Las revelaciones de Sirio
Me encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay un altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva unos cuatro metros sobre el suelo. Encima de ella hay una esfera cristalina perfecta, y dentro de este gran globo de cristal está ensamblado un filamento de oro, curvado en forma de «S», como una serpiente preparada para atacar.
En un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda la cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la espiral. Aquí empiezo a canalizar alguna información muy significativa sobre realidades dimensionales, universos paralelos y el verdadero significado de la alquimia.
Me entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y viendo que la esfera de cristal se enciende como una farola. En un instante, la cueva se ilumina completamente y veo las paredes forradas de cristales y espirales de cobre, conectadas con esmeraldas sin tallar. Toda la estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y amatista, de espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que interconectan los cristales.
Desde el punto donde me encuentro, grito <soy el generador central de esta estructura>, y seguidamente me despierto; un sudor frío cubre mi cuerpo...me abruma la sensación de que, más que un sueño recurrente, este es un sueño verdadero de la Atlántida que está emergiendo de las profundidades de mi alma. Este recuerdo de la Atlántida inspiro a Roberta Bongiovanni, la ilustración utilizada en la portada de este libro. Para Alick Barthobmew, mi agente, editor y amigo, por su coraje para superar las limitaciones, por su visión del mas haya y por dedicarse a traer al mundo la luz del conocimiento.
INTRODUCCIÓN
Mi primera conexión «consciente» con los emisarios del Alto Consejo de Sirio comenzó en 1996, sólo unas semanas después de que se produjeran una serie de extraños sucesos sincrónicos que me pusieron en contacto con el fenómeno de los dibujos que aparecen en los campos de cereales en diversos puntos de Inglaterra.
Ese verano había ido a Inglaterra para realizar un curso avanzado de cromoterapia en el Instituto Hygeia, un centro muy reconocido por sus cursos sobre esta disciplina. Se trataba de un programa de formación intensivo para terapeutas, cuyo horario abarcaba desde primera hora de la mañana hasta el momento de la cena, después de la cual generalmente nos quedábamos estudiando y preparando los exámenes hasta bien entrada la noche, por lo que dormir y descansar bien era muy importante.
Por fortuna, la idílica ubicación de la escuela, sus jardines y el aire del campo nos proporcionaban la paz y serenidad que tanto necesitábamos. A pesar de las desventajas de alojarse en dormitorios colectivos abarrotados, yo siempre dormí como una niña, disfrutando de cada minuto de descanso. Transcurrida una semana de curso, tuve un sueño muy vivido, que me despertó a las cuatro de la madrugada, en el que me veía volando sobre Stonehenge, muy por encima de los frondosos campos verdes que rodean el monumento.
Observando el enclave desde esta perspectiva aérea, me sorprendió ver impresa en un campo cercano una compleja espiral de círculos graduales, cuyas dimensiones aumentaban a medida que se desplegaban desde el epicentro, y seguidamente, en el ápice, los círculos descendían en la misma proporción hasta el último de la cola.
Sabía que este dibujo era una representación perfecta de la proporción áurea de Pitágoras (geometría sagrada de la biología terrestre), puesto que la acabábamos de estudiar en la lección del día, y que de algún modo el sueño me estaba diciendo que la geometría sagrada era un aspecto muy importante del mensaje.
Mirando hacia abajo a la imagen colosal, me sorprendió comprobar que sta formación era casi diez veces mayor que Stonehenge, y me pregunté qué podría ser. Una voz familiar replicó que era «un punto de encaje para la inteligencia extra-terrestre», y que tenía que prestar absoluta atención..., que este símbolo iba a tener mucha importancia para mí, y que no pasaría mucho tiempo antes de que llegara a entender la profundidad del mensaje.
Me desperté sabiendo que había recibido una especie de comunicación cósmica urgente, pero sin ningún indicio respecto a su significado. Muy animada, les conté el sueño a otros alumnos durante el desayuno, y todos parecíamos resonar a algún nivel con la información transmitida. Después de todo, las conexiones con extraterrestres en sueños hacen que se dispare la imaginación, y todos sentíamos que había algo en el aire mientras nos preparábamos para salir de excursión en autobús hacia Glastonbury.
Era como si todos supiéramos que este mensaje velaba algo que descubriríamos allí, y que el verdadero propósito de nuestra visita era obtener la información que me ayudaría a descifrar la iconografía de la espiral, traduciéndola a un lenguaje que todos pudiéramos entender.
