasta dejarte convertido en una lámpara eterna ardiendo al pié de un altar, en un tabernáculo vivo donde toda la Majestad Divina reposará con infinito deleite”.
"Recién entonces, vendrá a ti el poder que te hará dominar las furias del mar embravecido, la avalancha de los huracanes, que pasan devastando campos y ciudades; la voracidad destructora de los incendios; las bestias enfurecidas, los asesinos asestando puñaladas en la sombra. Entonces los ángeles de Dios bajarán hasta ti, a dialogar contigo, a traerte mensajes celestiales, a llenar tu alma de paz y de consolación. Y como a Moisés, desde los velos de nubes de nácar te dirán: "Golpea con tu vara ese peñasco y el agua saltará cantarina y fresca para calmar tu sed".
"¡Y la Divina Presencia se hará sentir en lo profundo de tí mismo, como una sinfonía angélica en que perderás la noción del mundo y de la tierra, de los seres y de las cosas, porque sólo vivirás para aquella intensa felicidad, vibrando en tí mismo como cien arpas cólicas, suspendidas desde los cielos sobre tu ser divinizado!”
"Recién entonces…comprenderás que eres un ángel de Dios, desterrado en éste valle de las angustias de muerte”.
"Y volviendo tu mirada hacia atrás, por las sendas que has recorrido, te asombrarás de haber pasado por las llamas de todas las corrupciones, sin quemarte; por las ciénagas pantanosas de los vicios humanos, sin manchar tu vestidura; por el yermo áspero y pavoroso de todos los egoísmos, desamor, ingratitud, abandono, soledad, pobreza, traiciones, ¡sin haber claudicado en tu Yo íntimo, con tu Eterno Padre Invisible!”
"Y caminando entre los hombres, o caminando en las soledades; dormido o despierto; orando o trabajando; escucharás siempre ésta misma melodía: “Bienvenido tú, hijo mío, que me has amado sobre todas las cosas y a tu prójimo como a tí mismo”…"Eres dueño de tu vida y mandas sobre la muerte." "Cuando quieras entrar en la posesión de la herencia eterna, que has conquistado; éste Reino mío que es tuyo; ven a mis brazos que te espera mi amor, para coronarte de amor".
"¡Oh feliz heredero de las cosas divinas! Lo que mucho vale, mucho cuesta. No lo olvides cuando vagando solitario y triste por éste valle de las angustias de muerte, sientas desfallecer tu corazón y caer sin alientos tus brazos ante la matadora incomprensión humana”.
"No lo olvides, cuando el desamor y el abandono siembren de escarchas y nieves tus caminos, en los que tú sembraste para otros rosas y madreselvas. No lo olvides, cuando todas las luces de la tierra se hayan apagado para ti, allí mismo donde tú encendiste luminarias para alumbrar a los viandantes de los caminos de la vida”.
"Lo que mucho vale, mucho cuesta; y no es de las criaturas más míseras y pequeñas de quien tú debes esperar nada, absolutamente nada; sino de tu Eterno Padre Invisible, que te sigue con la mirada, que sonríe con tus triunfos, que recoge con amor tus renunciamientos heroicos y los escribe con fuego divino en sus archivos de luz; que te envía sus ángeles que te guardan como a la niña de sus ojos, porque eres su heredero eterno en quien tiene sus complacencias”.
"Todo ésto y más, mucho más, que la pluma no sabe estampar, ni el pensamiento humano alcanza a percibir, a través de la vasta inmensidad de cristal en que se plasma la Idea Divina, es la herencia eterna tuya, comprada con todos los vencimientos y renunciaciones que habrán estrujado como fruta madura tu corazón; con todas las lágrimas que habrás llorado en tus múltiples existencias terrestres, sin que ninguna mano amiga las haya secado, ni ojos humanos las hayan visto, ni corazón de hombre haya compartido tu sufrir”.
"¡No lo olvides!... Para llegar a ser heredero de las cosas divinas, es necesario a veces dar saltos en el vacío, aún ignorando que los ángeles de Dios te sostendrán en sus brazos, para evitarte la caída al abismo. ¡Los ángeles de Dios que velaron sobre Jacob, pastoreando día y noche ganados que no eran suyos! ¡Los ángeles de Dios, que velaron las peregrinaciones largas y dolorosas de Abraham!, que levantaba un altar en cada jornada, y en su oración silenciosa preguntaba llorando a Jehová: — ¡Señor! ¿a dónde me llevas?... ¡Los ángeles de Dios que envolvían de luz y de fuego la persona de Moisés!, cuando calmaba la furia de su pueblo enloquecido de hambre y de sed; cuando su dedo de diamante abría grietas en la roca, y saltaba el agua en torrente incontenible; cuando escribía en láminas de piedra la eterna Ley del Sinaí”.
"¡Tu fe vacilante… podrá sugerirte alguna vez que tú no eres Jacob, ni Abraham, ni Moisés, y la desesperanza se adueñará de tu alma como helada agonía!”...
"¡Oh feliz heredero de las cosas divinas!... eres un nuevo Jacob, un nuevo Abraham, un nuevo Moisés andando por su misma senda, saboreando el mismo amargo acíbar, atravesando el mismo páramo solitario y
Pedregoso, sin más calor que el de tu propio corazón agonizante... sin más agua que la de tu Manto, que nadie secará sino el viento silbando entre los peñascos... ¿Crees acaso, que ellos conquistaron a menor precio la eterna herencia que te está destinada?”...
"¡Ya clarea tu día de gloria, de paz y de amor!”... ¡Cuán feliz serás viendo en tu mano las cosas divinas, los poderes supremos de tu Eterno Padre Invisible, morador de tu tabernáculo interno... aquél que le has formado con las cien columnas de alabastro de la pureza de tu vida; con el oro resplandeciente de todos tus sacrificios, con los velos de púrpura de la sangre viva de tu corazón, renunciando a todo cuanto halagaba tus sentidos empobreciendo tu espíritu!”...
"¡Excélsior!... ¡peregrino eterno de los siglos y de los mundos!... ¡Eres grande, porque caminas sin apoyarte en nada!... ¡Eres fuerte porque has vencido todo, y hasta a tí mismo!”
"¡Eres el heredero de las cosas y poderes divinos, porque tienes a Dios en tí mismo y para siempre!”
"¡Comprende!... ¡Oye! ¡No lo olvides nunca: eres por fin un Hijo de Dios, y ése Eterno Padre Invisible tiene en ti sus complacencias infinitas!"
La lectura de éste pergamino del Maestro Filón, les dejó a todos sumidos en profundo silencio. Lo habían escuchado de la dulce voz de Narciso de Lidya, y fue corriendo de mano en mano, pues los oyentes al palparlo, creían poder encontrar al trasluz o entre líneas, fibras del alma que se había vaciado confiadamente y sin recelo alguno al viejo pergamino, precioso estuche de oro en que el gran hombre con alma de anacoreta, había encerrado su propio corazón.
Cada uno pensaba en su propia situación espiritual, ante el "Eterno Padre Invisible que le seguía con la mirada"; y a través de ese profundo pensar, aparecían como de relieve, los desperfectos, los errores, las claudicaciones, los egoísmos, manifiestos o disimulados, que cada uno encontraba ocultos en su yo íntimo, como dañinos insectos temerosos de salir a la luz, pero que la lectura del pergamino del místico Filón, arrastraba con fuerza hacia la plena claridad.
Nada quedó oculto, ni olvidado, ni borroso, en la conciencia de los oyentes. Para Leandro y Narciso, se diseñaron con tintes vivos color de sangre el delito de su juventud, con todas las terribles consecuencias de dolor y de miseria, de abandono y de muerte, para aquellos a quienes les alcanzaron de más cerca o de más lejos. Si ellos hubieran sido capaces de vencer la pasión amorosa que les llevó al delito, ni Thabita ni Pedrito habrían sido arrastrados a la esclavitud con sus madres en plena juventud, muertas, hacía años, de dolor, de abandono y de miseria, y cuyos huesos descansaban en el humilde cementerio de los esclavos detrás del cañaveral.
