7 de agosto de 2010

¡Basta de secretos, basta de mentiras! – Parte 2

 

Manual para el despertar de la semilla estelar!

Las Revelaciones Sirianas – Patricia Cori

http://wayran.blogspot.com

LA SIEMBRA DEL HOMO SAPIENS

Capítulo 2

Queremos conduciros a la visión investigadora de un punto del continuo espacio-tiempo que podemos decir que ocurrió, en términos de vuestro tiempo lineal, hace unos cien mil años. Indica un punto muy significativo de los acontecimientos que se desarrollan en vuestro cuadrante galáctico, cuando una interferencia de energías altamente destructivas dujo a que Fuerzas de la Luz de muchas dimensiones se implicarán directamente, algo justificable por servir como un "acto consecuencia” (realizado como consecuencia de algo), más que como una intervención.

Llamadas de ayuda desde los ámbitos superiores se propagaron desde el universo material a través de las cuerdas de LUZ del Cosmos y nosotros simplemente no pudimos pasarlas por alto -aunque sabíamos que había algo mejor que hacer que intervenir directamente en los sucesos que tenían lugar en esas civilizaciones.

A medida que la llamada resonaba como las campanas de las iglesias a través de los cielos, Fuerzas de la Luz de dimensiones superiores, Seres Angélicos y las Deidades Celestiales se unieron para ayudar a sanar el espacio, irradiando oleadas de amor y de luz a los seres vivientes del ámbito físico y deseando que se restableciese el equilibrio.

Muchos seres conscientes de la quinta y la sexta dimensión retrocedieron hasta volver a la materia, dando nacimiento a una nueva oleada de trabajadores de la luz que ayudarían a restaurar el equilibrio entre la oscuridad y la luz en el teatro 3D. Lentamente, las energías cambiaron y el péndulo comenzó a regresar al centro.

Allí donde la luz brilló en la oscuridad, hubo un renacimiento del Espíritu, y la Red de Luz Gossamer volvió a lucir con la radiación. No obstante, la densidad de la materia parecía atraer al alma colectiva y no pasaría mucho tiempo antes de que las vibraciones inferiores arrojasen una vez más vuestro ámbito a una violenta discordia.

La lucha continúa eternamente, pues así es la naturaleza del Universo. Cuanto más denso es el dominio de la existencia, mayor es la polaridad que empuja y atrae a la conciencia desde sus expresiones cristalinas de perfección cosmométrica a tales manifestaciones de discordia y perturbación, tal como os halláis experimentando en tantos niveles de vuestra existencia terrestre.

En la dualidad del universo material, este es un proceso necesario, y os recordamos que la disolución de la materia es tan bella como su creación, pues ambos aspectos son interdependientes.

A medida que los seres, los planetas, las estrellas y galaxias enteras ascienden por la espiral de la evolución, otros son recién nacidos en la materia, y con estos 'recién nacidos' el proceso comienza otra vez. Esto es lo que mantiene al Universo en equilibrio.

Es la naturaleza de toda la existencia. A pesar de las oleadas de Seres de Luz que habían retrocedido hasta la realidad física, nuestros Mayores se dieron cuenta de que el equilibrio en vuestro universo se había perturbado completamente, que la luz se estaba apagando, y que eran muy pocos los trabajadores de la luz encarnados como para alterar de manera significativa el patrón vibratorio que se había formado en el espacio tridimensional y restablecer el equilibrio.

Parecía que, sin intervención divina, el ámbito que conocéis como el universo se hundiría en una oscuridad abismal -y finalmente se extinguiría-. Se formó un Consejo de Ángeles Guerreros, Andromedanos, Maestros Ascendidos, Seres de Luz de la séptima, octava y novena dimensiones, Mayores de Sirio y Emisarios de la Luz Pleyadianos, para decidir el modo más efectivo de servir a la Luz en esos ámbitos.

Fueron prudentes, pues sabían que, al intervenir, alterarían el karma de civilizaciones enteras, atadas continuamente a la dinámica del espacio karma de civilizaciones enteras, atadas continuamente a la dinámica del espacio material.

Juntos, dieron nacimiento a la idea de sembrar una súper-raza de seres de luz que irían a servir corno monitores del universo material -los Nuevos Centinelas de la Luz-. Ese, queridos amigos, fue vuestro destino.

Por toda la Red Gossamer se propagó una llamada y pronto se corrió la voz por todo el Universo de que tal experimento -el alumbramiento de una raza de seres físicos con cuerpos de luz capaz de anclar las frecuencias superiores- estaba en la etapa de planificación.