Como Glastonbury tiene una amplia oferta para los amantes de la metafísica, la ciudad era un «paraíso natural de compras» para nuestro grupo, de modo que, en cuanto llegamos, renunciamos a nuestra intención original de explorar los lugares sagrados de Avalón y nos dirigimos a la librería Growing Needs, a la abadía de Glastonbury.
Al entrar en la tienda, mis ojos se posaron instantáneamente sobre una imagen exacta tamaño póster de la forma espiral que había visto en el sueño, aparentemente fotografiada desde un avión que sobrevolaba Stonehenge, de modo que se veía el tamaño relativo del monumento con relación a la escultura. Perpleja, le pregunté a la cajera qué representaba la gran imagen espiral.
Ella me dijo que era «la última formación aparecida en un campo» y que se había formado junto a Stonehenge, justo al otro lado de la carretera. Incrédula, miré fijamente la sorprendente imagen: una réplica perfecta de la aparecida en mi sueño. Entonces supe perfectamente que había sido «llamada» a los círculos de los sembrados, un fenómeno del que apenas había oído hablar antes de aquella increíble cita con el destino... el verano de 1996.
¿Estaba prestando atención? Puedes estar seguro de que en ese momento no me importaba nada más. Descubrí fotografías aéreas de los símbolos aparecidos en los campos de aquel verano en todas las librerías y tablones de anuncios de Glastonbury, y era indudable que mis guías me habían preparado el camino para que experimentara el fenómeno de primera mano.
De una cosa podía estar segura: la espiral de círculos que parecía que habían soplado en el campo de trigo de Stonehenge tenía algo muy importante para mí, y sí, sin duda estaba «interesada».En ese momento me di cuenta de que la verdadera razón por la que había ido a Inglaterra aquel verano era para aprender algo sobre los círculos de los sembrados y para experimentar con ellos, y que el curso de cromoterapia sólo era un medio para este fin.
Cuando el universo te pone las cosas delante, simplemente lo sabes: el gran plan se despliega ante tus ojos. En esos momentos entiendes verdaderamente la sincronicidad y sabes que estás fluyendo con la totalidad, puesto que sientes la emoción de cabalgar la ola y confías en que te está llevando donde tienes que estar.
Sentí que todo a mí alrededor me validaba, por lo que no me sorprendió enterarme de que aquella misma noche se acababa la conferencia anual de los círculos de los sembrados, y que el principal experto en este fenómeno, Colin Andrews, daría una conferencia específicamente sobre el círculo de Stonehenge.
Después de compartir los detalles del sueño con el personal de la librería, me aseguraron que, aunque todas las entradas para la conferencia se habían agotado meses antes, la historia de mi vuelo astral sobre Julia Set me garantizaba un asiento..., y así fue. Aquel verano todo el mundo en Glastonbury estaba tan sintonizado con la energía de los círculos que era como si todos estuviéramos predestinados a estar allí.
El sentimiento era tan emocionante y sublime...; era como ver una enorme ola chocar violentamente con la costa, y después seguir su camino de vuelta...-en la calma del incesante ritmo marino. Supe que tenía que estar allí, de modo que, aun a riesgo de quedarme sin transporte aquella noche, me aseguré de poder asistir a la conferencia, y después informé a los demás de mi decisión.
Por suerte, al conductor de mi transporte no le importaba pasar la tarde en Glastonbury, de modo que acordamos que los demás coches regresarían a la hora programada y el nuestro volvería cuando acabara la conferencia. Como siempre, el universo proveyó el modo, las personas y el lugar para que se hicieran las conexiones adecuadas. Las cosas funcionan así cuando seguimos la corriente.
Lo que aprendí en la conferencia era tan vasto e interesante que me sentí obligada a quedarme en Glastonbury, abandonando la escuela y el curso de cromoterapia. Colin Andrews, investigador pionero de los círculos de los sembrados, iba a llevar a un grupo de la conferencia a Stonehenge a la mañana siguiente y yo quise ir, atrapada en la emoción del momento.
Sabía que era muy importante que entrara en la formación circular para sentir algo allí; sin embargo, mi compromiso con el trabajo que estaba realizando en el instituto y la inversión realizada me hicieron aterrizar. A regañadientes, me uní a los demás alumnos y volví al instituto, aunque mi cabeza seguía llena de pensamientos galácticos, maravillada ante las nuevas energías que se estaban manifestando en mi mundo.
Como era de esperar tras un descubrimiento tan notable, a la mañana siguiente, la charla sobre los círculos de los sembrados presidió la mesa del desayuno. Repasamos animadamente las fotografías de los círculos compradas en la librería, y viéndolos estuvimos de acuerdo en que eran absolutamente idénticas a mis descripciones y a los bocetos que había realizado días antes a partir del «material de mis sueños».
