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ANÉCDOTAS
Hasta aquí la entrevista. No quisiera, sin embargo, antes de dar paso al capítulo siguiente, dejar de explicar que a lo largo de su desarrollo se trataron otros temas que por razones diversas, no han sido recogidos en el bloque central de la misma. He aquí cuáles y las razones de que sean presentadas aparte.
LOS QUARKS NO SON DOCE, SINO 144
El 30 de Abril de 1994, durante una de las sesiones reservadas para la entrevista, Geenom nos sorprendió, tras un breve descanso que habíamos hecho para celebrar el cumpleaños de dos de los miembros del Grupo Aztlán, con una afirmación sorprendente que no esperábamos ninguno de los presentes, ya que nadie la había planteado.
Quisiera comentar un tema de actualidad –nos diría nada más reanudar el contacto –: los científicos terrestres dicen haber encontrado la última partícula que les faltaba para completar la secuencia de 12 que da lugar a la configuración de la materia. Pues bien, desgraciadamente para ellos, no tienen siquiera la teoría de las partículas elementales que dan origen a esas 12 partículas que ellos llaman elementales. Porque son 144 partículas (12 por cada una de ellas) y no tienen, hoy por hoy, ninguna posibilidad de detectarlas con los aparatos de que disponen. Se trata de partículas que están más allá de la materia, pero que unidas dan una partícula material, aunque lo de material es relativo porque un electrón, por ejemplo, es dos cosas a la vez: partícula y onda.
En fin, lo que con esto os quería decir es que la Ciencia pone sus propios límites al conocimiento. De ahí que las hipótesis más avanzadas en el mundo científico sean, por lo general, producto de jóvenes “alucinados” capaces de dar un paso más que sus sesudos colegas, que temen perder su prestigio pero que tampoco tienen reparo en apropiarse luego de las ideas de sus jóvenes colaboradores.
Hasta aquí su intervención, que al ser espontánea y no figurar en mis notas iniciales, quedó sin reflejar en la entrevista. Sin embargo, dos años después leía con asombro la información que salía por el fax de la oficina procedente de la agencia de noticias Europe Today –a la que estamos suscritos desde hace años en Más Allá de la Ciencia –, un resumen de la cual fue publicada en el número correspondiente al mes de Abril de 1996. por su interés, transcribo ahora íntegramente la noticia, tal como fue enviada por la citada agencia:
“El quark podría no ser la partícula más pequeña de la materia, según los científicos del laboratorio del acelerador de partículas, según los científicos del laboratorio del acelerador de partículas Fermi, en Yakarta. Según ha publicado la revista Science, los investigadores del Laboratorio Fermi aseguran que han encontrado que las colisiones entre quarks en un acelerador son de una violencia tal que lo más probable es que esos elementos tengan una estructura interna sólida.
El mismo centro de investigación anunció en Marzo el descubrimiento del quark que ocupaba el último lugar en el conjunto de las seis familias de esas partículas que se supone que existen. Hasta ahora, se pensaba que ésta era la forma más elemental y más pequeña de existencia. Pero el artículo publicado por los científicos de Fermi asegura que han observado una serie de colisiones violentas entre los quark que podrían ser el resultado de nuevos elementos más pequeños que los hasta ahora conocidos. Los investigadores llevaron a cabo un experimento de un año de duración en el acelerador de partículas”.
“Es exactamente el tipo de efecto que se vería si los quark no fueran las partículas fundamentales, sino que tuvieran algún tipo de estructura interna”, señalaría William Carithers, del Laboratorio Fermi.
“Si los hallazgos se confirman – añadió –, habría que modificar la teoría generalmente aceptada sobre la materia fundamental llamada ‘modelo estándar’. En todo caso, los investigadores señalan que existen explicaciones para estos descubrimientos acordes con los sistemas teóricos propuestos hasta ahora.”
Hasta aquí la información que apareció justo dos años después de aquel comentario de Geenom. Y no dejo de preguntarme cómo fue posible que, a través del contacto del Grupo Aztlán se me hubiera podido adelantar algo que ni siquiera sospechaban entonces los científicos de vanguardia de nuestro planeta. Una información que –en un principio, así lo creí– parecía tener más que ver con connotaciones religiosas propia de la historia judaica que con el puro conocimiento del mundo atómico.
Sin embargo, este simple hecho parecía indicar que la posibilidad de que estuviésemos conectando sólo con el subconsciente –o los subconscientes– de los miembros del Grupo, parecía descartarlo.
Las sorpresas, en cualquier caso, no terminaron ahí.
LA COLISIÓN DEL COMETA SL-9 CON JÚPITER
Durante el desarrollo de las sesiones fue también actualidad en todo el mundo el entonces inminente choque de un cometa –conocido como SL-9– con Júpiter. Como el lector recordará, periódicos, revistas y emisoras de radio y televisión de todo el planeta se ocuparon extensamente en esas fechas de las diferentes hipótesis formuladas por los más prestigiosos científicos de la Tierra sobre las posibles consecuencias del tremendo impacto que se preveía. Destacando, entre las afirmaciones más atrevidas –ahí están las hemerotecas – la posibilidad de que la convulsión fuera gigantesca y tuviera repercusión en todo el Sistema Solar, dado que la potencia estimada del impacto era superior al de varios millares de bombas atómicas de gran potencia. La pregunta, pues, me pareció oportuna. Máxime porque, en el momento en que la formulé –22 de Julio de 1994 –, todo eran hipótesis y se me presentaba así una magnífica ocasión para constatar luego, a toro pasado, la veracidad de la predicción que iba a solicitarle...