El atrevido diseño nacido de su unión fue compartido con trabajadores de la luz de esos mundos tridimensionales en apuros y con los Seres de Luz de las dimensiones superiores. Moviéndose como de puntillas sobre las líneas fronterizas de la ley universal, el Consejo 'conectó' con líderes de muchas civilizaciones remotas... para que se les unieran.

Las respuestas fueron abrumadoramente (pero no completamente) a favor del Proyecto semilla estelar. La primera consideración fue la selección de un planeta hospitalario que pudiera ofrecer las condiciones más favorables en las que incubar una especie maestra de seres físicos con cuerpos de luz.

Tenía que ser uno que pudiera permanecer aislado durante bastante tiempo para que la raza germinara de manera segura, cristalizara y encontrara el entorno perfecto en el que proliferar. Ahora bien, el planeta anfitrión tendría que ser accesible a la comunidad galáctica de mundos extraterrestres, que finalmente participaría en su desarrollo.

Tenía que ser uno que ofreciera un entorno atmosférico y biológico ideal, pero que no hubiese desarrollado todavía una especie inteligente avanzada, pues eso alteraría el resultado... así como porque el experimento habría interferido en el proceso evolutivo de cualquier civilización preexistente.

La Tierra gritó, su wam (la 'firma' musical del alma) impregnó todos los niveles de conciencia del Cosmos. La música de la Tierra sonó en los cielos, sin perturbación alguna, pues ninguna civilización indígena avanzada había arraigado jamás en su tierra virgen. Electricidad estática que ahora resuena desde Gaia. Sólo existían las armonías superiores de sus frecuencias vibratorias resonantes y el latido seguro, constante, de su corazón.

Como chakra de la garganta de vuestro sistema solar, fue reconocida como el centro de comunicación perfecto del cuadrante de vuestro universo material, mediante una inteligencia que está mucho más allá de vuestro mundo, por aquellos que contemplaban desde la distancia el planeta verde azul y vieron que el vuestro era, ciertamente, un Jardín del Edén.

La Tierra era un territorio inexplorado, un planeta remoto preparado en todos los sentidos posibles para recibir el disparo evolutivo que la catapultaría hacia arriba por la espiral. En investigaciones posteriores realizadas por el Consejo, sus miembros observaron que, a pesar de su multiforme fauna, su llora exuberante y la abundancia de sus minerales, el tercer planeta a partir del ardiente núcleo de Ra parecía estar progresando muy poco hacia el desarrollo de una especie inteligente.

Millón de años, el 'hombre-mono' Homo erectus seguía caminando por la Tierra, sin evolucionar más allá de un estado relativamente salvaje, en una existencia de mera supervivencia. Se consideró que la Tierra era el hábitat perfecto en el que dar a luz a la Raza Dorada.

Fue 'un matrimonio acordado en los cielos'. Se llevaron a cabo intensos estudios del medio ambiente de la Tierra –las plantas distintivas y los reinos animales- y se realizaron investigaciones sobre cómo se produjo la biodiversidad como reflejo de las distintas variables geofísicas y climáticas.

Se comprendió que tal diversidad ofrecería condiciones ideales para la siembra de especies extraterrestres, en la medida en que sus entornos originales pudieran replicarse en los ecosistemas de la Tierra. Y ¡oh las aguas abundantes! Ningún otro planeta ofrecía tal abundancia del elemento portador-de-vida (el recurso esencial para la vida a través del Universo).

Los ingenieros del Gran Experimento sabían que si tenía que evitarse el debilitamiento del banco genético de la especie, tendría que introducirse en el ADN matriz un equilibrio de diversos códigos genéticos, para que tal cruce fortaleciese la raza, más que debilitarla, como sucede a menudo en otros mundos y en especies aisladas.

La Tierra ofrecía la diversidad ecológica y los recursos necesarios para introducir con éxito los diferentes códigos genéticos y garantizar su incubación. Estos son los verdaderos orígenes de las cuatro razas originales de la Tierra... tan únicas en su estructura, al mismo tiempo que con una naturaleza y un propósito 'galáctico' común.

Resulta difícil de explicar, en vuestras teorías arqueológicas y en vuestras teorías evolucionistas del eslabón perdido, la aparición aislada en vuestro planeta de cuatro razas simientes distintas.

Podemos deciros que estos son los arquetipos de las razas originales, cuyo material genético fundamental formaba la 'sustancia' primordial de vuestra raza, mientras que los patrones vibratorios y la secuenciación de los seres extra-dimensionales (los de los ámbitos superiores) se tejieron en los complejos códigos de luz de vuestro increíble ADN de doce hélices o hebras.