Compartí los detalles sobre el fenómeno que había anotado en la conferencia y los otros se quedaron paralizados, sabiendo que estábamos abriéndonos a algo maravilloso, y que mi experiencia estaba destinada a ser compartida por todos.
Uno de los profesores se sintió atraído por la emoción generada cuando comparamos las fotos de los círculos de los sembrados con mis bocetos de la visión que había tenido en sueños. En mi opinión, nunca entendería con claridad su significado a menos que entrara físicamente en el círculo..., aunque eso parecía poco probable teniendo en cuenta lo apretado de nuestro programa de estudios y lo lejos que estábamos de Stonehenge.
Convencido de que aquello era importante, se ofreció voluntario para llevarme en coche hasta allí, facilitando una experiencia que ambos sabíamos que tenía que ocurrir. Debía esperar otra semana más hasta que terminara el curso...: una gran exigencia teniendo en cuenta lo que anticipaba que me estaba esperando en la llanura de Salisbury.
Después de sufrir con impaciencia aquellos siete largos días de clases, conferencias y exámenes finales, el curso terminó con una cena de despedida y adioses emocionados. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, el profesor y yo nos pusimos en camino. Ambos reconocíamos que estaba a punto de ocurrir algo extraordinario. Como había dicho la voz del sueño, el símbolo contenía un «profundo» significado para mí, aunque aún no imaginaba la medida de su profundidad.
Después de tres largas horas de viaje en medio del abundante tráfico de turistas con mapas y visitantes de fin de semana, finalmente llegamos al círculo neolítico de Stonehenge pero, a pesar de su imponente presencia, no tuve el menor deseo de detenerme a explorar el monumento. En ese momento sólo me interesaba el campo anexo, pues estaba ansiosa por divisar el círculo en la cosecha.
Aunque no era visible desde la carretera, Colin Andrews nos había dado puntos de referencia para localizar la entrada al círculo, y pronto identificamos la Camioneta del granjero y el camino de tierra que conducía al enclave.
Estábamos allí.
Lo primero que me sorprendió de este fenómeno es que muy poca gente era consciente de él. ¡Pensaba que sería uno de los acontecimientos más importantes del país! Conté no más de diez visitantes moviéndose por el campo, pasando calladamente de un círculo a otro, teniendo mucho cuidado de no alterar el dibujo impreso en la cosecha.
Me anonadó pensar que a pocos pasos de uno de los grandes monumentos de los antiguos observadores de estrellas, con sus enjambres de turistas, estaba esculpido en el trigo este diseño inexplicable, asombroso...; sin embargo, parecía que casi nadie sabía de su existencia, ni le importaba. Era como si un universo paralelo se hubiera materializado .mi e mis ojos, y yo podía ser testigo de ambos simultáneamente.
Este era uno de los símbolos más significativos jamás aparecidos en los campos, y su forma era tan compleja y de una belleza tan intrincada que anunciaba un nuevo nivel de complejidad en un fenómeno que había comenzado, según parecía, diez años antes (con un simple círculo). Decir que me dejó sin respiración sería quedarse muy corta.
En aquel momento místico necesitaba soledad... y silencio. Por suerte, el profesor lo comprendió, de modo que fui capaz de entrar en el espacio sagrado sin interferencias ni distracciones, libre de sentir y experimentar las poderosas vibraciones que parecían empujarme hacia su centro.
La conexión era tan increíblemente poderosa, tan inmediata, que en los bordes externos del campo ya empecé a entrar en un estado de conciencia alterada, y abandoné todas las expectativas, los condicionamientos y el sentido de identidad.
Fui guiada hasta el ápice del mayor de los 151 círculos, y allí me tumbé, nadando en las nuevas vibraciones y sabiendo que aquella experiencia me cambiaría la vida. Instantáneamente empecé a dar vueltas fuera de mi cuerpo y del tiempo, cediendo a la fuerza abrumadora de unos sonidos silbantes, de tonos cada vez más agudos, que me llevaron a un lugar lejano, mucho más allá de los campos de la planicie de Salisbury.
No tengo un recuerdo consciente de aquel estado de trance, aparte de la evocación vivida de haber viajado por esos sonidos como sonido mismo, sintiéndome absolutamente una con las ondas, sin conciencia de estar separada en ningún sentido de las demás vibraciones del universo. Puedo afirmar inequívocamente que fue el momento más significativo de mi vida y que nunca lo olvidaré.