El impacto, para vuestro planeta, no es alarmante. Posiblemente lleguen a la Tierra en los próximos meses algunas radiaciones más potentes que las habituales, pero sólo se manifestarán por alguna turbulencia climatológica que no tendrá excesiva incidencia; salvo, quizás, en algún punto aislado del planeta, probablemente en el hemisferio sur.
En cuanto al impacto directo sobre Júpiter, debéis tener en cuenta que como el ángulo de inclinación con el que se acercan los “pedruscos” –varios, no uno – no es el adecuado para penetrar en la atmósfera, que es muy densa, lo que sucederá es que éstos “rebotarán” en ella sin llegar a tocar tierra. Claro que las convulsiones climatológicas serán grandes, pero no afectarán ni a su superficie ni a la inclinación del eje del planeta.
Siete días después de esta respuesta –seis tras el choque –, todos los medios de comunicación recogían los primeros comentarios de los expertos, en los que se señalaba que el impacto del SL-9 sobre Júpiter había tenido, incluso, mayores repercusiones de las esperadas. Así que volví a consultar. Y ésta fue la contestación:
Evidentemente, y como ya adelanté, ha habido un gran movimiento de energías, pero prácticamente no ha afectado a la superficie del planeta. Ya dije que la atmósfera de Júpiter es muy densa y los meteoritos se han desintegrado, como era de prever, en las primeras capas. Ciertamente, la atmósfera se ha visto alterada, pero dada su velocidad de movimiento, pronto se equilibrará.
Lo cierto es que, pasado el tiempo, la intranquilidad inicial de los científicos no se vería confirmada y sí la extrapolación hecha por mi entrevistado. Lo que, personalmente, me dio mucho que pensar. En todo caso, en ese momento recordé una respuesta suya anterior, que me obligaba a formularle una nueva interrogante:
Al inicio de nuestra charla me dijiste que Ganímedes, satélite de Júpiter, estaba habitado. ¿No les ha afectado a ellos el impacto?
Bueno, tanto ellos como los habitantes de Io –el otro satélite del planeta gigante – se verán muy poco afectados; sólo padecerán algunos cambios bruscos en la climatología, con vientos fuertes y algún ligero seísmo, pero nada de importancia.
Perdona, ¿estás diciéndome que Io también está habitado?
Tiene un par de colonias bajo su superficie.
¿Y qué tipo de habitantes tiene?
Los mismos que en Ganímedes. Es decir, hay hombres de nivel 4.3, 4.4 y 4.5.
Bueno, pues si hay humanos de nivel 4.4 y 4.5 en ambos satélites y, por consiguiente, se presume que su tecnología debe ser mucho más avanzada que la nuestra, ¿por qué no actuaron para evitar el impacto del cometa con Júpiter o, al menos, desviarlo?
Lo que hicieron fue fraccionar los trozos más grandes; de hecho, por eso no llegaron a traspasar la atmósfera. Por otra parte, no les interesaba en esos momentos dar “argumentos” para que los norteamericanos enviaran más sondas espía.
Eso me recuerda que algunas de las sondas que se han enviado al espacio en los últimos años dejaron inexplicablemente de emitir o, incluso, desaparecieron. ¿Tuvisteis algo que ver con ello?
Nosotros, no; pero sí tuvo que ver con los afectados, es decir, con los habitantes de los planetas a los que se acercaban esas sondas.
Luego fueron interferidas...
Evidentemente.
Pues bien, el 12 de Julio de 1996 los medios de comunicación de medio mundo recogían la sorpresa de la NASA ante lo descubierto el 27 de Junio por la sonda espacial no tripulada Galileo al sobrevolar Ganímedes a sólo 830 kilómetros de distancia.
“Lo que parecía una aburrida luna de Júpiter – Ganímedes – se ha revelado como un mundo con inesperadas características parecidas a las de la Tierra, incluido un campo magnético, tormentas de nieve ,grandes fallas geológicas y, tal vez, un vasto océano de agua salada bajo la superficie. Las imágenes exceden nuestras expectativas más salvajes”, declararía Michael Belton, líder del equipo de imagen de la Galileo.
“Los signos de un posible océano –comentaría por su parte James Head, geólogo del equipo – meten a Ganímedes en la corta lista de planetas y lunas del sistema Solar que podrían albergar organismos vivos”.
Torrence Johnson, jefe científico del proyecto, destacaría, sin embargo, que la mayor sorpresa fue “el descubrimiento de un campo magnético en Ganímedes”, mientras Donald A. Gurnett, de la Universidad de Iowa, aseguraba que – según los registros de la nave – “Ganímedes posee una delgada ionosfera, lo que sugiere que probablemente también tiene una tenue atmósfera. Añadiendo: “Es la primera luna del Sistema Solar, que se sepa, con una magnotosfera propia”.
En definitiva, tal descubrimiento alteraba completamente la cosmovisión tradicionalmente aceptada del universo, según la cual era impensable siquiera plantearse la posibilidad de hallar satélites con esas características, que se presumían reservadas para los planetas.