Los tres Apóstoles de Cristo, recordaron con amargura las disensiones y rencillas, que en sus años de convivencia con el Hombre Luz, genio divino de la paz y del amor, habían surgido entre ellos por pequeñas divergencias en los modos de ver de cada cual. Recordaron sobre todo, aquella vez que el Maestro, con su dulce suavidad, les anunciara que los discípulos de Juan el Bautista pedían unirse a ellos a la muerte de su maestro; tan manifiesto y cruel fue el desagrado de todos, que Él pronunció aquella dolorida frase: "Sembré en vosotros el amor; y la simiente se ha secado."
Aquellos ocho cautivos de las rígidas leyes del Templo, vieron surgir en la penumbra lejana sus ancianos padres desolados en su abandono, esperándoles siempre con la lámpara encendida, sin que ellos volvieran jamás, ni aún para cerrar sus ojos en la hora de morir. Y eso, por el mísero dulzor de un placer, por una debilidad, o por el orgullo y la soberbia de pretender escalar cumbres de sabiduría, para la cual no estaban preparados. La ambición de renombre y de fama en el campo de las Ciencias Ocultas, les habían llevado al tremendo fracaso, causando con ello la amarga desolación y angustia en sus desventurados padres, que los vieron partir del hogar plenos de juventud, de ilusiones y de vida, y no les vieron volver jamás. Y el Eterno Padre Invisible tenía grabado en su Ley: ¡Honra a tu padre y a tu madre todos los días de tu vida!
Y cada uno encontraba en su mundo interno, algo de qué reprocharse, algo de mezquindad, de injusticia, de egoísmo, en que había sacrificado la lealtad debida al amigo, la fidelidad al amor, la conmiseración al hermano desamparado, el culto para sí mismo y el olvido para los demás; lo más grande y bello para sí..., lo despreciable que sobra, para el hermano que camina penosamente al lado.
Todo esto surgía a flor de agua, del pozo profundo de la propia conciencia, a la llamarada viva del pergamino del maestro Filón.
El silencio de honda meditación se prolongaba, y aquellos en cuyas vidas breves y dolorosas no se levantaba ninguna voz acusadora, sentían la vibración de angustia, de zozobra que irradiaban los demás.
La intuición de Zebeo fue la primera en manifestarse al exterior. —Hermanos —dijo con su voz entrecortada por la emoción—. El Maestro Filón nos ha hecho bajar esta noche a lo más profundo de nuestro mundo interno, en el cual hemos encontrado, seguramente, muchas larvas y orugas dañinas y muy pocas flores dignas de ser presentadas al altar de Dios.
No olvidemos la parábola del hijo pródigo, que nuestro Divino Maestro deshojó para nosotros en un dulce anochecer en la Aldea de Bethsan, mientras viajábamos con Él a Jerusalén. En ésa parábola, brotada como un rosal de amor del corazón del Divino Maestro, está encerrada nuestra esperanza de redención, de resurgimiento a una vida nueva de perfecta equidad, que nos convierta en herederos de las cosas divinas, en verdaderos hijos de Dios.
La sala biblioteca estaba anexa al Oratorio, y llegaron trémulos y dolientes los versículos del Miserere, cantados por el coro de las doncellas compañeras de Thabita: —"Ten misericordia de mí Señor, que clamo a Tí desde el profundo abismo en que me encuentro..."
Ya comprenderá el lector, hasta qué punto ése doliente cantar del Rey David, penetró en las almas de los concurrentes a la Academia.
Pasaron todos en silencio al Oratorio, y prosternados ante el altar de las Tablas de la Ley, dejaron que el llorar del verdadero arrepentimiento, los purificase para siempre de todo cuanto podía hacerlos indignos de ser herederos de las cosas divinas.
Si las leyes que rigen los cielos de luz en que moran los justos, permitieron al místico Filón percibir el efecto causado en los primeros lectores de su pergamino, es lógico pensar que la bienaventuranza conquistada por él, debió adquirir maravillosas proporciones.
Tal es el premio y corona de los humildes que dejan tras de sí, estelas radiantes de su talento privilegiado, de su genio creador de incomparables bellezas, brotadas silenciosamente del alma como suprema aspiración al Infinito, sin haber pensado jamás en su engrandecimiento personal.
45.- LOS DESTERRADOS Y LAS ALIANZAS
Un segundo pergamino del maestro Filón, les llevó a la noche siguiente hacia horizontes tan vastos..., de tan soberana amplitud, que les parecía por momentos, quedar convertidos en pequeñas luciérnagas, que de los humildes jardines terrestres fueran transportadas por las poderosas alas de un águila gigantesca hacia regiones luminosas de la inmensidad infinita.
Las edades… quedaban como cendales de sombras. Los siglos… como puntos oscuros marcados en una hoja de papel… El tiempo desaparecía en la Eternidad, ese algo sin principio ni fin, que la mente humana no alcanza aún a comprender.
Era cosmografía pura. Se veían sumergidos en el Cosmos, en el Gran Arman, Causa Primera y Única, Alma viva y eterna de los mundos.
El pergamino titulado: "Los desterrados y las alianzas", les llevó a recordar unas palabras memorables del Divino Maestro: —"En la casa de mi Padre hay muchas moradas. No todo os puedo explicar ahora, porque no me comprenderíais. Pero el día llegará, en que todas las cosas sean tan claras como la luz del día para vosotros".
Y ellos comprendieron que ése día había llegado, en el pergamino que acababan de desenrollar. Comenzaba así:
"Desde la eternidad sin principio, la Eterna Potencia tejió con su aliento inmensas nebulosas, cargadas de fuerzas estupendas, de actividades maravillosas, que esparcieron como puñados de arenillas de oro, soles y estrellas, a millares de millones por la inmensidad infinita. Y así surgieron los mundos, enlazados unos con otros por vínculos indestructibles y eternos, que en danzas gigantescas y giros vertiginosos, perfeccionan sus vidas como el artista del pincel perfecciona su lienzo, y el escultor modela una estatua hasta hacer de un trozo de mármol una figura humana, que emite el pensar, el sentir, el sufrir, y el querer de un ser con vida propia”.
"Nada queda por hacer al Eterno Artífice de los mundos que se van poblando de vidas paulatinamente, a medida que adquieren la capacidad necesaria para producir, conservar y perfeccionar esas vidas”.
"Y en ese infinito y maravilloso rodaje, unos aventajan a los otros como eternos viajeros del Infinito, que corren más y más hasta alcanzar el ideal supremo de vida perfecta; de igual manera que las humanidades y vidas sostenidas y alimentadas en ellos”.
"La caravana eterna y grandiosa de los mundos, se asemeja a las pequeñas caravanas en los caminos de la Tierra, que se mueven continuamente, ya en agrupaciones que los hombres han denominado "Sistemas", ya aisladamente en pequeños grupos íntimos, como si entre los inmensos soles que resplandecen en la inmensidad, hubiera también afinidades, amistades, familias”.
"Es fácilmente visible, para el observador inteligente, la solidaridad que existe entre los globos de un mismo sistema y aún de todos los sistemas de un determinado campo sideral”.
“Y como se observa ésta invariable solidaridad entre los mundos, la hay igualmente entre las Inteligencias Superiores que les guían, dirigen, y encauzan su progreso incesante; su evolución eterna a través de incontables edades”.
"Son como hermanos nacidos de un mismo seno materno, cobijados bajo un mismo techo, alimentados por el mismo pan”.
"Concretándonos tan sólo a nuestro universo de mundos visibles desde la Tierra, en que ruedan majestuosamente muchos Sistemas grandes o pequeños, compañeros o vecinos del nuestro, podemos decir que Setenta Inteligencias Superiores, llamadas Mesías, vigilan incesantemente las humanidades que los habitan”.