Lo que para mí no fue más que un segundo, duró más de una hora, según me comentó Arthur posteriormente, y sin embargo mi memoria consciente no conserva ningún recuerdo del tiempo en que estuve tumbada en el círculo. Fui transportada más allá de cualquier punto de referencia, de cualquier experiencia de salida del cuerpo o estado alterado de conciencia, más allá del tiempo.
No tenía recuerdos conscientes de esta experiencia ni detalles de dónde había estado...; fue un alejamiento total y absoluto del reino terrenal, y sólo me quedó la sensación de haber sido «estirada» más allá de los límites: un sentimiento indefinible.
El viaje de vuelta de Salisbury a Londres me pareció envuelto en una especie de niebla. Nada parecía real o significativo, y lo único que quería era tumbarme en alguna parte y poner mi cabeza en orden. Pasaron varias horas hasta que pude anclarme en mi cuerpo, conseguir un vuelo a Roma y recuperar mi vida «normal».
Algunas semanas después comenzó mi nuevo viaje metafísico, que redefinió para siempre el significado de la palabra «normal». Desperté (de nuevo a las 4:00 a. m.) oyendo un extraño sonido de fondo que sonaba en mi cabeza, como si en la base de mi cerebro se estuviera sintonizando una estación radiofónica. Instintivamente me levanté y busqué por las habitaciones, tratando de encontrar una explicación física y terrenal, pero no había nada anormal en la casa... nada que pudiera explicar el origen del sonido. Cuanto más intenso se hacía, más buscaba una explicación física, sin encontrar nada tangible.
En un estado como de trance, fui a mi estudio, encendí el ordenador y observé atónita que mis dedos empezaban a escribir un mensaje pulsando las teclas del ordenador. Según parecía, se había abierto un canal.
Esa fue la primera de una larga serie de sesiones matinales durante las cuales tuve el privilegio de oír y transcribir las enseñanzas de seres que se identificaron como los «Emisarios del Alto Consejo de Sirio»...; según se me dijo, las transmisiones procedían de la sexta dimensión.
Después de estar transcribiendo los mensajes claros y sucintos del Consejo, nació un libro. Este fue guiado sin esfuerzo a manos de Alick Bartholomew, entonces editor de Gateway Books, quien creyó en el material y poco después contrató los derechos de The Cosmos of the Soul para su publicación.
Me sentía encantada de haber dado a luz el material de los Emisarios, pero un poco decepcionada..., como si el final de este esfuerzo marcara también el final de mi más increíble incursión en el mundo de la metafísica.
Sin embargo, para mi sorpresa, la llamada a despertar a las 4:00 de la mañana volvió a producirse cuarenta y ocho horas después. Se me dio el título de las primeras transmisiones de ésta, su segunda obra: Vuelve la Atlántida.
Este libro también ha sido una experiencia increíble, un proceso de ir más allá de mis Impías convicciones y creencias esenciales para aceptar el controvertido material que estás a punto de leer sin censurarlo. En el proceso de sacar esta información a la luz he abierto mi mente a una extraordinaria perspectiva universal que ha cambiado mi percepción de manera sorprendente.
En un momento en que el continente perdido está resurgiendo en el fondo de nuestra conciencia, las enseñanzas de Sirio nos ayudan a integrar el conocimiento de la Atlántida y el miedo de los Últimos Días..., miedo que, según nos dicen, hemos llevado en nuestra memoria colectiva hasta ahora. Su mensaje tiene la intención de educarnos respecto a las energías que estuvieron operando en los últimos días de la civilización atlante.
Su intención es explorar la lucha constante que asola a la humanidad y a nuestro planeta, fortaleciéndonos con la verdad y el libre albedrío que debemos reclamar como residentes siglo XXI de un ser cósmico que está a punto de ascender a la cuarta dimensión.
Se nos pide que usemos la información para equilibrar la balanza entre la luz y la oscuridad en este punto de inflexión —una época paralela a la Última Generación de la Atlántida— para toda la humanidad, nuestra Tierra y el cosmos.
Esto es una historia. Una lección. Y un aviso.
Comienza con un mensaje muy críptico:
Tienes una misión específica.
Tú, Guardián de los Cristales, has vuelto al escenario 3D (3 dimensiones) con una misión específica. Como Sumo Sacerdote de Ra, has conocido el poder de los guerreros oscuros y tienes recuerdos de cómo los miembros de la Última Generación imprimieron códigos etéricos e implantes electromagnéticos en las estructuras morfogenéticas individuales, al tiempo que alteraban las frecuencias electromagnéticas de los campos geotérmicos gaianos, que sirven para controlar la mente colectiva de esa civilización y para poner riendas a las energías gaianas.