¿Cómo no reconocer, llegados aquí, que esa noticia le dio – a mis ojos – mucho mayor aire de credibilidad a las palabras de Geenom sobre la existencia de vida en distintos satélites de nuestro sistema solar? Porque tal afirmación – al menos, hasta el descubrimiento comentado – había sido utilizada por muchos “científicos” racionalistas como argumento descalificante en sí mismo para quienes así pensaban, por cuanto tamaño “dislate” demostraba de forma evidente su escaso nivel de conocimiento. Hoy, como era de esperar, esos mismos personajes, lejos de admitir su error, siguen expresándose con la misma altivez.
Claro que también todo esto me hizo recordar al numeroso grupo de personas que, desde hace décadas, han sido ridiculalizadas por asegurar que mantenían contacto con extraterrestres “procedentes de Ganímedes” –por ejemplo, y entre otros, Sixto y Carlos Paz, de la popular “Misión Rama”–o aquel libro de José Rociano, que con el pseudónimo de Josip Ibrahim, y titulado Yo visité Ganímedes, marcó en su día un hito en la historia de la ufología mundial.
GENERACIÓN DE VIDA EN OTROS PLANETAS
El 9 de Septiembre de 1994, al retomar las entrevistas para el libro tras el paréntesis estival, y después de que Geenom nos preguntara a los presentes qué tal habíamos pasado las vacaciones, no pude por menos que interrogarle a mi vez sobre el particular. Y, para mi sorpresa –debo decirlo –, me encontré con la respuesta de que también en su planeta esa costumbre está tan arraigada como en la Tierra, con la diferencia de que ellos, en lugar de limitarse a descansar de manera pasiva, lo que hacen es cambiar de actividad. Y así, Geenom me diría que parte de sus vacaciones las había pasado “ayudando en la generación de vida en otros planetas”. Obviamente, la respuesta excitó mi curiosidad y quise indagar más detalles al respecto. Pues bien, ésta fue su respuesta:
Fuimos a un planeta de Orión que aún no tiene nombre y estuvimos diseminando, durante quince días terrestres, algas microscópicas anaerobias que producen oxígeno. De esta manera, dentro de unos diez millones de años existirá una atmósfera rica en oxígeno y, más adelante, el planeta tendrá mares. En ese momento implantaremos seres unicelulares, que serán creados a partir del agua de ese planeta en reacción con aminoácidos esenciales para la creación de la vida orgánica. Es decir, desarrollaremos cadenas de aminoácidos que, al recibir determinadas radiaciones cósmicas, podrán dar lugar a cadenas genéticas dentro de un organismo unicelular.
¿Supone eso que en el futuro también “sembraréis” vida humana?
La vida humana es una tarea de la que se encargan seres humanos de nivel 4.7, lo mismo que “sembrar” vida animal es un trabajo del que se encargan los 4.6. Nosotros, como 4.5, nos encargamos en general de la vida vegetal.
Comprendo. En ese caso, supongo que sí podrás responderme al menos a una duda que me asaltó esta mañana –9 de Septiembre de 1994 –. Verás, alguien me trajo a la revista, para que los escuchara, unos cassettes cuyo contenido me aseguraba que se correspondía con el sonido correspondiente a cada uno de los planetas de nuestro sistema solar, aun cuando ignoro cómo se grabaron, si mediante antenas instaladas en la Tierra, mediante antenas que orbitan alrededor de nuestro planeta o por intermedio de sondas espaciales enviadas al espacio exterior. En cualquier caso, y si no me han mentido, eso podría suponer también que cada planeta del universo emite un sonido propio, una onda concreta y única que lo diferenciaría del resto. ¿Es eso así?
Efectivamente, cada planeta vibra de una forma diferente y esa vibración se manifiesta de muchas formas distintas: en color, en sonido (ultrasonidos e infrasonidos), en ondas hertzianas, en radiaciones de diversos tipos, etc. Desde luego, es difícil captar el sonido de un planeta... a no ser que lo que en realidad se grabó –y eso es lo que tú habrías oído – fuera la vibración de los iones de su atmósfera al recibir la interferencia de los rayos cósmicos. Lo cual es mucho más fácil porque la atmósfera es mucho más audible.
LA ENFERMEDAD DE JUAN PABLO II
Ya en Septiembre de 1994 los medios de comunicación de todo el mundo reflejaban la preocupación existente en el seno de la Iglesia Católica sobre el estado de salud del Papa Juan Pablo II. Y como quiera que acababa de plantearle a Geenom en la entrevista la fiabilidad de las profecía de San Malaquías, me pareció que procedía saber algo sobre su situación dadas las informaciones contradictorias que se estaban entonces publicando, generadas por el habitual hermetismo oficial del Vaticano que, para mayor escarnio, terminó con el absurdo e increíble comunicado emitido justo dos años después –en Septiembre de 1996 – en el que se decía que el malestar del Pontífice se debía sólo a un problema de “apendicitis” del que sería operado el 6 de Octubre.
Y como quiera que cuando estas líneas vean la luz es probable que Juan Pablo II haya fallecido, no he incluido en la entrevista central las preguntas, ni por tanto las respuestas, que entonces –el 23 de Septiembre de 1994 – formulé en tanto es probable que puedan haber quedado desfasadas. En cualquier caso, las transcribo aquí por su evidente interés y porque es posible que en el momento en que el lector lea este texto se sepa ya si aquellas extrapolaciones de Geenom fueron o no correctas. Esta fue la conversación, mantenida –insisto – el día...
Tengo entendido que Juan Pablo II está enfermo. ¿Es grave?
Está bastante enfermo, aunque aún no se ha manifestado totalmente la enfermedad. Pero, cuando lo haga, el desenlace probablemente sea muy rápido.
