Extractos por Alexiis
En base a informes obtenidos de los Registros Akáshicos y por las evidencias disponibles de la geología y la distribución relativa de animales vivos y extintos, como así también por la evolución física de los reinos inferiores, la ciencia reconoce hoy en día que lo que ahora es tierra seca en la superficie del planeta, esto antiguamente fue el fondo del mar y lo que ahora es el fondo del mar una vez fue tierra seca.
Debido a los cambios geológicos de la corteza terrestre a lo largo de los siglos se han producido elevaciones y depresiones terrestres, algunas más pronunciadas en un lugar que en otro. Desde la existencia del planeta hace muchos millones de años la tierra y el agua han estado en lucha constante por la supremacía. Continentes e islas enteras se han hundido en el agua y otras han surgido. Lagos y mares se han elevado lentamente, terminando por secarse y nuevas cuencas de agua se han formado debido al hundimiento de la tierra.
De acuerdo a la interpretación general y a mapas antiguos en algún momento prehistórico ha existido un continente con el nombre de Lemuria. Sin embargo nada es más equivocado que los límites y las fronteras que se nos han enseñado durante nuestra juventud en las lecciones de geografía, las que carecían de toda base geológica.
Aquí les incluyo un mapa del mundo el cual muestra a Lemuria en su extensión más grande:
En base a los Registros de los Archivos Akáshicos ha sido posible obtener estos dos mapas que representan a Lemuria durante su período de mayor extensión y el otro que figura más abajo que muestra a Lemuria quebrantada por grandes catástrofes, pero en una época muy anterior a su destrucción final.
Nunca se manifestó que los mapas obtenidos son totalmente exactos y no se sabe si los mismos fueron preparados por algunos instructores divinos durante los días en los que Lemuria aún existía, o si son originarios de la época posterior de la Atlántida.
Se considera que la duración probable del Continente de Lemuria se extiende aproximadamente de entre cuatro a cinco millones de años, lo que representa la vida del Continente de la Atlántida, porque es alrededor de ese tiempo que los Rmoahals, la primer sub-raza de la Cuarta Raza Raíz, que habitaba en la Atlántida, surgieron en una parte del Continente de Lemuria que aún existía en aquel momento.
Lo que se ve a continuación es un mapa de lo que parece haber sido Lemuria en una fecha posterior:
En base al proceso evolutivo en el cual el número cuatro representa el período de menor duración, se puede asumir que el número de millones de años que se pueden asignar al Continente de Lemuria debe ser mucho mayor del que se asigna a la Atlántida, el continente de la Cuarta Raza Raíz. Pero en el caso de Lemuria no hay fechas que se pueden asignar con una certeza aproximada.
Al no tener asignadas épocas geológicas los mapas, sin embargo se puede deducir de toda la evidencia que se nos presenta que el más antiguo de los dos mapas de Lemuria representa la configuración de la tierra que alcanza hasta la época jurásica, mientras que el segundo mapa representa la configuración de la tierra a través de los períodos de los cretáceos y del eoceno (época de los mamíferos).
Del mapa más antiguo se puede apreciar que el continente ecuatorial de Lemuria casi circundaba al globo, extendiéndose en aquel entonces desde el punto donde actualmente se encuentran las Islas del Cabo Verde a unas pocas millas de la costa de Sierra Leone, en una dirección sudeste a través de África, Australia, las Islas de la Sociedad y todas los mares intermedios, hasta un punto a pocas millas de distancia de una gran isla continente (aproximadamente del tamaño actual de América del Sur) que se extendía por el resto del Océano Pacífico y incluía Cabo del Horno y partes de la Patagonia.
Una característica notable del segundo mapa de Lemuria es su gran longitud, y en partes la extrema angostura de los estrechos que separaban los dos grandes bloques de tierra, en los que el continente se había separado en un momento del tiempo. Se podrá observar que los estrechos que actualmente existen entre las islas de Bali y Lomboc coinciden con una porción de los estrechos que en aquel entonces dividían a los dos continentes.
En cuanto a la flora y fauna hay muchos tipos que existen tanto en la India como en grandes trechos de África, dado que, como se podrá observar en el primer mapa, hubo una comunicación terrestre directa, la cual fue parcialmente mantenida durante el período que abarca el segundo mapa, y que semejante comunicación existía también, de acuerdo a mapas de la Atlántida, durante una época u otra, entre tantas partes diferentes de la superficie terrestre, pero en zonas que actualmente se hallan separadas por el agua, que la actual distribución de la fauna y la flora en las dos Américas, en Europa y en las Islas Orientales, representa semejante rompecabezas para los naturalistas que pero que puede ser atribuido a estos factores.