Tú recuerdas la manipulación que el sacerdocio oscuro hizo de los elementos y el caos causado en el planeta Tierra por sus abusos y crueles descuidos. Está volviendo a ocurrir — 13 000 años terrenales después— y tú, Trydjya, eres una de los muchos que han vuelto para restaurar el equilibrio de la balanza.
Actualmente hay un gran número de atlantes encarnados que están abriendo el cofre del tesoro de la memoria colectiva humana a fin de poder trabajar su experiencia de la devastación ocurrida en la Última Generación. Y, sí, la raza humana siente crecer el temor en su seno, porque el recuerdo de la violencia del cataclismo global y de la esclavitud de la raza ahora está resurgiendo en vosotros.
Y, sí, vuelve a producirse un enfrentamiento entre las fuerzas de la luz y las de la oscuridad, Y en este momento de vuestra progresión, cuando estáis a punto de entrar en la cuarta dimensión, el cuerpo emocional de la Tierra oscila descontroladamente entre los polos, y vosotros habéis venido a aquietar el péndulo..., a ayudar al renacimiento de Gaia.
Vosotros, los de la Luz, habéis venido a calmar las aguas. Vuestro tiempo ha llegado y la mayoría sois conscientes de que se os está llamando a la acción. Por desgracia, los Seres Delfín y las Grandes Ballenas están siendo exterminados sistemáticamente, y ya no podéis contar con su ayuda. Esto es muy grave porque, sin su entramado sónico de frecuencias oceánicas, os encontraréis a merced de los iracundos mares terrestres.
Una vez más, como en la Atlántida, la furia de Gaia está azotando vuestra realidad terrenal con ganas de venganza... recordándoos que la alteración de sus energías causada por la humanidad ha sobrepasado todos los límites, y que ella está, una vez más, tomando el mando por la fuerza. La vibración negativa del abuso humano es como una infección bacteriana mortal y, como el sistema inmunitario humano, el cuerpo emocional de Gaia está poniendo en acción su mecanismo de auto-curación para combatir la enfermedad.
Este, la repetición de la Última Generación de la Atlántida, será el último conflicto de la humanidad en el reino material. Una vez más los alquimistas, los manipuladores de las energías terrestres, os tienen atrapados entre los extremos polares.
Esto está ocurriendo tal como estaba programado. Las fuerzas que operaron en la Atlántida eran manifestaciones arquetípicas de la polaridad de la Tierra, y vosotros habéis venido a encontrar la resolución de dichos extremos en este momento tan crucial de ascensión en todo el sistema solar.
Los alquimistas de oscura intención han vuelto para reactivar la trama electromagnética, mientras imprimen nuevos dispositivos de control en los éteres, y todo esto se os está haciendo usando vuestra tecnología. Ahora, como en la Última Generación, las personas de la Tierra estáis siendo bombardeadas por sonidos subliminales, códigos e imágenes, frecuencias electromagnéticas y otros métodos de control mental que todos vosotros conocéis muy bien; basta con que levantéis el velo y recordéis.
Las improntas codificadas de los oscuros fueron almacenadas en el ADN humano como memoria racial, para poder ser reactivadas posteriormente y usadas por las fuerzas de la oscuridad con el fin de controlar, una vez más, a las masas de vuestro planeta. Es imperativo que ahora traigáis esta información a vuestra propia conciencia, que la emitáis a través del centro del corazón y que la hagáis llegar a aquellos que puedan entenderla y transmutar los controles codificados en frecuencias luminosas de amor.
Tú, Trydjya, debes estimular tu recuerdo de ese acto para ayudar a neutralizar esa intención. Tu retomo a la Gran Pirámide ha provocado la iniciación, que se completará en la cámara subterránea, en la que viajarás a esa vida pasada..., la Última Generación de la Atlántida. Serás guiada a ver con tu ojo interno la parte de la historia que no ha sido contada. Tú, Guardiana de los Crista/es, tuviste acceso a los generadores de luz activados mentalmente de la Atlántida.
Tú has conocido los frescos y oscuros túneles, así como las cuevas de curación amatista de los mundos internos de Gaia, y te has bañado en la soleada Cúpula cromática del templo de curación de Poseidón y en las grandes pirámides de Atlán, donde todo estaba iluminado por la irradiación de Ra, tu Deidad Solar. Despierta ahora, hija de la Atlántida. Es hora de ir ala escuela.
Mirando atrás, destellos de recuerdos enterrados de la Atlántida empezaron a revolotear en el ojo de mi mente. Algunos de ellos eran de cuando tenía cinco años; a esa edad, para asombro de mi madre, comencé a sentir una fobia peculiar por los puentes. Aún recuerdo el miedo que me daba atravesar con mi familia el puente de la bahía de San Francisco, mientras que cruzar el Golden Gate siempre me provocaba una reacción de pura histeria.