"Cuando el alumno de una Escuela, ha llenado en absoluto el programa de un año de estudio, es llevado a un aula de enseñanza superior; de igual modo ocurre en los mundos, con las almas destinadas a encarnar en ellos. Evolucionan los globos y evolucionan las almas. Y los Maestros de éstas grandiosas Escuelas, hacen de tiempo en tiempo, o sea de ciclo en ciclo la debida selección, a fin de que la evolución de las humanidades esté a tono con la evolución del globo que habitan”.
"Y de esta ley ineludible y eternamente en vigencia, viene a resultar, que al hacer los Maestros la debida selección, encuentran parte de una humanidad retrasada, en relación con el adelanto del globo que habitan”.
¿Qué harán con esa porción de almas retardadas en su progreso eterno? No pueden abandonarlas, porque el Amor es ley universal en todos los mundos. Las entregan a la tutela del Maestro o Guía de un mundo de inferior evolución, a donde van con la consigna de colaborar con él, para la instrucción y elevación de aquella humanidad más primitiva. Y éste es el origen de las grandes e indestructibles alianzas entre esas almas retardadas, recogidas con infinito amor por un Maestro a cuyo sagrado manto se prenden con locuras de amor, llamándole su padre, su salvador, su conductor, su guía para toda la eternidad.
"Lo que refiero en términos generales, debo concretarlo con referencia a nuestro globo terrestre”.
"Había llegado la hora solemne y grandiosa en los anales eternos del Planeta Venus, en que la Ley
Suprema del Amor, debía reinar en absoluto”.
"Donde el Amor reina, todas las leyes sobran —dice el viejo proverbio. Allí terminan las prisiones, las cadenas, las esclavitudes, las tiranías, las penalidades de toda especie. Es el Reinado eterno del Amor”.
"Pero en Venus había una porción de almas retardadas, en quienes estaba vivo y fuerte el egoísmo de lo tuyo y lo mío”.
"Estaban pues fuera de tono para la evolución del Planeta Venus. Debían ser conducidas a otro globo inferior. El Mesías de aquel Planeta llegado a la morada de paz, de sabiduría y de amor; la dulce Odina comparada por los más sutiles clarividentes a un ser tejido con hebras de luz estelar, en un vergel de lirios blancos, llamó en su auxilio a su hermano gemelo de evolución, el Mesías de la Tierra, mundo de inferior progreso, para que tomase en tutela a los retardados de Venus. Y desde ésa hora grandiosa y solemne, una legión de espíritus venusinos, bajo la égida soberana del Mesías de la Tierra, entraron en su esfera astral, para tomar una nueva existencia carnal en el plano físico terrestre”.
"He ahí el origen de la gran alianza de amor de los retardados venusinos con Jeshua, el Mesías del amor, de la paz, de la fraternidad, en ésta Tierra a donde fueron traídos para colaborar íntimamente con Él, en la redención de esta humanidad. Por ésta razón se puede pensar, dentro de una buena lógica, que todos los fervientes amadores del Instructor o Mesías terrestre, que en casos determinados arrostraron hasta la muerte por El y por su doctrina salvadora, serán seguramente aquellos retardados venusinos que trajeron de su patria de origen la vehemencia en el amor; la impetuosidad a veces inconsciente al emprender cualquier obra de relativa importancia, sin detenerse a pensar en el éxito, ni temor al fracaso; como si un poderoso impulso les arrastrara a saltar por encima de todo, para llegar al fin que se propusieron. De ésa atrevida legión venusina, que supo valorar el amor con que el Mesías Terrestre les cobijaba entre sus brazos, salieron sin duda alguna, los valerosos mártires de todas las épocas en que hubo luchas entre la libertad y la tiranía; entre la tolerancia y la intolerancia; entre la cruel arbitrariedad de leyes injustas, y la equitativa solución de los problemas humanos”.
"La humanidad originaria de la Tierra, tiene una deuda grande para saldar con esa legión valerosa de desterrados venusinos, que han fecundado con su sangre los valles terrestres, donde han vaciado generosamente lo mejor y más noble de las numerosas encarnaciones realizadas unas en pos de otras, en páramos estériles a sus esfuerzos de siglos, viéndose incomprendidos y maltratados de visionarios o de ilusos a causa de sus visiones más amplias, más altas, más generosas. Es necesario comprender que, para Venus los retardados eran Inteligencias adelantadas para la humanidad terrestre, llegada apenas al primer despertar de la conciencia”.
"Y siguiendo por el campo maravilloso de las deducciones lógicas, debemos comprender también, que existe en el corazón divinizado del Logos, o Mesías Terrestre, un amor grande, pleno de predilecciones tiernísimas para los nobles desterrados de Venus, su patria de origen, que aunaron esfuerzos, fatigas y anhelos, para hacer de ésta Tierra otro jardín venusino, en que reine para siempre el amor, la paz, la verdad y la justicia”.
"Entre los desterrados de Venus, deben estar seguramente los maestros de la armonía, los artistas de las cuerdas, del pincel, de la poesía, de la forma plástica”.
"En nuestro Sistema Planetario, es Venus el globo en que ha florecido el amor con mayor exuberancia y brillantez. Desde allí traen los ángeles de Dios, como ofrendas florales, los más bellos poemas de amor que nuestros vates estampan en sus libros o en maravillosas creaciones musicales”.
"Jeshua era el gran desterrado del Sistema de Sirio, el Divino Logos; y los desterrados de Venus, fueron sin duda alguna los colaboradores de la primera hora con que contó el Mesías de la Tierra, para la redención de esta humanidad”.
"¡Mártires sublimes del amor, el amor será vuestra recompensa eterna!”...
"Otros siglos pasaron, lentos para el plano físico y para los encarnados en él, pero demasiado rápido para la Eternidad en la cual todo es hoy. Y por idéntica causa que en el planeta Venus, el Mesías terrestre recogió también con amor otras legiones de desterrados de Mercurio, de Júpiter, de Saturno… Y entonces, a la ola de amor que llegó desde Venus, vinieron a unirse varias corrientes de aspecto diferente, pero todas encaminadas a la evolución y progreso de la humanidad primitiva de ésta Tierra”.
"Es así de magnífica y certera, la visual soberana de la Suprema Inteligencia Creadora y Conservadora de los mundos”.
"Cuando en la primitiva humanidad terrestre brillaban los primeros destellos de la inteligencia y de la razón, llegaban desde mundos lejanos a encarnar en medio de ella, espíritus cultivados en los múltiples conocimientos, que forman hoy el vasto campo de las ciencias conocidas; en primer término la astrología y la botánica, que eran a la vez religión y terapéutica”.
“El Mesías Terrestre fue pues, el Director supremo del numeroso núcleo de maestros, que bajo su tutela inmediata, darían a la humanidad niña del planeta Tierra, las enseñanzas adecuadas al grado de evolución de las distintas razas y porciones de humanidad, que iban apareciendo en los Continentes surgidos a través de edades y de siglos del seno profundo de los mares azules”.
"La más antigua sabiduría de los hierofantes egipcios, disimulada hábilmente bajo símbolos que sólo ellos sabían descifrar, había estampado en los primeros templos de Menfis y de Tebas este grandioso y magnífico poema símbolo:
"Un gran manto azul extendido en la techumbre abovedada de la sala inhóspita, sostenida por setenta columnas enormes, representación en mármol de los Setenta Instructores o Genios Tutelares de éste Universo de mundos viables desde la Tierra. Y en el inmenso manto azul turquí, diseñados en oro el hemisferio celeste norte y el hemisferio celeste sur, con los soles y estrellas que en aquellas remotas edades se habían dado a conocer, a los pocos e ignorados hombres capaces de comprender qué eran y qué papel desempeñaban en el infinito azul; esas gotas de luz y de fuego, que brillaban incandescentes como lámparas eternas en la azulada inmensidad del espacio. Y suspendido de un cable de oro, un globo de cristal enorme que simbolizaba el planeta Tierra, en el cual estaban diseñados y visibles los océanos inmensos, y los continentes que, tímidos y medrosos, iban surgiendo del seno de las aguas".
