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16 de octubre, 2009
VII. ARTAX. PRIMER CONTACTO
Artax avanzó con paso firme hasta abordar la pasarela móvil que le llevaría hasta la entrada misma del edificio Sede Central del Consejo de Zona. Ese era un gran día, iban a darse a conocer los resultados finales del Concurso sobre investigación y desarrollo que periódicamente se hacían entre la zona Norte y Sur.
En el último ejercicio él y su equipo de colaboradores habían estado a punto dé alcanzar la mención especial, pero al final se impusieron los mejores resultados de otros.
Desde entonces habían trabajado mucho esforzándose y concentrando sus investigaciones sobre la flora y fauna de África, una zona de la Tierra en vías de desertización. Habían conseguido salvaguardar animales y plantas que estaban ya a punto de desaparecer, logrando su traslado y aclimatación a un planeta laboratorio.
No obstante, para algunos organismos tuvieron que crear de forma artificial unas condiciones ambientales especiales, produciendo en algunas zonas un microclima que fuera similar al de la Tierra, para después ir deduciéndolo de forma gradual hasta que las especies eran capaces de sobrevivir en el nuevo medio.
Antes de que se diera cuenta ya había llegado, abandonó el carril móvil y se paró frente a la sede del Consejo. Era un enorme edificio de forma piramidal, construida de un material transparente y que dejaba pasar la luz permitiendo la visión de dentro afuera, pero no al revés.
Había una gran animación, el salón principal, capaz de albergar a una buena representación del planeta estaba prácticamente lleno. Se dirigió hacia la grada que les había correspondido, allí estaban ya sus once compañeros de equipo, tan ansiosos como él, esperando los resultados finales.
Durante los últimos tres días se habían estado presentando los trabajos de una y otra zona. Realmente era sorprendente ver como cada año funcionaban mejor y se alcanzaban cotas más elevadas en el conocimiento de la naturaleza y del mundo material.
Finalmente la voz del presidente del Consejo tomó la palabra y en un breve pero elocuente discurso agradeció a todos su colaboración y sus esfuerzos en favor del bien común.
Un silencio general se extendía por el enorme recinto. Cientos de ojos estaban clavados en los enormes paneles que en breves segundos comenzarían a mostrar la relación de los trabajos premiados. Las letras luminosas empezaron a aparecer a la vez que un leve murmullo se extendía entre los asistentes. El rostro de Artax y sus compañeros se iluminó de júbilo. Allí estaba su aportación, entre la lista de los elegidos. Se felicitaron efusivamente unos a otros, era muy agradable ser seleccionado, no sólo por el premio sino porque significaba una muestra de reconocimiento al esfuerzo y eso les compensaba de las duras horas de desánimo y cansancio. Lo que habían logrado era bueno para la comunidad y así se lo reconocían.
Cuando terminó la asamblea y se repartieron las menciones se dirigió rápidamente a su casa. Virna, su compañera, había estado viendo la transmisión de la ceremonia y salió a recibirle antes de que entrara. Ámbar y Lerna sus hijos se abalanzaron sobre él felicitándole efusivamente apenas le vieron.
Se dirigieron todos a la sala comunal que servía de centro de reunión e intercambio a la familia, era el recinto más espacioso de la vivienda, estaba dotado de varios paneles dedicados a consulta, lectura de escritos, visión de documentales y películas, percepción musical, etc. Todos ellos podían ser accionados individual o simultáneamente sin interferir unos con otros y permitiendo en todos ellos la captación a nivel extrasensorial total: tacto, oído, vista, olfato, y mil y una sensaciones.
Cuando estuvieron todos sentados empezaron a hacer planes sobre el viaje. Si, el premio habían sido unas vacaciones para todo el grupo y sus familias en Zara, un planeta, sin habitar por seres humanos y que resultaba un verdadero paraíso por su vegetación y sus paisajes exóticos.