Mi madre tenía que sentarse en el asiento posterior conmigo, ponerme una manta sobre la cabeza y hablarme durante la fase traumática hasta que tocábamos tierra firme al otro lado, y eso continuó hasta bien entrada en la adolescencia. Aparte de esos inexplicables ataques de fobia y ansiedad, era una niña normal, feliz y adaptada, lo que hacía aún más notable el enigma de estas crisis causadas por los puentes.
En esos momentos sentía un miedo incontrolable de que el agua barriera el puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho antes, en el puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho antes, en alguna parte...; de algún modo, a nivel primordial, mi mente infantil recordaba. Ese lugar anterior era la Atlántida.
También tenía un sueño persistente y recurrente en el que una y otra vez era barrida de una playa desconocida y tragada por el mar, donde luchaba desesperadamente bajo el agua, intentando salir y, sin embargo, cuando empezaba a hundirme lentamente, era incapaz de distinguir el fondo de la superficie. Mirando atrás, me doy cuenta de que estos sueños eran muy extraños en una niña de seis años, y persistieron hasta bien entrada en mi vida adulta.
Al ser una niña psíquica, mis experiencias personales y las inexplicables comprensiones que surgían en mi mente a menudo cuestionaban los dogmas prevalecientes. Era un tiempo en que estas cosas se aceptaban mucho menos que ahora, a la luz de la era en la que estamos entrando.
Yo hablaba abiertamente sobre la Atlántida, la tierra «mítica» de Platón, sabiendo que mi fascinación por el continente perdido era algo más que mera curiosidad. Tenía retazos de recuerdos... imágenes de cuevas de cristal y torres iluminadas por el sol que volvían a mi mente una y otra vez.
Atlántida. Era parte de mí y estaba tan profundamente arraigada que la había llevado conmigo durante otras vidas hasta aquel cuerpo de niña que lloraba cuando tenía que cruzar puentes. Estaba dispuesta a entrar en contacto con ese recuerdo por muy escondidas que estuvieran las respuestas.
Los años anteriores a mis primeras comunicaciones claras con los Emisarios tuve la oportunidad de trabajar en Boston con una terapeuta especializada en regresiones a vidas pasadas que me guió en un viaje de tres horas por cinco vidas diferentes.
La más significativa de ellas es la que viví en Atlán, una ciudad tan moderna como las de nuestros días, con un impresionante perfil urbano de altas torres y templos piramidales. Guiada más allá de las distracciones de la mente charlatana, pronto me encontré de pie ante una enorme pirámide cristalina, una estructura que encontré de pie ante una enorme pirámide cristalina, una estructura que no tenía entrada ni marcas de ningún tipo.
Sin embargo, supe que podía penetrar su muro externo simplemente poniendo la mano en un punto de su superficie, porque yo era «del Sacerdocio». Le expliqué a la terapeuta que nosotros, los privilegiados de Atlán, teníamos códigos secretos en la palma de la mano izquierda que nos permitían entrar a todos los templos y estaciones energéticas de la Atlántida.
Al momento siguiente —entrando en un parpadeo a la estructura— estaba dentro de la pirámide, muy consciente de hallarme en su epicentro absoluto y sabiendo que esta posición estratégica era importante para alinearme con las energías cósmicas presentes. Como profesora de la Sabiduría Secreta, estaba instruyendo a un grupo de doce iniciados, todos sentados en el suelo, a lo largo del perímetro de la pirámide.
Los sacerdotes llevaban puestas túnicas de color índigo de estilo similar a los monjes benedictinos, pero el tejido era de una textura brillante e iridiscente, e irradiaba luz de tal modo que parecía brillar en la oscuridad. En nuestro mundo actual no existe ningún material parecido, una consideración que parecía contener una clave importante sobre por qué yo había vuelto a contemplar este momento en mi memoria subconsciente.
Guiada a examinar la escena más de cerca, tomé conciencia de que, más que enseñar, en realidad estaba recibiendo algún tipo de transmisión. Parecía que la fuente estaba allí, entre ellos, pero a mí me costaba identificarla. Dirigida por la terapeuta, miré al contingente de iniciados para ver que una mujer —una figura luminosa y penetrante— se había puesto de pie y sus ojos emitían rayos láser directamente hacia los míos, realizando una transmisión de pensamiento que irradiaba en mi conciencia como «sabiduría».