Pero, ¿qué es lo que tiene? Las informaciones no son uniformes...
Cáncer.
¿Cáncer? Pues no es eso lo que se cuenta... En fin, en todo caso ello me hace recordar de nuevo a San Malaquías. Actualmente, los exegetas, al analizar sus profecías, no se ponen de acuerdo respecto a cuántos pontífices quedan, aunque la mayoría aboga por la hipótesis de que quien sustituya a Juan Pablo II será el último Papa. ¿Es así?
No creo; aunque es posible que si las cosas van mal no haya tiempo para más papas; a lo sumo, uno o dos más.
¿Y existe alguna extrapolación de quién podría ser su sucesor o, al menos, que características tendrá?
Todo apunta a que en la Iglesia Católica, una vez fallecido Juan Pablo II, ya no habrá un Papa que, como hasta ahora, acumule todo el poder. Es más, todo apunta a que en lugar de tomar las decisiones el Colegio Cardenalicio, lo hará en realidad un triunvirato, uno de ellos el Papa, que será la cabeza visible de cara al exterior, aunque de puertas adentro será en realidad uno más.
¿Y cuáles serán esas otras dos “cabezas”?
Según las extrapolaciones, podría tratarse de un cardenal español y de uno norteamericano. El Colegio Cardenalicio es hoy consciente del descenso de la cuota de participación en el mundo religioso que está sufriendo la Iglesia Católica. Por eso, y para no tener que dar explicaciones ni tener que modificar el dogma de la infalibilidad del Papa, busca la forma de equilibrar los aspectos religiosos (con el Papa), los aspectos políticos (con un cardenal español) y la necesidad de difusión (de lo que se encargaría el norteamericano). Se trataría, en suma, de tener varias cabezas que no piensen solas, no vaya a ocurrirles como con Juan Pablo I, que casi la organiza... De esa forma, estarían los tres sometidos al Colegio Cardenalicio, sin poder tomar decisiones unilateralmente.
EL SECUESTRO DE ANABEL SEGURA
Supongo que, a estas alturas del libro, el lector más escéptico se habrá también preguntado –con buen criterio – si a quien esto escribe no se le ocurriría, entre otras cosas, aprovechar la ocasión de tan singular entrevista para intentar ayudar a personas que en aquellos momentos sufrían situaciones de dolor lamentables – y aparentemente, al menos – ajenas a ellas. Casos como el del secuestro de Anabel Segura [1] , que acababa de tener lugar pocas fechas antes y cuyo trágico desenlace ya conocen todos los lectores. He de decir que, obviamente, lo planteé poco después de tener lugar. Pero la respuesta también me cogió por sorpresa ya que Geenom se limitó a decirme que tenía que consultarlo; consulta que en la siguiente cita se plasmó en una cortés y sentida negativa. Debo decir también que aquella respuesta me conmocionó internamente y no la acepté de buen grado. Porque, y sin entrar en detalles que no deseo comentar, mi interés no era de mera curiosidad o fruto de una abstracta solidaridad, sino algo mucho más personal, ya que conozco muy bien a la totalidad de la familia Segura desde hace casi 25 años y tuve a Anabel en brazos varias veces, en casa de sus padres, cuando era sólo un bebé.
No pude, en consecuencia, dejar de expresar mi sentir sobre el tema en una tercera ocasión, ya en Abril de 1995.
Cuando hace algunos meses te pregunté por Anabel Segura me respondiste, tras hacer una consulta, que no te era posible atender mi petición de información. ¿Puedo saber la razón y a quiénes consultaste?
Verás, hay una serie de normas fundamentales de comportamiento por las que nos regimos y que sólo en muy contadas ocasiones pueden modificarse, siempre en función de los acontecimientos. Una de ellas, primordial, es la de la no interferencia en modo alguno en la vida de otras personas... salvo autorización expresa. Razón esta última por la que, ante tu preocupación desinteresada, consulté si podía hacerse una excepción. El resultado ya lo conoces. En cuanto a quién pregunté, te diré que hay un órgano consultivo que está en permanente contacto con los Registros Akáshicos y que es quien informa sobre la conveniencia o no de dar algún tipo de información.
¿Y no puedes siquiera explicarme quiénes componen ese órgano consultivo?
Sí: seres humanos de nivel 4.7. Y de veras lo siento, pero es todo lo que puedo decirte por el momento.
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[1] Con el fin de informar a los posibles lectores de otros países, es necesario explicar que el secuestro en España de la joven Anabel Segura acaparó la atención de todos los medios de comunicación del país durante casi dos años, siendo su cadáver finalmente encontrado entre los restos de una fábrica abandonada del pueblecito de Numancia de la Sagra, en la provincia de Toledo. Hasta el momento de la presente edición de este libro, y a pesar de que los responsables directos fueron detenidos, el caso plantea muchas incógnitas que la policía silencia.