Aparentemente los hombres de Lemuria vivieron en la era de los reptiles y los bosques de pinos. Incluso se descubrieron en excavaciones esqueletos de dinosaurios y se vio que los bosques de pino y las palmeras fueron desplazando los grandes árboles de helechos.
Los conceptos en cuanto a los humanos de Lemuria difieren, ya que hay investigadores que consideran que al comienzo eran más bien animales destinados a convertirse en humanos, pero que durante las primeras cuatro sub-razas habían conseguido suficiente conciencia de sí mismos como para diferenciarlos del reino animal, pero que aún no habían recibido la Chispa Divina que les otorgaría la mente e individualidad, en otras palabras, hacerlos verdaderos humanos.
Por consiguiente la evolución de la raza Lemuriana constituyo uno de los capítulos más oscuros, como así también de los más interesantes en el desarrollo de la humanidad, y no es que solamente adquirieron la verdadera humanidad sino que también sufrieron grandes cambios físicos.
Se considera que de la Segunda Raza Etérica se desarrolló la Tercera – los Lemurianos. Sus cuerpos se habían hecho materiales, compuestos de gases, líquidos y sólidos, los que constituyen las tres sub-divisiones más bajas del plano físico, pero los gases y líquidos aún predominaban, porque su estructura vertebral no se había solidificado aún en ósea como la nuestra, y por consiguiente no podían pararse erectos. De hecho sus huesos eran como los de los niños chicos y no fue hasta mediados del período Lemuriano que el hombre desarrolló una estructura ósea sólida.
Para explicar el proceso por medio del cual la forma etérica evolucionó hacia una forma más física y finalmente hacia la estructura de hoy en día, solamente hace falta referirse al átomo físico permanente. Así cada etapa de desarrollo fue un proceso natural, porque fue un proceso que se llevó a cabo durante eras pasadas hace mucho tiempo.
Los órganos de la visión de estas criaturas, antes de que desarrollasen los huesos, fueron de una naturaleza rudimentaria, por lo menos eso fue en cuanto a los dos ojos del frente mediante los cuales buscaban el alimento en el suelo. Pero hubo un tercer ojo en la parte trasera de la cabeza, que ahora se conoce como el remanente atrofiado de la glándula pineal. Tal como sabemos esto ahora es solamente un centro para la visión astral, pero en la época de la que hablamos era el centro principal, no solamente de la visión astral sino también física.
En cierto momento a mediados de la época Lemuriana el gigante cuerpo gelatinoso lentamente comenzó a solidificarse y los miembros con los huesos débiles se convirtieron en la estructura ósea. Ahora estaban en condiciones de estar erectos y gradualmente los dos ojos en la cara se convirtieron en los órganos de visión principales, aunque el tercer ojo siguió siendo en cierta forma un ojo de visión física y lo siguió siendo hasta finales de la época Lemuriana. Por supuesto siguió siendo un órgano que se utiliza para la visión psíquica. Esta visión psíquica continuó siendo un atributo de la raza, no solamente durante todo el período Lemuriano sino hasta bien avanzados los días de la Atlántida.
Un hecho curioso para ser comentado es que al principio cuando obtuvieron el poder de pararse y moverse en posición erecta, ellos podían caminar hacia atrás con la misma facilidad que hacia adelante.
Los hombres que pertenecían a una de las más avanzadas sub-razas, quizá la quinta, medían entre 12 a 15 pies. La piel era muy oscura, siendo de un color marrón amarillento. Tenía una larga quijada y una cara extrañamente achatada, los ojos pequeños pero muy penetrantes y curiosamente distanciados entre sí, de modo que podía mirar al costado como así también al frente, mientras que el ojo en la parte trasera de la cabeza, donde por supuesto no había crecimiento de pelo, le permitía ver también en esa dirección. No tenía frente, pero parecía tener un rollo de carne en donde la frente tendría que haber estado.
Los brazos y especialmente las piernas eran más largas que las nuestras y no podían alinearse totalmente, ni en los codos ni en las rodillas. Sus manos y pies eran enormes y el talón se proyectaba hacia atrás en una forma fea. La figura se hallaba envuelta en una piel holgada, algo como la piel de un rinoceronte, pero más escamosa, probablemente la piel de algún animal del cual sabemos solamente a través de los remanentes fósiles.
Alrededor de la cabeza, en la cual el cabello era corto, había otro rollo de piel al cual se adherían motas de un rojo brillante, azul y otros colores.