“Del globo de cristal pendían de cuatro cadenillas de oro, cuatro cubos de piedra; una carmesí, otra negra, otra amarilla y otra blanca. Eran símbolo representativo de las cuatro razas originales, que formarían en el futuro toda la humanidad terrestre. La raza llamada Rot o roja; la Amu o amarilla; la Halasín o la negra, la Toman o blanca”.
"La raza Rot… representada por el cubo de pórfido, que había surgido en el Continente Atlante y que al desaparecer devorado por el mar, dejó parte de sus ramas fecundas, prófugas de las olas bravías, que se refugiaron en el Atlas gigantesco; fue la Mauritana hija del sol, en el noroeste africano”.
"La raza Amu o amarilla… originaria de Lemuria, devorada también por los mares y cuyos restos dispersos se agruparon en las montañas del Asia Oriental”.
"La raza Halasín… originaria del Archipiélago Célebes, que fuera Continente gemelo de Lemuria y desaparecido antes que ella, estaba simbolizado en la piedra negra; un brillante cubo de basalto negro, reluciente como diamante al rayo solar.
"Y por fin… la raza Toman o blanca, surgida de entre los hielos del norte solar, imagen viva de las nieves eternas y del iris tornasol de las auroras boreales”.
"Los hundimientos de grandes porciones de tierra y las invasiones de unas razas contra otras, traían como consecuencia lógica las emigraciones en masa o en grupos, de prófugos de las olas devoradoras o de las hordas bárbaras, que ya del Norte o del Sur, del Oriente o del Occidente, se precipitaban sobre las tierras más fértiles en busca del mejoramiento en sus condiciones de vida.
"Cuando la hermosa y fértil Atlántida se hundía bajo las olas del mar, en la parte sur de sus vastas extensiones tuvo lugar la primera emigración de una Tribu de la raza de Thot, llamada roja por el rubio cobre de sus cabellos y el rosado vivo de su piel. Dicha Tribu estaba gobernada por un Patriarca, que era Iniciado en la Sabiduría Oculta de los Profetas Blancos de Anfión, llamado el Rey Santo de Orozuma; primera encarnación terrestre del Avatar Divino en el Continente. Su progenie descendía en línea recta de un hijo de Senegaldo, padre de Anfión”.
"Era de la fe y de la sangre del gran Rey heraldo eterno del Amor fraternal entre los hombres, por lo que sufrió el penoso destierro de treinta años, en que terminó su vida heroica, dejando como único testamento éstas palabras escritas con un punzón al rojo sobre una lámina de madera: "He soportado un destierro de treinta años por evitar una guerra destructora de vidas humanas, y con ello he predicado a los hombres la grandeza divina del Amor Fraterno".
"El Patriarca de ésta Tribu prófuga de las olas, se llamaba Trimegisto, que recibió el anuncio del cataclismo que se avecinaba, del gran Patriarca de los Profetas Blancos a quien asistió en su lecho de muerte”.
"Él le había dicho en sus últimas horas: "No está en la ley que tú perezcas con los de tu sangre, en el avance de las aguas que se producirá de aquí a seis lunas. Emplea cuanto tienes, en adquirir lo necesario para una peregrinación larga a través de Poseidonia, hasta llegar a Los Gigantes (1) donde puedes reposar tranquilo hasta buscar tierras de regadío, que encontraréis caminando siempre hacia el oriente."
"Y el Iniciado Trimegisto había obedecido al anuncio, y de Poseidonia había pasado a Mauritania, donde se abrigó con su Tribu en las grutas de “Los Gigantes” en cuyas inmediaciones había pobladores de oscura piel y de muy contrarias costumbres, por lo cual continuó su peregrinación lenta y penosa hacia el Oriente”. .. (1) La cordillera Atlas en Mauritania (África).
“¡Mi santo Rey Anfión! —clamaba Trimegisto en su desolado abandono—. Si desde tu Reino Invisible
puedes ver mis angustias y mi deseo de conseguir un suelo fértil sin disputárselo a nadie, guía mis pasos, no
por mi vida sino por la de mis hijos y los hijos de mis hijos, y los siervos fieles que llegamos entre todos a una centena”.
"Y cuando llevaba diecisiete años de peregrinaciones continuas, su Rey Santo le guió a un Oasis de grandes dimensiones, donde un bosque de palmeras le brindaba su sombra y sus frutos, y un lago azul de dulces aguas, hacía florecer el valle cubierto de abundantes pastos. El lago estaba alimentado por un río que
venía de lejanas tierras del Sur, perdidas allí muy lejos detrás de grandes montañas”.
"Le llamó Shior, que en su lengua significaba Salvador. Era el río Nilo que desembocaba en el lago azul del bosque de palmeras, porque en aquel entonces no existía el Mar Grande o Mediterráneo, cuyo seno se abrió cuando el gran cataclismo que hundió a Atlántida rompió las montañas, y el Océano invadió los valles”.
"A los diecisiete años de duro peregrinaje, encontró el Iniciado Trimegisto una tierra de paz donde abrir su sepultura. Contaba setenta y siete años y tenía catorce hijos, treinta y cuatro nietos, veintiún bisnietos y varias veintenas de servidores con hijos y familiares”.
"Un descendiente del Patriarca Trimegisto cuyo nombre era Potemis, descubrió en la otra ribera del lago un pequeño grupo de hombres vestidos de pieles de animales, que hablaban una lengua semejante a la suya. Eran sólo diez y no tenían mujeres ni hijos, pero tenían la fuerza necesaria para edificar un altar bajo una choza de troncos y de hojas de palmeras”.
"Cuando Potemis regresó a la Tribu con la noticia del encuentro que había hecho, el viejo Patriarca Trimegisto, con noventa años de vida se hallaba casi ciego y sus cansados miembros no le sostenían de pie, por lo cual estaba siempre sentado sobre una piel de león que era también su lecho”.
"Al escuchar la noticia de su tataranieto Potemis, exclamó lleno de santo gozo: "Ahora cerraré tranquilo mis ojos a la vida de la carne, porque los míos encontraron a los hijos de Numú, el pastor de vida eterna, y con ellos será el comienzo de la vida nueva que me fue anunciada”... Trimegisto murió como muere toda carne, y fue sepultado en un sitio escogido del valle sobre una colina de basalto”.
"Los que le habían amado, en unión con los diez prófugos del feliz encuentro, erigieron un monumento que era templo y panteón sepulcral, y que encerraba en su estructura misma, el gran símbolo de la verdad oculta que sólo ellos conocían en aquel entonces: la gran Ley de la evolución de la Naturaleza, de todo cuanto tiene vida. El monumento al exterior era un enorme monstruo de trozos de roca, echado sobre la colina-sepultura de Trimegisto, mirando al lago azul que alimentaba el río Shior.
Las extremidades de la enorme bestia eran garras de león; el cuerpo era de un gigantesco toro; sus costillares estaban cubiertos por enormes alas de águila, y sobre su cuello erguido como una columna, se levantaba una cabeza humana con toca sacerdotal, como la usada por Anfión el Rey Santo y sus Profetas Blancos. Bajo el monumento la colina fue excavada, y allá muy adentro y a mucha profundidad se erigió el altar, y debajo de él fue guardado el sarcófago de basalto negro en que descansaban los huesos del Patriarca Trimegisto, primer poblador del valle del Shior”.
"Pronto apareció un gran amontonamiento de bloques de piedra a la orilla misma donde el río se sumergía en el lago. Y los años posteriores vieron levantarse un enorme cubo de piedra, que al correr de los siglos y cuando el gran cataclismo devoró el Continente Atlante, era ya un Templo Escuela y Refugio de perseguidos y de abandonados”.