El material genético de estas cuatro razas primigenias estaba unido en el programa de la especie del Homo sapiens. Al combinar el ADN de las cuatro razas en una matriz, los maestros-genetistas variaron las hebras para que el material genético predominante que resultaba de una frecuencia planetaria o estelar fuese sembrado en esos climas específicos de Gaia que más se parecían a los del entorno original, convencidos de que facilitarían así el desarrollo del prototipo.

Esto, insistimos, tenía como objetivo fortalecer vuestro banco genético, ya que el entrecruzamiento eventual del Homo sapiens aseguraría, de este modo, vuestra supervivencia. Se identificó el clima y los recursos disponibles que mejor reproducían las condiciones de los planetas de origen genético.

La unión del ADN y la mezcla de material genético estuvieron determinadas, en parte, por la existencia de estos entornos bio-receptivos, en los que se plantaría la semilla de vuestros antepasados.

Igual que vosotros, en vuestra selección de jardinería de árboles, plantas alimenticias y flores, tenéis gran cuidado en calibrar la luz perfecta, el suelo y la humedad para facilitar lo más posible la fortaleza de la planta y el rápido crecimiento en su nuevo mundo, así también los maestros-genetistas rápido crecimiento en su nuevo mundo, así también los maestros-genetistas entornos de la Tierra.

Esta es una explicación extremadamente simplista de como el hombre moderno se desarrolló en vuestro planeta, no solo como una especie completamente distinta de los animales y el 'hombre-mono1, sino también como una especie con características raciales distintas.

Ayudaros a imaginar cómo esas distintas razas surgieron en diferentes puntos del globo, mucho más allá del tiempo en que vuestros registros escritos intentaron dar cuenta de la increíble diversidad de vuestra especie.

Puede ayudaros a comprender por qué el modelo darwiniano fracasa tan estrepitosamente a la hora de describir los verdaderos orígenes de la evolución humana, modelo que nunca descubrirá el 'eslabón perdido'... igual que nunca reconocerá al primer Homo sapiens como los perfectos cristales de cuarzo de mundos y dimensiones remotas.

La formulación del código genético original supuso un esfuerzo colectivo de esas razas donantes, y seres de luz de muchos ámbitos participaron en el proceso. La Familia de Luz infundió el resplandor en la matriz, mientras que los maestros-genetistas os conectaron a la tierra con material genético de los seres terrestres indígenas (Homo erectus), galvanizando el experimento con amor y con la intención de que el Propósito Supremo fuese servido.

Las razas primigenias seleccionadas se consideraron prototípicas de los elementos de la Tierra y resonaban con los cuatro colores primarios: negro, rojo, blanco y amarillo. A partir de estos se mezclarían nuevos colores y posteriormente emergerían nuevas características raciales.

Este era el diseño original para vuestra estructura física, emocional y mental. Era la paleta de colores del artista. Existe un planeta en un punto lejano de vuestra galaxia conocido como Engan, cuyos campos gravitacionales y condiciones atmosféricas son, en muchos aspectos, similares a los de las regiones desérticas de la Tierra.

Planeta caliente y seco, sus limitadas zonas acuáticas y sus escasas lluvias son valoradas como recursos fundamentales, mientras que el oro abundante y los preciosos filones de minerales no tienen importancia para su población.

Mucho más antiguo que Gaia, Engan ha visto el nacimiento y el renacimiento de incontables civilizaciones, la última de las cuales comenzó a morir más o menos en el momento del Proyecto Semilla Estelar, cuando la retirada de los océanos del planeta, a causa de la destrucción de la atmósfera, causó una situación de sequía tan grande que alcanzó proporciones insostenibles.

Lo que vino a continuación, naturalmente, fueron muertes masivas que redujeron la población hasta casi la extinción. A petición de sus Ancianos, los engenos fueron los primeros en acceder a participar en el Gran Experimento, pues sabían que, al hacerlo, su simiente seguiría viviendo, en una Utopía donde el agua abundaba.

El material genético de los engenos, seres de fuerza física, fuerza vital y sexualidad superior, se añadió al banco genético y el suyo sería el material genético primordial, dominante, del ADN humano. Conocéis esto como la raza negroide; podéis asociar los engenos al color negro.

El prototipo de dominancia-engeña del Homo sapiens se depositó en los climas más calurosos de los diversos ecosistemas de la Tierra, aquellos que se parecían más a su planeta árido, caliente, como el continente de África y los países de la costa panasiática, incluyendo Australia y las islas de la región.