CAPÍTULO 5
EL EXTRAORDINARIO “CASO PHILIP”
Qué duda cabe de que el fenómeno que he narrado al lector – al margen de cuál sea su origen – existe, es auténtico; además del Grupo Aztlán, lo están viviendo muchos otros grupos en el mundos [i]. Ahora bien, la explicación al mismo, sin rechazar la posibilidad de que la comunicación se esté produciendo realmente con un ser de otro planeta mediante telepatía, no es en modo alguno la única. De hecho, recuerdo nítidamente cómo en una de aquellas clases a las que asistí en calidad de alumno, se nos dijo que los terrestres, por nuestro nivel evolutivo, éramos muy “crédulos”, es decir, personas que se dejaban guiar por las creencias – de cualquier índole – antes que por las “evidencias”. Cuestión, por cierto, que planteé en su momento a Geenom, preguntándole si en su planeta no existían “creencias”. Y la respuesta fue rotunda:
Como las entendéis vosotros, no. Nosotros nos planteamos sólo la dicotomía entre “posibilidades” y “evidencias”. Comprendiendo, por supuesto, que cuanto más se acerca la posibilidad a la evidencia, más capacidad tenemos de poder manifestarnos en ese sentido. La creencia es una limitación del conocimiento. Cuando esto se entiende, uno deja de creer para “suponer” o “saber”.
Sabias palabras, qué duda cabe. Pero sabiduría que me permitía a nivel personal, y por la misma razón, poner en duda todo lo que estaba viviendo. Porque, a fin de cuentas, si bien es cierto que a lo largo de este peculiar y enriquecedor proceso tuve motivos suficientes para aceptar, apoyándome en el sentido común, la explicación que se me ofrecía, lo único en verdad “evidente” es que yo no he visto jamás a ninguno de mis presuntos interlocutores extraterrestres, cuando menos con mis ojos físicos y a nivel consciente. Lo que, también es verdad, tampoco supone que no existan.
En cualquier caso, tuve ocasión de conocer – una vez más – su capacidad de reacción cuando, presente como invitado en una de las sesiones, mi amigo y subdirector de Más Allá de la Ciencia, Javier Sierra, tras consultar si podía hacer una pregunta, inquirió al propio Geenom qué podía decirle del “caso Philip”, dando sólo unas breves explicaciones a los presentes. Sin embargo, entiendo necesario que el lector no versado en estos temas conozca, antes de continuar, el fundamento del llamado “caso Philip” [ii], en la medida en que le permitirá una mejor comprensión de sus implicaciones.
LA GÉNESIS DEL EXPERIMENTO
La génesis de este caso comenzó a raíz de una peculiar investigación que se iniciaría en el otoño de 1972 en Canadá, bajo los auspicios de la Universidad de Toronto, en la que participaron varios científicos de diversas disciplinas. Experiencia que sería llevada a cabo por un grupo de ocho personas – cinco mujeres y tres hombres – que, coordinados por el doctor A.R.G. Owen, miembros del Departamento de Medicina Preventiva y Bioestadística del centro universitario, contaba con varios especialistas en Psicología, Sociología, Biología y Medicina –entre los que se encontraba la esposa del propio Owen, Iris –, todos ellos miembros de la Society for Psychical Research de Toronto.
Owen, especializado en el estudio de casos de poltergeist – ya en 1964 había publicado la conocida obra Can We Explain the Poltergeist? – se había planteado, junto a sus compañeros, una sugerente interrogante: ¿sería posible dar “vida” a un espíritu inexistente, es decir “crear” un personaje en el mundo de la mente y luego darle “vida” y hablar con él? La idea sedujo de tal forma a todos que el entusiasmo que generó desde el principio fue comprensible, acordando bautizar el proyecto como Conjuring Up Philip (Invocando a Philip).
Así que, en primer lugar, diseñaron un plan para estar seguros de que no iban a conjurar a un espíritu real. Para lo cual, dos de los miembros del equipo –Iris Owen y Margaret Sparrow – encargaron a una enfermera de las Fuerzas Armadas canadienses y madre de tres hijos llamada Sue, la labor de “inventarse” ese personaje ficticio. Y así, Sue “creó” una biografía completa de Philip, haciendo de él un aristócrata católico de la Inglaterra de mediados del siglo XVII que vivía en Diddington Manor, en Warwickshire, partidario del rey Carlos I – recordemos que era, por tanto, contemporáneo de Oliver Cromwell –, y casado con una bella mujer llamada Dorotea. Claro que Sue imaginó también que la esposa era insensible al amor y frígida y que Philip buscó fuera de casa lo que en ella no encontraba, enamorándose de una bella gitana de pelo largo y negro y ojos de azabache, a la que dio el nombre de “Margo”. Luego decidió que, para poder mantener la relación amorosa, Philip se llevara a la gitana a la casa del guarda de su mansión y así tenerla cerca. Y, para complicar más la cosa, hace que la esposa descubra el adulterio y que ésta, ante la necesidad de mantener su reputación de gran dama, acuse ante las autoridades a Margo de practicar la brujería y conseguir que, tras ser juzgada, sea quemada en la hoguera. Con lo que Sue creaba en el personaje de Philip un sentimiento de culpa, amargándole el carácter y volviéndole huraño. Biografía que Sue termina llevando a Philip, desesperado y lleno de dolor, a suicidarse desde una de las almenas de la mansión.
Terminado este boceto biográfico, los miembros del grupo se sentaron en círculo y fueron completando entre todos, uno a uno, los detalles que debería tener ese ser imaginario, de forma que no sólo recrearon cada rasgo de su apariencia física, sino también su ideología, sus gustos y aversiones, sus manías en la comida y hasta los detalles de la aventura extramatrimonial. Como medida de precaución adicional, el grupo incorporó a la vida de Philip algunos detalles totalmente contrarios a los hechos históricos. Por último, decidieron que su espíritu se apareciera espectralmente una vez cada siglo paseando por lo alto de las almenas. Todo ello con el objetivo de que la aportación personal de cada uno en la recreación del personaje, ayudara a crear en todos una imagen mental lo más similar posible de Philip, tanto de su físico como de su carácter y su forma de pensar.