Unos días después tomaban una nave de transporte unifamiliar que les llevaría hasta Zara. Durante el viaje vieron proyecciones sobre el planeta que iban a visitar, datos sobre su clima, temperatura, fauna, flora, etc. Estaba situado a tres años luz de Dino y fue evacuado en parte antes de sufrir la invasión de un cuerpo estelar frío. Tardó casi cien años en recuperar la atmósfera descontaminada y un suelo capaz de desarrollar vida. Ahora resulta un planeta increíblemente bello, del choque con aquel astro surgió una segunda luna y siempre se encuentra inundado de luz. Su superficie está poblada por numerosas plantas gigantes y miles de flores de las más diversas especies. En el subsuelo corren cientos de ríos de un extraño color verde provocado por los pigmentos que ciertas plantas desprenden en contacto con el agua. A menudo surgen géiseres de color verde eléctrico que sorprenden al visitante. Hace una temperatura alta pero suavizada por el frescor de la vegetación y una suave brisa perfumada que procede de los numerosos lagos que salpican aquí y allá la superficie del planeta.
Fue un viaje inolvidable. La estancia en Zara les hizo olvidarse del mundo tan tecnificado en el que vivían y recobrar la sensación de vivir en la Naturaleza. Disfrutaron de cuanto les rodeaba, el sol, las plantas, aquellos paisajes recónditos que parecían esperar que alguien les descubriera. Su espíritu estaba exaltado por sentimientos de amor y respeto hacia la Naturaleza que era una inmensa explosión de vida, era asombroso ver como cada especie tenía su sitio, cada planta su altura idónea, cada flor su color más adecuado, y como convivían en su aparente disparidad unas junto a las otras ofreciendo lo mejor de sí. En los días que pasaron allí aprovecharon para recargar su ánimo compartiendo vivencias y estrechando lazos. Artax y Virna utilizaron parte de su tiempo en recordar pasajes de su pasado que habían sido significativos en sus vidas.
Gracias a la capacidad que tenían de conexionar sus cuerpos mentales pudieron concretar en imágenes esos hitos: su nacimiento, su infancia, la estrecha relación mantenida con su madre que se ocupó de su educación, vigilando de cerca sus tendencias naturales y sus inclinaciones para no interferirías.
En Dino el papel de la madre es fundamental en la formación de los hijos. Desde que nacen hasta los siete años tienen especial interés en que sepan cuando antes quienes son, qué lugar ocupan en el Cosmos, y qué futuro les espera si son fieles a su condición de hombres. Ella es la encargada en esta primera etapa de la vida de enseñar las normas fundamentales de la moral, la base para crear sociedades armónicas, el verdadero sentido de conceptos como convivencia y respeto...
A partir de los siete años comienza su formación extrafamiliar con unos estudios básicos generales encaminados a formar la infraestructura para los estudios superiores. En ese periodo su formación está dirigida principalmente al conocimiento de la organización social, de la historia del planeta, de los órganos o consejos rectores de las instituciones de carácter científico, etc.
Finalmente la formación superior corresponde siempre a una decantación natural de las aptitudes del individuo. A Artax siempre le había gustado la biología, por ello sus maestros consideraron acertado que encaminara sus pasos en esa dirección. Virna, por su parte, mostraba una clara preferencia por el arte en distintas manifestaciones, sobre todo la pintura y la escultura. Tenía un espíritu sensible y creativo que le hacía captar la forma y el color dándole una dimensión personal.
Ambos permanecieron formándose hasta cumplir los 30 años, edad en la que tuvieron, como todos, la obligación de revertir a la sociedad el fruto de esos estudios mediante el trabajo.
Hasta entonces hombres y mujeres se relacionan sin establecer lazos ni compromisos, pero llegados a esa edad es habitual hacer la elección de la que será la pareja definitiva para esa encarnación. A partir de entonces se convierten en monógamos, la poligamia y la poliandria son rechazadas socialmente.
Los hombres y mujeres de Dino son conscientes de la importancia de seguir el plan de vida trazado desde que nacen, por eso no permiten que su mente se vea ocupada en preocupaciones que podrían desviarles de él.
Recuerdan y visualizan el momento en que ambos decidieron unir sus vidas y colaborar el uno en los planes del otro. La elección no fue difícil, él se sintió atraído por la gran sensibilidad y el temperamento artístico de Virna, aparte de su aspecto físico, y a ella le gustó el espíritu investigador de Artax. El amor surgió entre los dos de una forma decidida. Ambos pensaron que sus características podrían ser complementarias y que de su unión saldrían ambos beneficiados. Conectaron rápidamente, tenían muchas cosas en común: pactos de anteriores reencarnaciones, conocimiento mutuo de los programas, y una forma compartida de entender la pareja: una unidad, el cien por cien de ser humano, en la que la aportación de cada uno jugaría un papel fundamental. Las características de la mujer: elaboradora y constante con una gran capacidad intuitiva, unidas a las del hombre más creativo y generador de ideas darían como consecuencia un núcleo familiar estable.