La segunda raza original -la Atl- era una civilización altamente evolucionada del sistema estelar de las Pléyades, una constelación de estrellas situada en el epicentro de vuestra galaxia. Conocéis a sus descendientes como 'pieles rojas1.

Se unieron a la siembra de vuestro gran planeta para ofrecer el don del amor incondicional a la matriz humana. Su participación en el Gran Experimento aseguró que el corazón sagrado se anclase en vosotros; estableció vuestra increíble capacidad de compasión hacia toda vida y vuestra habilidad para intercambiar esa energía con todos los seres vivientes de la creación.

Se sembraron en esas tierras que se desarrollaron en el continente perdido de la Atlántida, allí donde poderosas cumbres y montañas definen el horizonte. Sus descendientes modernos pueden hallarse todavía en las tierras cubiertas de nieve y los altiplanos de la Tierra: en los Himalayas tibetanos, los Andes, las Montañas Rocosas... y son los esquimales, los 11 bótanos, los peruanos, los mayas y los nativos de las Américas.

La tercera raza original, que identificaríais en las poblaciones asiáticas (la raza amarilla), tiene sus raíces a gran distancia de vuestro sistema solar, en un planeta mucho más allá de donde llega la percepción habitual de la NASA y lejos del alcance de sus telescopios. Remoto y aislado, su anciano planeta de origen se hallaba, en muchos sentidos, en una crisis similar a la de vuestro mundo contemporáneo.

Condiciones de grave superpoblación y la edificación de sus sofisticados recursos tecnológicos, había llevado la civilización a su punto final, en el que se hallaban simplemente auto-destruyéndose.

En tanto que unidad inconsciente de seres vivientes, habían entregado su poder a la tecnología hasta tal punto que habían llegado a ese abismo evolutivo hacia el que ahora se está deslizando la raza humana -un mundo de robots cada vez

más poderosos y cuyo espíritu declina-. Habían estado intentando integrarse en otros mundos (huir de sí mismos, en cierto sentido), cuando sus redes de comunicación intergaláctica captaron la llamada para el Proyecto Semilla Estelar.

Eran maestros de la comunicación basada en la lógica y maestros de la tecnología, verdaderos arquetipos del hemisferio cerebral izquierdo. Fueron sembrados en las áreas geográficas en las que la Tierra ofrecía entornos cálidos que mantienen relativamente constante la humedad y altas temperaturas, pues ese es el ecosistema que mejor reproduce los elementos geofísicos de su planeta natal.

La raza aria -que identificáis como la raza blanca que puebla vuestro mundo- tenía sus raíces en la Constelación de Orión. Era una civilización tecnológicamente avanzada, que había vencido los obstáculos del viaje intergaláctico y había viajado lejos, yendo cada vez más lejos, queriendo comprender la vastedad de toda la existencia.

Eran exploradores decididos, a quienes su naturaleza emprendedora había conducido siempre a nuevas orillas -curiosos visionarios de mundos que tenían todavía que conocer... y que conquistar.

Ellos aportaron a vuestra constitución una voluntad primordial y el deseo de destacar y dominar como especie. Es la parte de vosotros que está siempre buscando, que rechaza la limitación y que se crece con los retos.

Su planeta, el quinto a partir de su estrella central, era relativamente frío y su sol era más frío que el vuestro, y el suyo era, en un sentido estrictamente físico, el material genético más delicado que se iba a introducir en la matriz. Su piel era totalmente blanca, carente de pigmentación y requerían una protección casi total de la intensa radiación de Ra.

El prototipo de Homo sapiens con dominancia aria necesitaba los entornos más fríos, más oscuros que vuestro planeta podía ofrecer, pues de otro modo nunca hubiera podido sobrevivir a la fase inicial de la siembra.

Fueron alimentados en las tierras templadas entre los polos del planeta, donde rayos oblicuos reproducían del mejor modo posible los de su propio sol, y donde su extremo aislamiento geográfico ofrecería los retos que precisaban para sobrevivir.

Esta era la ecuación original -los cuatro elementos primarios de vuestra constitución galáctica-. Los engaños (tierra), maestros del ámbito físico, os dieron vuestra fuerza y vuestra resistencia física, vuestra fuerza procreadora y vuestro instinto de supervivencia.

Los atl (agua) realzaron vuestra capacidad de amor y de sentiros afines a todos los seres vivos que os rodean. Los asiáticos (aire) os otorgaron vuestra enorme habilidad para razonar y os comunicaron su intelecto superior, y la conciencia aria (fuego) aportó a la siembra la voluntad primordial y el empuje para lograr cosas y a rebelarse ante las adversidades.