Hecho todo lo cual, el grupo empezó a reunirse una vez por semana a lo largo de todo un año para intentar tomar “contacto” con ese ser completamente inventado... sin resultado alguno.
No hace falta decir que el fracaso les desalentó de tal manera que el grupo estuvo a punto de abandonar el experimento. Así lo reconocen las ya mencionadas Iris Owen y Margaret Sparrow, dos de sus integrantes, en la obra que escribirían al finalizar la experiencia y que con el título de Conjuring Up Philip, fue publicada en 1976. En ella se cuenta cómo en aquellos momentos de decepción, Iris Owen leyó un artículo de C. Brookes-Smith, D.W. Hunt y K.J. Batcheldor que se había publicado en el Journal of the Society for Physical Research y en el que se narraban una serie de experimentos efectuados en Inglaterra similares a los suyos. En su trabajo, el grupo de Batcheldor había esperado provocar fenómenos físicos específicos, como ruidos de golpes en una mesa, para lo que también habían celebrado reuniones regulares; con la diferencia de que, en vez de adoptar en ellas un aire de solemnidad, Batcheldor y sus colaboradores aplicaron un sorprendente descubrimiento: en los tiempos victorianos los círculos consagrados a esa misma actividad que habían informado positivamente de resultados insólitos, no se reunían en sitios en penumbra alumbrados por velas, como era la costumbre entonces, sino que efectuaban alegres y festivas reuniones sociales cuyos participantes se sentaban en cualquier parte, charlando, gastándose bromas y, en general, divirtiéndose como si no esperaran que sucediera nada. Pues bien, Batcheldor y su grupo contaban que ellos también empezaron a obtener sorprendentes resultados cuando adoptaron en sus reuniones un aire de fiesta similar.
LLEGAN LOS RESULTADOS
Estimulados por la noticia, el grupo de Owen dejó de sentarse en torno a una mesa en meditación silenciosa y comenzaron a bromear, a reír e, incluso, a cantar... Y a las pocas sesiones, para asombro de todos, “Philip” empezó de improviso a comunicarse con ellos haciendo que de la superficie de la mesa emanaran sonidos de fuertes golpes, con lo que rápidamente establecieron el clásico código tiptológico que inventaran un día las hermanas Fox en Estados Unidos, de un golpe para el “sí” y dos para el “no”. Poco tiempo después, y para renovado asombro de todos, el grupo sostenía ya conversaciones regulares y extensas con aquel ser... salido de su imaginación. Porque de los simples golpes en la mesa, la comunicación terminó derivando hacia códigos más completos. Y, así, la mesa –sobre la que los miembros del grupo tenían puestas las manos abiertas, apoyadas por las palmas– empezó a moverse con cierta rapidez, levantando ora una pata, ora otra, pareciendo a veces que cobraba vida. Hasta el punto de que a veces la mesa entera llegaba a levitar algunos centímetros por encima del suelo e, incluso, arrojar al suelo con ímpetu a quien, por ejemplo, se apoyaban en ella para dificultar su movimiento. Los investigadores aseguran que la mesa, a veces, incluso “acorralaba” a alguno de los miembros cuando se enfadaba con él; por ejemplo, en el caso de que llegara tarde a la reunión. Además, los golpes empezaron a oírse en otros lugares del salón, paredes incluidas, acompañados a veces de ruidos más complejos y parafonías de origen desconocido.
En cualquier caso, lo cierto es que Philip contestaba a las preguntas de forma bastante coherente con la historia que le habían creado. Por ejemplo, como el grupo había creado una auténtica aversión hacia su mujer, Dorotea, Philip producía chirridos y ruidos desagradables cada vez que se mencionaba el nombre de ésta. Además, incluyó en sus respuestas todas las inexactitudes históricas incorporadas a su ficticia biografía.
Sin embargo, un día algo empezó a cambiar... porque, inopinadamente, Philip no sólo empezó a agregar a su historia “personal” hechos que sus creadores no le habían imbuido, sino que hasta empezó a enmendarles la plana. Así, por ejemplo, interrogado en cierta ocasión sobre Margo, su amante gitana, Philip afirmó que, contrariamente a lo que todo el mundo había pensado , él, en realidad, nunca la había amado.
Posteriormente, Philip amplió mucho la “historia” de su “vida”. Y lo mismo “explicó” al grupo que sus padres habían muerto de viruela que les habló de su afición a la caza, revelándoles que tenía halcones peregrinos, cazaba ciervos con el mosquete y, cuando cazaba aves, prefería los batidores humanos a los perros. También describió, en detalle, su trabajo de espía a favor de Carlos I en la lucha contra los ejércitos de Cromwell.