Todavía se estremecen emocionados cuando reviven la ceremonia de su unión. Reunieron a sus seres más queridos, familias y amigos, y conscientes de la trascendencia del momento se prepararon para vivirlo intensamente.
Estaban frente a una mesa circular, él a la derecha, ella a la izquierda, sobre la mesa había una planta, delante de ella una vela encendida, un recipiente con agua y una pequeña pirámide.
Unificaron sus mentes con unos sonidos armónicos para requerir la presencia de un Maestro que actuase como testigo de excepción de aquella unión. El Maestro acudió a su llamada y les explicó la simbología de los elementos que iban a manejar. A pesar de que aquello era conocido por todos, sus palabras sonaban nuevas, pues se vivía la situación como única e irrepetible.
Con voz pausada el Maestro fue explicando:
«El fuego y el agua son antagónicos pero son necesarios por separado. De la energía y del agua surge la vida, representada por la planta.
La pirámide simboliza la concentración de vuestras energías que os ayudarán a eliminar los kharmas pendientes entre ambos».
Con un gesto les animó a proseguir. Artax cogió el recipiente con el agua y se lo ofreció a Virna diciendo: «La unión que hoy realizamos vivirá porque este agua tiene la vida».
Ella cogió la vela con la otra mano y se la dio a él diciendo: «Esta unión que hoy realizamos vivirá porque esta llama tiene la vida».
Después ambos dejaron las ofrendas sobre la mesa. Artax colocó la pirámide entre las manos abiertas de Virna, puso las suyas encima como tapándola para que la concentración de energías tuviera lugar. Luego, sin separar las manos, se dieron un beso que sellaría la unión.
Después hicieron partícipes a los allí reunidos de sus objetivos físicos y espirituales.
Ahora, después de los años se sentían muy satisfechos de las experiencias vividas. Habían logrado un nivel de entendimiento muy alto, como consecuencia de muchas horas de compartir vivencias y pensamientos, de intercambiar datos incluso sobre sus últimas reencarnaciones.
A menudo practicaban ejercicios mentales en pareja, ejercicios de sintonía, meditación, relajación, viajes astrales, sofronizaciones, etc. que servían en buena medida para aumentar su desarrollo a nivel mental, pero también les proporcionaban unos sustanciosos resultados con datos de gran valor sobre su programa, porque surgían de la suma de dos espíritus con los mismos objetivos.
Decidieron tener dos hijos, en base a criterios sociales, khármicos y de dedicación: Ámbar y Lerna, aún en la fase de formación familiar completaban la familia. Los nombres no les fueron puestos al nacer sino cuando cumplieron los tres años, pues normalmente es un sonido representativo con el aspecto físico y psicológico, y es a esa edad cuando el cuerpo está más definido y la psique apunta ya una personalidad determinada.
El periodo vacacional terminó y tuvieron que regresar a Dino.
Un nuevo día comenzaba y Artax se dispuso a reanudar su actividad habitual. Se dirigió hacia su pequeña nave de transporte y tecleó la clave de acceso, inmediatamente la compuerta de entrada se elevó y se acomodó en su interior.
Activó los sistemas de energía y accedió al computador central para recibir el informe del día. Su plan de trabajo no había sufrido variaciones: durante las próximas horas debía investigar un apasionante terreno en el que últimamente estaba empezando a bucear: la relación entre la mente y el espíritu. Habían logrado aislar unas sub-partículas que parecían ser unidades de grabación. La memoria del hombre estaba compuesta por millones de estas sub-partículas que parecían tener funciones específicas siendo selectivas y almacenando las experiencias a diferentes niveles de acceso.
Cruzó rápidamente el espacio que le separaba de los laboratorios ubicados en una zona montañosa no lejos de la ciudad. Allí junto con un centenar de hombres se entregó con tesón a hacer pruebas y comprobar hipótesis. Se enfrascaba en lo que hacía de tal modo que no era consciente del tiempo transcurrido hasta que le daban la señal para finalizar su tarea.