"La gran Cordillera se había partido en dos, como una granada madura; las aguas del mar invadieron el valle, y lo que habían sido fértiles campos de mieses, quedó convertido en un gran mar cercado de costas
bravas en todas direcciones, por lo que se le dio el nombre de Mar Grande primero y Mar Mediterráneo después”.
"Y el Templo-escuela quedó a su orilla y a poca distancia el monumento funerario del Patriarca Trimegisto, primer poblador de los valles del Shior. El tiempo tiene a veces poder para cambiar muchas cosas de la faz de la tierra y así, las generaciones que siguieron llamaron Esfinge a la gran bestia con cabeza humana, cuyo origen desconocían; y al Shior le llamaron Nilo; y al gran cubo de piedra, Templo Escuela y Refugio, lo llamaron Neghadá que en la primitiva lengua iniciática de aquella hora lejana significaba: Vida de paz”.
"¿Qué diría el espantoso monstruo, o sea la enigmática Esfinge, a las generaciones que fueron apareciendo como granos de arena en el valle del Nilo?”
"Los primeros Iniciados de las Ciencias Sagradas lo descubrieron de inmediato: Significaba la Evolución de la chispa divina, emanada del Eterno Poder, que recorre todos los aspectos de la vida en el reino animal primero, hasta llegar al humano adelantado y sublimizado por la Sabiduría simbolizada en la toca sacerdotal que corona la cabeza de la Esfinge”.
"Todo estaba escrito, simbolizado y demostrado con piedra, en aquella remota edad que por eso fue llamada la Edad de Piedra”.
"La humanidad primitiva de la Tierra, en su gran mayoría, se manifestó hostil a las legiones de desterrados de los globos hermanos, que durante largas edades debieron soportar tremendas angustias, martirios, suplicios, muertes. La Ley es inexorable y perfectamente justa. Cuando ellos fueron la porción de humanidad retrasada en sus planetas de origen, habían sometido a idénticos sufrimientos, a los seres evolucionados que luchaban por implantar la Ley Divina con todo su magnífico cortejo de verdades, de bellezas, de supremas realidades”.
"Más..., el alma que ha llegado a levantar un tanto el velo, tras del cual guarda el Eterno Invisible sus arcanos y sus designios, no debe asombrarse de ésta lucha milenaria, promovida por la ignorancia en contra de la verdad revelada a los capacitados para comprenderla”.
"Es verdad… que entre las legiones de ignorantes y de retrasados, se encuentra una tercera clase de espíritus, instrumentos voluntarios y conscientes del mal, que con audacia increíble, luchan por mantener a las masas populares en completa ignorancia de la Verdad, como medio de perpetuar el dominio sobre ellas en provecho propio”.
"Estos son los adoradores del becerro de oro, que impulsaron a Israel en el desierto hacia la idolatría, para anular así la Ley del Sinaí, que en ése mismo momento recibía y grababa Moisés en tablas de piedra”.
"Estos son los tiranos, los déspotas que en todas las épocas de la evolución humana, ahogaron con sangre la voz de los profetas, de los mensajeros de Dios, de los heraldos de la Verdad, del Bien, de la Sabiduría”.
"Esta porción de espíritus, conscientemente malvados, no son muchos, y son siempre los mismos que encarnan en épocas determinadas, en un continente o en otro, en una raza o en otra, produciendo cataclismos, derrumbes de dinastías y de civilizaciones, hasta hundirse ellos mismos en la destrucción completa de su individualismo como un Yo pensante, para volver al informe conglomerado de gérmenes vivos que deberán comenzar de nuevo esa larga cadena de vidas rudimentarias, entre el polvo de la tierra o en lo profundo del mar”.
"En las remotas épocas prehistóricas, llamadas por los geólogos y paleontólogos, período paleolítico y
período neolítico, estos seres conscientemente malvados encarnaron en los continentes Célebes y Lemuria, en una raza o dinastía que se llamó Sierpe-roja y apareció de nuevo en Atlántida en la raza Azteca. Ya en la época de la Historia, hicieron su aparición entre la raza Asiria, en la cual fue el tristemente célebre Nabucodonosor, el monstruoso ejemplar de maldad”.
"Y a través de los siglos… han ido quedando terribles retoños en diversos países y civilizaciones, como para mantener alertas a las legiones del bien, evitándoles dormirse sobre los viejos laureles”.
"Mientras el globo terrestre no pase del mundo de expiaciones y de aprendizaje, su deficiente evolución dará siempre lugar a esas infiltraciones del Mal, en medio de humanidades que aún no adquirieron la clara conciencia y discernimiento del Bien y del Mal; puesto que para ellos todo bien está en la satisfacción de sus instintos y sus deseos y todo mal en la negación de ellos”.
"De tal manera… que el acumular tesoros materiales que proporcionan vida regalada y placentera, es el sólo bien que buscan y al que aspiran. Y el carecer de todo ésto,… es el único mal que temen”.
"Se explica pues fácilmente, que entre tales humanidades puedan triunfar por un tiempo, ésas inteligencias conscientemente malvadas, que han producido tan desastrosos acontecimientos, y que han puesto en evidencia y sobre pedestales de gloria, a tantos mártires de la Ciencia, de la Verdad y del Bien."
Terminada la lectura de éste segundo pergamino del maestro Filón, comenzaron los comentarios suscitados por él… Encontraban versiones comprobatorias de las viejas "Escrituras del Patriarca Aráis" miembro y testigo ocular, de la actuación que tuvo la "Fraternidad Kobda" en la civilización prehistórica del Éufrates y del Nilo; y como miembros descollantes de ella, Bohindra, el creador de la Gran Alianza de Naciones Unidas, Adamú y Evana, progenitores del Avatar Divino de aquella hora: Abel, llamado el Santo en la antiquísima Tabla Abydos, que se dice fue mandada a grabar en jeroglíficos en la época del Faraón Sethí I, que fue aquél que hizo Virrey de Egipto a José hijo de Jacob; vendido como esclavo a mercaderes egipcios, por sus propios hermanos. En dicha Tabla, indestructible documento de piedra, aparece Adam-mena como el primer Faraón de las dinastías conocidas por la Historia. Las "Escrituras del Patriarca Aldis", el que acompañó a su hijo Adamú al gran Santuario de Neghadá, lo da como el último Parahome que hizo guardar la Ley de los Kobdas.
—Pareciera —observó el apóstol Matheo— un mandato superior… que el progenitor del Avatar Divino de aquella hora, fuera el broche que cerrara la era gloriosa de la Civilización sostenida durante más de un milenio por la Fraternidad Kobda.
—En efecto —afirmó Leandro de Caria— porque después de Adam-mena, vino la primera invasión de los Hicsos, de la cual sólo quedaron en pié la Esfinge, las Pirámides y el Templo subterráneo de Ipsambul. En mis largos años de estudio en el Templo de Osiris, el dios de los muertos, según le llaman los hierofantes egipcios, encontré versiones referentes a los más antiguos monumentos del país y a viejas historias grabadas en piedras; pero nunca pude tener ante mi vista los comprobantes de esas versiones; pues para eso se necesita haber merecido llegar a la alta jerarquía de Hierofante Concejal, que son los candidatos al Supremo Pontificado. Y yo no escalé esas cumbres.
—Hermano Leandro —observó el apóstol Zebeo— creo que sin ser yo Hierofante, ni haber tocado el cordón de sus sandalias, poseo algo que a ti no te dejaron ver.
— ¿Cómo?... ¿Tú has llegado ahora, cuando los Templos son ya una cosa muerta? —dijo Leandro.
—Es verdad amigo mío; pero el Cristo mi Maestro me acercó al corazón de un Hierofante de alta jerarquía, hijo de un Gran Sacerdote del Templo de Amon-Rha.