Con el tiempo, Philip desarrolló toda una nueva “personalidad”, en la que no faltaron desde curiosos ataques de melancolía a manías propias de un ser caprichoso. Además, demostraba mayor afinidad con algunos miembros del grupo, a cuyas preguntas se mostraba más dispuesto a contestar que a las de los otros. Le gustaban las bromas y, cuando estaba con ganas de divertirse, hacía que la mesa produjera un poderoso ruido de matraca. Además, le agradaban algunas canciones –cierta canción infantil era su favorita – y se irritaba si el grupo trataba de cantar otras. Era impaciente y antojadizo como un niño y no le gustaba ser ignorado. Si en la conversación el grupo se distraía y no le hacía caso durante demasiado tiempo, Philip empezaba a golpear la mesa hasta que recuperaba la atención de los presentes. Sin embargo, no le agradaba que se le interrogara de manera demasiado apremiante y frecuente y, sobre todo, le disgustaba que se le amenazara. Una vez, cuando Philip se mostraba renuente a colaborar y un miembro del grupo le advirtió que corría el riesgo de que le hicieran “desaparecer” para siempre, reemplazándole por otro. Philip se enojó y, sencillamente, se “esfumó”, siendo necesarias varias horas de súplicas y halagos para que decidiera volver a manifestarse.
¿UN CASO DE PURA IMAGINACIÓN?
Supongo la cara de estupor de muchos de los lectores ante lo hasta aquí narrado. Sin duda, algunos pensarán que lo acontecido en aquellas sesiones no fue real, es decir, que no sucedió en el plano físico sino en un plano psíquico, mental, en una especie de estado hipnótico colectivo en el que todos vivieron telepáticamente lo mismo, pero sin que hubiera habido en modo alguno consistencia material de la experiencia. ¿Es ese su caso? Porque si es así, temo decepcionarle.
Por ejemplo, es interesante saber que el grupo de Owen grabó con frecuencia sus sesiones e hizo analizar los golpes de Philip por un ingeniero acústico llamado Alan Gauld. Y éste estableció no sólo que el aumento y la disminución del volumen sonoro de los golpes de Philip “diferían notablemente de los producidos por una percusión común”, sino que además eran de duración increíblemente corta – de sólo un 0,16 de segundo –, menos de la tercera parte de lo que duran los sonidos que los seres humanos hacen cuando golpean una mesa con los nudillos o con los pies.
Por otra parte, con el paso de las sesiones Philip empezó a mostrarse cada vez más vigoroso y logró mover la mesa por el cuarto, haciéndola bailar sobre una pata e, incluso, subir por las paredes. Y aunque es verdad que en esas ocasiones los integrantes del grupo mantenían las palmas de las manos apoyadas en la mesa, Philip demostró que era también capaz de mover cosas que nadie estaba tocando. Y así, mientras unas veces los vasos o ceniceros dejados sobre la mesa se volcaban o se deslizaban sin que nadie los tocase, en otras, pequeños regalos ofrecidos a Phillip permanecían como “pegados” en su lugar... incluso cuando éste inclinaba la mesa en caprichosos ángulos. Un miembro del grupo afirmaría, por su parte, que un día, al volver a casa, llegó a encontrarse sus propias mesas y sillas fuera de los sitios habituales.
Enterada de esos extraños episodios, la Canadian Broadcasting Corporation hizo una visita al grupo en Noviembre de 1973, con operadores de sonido y cámara, resplandecientes lámparas de arco y aparatos de vídeo, y grabó todas las experiencias aquí narradas. Desde entonces, Philip no sólo “protagonizó” varios documentales, sino que incluso “actuó” en directo para la serie de televisión canadiense “El mundo de lo inexplicable”.
LA TEORÍA DE MICHAEL TALBOT
Michael Talbot hizo en su obra Más Allá de la teoría cuántica observaciones muy interesantes sobre este caso, planteando algunas sugerentes hipótesis que no quisiera dejar sin reflejar en estas líneas para conocimiento del lector.
En ella, el investigador norteamericano, con buen criterio, analiza de forma desapasionada los hechos, resaltando diversas circunstancias; entre ellas:
1) Que a pesar de su aparente personalidad individual, la existencia de Philip “parecía depender de las mentes de las personas presentes” en cada sesión. “Por ejemplo – explicaba Talbot –, si se le formulaba una pregunta histórica cuya respuesta ningún miembro del grupo conocía –o sobre la cual el grupo no había formulado colectivamente una respuesta incorrecta – también Philip se mostraba incapaz de contestarla”.
En cuanto a la razón de que Philip fuera incapaz de responder a determinadas preguntas y sí a otras, para Talbot es “un misterio”.
2) Que, independientemente de ese hecho, había algo fuera de toda duda: su notable capacidad para contestar preguntas de forma coherente. “Tal vez se trate – comentaría en un intento de explicarlo – de un proceso ya utilizado en algunas culturas. En Tanzania, por ejemplo, la tribu safwa emplea desde hace largo tiempo un ritual similar al procedimiento usado por el grupo de Toronto para conjurar a Philip, para lograr que una silla permanezca quieta o para que se mueva mediante sacudidas en respuesta a las preguntas que le formula la persona que está sentada en ella. Y así como F. Eugene Yates ha sugerido la construcción de computadoras integradas en parte por bacterias vivas, tal vez algún día podamos construir computadoras sensibles a los hechos cuánticos controladas por psicocinesis e infundirles aliento vital (...)”
3) Que, a su juicio, el caso de Philip era “similar al de cuerpos colectivos simbióticos como los encontrados en el microorganismo marino ‘Labyrinthula’, es decir, algo más que el ‘armado’ de sus partes, pero no por ello menos dependientes de esas partes para existir”. Postulando, al hacer la analogía, que tal vez “aquellos rasgos que hacían de Philip más que la simple suma de sus partes –su personalidad característica, sus actitudes temperamentales y su naturaleza impredecible– se organizaron por sí mismos en algún nivel y de alguna forma que esas partes no tenían conciencia inmediata”.