Cuando salió al exterior el sol estaba en su cénit, difuminando un poco la atmósfera, ligeramente verdosa, que rodeaba el planeta.
Después de un corto descanso se dirigió al Centro de Formación dispuesto a afrontar en las próximas horas nuevas enseñanzas. Era un enorme edificio con multitud de pequeños recintos individuales para autoformación y unas grandes salas para enseñanza impartida por un maestro. Clases de astrología, física, química, genética, botánica, zoología, biología, etc. se impartían continuamente a diferentes niveles. Otro sector del mismo edificio se complementaba con clases de arte en todas sus manifestaciones: música, pintura, escultura, literatura.
Básicamente esas eran las dos grandes ramas de la investigación y el saber que primaban en Dino, por un lado la ciencia, en su afán por descubrir el mundo material, desde las sub-partículas atómicas hasta las macro-galaxias de polvo cósmico, y por otro el arte, que abría nuevas fronteras a la expresión interior.
Asistió a una clase teórico-práctica de biología y con eso dio por terminada su jornada de trabajo, el resto del día lo emplearía en pasar tiempo con la familia y recuperar algunas materias que llevaba más atrasadas.
Llegó a casa cuando aún la luz del día no se había extinguido. Vivían, como el resto de las familias, en edificios individuales de formas suavemente redondeadas, elevados varios metros sobre el suelo y construidos de un material semejante al acero. Son amplios y confortables, dotados de todos los avances que la tecnología ha alcanzado. La temperatura se regula por un sistema muy sensible de captación de ondas, autorregulándose en virtud de las necesidades. El espacio interior está distribuido en la gran sala comunal y los espacios dedicados al descanso. La decoración es austera y con un gran sentido práctico. El color de los muros y techos puede ser virtualmente transformado dependiendo del estado de ánimo y las necesidades de las personas. Incluso hay varios grupos de investigación en el planeta que se dedican al estudio de la cromo-terapia y sus aplicaciones.
Toda la familia reunida disfruta de los momentos de descanso y se comentan las incidencias ocurridas durante el día. Ámbar cumplirá próximamente siete años, y esa es una edad clave pues va a tener lugar un hecho muy importante: la conexión a nivel energético de las glándulas pineal y pituitaria, lo que facilitará enormemente su capacidad telepática y otras facultades extrasensoriales. Podrá comunicar fácilmente sus tres cuerpos mentales: consciente, subconsciente e inconsciente lo que le permitirá tener más parámetros tanto internos como externos. Desde que nació le han estado preparando para que haga un buen uso y desarrollo de estas potencialidades y sobre todo para que las encauce a la consecución de su plan de vida.
Llega el momento de la cena y los cuatro alrededor de la mesa colocan las manos varios centímetros por encima de su plato, mientras cierran los ojos y mentalmente energetizan los alimentos.
Es una costumbre antigua que algunas familias han querido conservar.
Ellos saben que los alimentos están adecuados a las necesidades calóricas y nutricionales de cada uno y que los aparatos han medido la cantidad de proteínas, glúcidos y lípidos que necesita cada organismo para estar en equilibrio, pero a pesar de todo les gusta «condimentarlos» con su propia energía.
Cuando los niños se retiran a descansar y se quedan a solas Virna comenta con Artax su plan de trabajo para el día siguiente: Había sido asignada para guiar un grupo de visitantes del planeta Dorux, mostrándoles los lugares más significativos de la ciudad, pero sobre todo hablarles sobre la organización social de Dino.
Está un poco preocupada, los habitantes de Dorux se encuentran en su misma etapa de evolución, pero no están al mismo nivel. Su civilización ha mantenido una serie de hábitos que en Dino hace generaciones que desaparecieron. No han desarrollado todavía el sentido de igualdad entre hombres y mujeres, relegando a estas a tareas puramente domésticas para bienestar del hombre, y las diferencias entre los dos sexos se patentizan desde el nacimiento, educándose a los varones en unas materias y a las hembras en otras.