— ¡El Príncipe Melchor! —dijeron varias voces a la vez.
— ¡Habéis acertado! —volvió a decir Zebeo—. Ya sabéis que él me hizo heredero de muchos de los documentos de su archivo, y administrador de un legado perpetuo, que hizo a favor de todas las doncellas pobres que quieren formar hogar.
Por hoy, demos por terminada la tarea, y mañana… si os parece, revisaremos juntos ésos viejos documentos, que forman un legajo bastante voluminoso.
46.- EL ARCHIVO DEL PRINCIPE MELCHOR
Esa misma noche, el apóstol Juan se hizo cargo de la carpeta que contenía los escritos del maestro Filón, para estudiarlos individualmente.
Una extraña e íntima afinidad, existía en lo profundo de su yo con el filósofo alejandrino, que había hablado muy poco en público, pero que había vaciado su pensar y su sentir en numerosos pergaminos que eran por sí solos toda una escuela de altos conocimientos.
Eran estudios áridos y penosos, para la mayoría de los miembros de la humilde Academia del Lago Merik, y se dedicarían privadamente a ellos, los tres apóstoles del Cristo, con Felipe, Leandro y Narciso.
Con los demás hermanos, revisarían los relatos y los descubrimientos arqueológicos del Archivo del Príncipe Melchor, en el cual había numerosos croquis, mapas, rutas marítimas y terrestres; de diversas tierras de Arabia, de Mauritania, del desierto del Sahara, dominio de la gran raza Tuareg, del África del Este y del África Sur.
Por pura vocación, Melchor, a más de astrólogo, había sido un arqueólogo consumado. Por lo cual, estudiando su Archivo, se podían conocer regularmente, las costumbres, las creencias, la evolución de las razas, y las rutas seguidas por ellas en las emigraciones generales o parciales, de los pobladores de continentes o países determinados.
La sangre de dos razas se hallaron mezcladas en él: la árabe por su madre y por su padre la egipcia; y ambas estaban bien marcadas en el carácter y en la vida toda de ése gran amigo de Jeshua: la resistencia dura y firme de la Arabia de piedra y la dulce frescura de las praderas rientes del Nilo.
Con igual perseverancia y amor… había recorrido a lomo de camello las montañosas regiones del Mar Rojo, de Marián y el Sinaí, en busca de los rastros de Beni-Abad, fundador de la raza árabe; como las márgenes frescas y fértiles del Nilo, hasta su nacimiento en las montañas de la lejana Etiopía, buscando en las arenas calcinadas y en las grutas milenarias, las huellas de Mizraitn el fundador de la raza egipcia. Tenía pasión por conocer el origen de todas las cosas, su camino a través de los siglos y el fin que habían tenido.
En eso sólo, había gastado su vida que casi llegó a los cien años.
Y su auto-biografía… que él llamó "Memorias de un solitario" comenzaba así:
"No he vivido para mí sino para mi indomable deseo de conocer el principio y el fin de todo lo que existe debajo del sol y alrededor del sol."
Las Memorias de éste sabio y santo hombre que se llamó Melchor de Horeb, no fueron seguramente escritas con el deseo de dar a conocer su vida, de la cual bien poco se ocupaba en ella, y así lo juzgaron nuestros amigos de la Academia del Lago Merik.
Dichas Memorias… eran más bien el relato minucioso de todos los descubrimientos arqueológicos que había hecho, y a través de los cuales pudo hacer magníficas deducciones, y muy lógicas hipótesis referentes a las distintas razas y civilizaciones creadas por ellas, en las más lejanas edades y en los continentes en que florecieron esas civilizaciones, que yacían hundidos en lo profundo de los mares.
Su padre debió transmitirle, ése implacable deseo de conocer el origen de todas las cosas, su marcha progresiva y su final; y tuvo los medios de satisfacerlo, puesto que llegado a Gran Hierofante del Templo de Amón-Ra, fue dueño de examinar el arca de pórfido, que guardaba todas las Escrituras Sagradas del Antiguo Egipto. El hijo, o sea Melchor, heredó aquel milenario Archivo, y tanta fue su fiebre de comprobar, de palpar, de ver con sus ojos lo que su anciano padre sólo había visto en las Escrituras del arca de pórfido, que su vida fue la de incansable viajero… En las montañas y desiertos de la Arabia de Piedra, no sólo había encontrado las huellas recientes, puede decirse de Moisés, sino que halló las de Beni-Abad, el noble Caudillo que después de fundar una raza y crear muchos pueblos, se retiró en el ocaso de su vida al seno de la Fraternidad Kobda, buscando el descanso de su espíritu en el acercamiento a Dios.
Y en las Escrituras del Patriarca Aráis, que le obsequiara Jeshua de Nazaret a sus veinte años, pudo comprobar que sus descubrimientos no eran una ilusión, sino una realidad.
En el viejo y secreto archivo de su padre, encontró un diminuto libro de láminas de marfil, unidas por un anillo de oro, en las cuales había numerosos grabados, en extraños signos, figuras, rayas, puntos. Envolviendo el pequeño libro estaba la traducción, en una tela de lino que los avezados lingüistas del Sacerdocio egipcio, habían interpretado de acuerdo al valor que daban a los signos, los hombres de las pasadas edades.
Era el relato hecho por dos Flámenes lémures, que al frente de una Tribu familiar habían emigrado a través de los mares del Sur, hacia Occidente, cuando las aguas comenzaron a subir a su país que nombraban
Nukulandia.
Ese relato, era un rastro perdido en la noche de los tiempos, que interesó enormemente a los discípulos del Señor, como ellos se llamaban, pues allí debían encontrar sus huellas luminosas, en las lejanas personalidades de Juno y de Numú, de que hacían referencia las " Escrituras del Patriarca Aráis".
El amor tiene curiosidades sublimes. Y Matheo, Juan y Zebeo, sentían aún la llaga viva de la muerte de su Maestro, y todo cuanto pudiera engrandecerle y glorificarle, significaba para ellos un poderoso calmante, un lenitivo al hondo dolor de haberle perdido.
La traducción en Kopto antiguo, pudo ser leída por Leandro y traducida al hebreo, que era familiar a todos.
El relato comenzaba así:
"El Atman Soberano, fue con nosotros en el desamparo de las aguas traidoras, que devoran tierras y
hombres. Nosotros, Keril y Kinde, Flámenes de la Vieja Escuela que llega hasta Juno el buen genio del mar, y hasta Numú, el pastor de los esclavos, grabamos en hojas de marfil la azarosa aventura de nuestra vida. En unión con los siervos del gran Atman que quisieron seguirnos, emigramos de nuestra tierra amada Nukulandia, que se hundía bajo las aguas del mar. Los sueños reveladores nos dijeron, que bogando al occidente encontraríamos una tierra fértil y rica, con montañas como altas murallas y con valles regados por buenas aguas… Y cuando las estrellas nos avisaron el buen tiempo, en tres balandros y seis pailebotes nos lanzamos al mar, sin más amparo que el Señor de los cielos, y sin más guía que los astros amigos de los hombres. Pasadas cuarenta y dos lunas en tragedias inexplicables, vimos las montañas como murallas de la tierra desconocida, al pié de las cuales se vaciaba un gran río en el mar”. (1)
"Éramos treinta y siete hombres y veintitrés mujeres, esposas de algunos, y hermanas de otros”.
"Desembarcamos en aquella costa brava, y nos refugiamos en una caverna cuya entrada daba hacia la embocadura del río”.
"Con la misma luz encendida en el último fuego de la tierra nativa, encendimos la primera hoguera de la patria nueva que llamamos Nukulandia, y Ofir llamamos al río que nos brindaba el agua dulce para nuestra sed”.
