16 de agosto de 2009

"Con el desierto ante ti no digas ¡qué silencio! Di... no oigo"

(Proverbio Tuareg).

**********************************clip_image001    Es uno de los mayores espectáculos que un ojo humano puede contemplar, adentrarse en las dunas del desierto para observar la puesta de Sol. Tonos ocres parecen derramarse desde el cielo impregnando todo cuanto te rodea mientras el horizonte queda pintado por el color marrón claro de la arena. Es bello y macabro a la vez comprobar cómo la ausencia de vida puede crear un cuadro tan maravilloso.

El Sahara, palabra de origen beréber que significa "tierra dura", es un lugar insólito lleno de contrastes. La superficie resulta desoladora por la ausencia de agua y sin embargo a una profundidad de entre 300 y 1200 metros se encuentra el mar de Albienne, el mayor lago subterráneo del mundo en una extensión de 600.000 kiló-metros cuadrados. En la actualidad su potencial podría cambiar la árida superficie y convertirla en un vergel, tal como era hace ocho mil años, un sitio montañoso reple-to de una exuberante vegetación y una no menos fabulosa fauna.

Así podemos contemplar hoy en día en el macizo de Acacus, entre las fronteras de Libia y Argelia, multitud de inscripciones que nos describen aquel pasado, que no por remoto deja de ser cierto. Tal y como comentara Paulo Suetonio, "hombres, mujeres, animales, olas, embarcaciones, nos hablan desde la roca de un mundo hasta ayer insospechado". Mucho se ha especulado acerca del grado de desarrollo que alcanzaron las primitivas culturas saharianas, y hasta hace muy poco antropólogos e historiadores pensaban que las civilizaciones que allí se dieron cita no pasaron de ser meras tribus seminómadas de escasos o nulos conocimientos técnicos.

Sin embargo, los descubrimientos que día a día surgen de entre las ardientes arenas nos muestran una realidad muy diferente. Recientemente un grupo internacional de arqueólogos ha sacado a la luz un buen número de evidencias que nos ponen de manifiesto un pasado desconcertante. En pleno desierto líbico han aflorado tras las excavaciones algo más de trescientas pequeñas pirámides y una red de canales para el riego que supera los cinco mil kilómetros de longitud. Con ello los habitantes de la desolada zona aprovechan las aguas subterráneas para la agricultura, obteniendo de esta manera espléndidas cosechas. Pero el Sahara fue siempre un lugar plagado de misterios no sólo para los historiadores, sino también para las diferentes culturas mediterráneas que pasaron por él. Los griegos situaron allí varios episodios de su mitología y eruditos romanos, como es el caso de Pomponio Mela, describieron en sus escritos encuentros con seres fabulosos a los que denominó blemyes.

Según las crónicas de la época tales monstruos no tenían cabeza, aunque algunos arqueólogos modernos como Henri Lothe explican estas descripciones por la impresión que supuso el encuentro con hombres que portaban velo, lo que impedía ver sus rostros. Aun así en las pinturas rupestres que se encuentran diseminadas por el norte de África aparecen en muchas ocasiones representaciones de hombres, e incluso guerreros, que carecen de cabeza.

La lógica nos induce a pensar obviamente que tal extremo no es más que un absurdo, sin embargo, el riquísimo folclore de la zona describe no sólo seres de este tipo, sino otros todavía más extraños. La aisha kandisha, una hermosa mujer de largos cabellos y pezuñas de cabra que seduce a los hombres para comérselos; La thamza, una anciana pordiosera que se alimenta de la sangre de los niños; El erian, patriarca del mundo de los genios, tocado con una larga y espesa barba blanca y de gran altura. Todo un zoológico de seres imposibles que haría volar la imaginación del mejor de los novelistas.

Nuestro vecino desierto ha sido en definitiva desde hace siglos la meta de bohemios, soñadores, aventureros y eruditos que buscaron en él saberes perdidos. El caso es que casi todos los que iniciaron este insólito camino volvieron con algún hallazgo, aunque más tarde la Ciencia los calificara simplemente como locos. Éste fue el caso del monje italiano Giovan Battista Belzoni que describió, a principios del siglo XIX, un pozo cercano a la aldea egipcia de Cassar que daba agua fresca por el día y caliente por la noche. Y es que parece que todo lo imposible se da cita en las tórridas arenas norte africanas.

||EL FASCINANTE PUEBLO TUAREG||

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El Sahara es casi una inmensidad, con cinco millones de kilómetros cuadrados ha sido la cuna de multitud de culturas. Aunque tan sólo una es la que hoy en día mantiene viva en su tradición esa primera semilla de civilización que surgió antaño. Los tuaregs, más conocidos en Occidente como "los hombres azules", son sin duda una de las tribus más míticas de toda África. El insólito color de su piel se lo deben a que las largas túnicas con las que van vestidos están teñidas de índigo, un colorante vegetal que se va disolviendo con las altas temperaturas a la vez que impregna su dermis. Esto reduce al mínimo la sudoración, con lo que la pérdida de líquidos es casi nula. Un método muy efectivo para sobrevivir en unas condiciones extremas.

Sobre el origen de su nombre los historiadores no se ponen de acuerdo y son dos las teorías que pugnan por explicar la formación del vocablo tuareg. Para unos esta palabra proviene del término árabe targa, que significa "jardín", y cierto es que la zona donde hoy habitan estos nómadas fue antaño un frondoso bosque. De otro lado están los que ven su origen en el siglo VIII, cuando una invasión de guerreros provenientes de Marruecos, los chorfa, se adentró en el desierto argelino para isla-mizar a las tribus de infieles que habitaban la zona. Pero su éxito fue parcial, pues aunque se convirtieron al Islam, jamás abandonaron sus antiguas tradiciones animistas, fuertemente arraigadas en sus usos cotidianos.

En la actualidad apenas quedan unos trescientos mil tuareg diseminados por un territorio de un millón y medio de kilómetros cuadrados. Se dedican al pastoreo y quedan muy pocas tribus realmente nómadas. En sus periplos anuales en busca de pasto pueden llegar a superar los 1500 kilómetros de travesía, entre Argelia, Níger y Mauritania. Se orientan para tales menesteres exclusivamente por las estrellas, que no sólo los guían en el duro camino, sino que los llevan hasta los pozos de agua que ellos únicamente conocen. En resumen, una vida de otros tiempos que hoy en día está a punto de desaparecer.

Según sus ancestrales tradiciones son los descendientes de la princesa Tin Hinan y de su hermana Takamat, que se establecieron en los Hoggar hace milenios. El caso es que en 1926 el conde Byron Kûhn de Protok descubrió la tumba de la famosa princesa. El enterramiento no sólo albergaba el esqueleto de una mujer de gran altura, sino que además contaba con gran cantidad de oro y piedras preciosas. Sus descendientes directos son hoy en día los miembros de la confederación Kel-Azjer, que continúa habitando en los montes argelinos del Hoggar. Sobre la procedencia de esta mítica princesa nada sabemos, tan solo la tradición, que aunque nos parezca increíble la señala como la última reina de los atlante

Pero si múltiples misterios encierran el origen de los hombres azules, no menos guarda la zona que habitan, considerada santuario por gran cantidad de culturas durante miles de años. En algunos de los abrigos de Tassili, donde se encuentra la denominada "capilla sixtina de la pintura rupestre" con algo más de cinco mil dibu-jos, podemos encontrar auténticos lugares de culto y poder inmemoriales.

Juan J. Vallejo -" Enigmas"

http://wayran.blogspot.com

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