La Confederación acordó que, para intercambiar culturas y poder beneficiarse los que más lo necesitaban, los habitantes de los planetas de menos nivel evolutivo viajaran en comisiones a planetas más desarrollados socialmente y ese era el caso de Dino.
Artax la tranquilizó, sabía perfectamente que ella podría manejar la situación con facilidad, y además esas comisiones iban acompañadas siempre por personal de mantenimiento del orden, que estaba encargado de controlar cualquier problema.
A la mañana siguiente Virna, junto con un pequeño comité de recepción esperaba la nave de Dorux. Un ligero zumbido les avisó de su próxima llegada. Un destello metálico les cegó por un momento y después pudieron ver como el enorme artefacto descendía suavemente sobre el suelo.
Cuando se abrió la compuerta tuvo un estremecimiento esperando, no sabía muy bien, lo que iba a aparecer por aquella abertura. Una veintena de hombres y alguna mujer fueron desembarcando. Eran morenos y de aspecto fuerte, tenían rasgos duros y ojos inquietos. El jefe de la expedición se adelantó unos pasos mientras les daba las gracias por la invitación y presentaba a sus acompañantes como un grupo de avanzados hombres de ciencia y tecnología.
Suspiró aliviada y sus recelos desaparecieron inmediatamente. Con seguridad fue conduciéndoles por los distintos edificios objeto del interés de los visitantes, a la vez que desgranaba información sobre la vida y costumbres de su planeta:
—Desde hace miles de años el planeta Dino alberga a una sociedad armónica. Esta idea comienza por el respeto al propio cuerpo y al de los semejantes. Nosotros no ingerimos animales, sólo vegetales.
—Habréis observado que las diferencias físicas entre los habitantes de Dino son muy pocas, la altura, la complexión, el aspecto general es muy similar de unos a otros. Creemos que esto ocurre porque cada vez vamos teniendo más consciencia de nuestra aparente individualidad, que no deja de ser eso: una mera apariencia. Además a medida que se evoluciona las características se hacen más perfectas, incluso a nivel puramente físico.
—No existen élites de poder, ni tampoco el dinero, las necesidades se cubren por el intercambio de productos. La producción es controlada en base al conocimiento de las necesidades reales. Sólo lo verdaderamente útil tiene razón de ser. El trabajo se decide en virtud de las aptitudes y capacidades de las personas. El tiempo se distribuye de forma equitativa: seis horas de trabajo, seis de formación/investigación, seis horas de ocio y seis de descanso. El tipo de trabajo es bastante mental y creativo, la mano de obra está prácticamente mecanizada por ordenadores y robots. En nuestra sociedad nadie se jubila pues siempre hay alguna actividad útil que desempeñar en pro de la comunidad.
—No hay asesinatos ni suicidios, ni atentados contra la propiedad ajena. Salvo casos aislados no es necesario el empleo de la fuerza, aunque existe un grupo de vigilancia: la guardia estelar.
—El gobierno está formado por un consejo de ancianos que han demostrado su sabiduría mediante la experiencia. Son ayudados por algunos jóvenes ya que el desgaste neuronal sigue existiendo a medida que se envejece. El sistema es democrático, no hay lucha por el poder de ningún tipo, ni económico, ni político, ni social. Todos los individuos son valorados en función de su utilidad. No existen los partidos políticos ni tampoco conceptos de región o estado, en definitiva no hay fronteras.
A medida que iba hablando Virria notaba como iba adquiriendo más seguridad en lo que decía. Continuaban visitando los lugares más significativos. De pronto una de las mujeres visitantes alzó un poco la voz y preguntó con cierto titubeo:
—¿Existen diferencias, a nivel social, entre hombres y mujeres?
La pregunta era muy clara, no había lugar a dudas. Virna se volvió y con serenidad miró a los ojos de su interlocutora.
—En absoluto, para nosotros hombre y mujer son seres humanos con las mismas potencialidades, y por tanto merecen idénticas oportunidades. Consideramos a los individuos útiles incluso a veces en la propia complementareidad, pero dignos del mismo trato y respeto.
El grupo de visitantes animado comenzó a lanzar nuevas preguntas.
—Antes dijiste que la guardia estelar apenas tenía que intervenir salvo en muy contadas ocasiones, ¿qué tipo de problemas son los que provocan su intervención?