“Siguiendo la tradición, cortamos un trozo de roca lo más largo que nos fue posible y lo plantamos a la puerta de la caverna, junto a la hoguera. Era nuestra ofrenda de gratitud al Gran Amo del mundo, que había amansado las olas donde bogaron tranquilas nuestras débiles embarcaciones. Este Menhir (2) aseguraba para nosotros una estabilidad feliz y duradera en la patria nueva, que tenía mucha semejanza con la hermosa Nukulandia que nos quitó el airado mar”.
"Entre nuestros seguidores, había dos clases de trabajadores: los mineros y los cazadores de mamuts, (3) que habían traído los elementos necesarios para ello”.
"Quince lunas nos llevó el recorrer la nueva tierra, y el construir las cabañas para cada familia en derredor del Menhir y de la caverna que fue nuestro templo”.
“El sitio elegido para nuestra patria estaba cercado de montañas inaccesibles, y a poco fuimos descubriendo, que por las márgenes del río, había grandes bosques y tierras de verdes pastos donde abundaban grandes mamuts, grandes ciervos y caballos de río (4) que eran una gran promesa para nuestros cazadores”.
"El marfil de los unos y las pieles y carnes de los otros… eran la seguridad de nuestras vidas”.
"Pero ¿qué haríamos con la riqueza del marfil, si no había con quien comerciar? Caminando lunas y más lunas, por las márgenes del río encontramos una tribu de nativos de color "oscuro de la piel y pequeños de estatura” que huían con espanto de nosotros, al vernos de doble tamaño que el suyo. Unos hombres que llamaban Zumbaleses, porque su tierra se llamaba Zumba; otros Matocos y otros Chivarnos”.
“Por miedo… se nos hicieron amigos y aprendieron de nosotros la cacería del mamut y el arte de romper las rocas y sacar los tesoros que ellas guardan”.
"Al principio nos llamaron los gigantes del río grande, al que nosotros llamamos Ofir. Nuestros mineros descubrieron mucho hierro amarillo en aquellas montañas y piedras de luz, (5) que fuimos almacenando en la gran caverna que nos cobijó a nuestra llegada. Esperábamos salir por la costa del mar en busca de pobladores, con quienes establecer relaciones comerciales, ya que nuestro gran tamaño nos abría todas las puertas porque todos nos tenían miedo, y algunas tribus de nativos se sometieron voluntariamente y trabajaron con nosotros”.
"Estas gentes no pueden vivir a gusto, si no tienen un amo que los gobierne, y pronto buscaron uno entre nuestros seguidores. Nosotros dos nos reservamos el derecho de maestros, para enseñarles la justicia del bien obrar; entre todos eligieron como Caudillo al más alto y fornido de los gigantes, como nos llamaban, que era un hombrazo de ciento ochenta y seis lunas y que estaba recién unido en matrimonio con una hermana nuestra; pues nosotros dos, Flámenes de la Vieja Escuela de Ofir, capital de Nukulandia en Lemuria, somos hermanos por la sangre y hermanos de escuela espiritual, y trajimos con nosotros nuestras dos hermanas doncellas, que quedaron solas a la muerte de nuestros padres”.
"Escrito a cuarenta lunas de nuestra llegada a este país."
Keril y Kinde
"Posdata… a ciento ochenta lunas de nuestra llegada... "ahora sabemos que ésta tierra la llaman Tierra Negra, por el color moreno de la mayoría de las razas que la pueblan”.
"Hemos conseguido poner a flote un gran barco velero, encallado en nuestra costa, con el cual pensamos salir mar adentro, en busca de compradores para la gran cantidad de hierro amarillo, de piedras de luz arrancadas a éstas montañas, y del más bello marfil de los mamuts que abundan en estos bosques”.
"Por nuestro río Ofir llegan navegantes que hablan de grandes países hacia el norte y de un río inmenso, que hace producir a las praderas dos cosechas en doce lunas”.
"Que el Eterno Atinan Invisible nos tenga siempre a la vera de nuestro luminoso Emigorio, (6) dominador de las tormentas y pastor de los humildes, para que como Él, hagamos de los tesoros que nos brinda la tierra, la dicha y la paz de nuestros semejantes."
El librito de hojas de marfil estaba concluido y el silencio de la Academia, significaba que todos estaban absorbidos por sus pensamientos.
Por fin habló Matheo.
—A través de ésta lectura, —dijo— se descubren varias cosas que estaban ocultas.
(1) En la costa del África Sur, el rio que hoy se llama Zambeze que desemboca en el Océano Indico.
(2)Monumento y altar… que en la remota prehistoria levantaban en todos los pueblos.
(3)Así llamaban a los elefantes.
(4)Los hipopótamos.
(5)Diamantes.
(6)Un genio tutelar
—En efecto —afirmó el diácono Felipe—. A ver si coincidimos en lo que hemos descubierto.
—En los relatos que nuestro pueblo conserva, referente al Rey Salomón, se menciona muy marcadamente el oro de Ofir que traía en sus barcos desde lejanas tierras, y con él cubrió altares, columnas, cornisas, techumbres, zócalos y todos los utensilios destinados al culto. Nadie hasta hoy pudo indicar el sitio preciso de ese célebre Ofir, tan pródigo en el codiciado y valioso hierro amarillo, como dice éste escrito en un libro de marfil.
—El mismo pensamiento he tenido yo. Claro está, que éste relato es de muchos siglos anterior a nuestros reyes de Israel; pero eso no se opone a que este Ofir del sud-este de África, sea la fuente de donde el Rey sabio se proveyó de tanto oro y marfil como no se ha dicho de ningún otro rey de su tiempo.
—También el Rey Darío de Persia derrochó oro y marfil hasta en las puertas de sus caballerizas — observó Matheo— pero también éste puede haberlo traído de los depósitos hechos durante siglos por aquellos pobladores gigantescos venidos de Lemuria.
—Yo he creído ver en ese Emisario luminoso o genio tutelar, que esos flámenes mencionan a Juno mago de las tormentas y al Pastor Numú de que hablan las escrituras del Patriarca Aldis —dijo el apóstol Zebeo.
—Justamente —afirmaron varias voces—. ¡Siempre el gran Maestro iluminando las Edades, las Civilizaciones y los pueblos! —exclamó Boanerges como si viera a lo lejos la visión magnífica y radiante del Mesías terrestre, con una antorcha encendida iluminando las tinieblas de ésta humanidad.
—Aquí aparece una vitela antigua, amarilla por los años, con un salmo del Rey Salomón —dijo Zebeo
revisando el gran cartapacio del Príncipe Melchor.
Está escrito en arameo, lengua de la cual gustaba mucho el Rey de los Cantares de amor.
Oídlo; —Y Zebeo leyó—:
"Jehová me hizo Rey de un numeroso pueblo”.
"Jehová me hizo amigo de muchos Reyes poderosos, desde el Nilo hasta el Éufrates y en ambas costas del
Mar Grande”.
"Jehová me dio el oro, el marfil y los diamantes de las cuevas del Ofir, cuna de los hombres gigantes”.
"Jehová me colmó de bienes y de gloria”.
"Sólo un mal me hizo Jehová: me dejó el corazón dentro del pecho, en vez de darlo como alimento a los
Buitres”.
"¡Oh Jehová grande, eterno y poderoso!... ¡Pude edificar un grandioso templo de oro y marfil para Ti!”
"¡Pude levantar palacios y jardines para la esposa hija del Faraón!”
"¡Pude cubrir de oro y diamantes a los reyes amigos, a mis favoritos, guerreros y servidores!”
"Pero no pude nunca hacer callar mi corazón… que buscaba amor, lealtad, seriedad, desinterés”.
"Y cuando le hube encontrado, como una corona de brillantes perdido entre lejanas montañas, lo alejaste
para siempre de mi lado, y soledades de muerte envolvieron mi vida como un sudario”.
"¡Oh Jehová sabio y poderoso! ¡Tú sabes lo que es un corazón de hombre, pues fue hecho por Ti!”