En su mano izquierda sostenía un asta afilado, el cual sin lugar a dudas era utilizado para el ataque o la defensa. Era aproximadamente de la altura del cuerpo, o sea unos 12 a 15 pies. En su mano derecha se hallaba retorcida una especie de cuerda larga hecha de algún tipo de planta enredadera, con la que llevaba un gran y horrendo reptil, semejándose de alguna manera a un Plesiosauro. En realidad los Lemurianos domesticaban a estas criaturas y las entrenaban para utilizar su fuerza para la caza de otros animales.
La apariencia del hombre daba una impresión desagradable, pero no era totalmente incivilizado, siendo el tipo de hombre común de aquel momento. Muchos eran incluso de una apariencia menos humana que el que aquí hemos descrito, pero la séptima sub-raza desarrolló un tipo superior, aunque no parecido a algún tipo de hombre vivo hoy en día.
Mientras que retenía la quijada pronunciada, los labios gruesos, la cara achatada y los ojos de mirada extraña, para esta época habían desarrollado lo que se podría denominar una frente, mientras que la extraña proyección del talón se había reducido considerablemente.
En una línea de esta séptima sub-raza se podría decir que la cabeza tuvo una forma casi ahuevada, siendo la parte más reducida del huevo la parte superior, con los ojos muy separados y casi a la altura de la parte superior. La estatura se había reducido considerablemente y la apariencia de las manos, pies y extremidades se asemejaban a los de los negros de hoy en día.
Esta gente desarrolló una civilización importante y de larga duración y por miles de años dominaban a las otras tribus que moraban en el amplio continente Lemuriano, e incluso al final, cuando el decaimiento de la raza se estaba produciendo, ellos se aseguraron un largo período por medio del casamiento con los Rmoahals – la primer sub-raza de los Atlantes. Por supuesto con este cruce de razas ellos adquirieron naturalmente un poder de desarrollo fresco.
Su aspecto ahora se asemejaba un poco a los indios Americanos salvo que su piel tenía un curioso tinte azulino que no se ve hoy en día. Por más asombrosos que hayan sido estos cambios de estatura, consistencia y el aspecto del cuerpo durante este período, la alteración en el proceso de reproducción es aún más asombroso. Las referencias a los sistemas más bajos de los reinos de la naturaleza nos pueden ayudar a la consideración de este tema.
La formación de brotes de gérmenes evidentemente difiere poco de la reproducción asexual, pero por otra parte está relacionado con un cuarto tipo de propagación no sexual, lo que casi es una transición hacia la reproducción sexual, o sea, la formación de células de gérmenes. Esta forma de propagación es el método usual entre las plantas y animales más elevados.
Es evidente que solo en un período tardío de la historia de la tierra se comenzó a producir el cambio desde la andrógina hacia la criatura unisexual.
Por supuesto es casi imposible describir las primeras sub-razas del período Lemuriano como totalmente humanos. Solamente después de la separación de sexos, cuando sus cuerpos se convirtieron en densamente físicos, es que incluso adquirieron el aspecto humano.
Los remanentes de la tercera raza raíz que aún habitan en la tierra pueden ser reconocidos en los aborígenes de Australia, los Isleños de Andaman, algunas tribus de las colinas de la India, los de Tierra del Fuego, los bosquimanos de África y algunas otras tribus salvajes.
La parte del continente Lemuriano en el cual se produjo la separación de los sexos, y en donde las cuarta y quinta sub-razas florecieron, se encuentra en el más antiguo de los dos mapas. Se hallaba al este de la región montañosa de la cual la actual Isla de Madagascar formaba parte, y así ocupaba una posición central alrededor del más pequeño de los dos grandes lagos.
Los hombres de aquella época, aunque se habían hecho totalmente físicos, seguían sin tener el habla. Por supuestos los ancestros astrales y etéricos de la Tercera Raza Raíz no necesitaban producir una serie de sonidos a fin de transmitir sus pensamientos, dado que vivían en condiciones astrales y etéricas, pero cuando el hombre se hizo físico ya no podía seguir siendo mudo. Se dice que los sonidos que emitieron estos hombres primitivos para expresar sus pensamientos, se componían al principio casi totalmente de vocales. En el lento desarrollo de la evolución los sonidos de consonantes gradualmente se incorporaron en el uso, pero el desarrollo del idioma del primero al último continente de Lemuria nunca alcanzó más allá de la fase monosilábica.
El idioma Chino es actualmente el único gran descendiente lineal del antiguo idioma Lemuriano.
En la quinta sub-raza se había conseguido totalmente la separación de los sexos y los hombres habitaban un cuerpo físico total, a pesar de que aún tenía una estatura gigantesca. Las guerras ofensivas y defensivas con las monstruosas bestias ya habían comenzado, y los hombres habían comenzado a vivir en chozas. Para construir esas chozas derribaban árboles y los apilaban en una forma burda.