Palideció ligeramente, esa era una pregunta comprometida, o al menos lo sería la respuesta, inspiró y trató de explicarse lo mejor que pudo:
—A veces se producen esporádicos trastornos cuando llegan visitantes de otros planetas. Son conatos aislados de delincuencia como pequeños hurtos de recuerdo, faltas de respeto a los habitantes de Dino, y algunas interferencias a nivel sexual, como intentos de relación con personas que no lo desean. Curiosamente, el mayor número de estos últimos altercados viene provocado por mujeres que abordan a los hombres intentando forzar su libre albedrío. Este sentimiento posiblemente sea una rémora del pasado, de la etapa anterior en la que en muchas culturas la mujer estaba subordinada a nivel sexual por el hombre.
Durante un buen rato continuaron hablando de ese tema, de las represiones que habían castrado culturalmente en los planetas a las mujeres y en algunas ocasiones muy esporádicas a los hombres, y entendían que esos espíritus necesitaban compensarse y saciar sus carencias. Lógicamente al encontrarse en libertad esos sentimientos grabados a lo largo de siglos salían al exterior sin canalizar.
En la etapa 4.3 un gran número de civilizaciones se encontraban con el hito de la igualdad de derechos y oportunidades para hombres y mujeres, de ahí que recién incorporados a una nueva etapa 4.4 tuvieran reminiscencias del pasado en sus comportamientos.
La jornada terminó y todos se sintieron satisfechos, en los días siguientes asistirían a clases y participarían de la vida de la ciudad como cualquier habitante del planeta, de este modo, aparte de cruzarse sus descubrimientos a nivel tecnológico, lo harían a nivel social, cultural y educacional, beneficiándose del intercambio.
Virna regresó a casa contenta, la experiencia había sido enriquecedora y los resultados buenos. Quería llegar cuanto antes para hacer partícipe a Artax de cuanto había sucedido, sabía que al día siguiente él marcharía de nuevo a la Tierra para continuar su trabajo en ese planeta.
Esa noche, desde el pequeño observatorio que tenían instalado en su casa sintonizaron la Tierra. Artax le explicaba cuanto conocía de ese pequeño planeta azul, y mientras hablaba se iba dando cuenta de que a lo largo de los viajes que había realizado allí se fue sintiendo cada vez más cercano a ese mundo que estaba tan desequilibrado, y una inquietud comenzó a crecer en su cerebro: ¿Si continuaban así las cosas, qué iba a pasar con el planeta Tierra y su humanidad?
La luna llena extendía un manto luminoso sobre la pradera, la noche era cálida y perfumada, una suave brisa arrastraba tras de sí multitud de aromas. El silencio era casi total, únicamente se dejaban oír algunos ruidos apagados y lejanos, reinaba la más absoluta quietud. En la falda de la montaña un extraño objeto permanecía semioculto entre el monte bajo disimulado en las sombras, se trataba de una pequeña nave de reconocimiento. Su forma, completamente circular la hacía parecer como una burbuja plateada bajo la luz de la luna, diferentes orificios circulares, a modo de ventanas la rodeaban, se apoyaba sobre tres soportes metálicos que la mantenían a medio metro del suelo, una pequeña antena coronaba la parte superior, en el extremo una pantalla de radar de forma rectangular daba vueltas de forma continua pero sin emitir el más leve ruido.
Artax se incorporó y miró alrededor. Nada se movía. En silencio comenzó su camino de regreso a la nave. Apartaba a su paso la maleza y las altas hierbas próximas a la laguna, arrastrando tras de sí una especie de carrito con ruedas que dos horas antes había llevado vacío y ahora estaba repleto.
Su trabajo de recolección había terminado por esa noche. Con movimientos seguros introdujo su carga en la pequeña nave y poco después también él desaparecía en su interior.
A los pocos segundos el objeto esférico, emitiendo un levísimo zumbido, una vibración casi imperceptible se elevó a gran velocidad, yendo a perderse en el firmamento, cerca de un punto especialmente luminoso. La enorme nave de forma lenticular recibió a la pequeña tragándosela por una compuerta que se abrió en la parte inferior.