"¡Tú sabes que cada fibra suya, es un grito que pide amor!”
"Y si Tú formaste con fibras de amor el corazón del hombre ¿por qué le mandas disecar esas fibras y quemarlas a fuego lento, como un miserable insecto en la luz de una candela?”
"¡Oh Jehová… santo mil veces y justo otras mil! ¡No puedo comprender a veces, tus pasos cautelosos en torno de ésta vida febril y tempestuosa, que me haces vivir!”
"¡Me diste mucho oro, numerosos pueblos, riquezas que jamás terminan; sembraste palmas de gloria en mi camino!”
"¡Me diste sabiduría, me descubriste el secreto de tus creaciones todas del universo, pero me has quitado el amor, que era la luz y la vida de la vida mía!”...
"¡Oh magnífico Señor de todo lo creado! ¡Eres el dueño del amor! ¡El amor te rodea, te glorifica, está en Ti y fuera de Ti! ¡Eres el Amor mismo!”...
"Y yo que soy tu criatura hecha por Ti, a semejanza tuya… ¿he de vivir sin amor?”
"¡Oh Jehová… mil veces bueno, y piadoso… otras mil!”
"¿Por qué me has quitado el amor y me has envuelto en el sudario helado de la soledad del corazón?”
"Y si me has quitado el amor ¿por qué me dejas la vida en ésta helada soledad más fría y triste que la muerte?”
"¡Oh Jehová, Señor de los mundos y de los seres grandes y pequeños!”
"No puedo comprender a veces… tus pasos silenciosos en torno mío”.
"¡Has sido generoso conmigo! i Todo me has dado, menos el amor que yo amaba!”
"¡Yo sé que eres -justo y bueno y piadoso!”
"¡Ten piedad de tu indefensa criatura hecha de amor y sin amor! ¡Oh, sácame el corazón del pecho y que viva yo como las rocas duras y frías, donde se estrellan las olas del mar y se rompen tus tempestades!"...
El candelabro de siete cirios, que había sobre la mesa de la Academia, hizo brillar como diamantes al rayo del sol, muchas lágrimas silenciosas que se deslizaron por algunos de aquellos rostros, cuyos dueños sentían sin duda a su propio corazón quejarse con la misma queja tierna y profunda, brotada de la pluma y del alma del Rey Salomón.
A la siguiente noche de Academia, revisaron otro manuscrito en la misma lengua que aquella del pequeño libro de marfil. Pero éste aparecía escrito en un libreto de pieles de antílope, curtidas y recortadas prolijamente.
Tenía éste epígrafe: "ANTES DE NUESTRA PARTIDA"... Parecía ser una especie de testamento, de los dos Flámenes lémures que habían guiado la tribu de los gigantes prófugos de Nukulandia, en la desaparecida
Lemuria.
Comenzaba así éste relato:
"Nosotros dos Keril y Kinde, habiendo vivido en la carne una centuria, pensamos que debe estar cercana la hora de la partida, y debemos decir lo que no hemos dicho hasta ahora”.
"El Atman Supremo es poderoso y fuerte, y bate a sus criaturas como a las olas del mar, y unos chocan contra otros como las olas furiosas contra las rocas que estorban su paso”.
"Los Flámenes creados hace millares de lunas, por Juno el marino y por Numú el pastor, en torno del fuego sagrado encendido por Él sobre su altar de piedra, nos dispersamos en un día ya borrado por los siglos, porque Sierpe-roja puso sobre nosotros un Gran Flamen de su estirpe, que infiltró el veneno de la discordia, la ambición y el orgullo en nuestras filas. Como una fruta madura, seca y podrida, las semillas se esparcieron en muchas direcciones. Había que huir para que Sierpe-roja no nos estrangulara a todos los rebeldes a su voz. Dos veces éramos prófugos: de las olas que subían y de Sierpe-roja que nos estrechaba en sus poderosos anillos”.
"Dejamos nueve discípulos entre la tribu ya numerosa, y cada uno de esos nueve, lleva inoculado hasta la médula, la ley de Juno y de Numú que dice:
"La llama de mi fuego destruye la corrupción y purifica lo que es divino”.
"La llama de mi fuego, enciende y alimenta el fuego de todos los hogares y dora el pan y cuece los alimentos y caldea el aire en todas las cabañas”.
''La llama de mi fuego enciende todos los hachones, las antorchas y las lámparas, para que ninguna choza ni tienda, ni cabaña, permanezca oscura”.
"Estos nueve serán los maestros, cuando nosotros hayamos partido hacia el Fuego Eterno de Atman. Y toda la Tribu deberá obedecerles y dejarse guiar por ellos, si no quiere verse disgregado y deshecho como nosotros nos vimos dispersados, al igual que semillas arrojadas a los cuatro vientos”.
"Nada hemos sabido, de aquellos de los nuestros que huyeron a tierras del norte, creyéndolas más seguras que éstas de occidente, de pocos siglos aparecidas a flor de agua”.
"Nosotros dos Keril y Kinde pensamos que en tierras nuevas, sería más fácil arraigar la plantación nueva también, de nuestras leyes y costumbres. Nuestra inspiración fue certera, porque antes de partir hacia la luz de Atman, El nos ha dejado ver, numerosas tribus hacerse amigas y hermanas de la nuestra”.
''Toda ésta tierra es como un conjunto de islas grandes, entre muchos lagos de aguas amargas y ríos de aguas dulces. Y ésto es una prueba de que no hace muchos siglos que éstas tierras estuvieron sumergidas en el mar, que un día lejano levantó sus entrañas a la luz del sol, y son éstas ricas montañas cuajadas de hierro amarillo y de piedrecillas de luz”.
"El mar es mudo y guarda celosamente grandes secretos; pero Atman dio a su criatura semejante a Él una chispa de mi fuego radiante, y su criatura piensa y arranca al mar y a las montañas, parte de sus grandes secretos”.
"Nuestros mineros encontraron al romper las montañas, restos de enormes peces, convertidos en piedra. Un monstruoso nuevrasos (7) rojizo y reluciente, hecho todo una sola piedra, como esculpido de pórfido. Una verdosa Cerdaña. (8") enorme, semejando cadenas tejidas de esmeraldas. Todo hecho piedra”.
“¡Qué espantoso cataclismo desató Atman en el mar, que le hizo vomitar sus entrañas de piedra en revuelto amontonamiento de picos que se enredan con las nubes y de cavernas para refugio de los hombres! ¡Y ésta es la nueva Nukulandia, que hemos venido a habitar tus prófugos hijos del fuego de Juno el marino y de Numú el pastor!... ¡Ten piedad de nuestra pequeña vida como una luciérnaga en tus jardines eternos; ¡oh Atman poderoso y fuerte, que con sólo tu pensamiento cambias de sitio las montañas y los mares, los ríos y los bosques!”...
"En la entraña de un monte de tres grandes picos que cubre eterna nieve, y al pié de los cuales serpentea un riachuelo de dulces aguas, hemos abierto una cueva que será nuestro panteón sepulcral, donde descansarán nuestros huesos y los de todos los maestros de la Tribu Nukulatia. Allí se guardarán los tesoros sobrantes de las necesidades de todos, para construir en un día lejano quizá, las Cuarenta Torres del Silencio. Santuario-Refugio y Escuela de todos los continuadores de Juno el mago de las tormentas, salvador de vidas humanas, y Numú el buen pastor de los esclavos”.
“Hacedlo así, hijos de Juno y de Numú, y jamás saquéis el tesoro guardado en los sepulcros de vuestros padres, mientras saquéis de vuestra labor diaria lo necesario para vuestra vida”.
"Que el gran Atinan y su divino Mensajero sean con vosotros, para que cumpliendo su ley vuestros pensamientos y toda vuestra vida, sea una continuación de la que visteis vivir a vuestros padres y maestros”.
Keril y Kinde
Continuará…
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