Audaz hipótesis que Talbot intentó apoyar afirmando que el hecho de que Philip hubiera podido “autoorganizarse a partir de –como él la llamó– una colectividad de conciencia” –o conciencia colectiva del grupo, podría decirse– tal vez se debiera “a que la frontera que divide una conciencia de la otra no sea tan absoluta, sino jamás parecida al límite que define un glóbulo de mercurio respecto del contiguo”. Es decir, que al igual que “un grupo de glóbulos más grande”, “quizás las conciencias que trajeron a Philip a la existencia intervinieron en una fusión similar”.
“El proceso –continuaría explicando– parece operarse también en sentido contrario. Por ejemplo, así como un grupo de células en un embrión en desarrollo pueden, al dividirse, organizarse a sí mismas y dar origen a gemelos idénticos, parece ser que también ciertas fluctuaciones en la personalidad de un individuo, como un trauma grave padecido en la niñez, pueden originar un punto de bifurcación, alcanzado el cual esa personalidad se divide y se autoorganiza bajo la forma de un grupo de personalidades intactas, creando el fenómeno que llamamos de ‘personalidad múltiple’.”
De ahí que Talbot se preguntara luego si, al igual que en los sistemas embrionarios a nivel físico, no existiría también “todo un conjunto de reglas no descubiertas que gobernarían los mismos fenómenos de autoorganización en la conciencia”.
Y es que para Talbot, a medida que avancemos en el esclarecimiento de las leyes que permiten a “seres” como Philip autoorganizarse como entidades casi independientes, “es posible que establezcamos que se basan en los mismos principios cibernéticos responsables de esa intrincada coreografía del pensamiento que llamamos la mente, ese enorme ejemplo de mente que es el ecosistema de la Tierra, la organización de las células en colonias simbióticas de microorganismos y, tal vez, incluso de la estructura filamentosa de las galaxias del universo”.
UNA RESPUESTA CONCISA... Y CLARA
Hasta aquí los sorprendentes hechos por cuya explicación mi amigo Javier Sierra interrogó a Geenom en una de las sesiones que dieron lugar a este libro y la propuesta de Michael Talbot para aportar luz. Respuesta que, por cierto, también en esta ocasión se demoró al reconocer nuestro interlocutor que, sencillamente, no conocía el caso y debía informarse. Pues bien, aquella respuesta, contra lo que esperaba, no fue precisamente espectacular... aunque sí meridianamente clara:
Me preguntasteis si el caso de Philip fue una recreación mental o si el responsable fue algún espíritu desencarnado que se había manifestado en aquellas sesiones. Y cuál fue la razón de que cuando el grupo de Owen decidió “eliminarlo”, éste desapareció sin más. Pues bien, me dicen que se trató de una cosa mixta. En un principio, fue la mente más influyente del grupo la que se encargó – inconscientemente, por supuesto – de manifestar esa “entidad” imaginaria. Pero después, al parecer, ocupó su lugar un desencarnado. En cuanto a por qué desapareció sin más cuando se lo pidió el grupo, os diré que por la misma razón y de la misma manera que desaparecen aquellos que se manifiestan en sesiones de espiritismo y no son deseados. Además, la mente influyente del grupo (a través de la que se manifestaba la entidad) bloqueó la comunicación.
Debo confesarle al lector que la pregunta formulada tenía mucha “miga”. Porque, de hecho, si Geenom aceptaba ese tipo de experiencia como posible, ¿qué impide colegir que él mismo y los demás seres que se comunican con el Grupo Aztlán no puedan ser también “entidades imaginarias” fruto de la mente de sus miembros, que posteriormente hayan adquirido “vida propia y personalidad independiente”? No quise andarme con subterfugios y decidí preguntárselo de nuevo directamente, cuando el 10 de diciembre de 1996 me reuní con él por última vez en una breve sesión programada para aclarar las dos o tres cuestiones puntuales sobre las que tenía algunas dudas.
Nada más comenzar las sesiones que terminaron dando lugar a esta entrevista, ya te planteé cómo podía saber que, entre otras posibilidades, tú mismo no eres una entidad creada mentalmente por los miembros del Grupo Aztlán y que, en consecuencia, tu existencia pertenece sólo al mundo de la mente. ¿Podrías responderme de nuevo?
Por supuesto. Mira, en primer lugar, porque en ningún momento se generó en el grupo la idea de hacer tal experimento, sino que la búsqueda de comunicación estaba libre de condicionantes y los participantes eran absolutamente legos en este tema. En segundo lugar, en estos años han tenido pruebas evidentes, al haberse producido avistamientos físicos programados. En tercer lugar, han tenido multitud de pruebas tanto a nivel energético como merced a las experiencias cotidianas; y, por último, han tenido dos contactos físicos directos con extraterrestres, contactos que en alguna medida fueron, además, compartidos con personas ajenas al grupo en tanto fueron testigos de parte de los acontecimientos vividos, si bien no de todo el proceso que se desarrolló, claro, porque fueron contactos de carácter privado.
[i] En Abril de 1997 la revista Más Allá de la Ciencia publicó un monográfico sobre contactados en el que aparecen los grupos de contactos más significativos que han surgido a lo largo de la historia.
[ii] Michael Talbot. Más Allá de la teoría cuántica. Gedisa Editorial. (Michael Talbot murió en Nueva York el 27 de Mayo de 1992, antes de cumplir los 40 años, tras una penosa enfermedad.)
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