Entregó las muestras a dos compañeros para una primera clasificación y conservación, y se dirigió hacia la sala de readaptación molecular. Mientras recibía pasivamente la lluvia de iones y cuando su mente aún estaba impregnada por la belleza del paisaje que acababa de dejar, percibió una llamada mental que poco a poco fue imponiéndose hasta que le llegó con nitidez. Concentró su mente dispuesto a atender la improvisada invitación. Percibió a cuatro terrestres sentados alrededor de una mesa, utilizando un rudimentario método de captación de mensajes telepáticos. Observó sus astrales. La vibración que emitían le atrajo, cada vez les recibía con más claridad.
—Queremos comunicar con seres humanos físicamente vivos de evolución superior a la nuestra. Nos guía el deseo de aprender.
—Soy Artax. Os saludo terrestres.
—¿De qué dimensión eres? —verbalizó Fernando.
—4.
—¿Y en qué peldaño de la cuarta dimensión estás?
—4.
—Confírmanoslo con letras.
—CUATRO.
Cruzamos miradas significativas. Parecía una buena comunicación. Más animados seguimos adelante con el cuestionario que teníamos preparado para aquella noche del viernes. Las respuestas eran cortas pero claras. La energía del contacto se mantenía y pudimos establecer una comunicación fluida y sin interferencias.
—¿Por qué has acudido a nuestra llamada?
—Me gustáis.
—¿Por qué?
—Queréis aprender.
—¿En que lugar habitas?
— Dino.
—¿Es un planeta de nuestra galaxia?
—Si. Muy lejano, a 3 años luz.
—¿Cuantos años necesitaríamos para alcanzar vuestra evolución?
—400
—¿Dónde te encuentras ahora?
—En una nave, en el espacio, cerca de la Tierra.
—¿Qué has venido a hacer en la Tierra?
—Investigación, estamos catalogando las especies vegetales de vuestro sistema solar. Recogemos semillas para implantarlas en nuestro planeta.
—¿Podríamos ver una nave tuya?
—Tal vez cuando tenga misión en España.
—¿Podremos comunicar contigo otro día?
—Intentadlo el próximo viernes. Dentro de 7 días volveré a la Tierra. Ahora he de irme. Amor, adiós, hermanos.
—Adiós Artax.
Una vez más habíamos ganado la batalla al sueño con las armas del entusiasmo, teníamos por primera vez una cita para comunicar la próxima semana, era un nuevo paso que nos acercaba un poco más a nuestro objetivo, un pequeño avance que para nosotros representaba mucho.
Habían transcurrido varias semanas desde nuestro primer encuentro con Artax. Desde entonces la estrella de la buena suerte empezó a brillar para nosotros. Las comunicaciones con ese nuevo interlocutor habían llegado a ser bastante fluidas y siempre, antes de acabar el contacto pedíamos confirmación para la siguiente comunicación.
A lo largo de ese tiempo, de la mano de Artax nos habíamos asomado a la etapa inmediatamente superior a la nuestra. Descubrimos el mundo de los avances tecnológicos, de la utilización de la razón y la lógica empleados para el bien común. De alguna manera fue tomando forma algo que en la escala evolutiva que encontraron en los manuscritos sólo eran unos simples números: 4.4.
Nos sentíamos bastante satisfechos de los resultados que habíamos obtenido hasta el momento, pues aunque no fueran muy espectaculares al menos eran coherentes. Sin embargo, había una inquietud constante y compartida por todos que nos mantenía unidos desde el principio, por eso, aquella calurosa noche del mes de Agosto, después de haberlo comentado ampliamente entre los cuatro, incluimos en el cuestionario una pregunta especial.
Cuando Artax respondió a la llamada le planteamos enseguida nuestras intenciones: Queríamos comunicar con un Hermano Mayor alguien que estuviera en el mismo grado de evolución que los Maestros que contactaron con el abuelo en su día. Le pedíamos su ayuda para lograrlo.
Durante unos segundos que nos parecieron interminables el vaso no se movió. Después, como si Artax hubiese estado meditando su respuesta fue señalando muy despacio:
—Existe un organismo que es la Confederación de Mundos Habitados de la Galaxia, está formado por 24 ancianos Maestros que rigen los destinos de los planetas que están bajo su influencia. La Tierra lo está. Ellos son los que determinan la intervención de otras civilizaciones. Sé que hay planes de ayuda a vuestro planeta dadas las especiales circunstancias que atraviesa. Mi capacidad de información es limitada, pero si vosotros lo deseáis puedo intentar emitir una llamada para ver si los Hermanos Mayores la captan y pueden contactar con vosotros.