Según me di cuenta, a continuación yo transmutaba esa luz en lenguaje para los sacerdotes que habían venido transmutaba esa luz en lenguaje para los sacerdotes que habían venido a recibir el conocimiento... porque, al ser iniciados de nuevo cuño, aún no estaban sintonizados para recibir la frecuencia directamente de la Fuente.
Se me dijo que ella era Kataar, una guía de otra dimensión que me había acompañado a lo largo de todas mis encarnaciones desde mi primera aparición en la Atlántida. Algunos años después, cuando empecé a recibir las transmisiones de Cosmos enviadas por el Concilio, comencé a tomar conciencia de lo increíble: no sólo había estado en contacto con la gente de Sirio desde el principio, sino que este ser brillante, Kataar del Alto Consejo, había sido mi guía personal durante mis misiones en la Tierra.
Dirigida por la terapeuta a examinar la escena aún más de cerca, observé el verdadero intercambio energético que se producía en la pirámide: parecía haber una configuración triangular de luz blancadorada moviéndose entre nosotros. Kataar, la iniciadora, me enviaba la «sabiduría cósmica» en esos rayos de luz láser concentrada; yo, la transmisora, decodificaba las frecuencias y las reenviaba a los sacerdotes como lenguaje; ellos, los receptores, enviaban su reconocimiento telepáticamente a ella, completando así el circuito.
Al estudiar la escena, la triangulación energética empezó a multiplicarse, desplegándose en una red de triángulos dorados —una trama luminosa—, y nos vimos rodeados repentinamente por un sobrecogedor espectáculo luminoso de simetrías y formas. Se trataba de un resplandor dorado que se extendía hacia la infinitud galáctica, un despliegue de energía espectacular: la Red de Luz Gossamer.
En medio de todo ello tomé conciencia agudamente de que uno de los iniciados, sentado en el rincón que quedaba a la izquierda del grupo, tenía una actitud sospechosamente furtiva y era, evidentemente, muy oscuro: un Judas. Sintiendo que había sintonizado con él, se puso la capucha sobre los ojos para escapar a mi escrutinio, tratando de pasar desapercibido.
A medida que la capa de oscuridad le envolvía, el espacio empezó a llenarse de oleadas de energía negativa. Sentí que la oscuridad lanzaba sobre mí una fuerza amenazante y ominosa, y supe inmediatamente que su presencia encubierta entre nosotros tenía una intención oscura.
En el mismo momento en que me sentí enfrentada con la poderosa oleada de energía negativa, Kataar envió el mensaje: -Tenemos una interferencia aquí... Voy a cortar la transmisión». Invocó la vuelta de la luz; los triángulos de luz empezaron a cerrarse y la regresión se detuvo casi inmediatamente.
Durante mucho tiempo después de la sesión me perturbó la oscuridad oculta que había debajo de aquella capucha, surgida de las oscuras profundidades de mi subconsciente y puesta a la luz como una pieza de un rompecabezas aún incomprensible. Sentí que anunciaba una iniciación que vendría en algún momento futuro de mi camino, y supe que el intruso oculto tras la capa se manifestaría antes o después en algún momento de mi vida.
¿O era algo que había pasado anteriormente..., las sombras de una vida en Atlán? «Guardiana de los Cristales» La posibilidad de haber trabajado con cristales en otra vida en la Atlántida ciertamente explicaría la fascinación que siento por el reino mineral y mis años de dedicación al alegre trabajo de curar con cristales.
Mi primera colección de minerales fue una serie de pedazos de cuarcita y otras piedras que yo misma fui recogiendo en las colinas detrás de nuestra casa, donde desenterraba todo tipo de rocas, fósiles, cabezas de flechas indias y otros regalos de los fértiles campos.
Mi colección de productos de la tierra pronto llenó mi habitación y se extendió hacia la entrada de la casa. Por suerte, fui bendecida con una madre amorosa y generosa que animó mi pasión infantil y mi mente inquisitiva, y lo ha seguido haciendo hasta el día de hoy.
Aún recuerdo el día en que me llevó a la tienda de minerales para comprarme mi primer cristal de cuarzo. Ahora ambas sabemos que era la llamada de la Atlántida la que nos llevó a las dos allí —madre e hija— y que fue un momento mucho más mágico de lo que ella creyó entonces, un momento que duraría eternamente.
Mirando atrás, me doy cuenta de que ya en primer curso de primaria me obsesionaban los cristales, en la misma época que tenía pánico a los puentes y soñaba que me ahogaba en las profundidades del mar. Pasaba horas en mi habitación jugando con las rocas y minerales que había reunido, pero siempre me fascinaba la punta de cuarzo que mi madre me había comprado.