El quinto elemento, la conexión anímica planetaria, se halló en el ADN del Homo erectus, el primate más destacado de la Tierra. Este ofreció la forma y la estructura primordial del Homo sapiens, al mismo tiempo que os enraizaba para siempre en la esencia anímica de Gaia.

Tened cuidado con no aplicar vuestros prejuicios habituales a estos prototipos. Ninguna es superior a la otra, pues sois, en casi todos los sentidos, uno y el mismo. Dentro de todos y cada uno de vosotros se halla el material genético de las cuatro razas extraterrestres (en medidas sutilmente distintas).

Dentro de todos vosotros, igualmente, está conectado el ADN de los Seres de Luz de dimensiones superiores y el de las criaturas indígenas que caminaron a dos pies desde el momento del primer amanecer, mucho antes de que el Homo sapiens naciera en el planeta Tierra.

Viendo esto desde una perspectiva siriana de proporciones cosmométricas, reconoceríais que los maestros-genetistas implicados en vuestra siembra se preocuparon mucho de cumplir con las direcciones sagradas.

Las cuatro direcciones principales (este, oeste, norte, sur) están representadas en las cuatro razas principales; el arriba en los códigos de luz de los ámbitos superiores, y el abajo en el hombre-mono que evolucionaba lentamente - enraizándoos al Planeta Tierra. Estos elementos de diseño cósmico se unieron cuidadosamente, dando origen a la séptima dirección, el adentro de vuestro ser -asiento de vuestra alma-.

Hemos indicado, sólo brevemente, cómo los cuatro elementos de la Tierra, aspectos quinta esenciales de vuestra existencia en el planeta, se hallan tipificados en las cuatro razas raíces. Estos constructos multidimensionales han de mantenerse en el recuerdo a medida que avanzarnos, pues estamos profundizando en las raíces de vuestra conciencia y podéis oír el sonido de vuestro ego (esa parte de vosotros que ha sido entrenada y programada para ver al otro como diferente de vosotros) sonando resistente a la realidad de vuestra constitución multirracial, multidimensional y extraterrestre.

Estáis comenzando a recordar cómo la conciencia de vuestra raza está arraigada en las estrellas y que vuestro programa genético incluye el ADN de muchas razas. Se trata de un recuerdo ancestral, enterrado en las profundidades de vuestro subconsciente... mucho más profundamente de lo que vuestras mentes lógicas han estado preparadas para hurgar hasta ahora.

Esa es la razón por la que la mayor parte de la raza humana sigue juzgando negativamente a aquellos que son de otro \olor1. Atrapados en la polaridad extrema de los campos de la Tierra, la mayoría de vuestra raza todavía ve la diferencia antes que la similitud (el mutuo desarrollo y los dones que se manifiestan a través de la coexistencia pacífica y el entrecruzamiento).

De hecho, debéis recordar que, si no fuese por esa diversidad genética, la raza humana simplemente no habría sobrevivido, del mismo modo que poblaciones enteras de flora y de fauna se han extinguido en otros entornos planetarios genéticamente aislados.

La lección de vuestra interdependencia racial debería enseñarse en vuestras escuelas y comentarse en los espacios públicos, allí donde las semillas de la tensión racial germinan y con frecuencia se convierten en conflicto y hacen estragos entre vuestra juventud.

La ironía de vuestra resistencia racial es que vuestras aparentes diferencias son en realidad vuestra fuerza, así como que constituyen vuestra igualdad. Vuestra diversidad racial es tan necesaria para vuestra supervivencia como el aire que respiráis y el agua que bebéis.

El material genético introducido en vuestro diseño fue elegido para combinar las virtudes de algunas de las civilizaciones más avanzadas del Universo en vuestra constitución, al mismo tiempo que se aseguraba la supervivencia de vuestra especie.

Aun a riesgo de ser redundantes, volveremos a formular un hecho simple. Aquellos de vosotros que todavía albergáis sentimientos de superioridad racial sobre otros, deberíais recordar que sin los más oscuros, más claros o diferentes, muy probablemente no habríais llegado al siglo XXI en el planeta Tierra.

Comprendiendo vuestras verdaderas raíces -vuestra unidad- redescubriréis la absoluta belleza del otro y aprenderéis a amarle como parte de vosotros mismos. Entonces reconoceréis el corazón en expansión de la humanidad. Entonces entenderéis el significado y el valor del Uno.

CONTINUARA……

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