La respuesta del grupo no se hizo esperar. ¡SI! Estábamos entusiasmados, parecía que por fin íbamos a lograrlo, eran los últimos metros antes de alcanzar la cima. Permanecimos allí, expectantes, esperando que algo, no sabíamos muy bien qué, sucediera.
—Esperad durante un minuto en concentración, por favor.
Cerramos los ojos intentando centrar nuestras mentes en una sola idea: Comunicar con un Hermano Mayor.
Nuevamente pareció que el tiempo, jugándonos una mala pasada, se alargaba. Transcurridos unos segundos el vaso comenzó a girar con rapidez alrededor de las letras del tablero marcando amplios círculos. Y apareció un nuevo comunicante.
—Soy Xaloc, amor, hermanos. He captado la llamada de Artax y me ha transmitido vuestro deseo de entrar en contacto con algún guía destinado a misiones de ayuda a la Tierra establecidas por la Confederación. Mi función es otorgar guías para grupos en formación. Debéis llamar utilizando vuestro método habitual de contacto y repitiendo la clave que os daré a continuación.
En aquel momento sentí que una emoción no controlada recorría mi espina dorsal haciendo que el vello se me erizara. Miré a los demás y me di cuenta de que algo parecido les ocurría a ellos. Conteníamos la respiración como si temiéramos que en cualquier momento fuera a interrumpirse la comunicación. Sin embargo, de forma clara apareció:
—WWW 3 A 5 ACAEL.
—Tened fe en vosotros mismos. Que la paz y el Amor Cósmico os guíen. Amor, adiós.
En el salón se organizó un pequeño revuelo. Estábamos tan excitados, tan eufóricos, había sido aparentemente tan fácil que no terminábamos de creérnoslo.
Cada viernes vivíamos intensamente las emociones de los avances logrados, pero después durante el resto de la semana la parte racional se imponía y las reflexiones se poblaban de dudas: ¿Y si todo fuese una jugarreta de nuestra mente? ¿Y si sin darnos cuenta estábamos creando una historia irreal que sólo existía para nosotros? ¿Y si fuesen mensajes de partes muy profundas de nuestra mente? ¿Y si...? Las conjeturas eran infinitas ¡cabían tantas posibilidades! ¡Era un mundo tan desconocido! ¡Había tan pocas oportunidades de contrastar! Al final, después de encarnizadas luchas mentales sólo nos quedaba una actitud por adoptar: era claro que ni la información que recibíamos, ni la experiencia que estábamos teniendo ocasionaba ningún perjuicio, por tanto, seguiríamos adelante intentando en cada momento tener los pies bien fijos en la tierra y admitiendo solamente lo que pudiera tener contrastación, lo demás sería considerado como hipótesis de trabajo.
Este pacto era asumido por todos y después de cada comunicación desmenuzábamos su contenido buscando posibles incongruencias con informaciones anteriores.
No obstante, aquella noche se nos antojaba diferente. Intentamos recuperar el contacto con Artax para darle las gracias por su ayuda. Fue en vano, seguramente ya estaría muy lejos. A pesar de todo nos concentramos durante unos minutos y pensando en él emitimos mentalmente un «gracias» que estábamos seguros podría viajar por el espacio hasta los lugares más recónditos de la galaxia para alcanzarle. Le estábamos agradecidos. A lo largo de los contactos que habíamos mantenido con él había ido mostrándonos una personalidad que ya nos era familiar, como cuando te carteas con alguien que no conoces. Que Artax se brindase como intermediario portavoz del mensaje había supuesto una ayuda inestimable. Sin ella nos habría resultado mucho más difícil conseguirlo, o por lo menos habríamos tardado bastante más. Una corriente afectiva unió desde entonces a seres tan dispares y durante muchos años el grupo fue consciente del papel fundamental que había jugado ese hombre en sus vidas. Fue para nosotros el primer exponente de la colaboración entre los seres humanos independientemente del lugar que ocupen en el Cosmos.
Continuará…..
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