Era el orgullo de mi colección, porque tenía dentro un arco iris increíble y yo me perdía en los prismas de su luz...: mis primeros viajes astrales conscientes. Éste era un comportamiento relativamente extraño en 1958, mucho antes de que los cristales se pusieran de moda, y ciertamente no era la distracción típica para una niña de seis años.
Recuerdo que pasaba horas mirando la brillante punta de cuarzo, viajando por el puente de su arco iris, como un rayo de luz que se vierte por la ventana de una habitación oscura. Lo que mi madre llamaba «ensoñaciones» era en realidad la recuperación infantil de mis habilidades y mis recuerdos de vidas pasadas. Aunque entonces no lo sabíamos, aquel cristal generador estaba reactivando mi conexión con la Atlántida, si bien es cierto que necesité cuarenta años más para que el velo se levantara definitivamente y pudiera recuperar la experiencia de la Generación Perdida.
Sólo entonces recordé el propósito de mi actual encarnación, en medio de la confrontación final entre las fuerzas de la luz y la oscuridad: un preludio de la transmutación de Gaia. Durante un tiempo dejé de lado los cristales porque estaba demasiado ocupada creciendo y viviendo la pubertad para prestar atención a cualquier otra vida que no fuera ésta.
Como suele ocurrir con los niños dotados de poderes psíquicos, la conciencia y visión de mis primeros años se desvaneció, dejando paso a la montaña rusa de la vida emocional de una joven y floreciente mujer: la necesidad de ser querida, el descubrimiento del sexo, enamorarme, desenamorarme y volver a enamorarme, y viajar por medio mundo antes de que empezaran los «sueños» de la Atlántida.
Como las páginas de una novela, mis sueños entretejían un fantástico tapiz de paisajes ricamente coloreados, reflejos de un subconsciente lleno de grutas cristalinas y mares turquesa, bosques llenos de esmeraldas y cuarzos del tamaño de árboles, pirámides translúcidas y grandes naves voladoras que poblaban mis escenarios mentales.
He visto fantásticas imágenes de torres de cristal, cámaras de curación y motores solares, y siempre he sabido que estaba recordando una tierra que he querido, por la que he llorado y que he considerado mi verdadero hogar.
Uno de los sueños ha dominado los campos de mi mente onírica durante tanto tiempo que apenas puedo recordar cuándo empezaron sus inquietantes reapariciones. Siempre es exactamente igual., no cambia nunca. Ahora, después de tantos encuentros con el recuerdo, cada uno de sus detalles ha quedado grabado indeleblemente en mi mente.
Me encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay un altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva unos cuatro metros sobre el suelo de tierra. Encima de ella hay una esfera cristalina perfecta, y dentro de este gran globo de cristal está ensamblado un filamento de oro, curvado en forma de «S», como una serpiente preparada para atacar.
Observando este altar hay un muchacho joven, de unos diez o doce años, vestido con ropa amatista. Lleva puestas serpientes de oro enroscadas alrededor de su cuello y muñecas. Tiene un halo aristocrático e intenso a su alrededor que le hace parecer mayor de lo que realmente es, y exuda una confianza intemporal.
Tiene una presencia imponente. De pie, junto a él, hay una mujer, una sacerdotisa vestida con una túnica de «madreperla» blanca luminiscente, que parece irradiar luz por cada curva y borde de su perfil. Yo estoy únicamente observando; no participo en la escena. La sacerdotisa está enseñando al niño algo sobre la energía y su manifestación. El es el supervisor de los generadores, el Guardián de la Energía.
En un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda la cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la espiral. Aquí empiezo a canalizar alguna información muy significativa sobre realidades dimensionales, universos paralelos 51 el verdadero significado de la alquimia, y me doy cuenta de que la información está viniendo a través del sueño para ofrecerme guía. Estoy experimentando que el pensamiento es Luz..., que el pensamiento crea luz..., que la luz es pensamiento en su expresión cristalina.
En este sueño me siento ¡encantada! Se me está mostrando lo simple que es..., como si la «simplicidad», por sí misma, fuera un gran despertar. Me entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y viendo que la esfera de cristal se enciende como una farola. En un instante, la cueva se ilumina completamente y veo las paredes forradas de cristales y espírales de cobre, conectadas con esmeraldas sin tallar.
Toda la estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y amatista, de espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que interconectan los cristales. Desde el punto donde me encuentro, grito: «Soy el generador central de esta estructural», y seguidamente me despierto; un sudor frío cubre mi cuerpo...; me abruma la sensación de que, más que un sueño recurrente, éste es un recuerdo verdadero de la Atlántida que está emergiendo de las profundidades de mí alma.
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