Al principio cada familia separada vivía en su propio espacio abierto en la jungla, pero pronto se dieron cuenta que era más seguro, como defensa contra las bestias salvajes, el juntarse y vivir en pequeñas comunidades. Sus chozas también, que habían sido formado de los troncos crudos de árboles, ahora aprendieron el empleo de grandes piedras para su construcción, mientras que las armas que empleaban para defenderse contra los Dinosaurios y otras bestias salvajes, eran lanzas de madera afiladas.
Hasta este momento la agricultura era desconocida y el empleo del fuego no había sido descubierto. Ahora que caminaron erguidos muchos de los árboles salvajes del bosque les ofrecían sus nueces y bayas, pero su alimento principal era la carne de las bestias y reptiles que mataban, que era arrancada y devorada.
Pero ahora se produjo un evento preñado de consecuencias por demás trascendentales para la historia de la raza humana. Un evento demasiado lleno de importancia mística, porque su narración hace surgir a Seres que pertenecían a sistemas de evolución totalmente diferentes y que sin embargo llegaron en esta época para asociarse con nuestra humanidad.
Aunque el descenso de estos Seres dentro de cuerpos humanos no es el evento principal al que hay que referirse, es necesario intentar explicar algo de su causa y resultado. El nombre de estos seres es “Lhas” y se da a entender que fueron la altamente evolucionada humanidad de algún sistema evolutivo que había recorrido su epopeya en un pasado infinitamente lejano. Ellos habían alcanzado una elevada etapa de desarrollo en su cadena de mundos, y dado que su disolución se había producido en eras distintas en la bendición de la condición Nirvánica. Pero su karma necesitaba ahora regresar a un cierto campo de acción y de causas físicas, y dado que no habían aprendido aún completamente la lección de la compasión, su labor actual se convirtió ahora en ser guías y maestros de la raza Lemuriana, que en ese momento precisaban toda la ayuda y orientación que pudiesen conseguir.
Pero otros Seres, en este caso voluntariamente, asumieron también la labor. Estos llegaron del esquema de evolución que tiene a Venus como su único planeta físico. Este esquema ya ha llegado a la séptima Ronda de sus planetas y por consiguiente su humanidad estaba a un nivel mucho más elevado que el que la humanidad ordinaria de este planeta había conseguido. Ellos son “divinos” mientras que nosotros somos solamente “humanos”.
Tal como hemos visto, los Lemurianos en aquel entonces simplemente estaban al borde de conseguir la verdadera hombría. Era para cubrir una necesidad temporaria – la educación de nuestra humanidad infantil – que estos Seres divinos llegaron.
Bajo su orientación e influencia los Lemurianos rápidamente crecieron en su avance mental. El apasionamiento de sus mentes con sentimientos de amor y reverencia hacia aquellos a los que sentían que eran infinitamente más sabios y grandiosos que ellos mismos, hizo que naturalmente hiciesen esfuerzos para imitarlos, y así se logró el avance del crecimiento mental lo que transformó la capa superior mental en un vehículo capaz de llevar las características humanas de una vida a otra, garantizando así el flujo de la Vida Divina, lo que le brindaba al receptor de inmortalidad individual.
Sin embargo, se tiene que considerar una gran distinción entre los seres exaltados que llegaron de Venus y de los que se describen como una humanidad altamente evolucionada, proveniente de algún sistema de evolución anterior.
Los de Venus, como se ha visto no estaban sujetos a un impulso kármico. Ellos llegaron como hombres para vivir y trabajar entre ellos, pero no estaban forzados a asumir sus limitaciones físicas, estando en condiciones de proveer vehículos adecuados para ellos mismos.
Por el otro lado los Lhas habían nacido actualmente en los cuerpos de la raza que existía en aquel entonces. Hubiera sido mejor para ambas partes y para la raza si no hubiese habido duda de parte de ellos en asumir su labor kármica, porque el pecado de los autómatas y todas sus consecuencias podrían haber sido evitadas. Su labor también hubiera sido más fácil, porque la misma no consistía solamente en actuar como guías y maestros, sino en mejorar el tipo de la raza – en resumen, el avanzar en la evolución de la forma de mitad humano, mitad animal que reinaba entonces, o sea hacia el cuerpo físico del hombre a ser.
Los puestos ocupados por los seres divinos de Venus naturalmente eran los de gobernadores, instructores de religión y maestros del arte. Bajo la guía de estos seres la gente comenzó a conocer el uso del fuego, y la forma en la que podía ser logrado, primero por fricción y más adelante por medio del empleo de pedernales y hierro.
Se les enseñó salir en búsqueda de metales, de fundir y moldearlos y en lugar de lanzas de madera afilada, ellos ahora comenzaron a utilizar lanzas con puntas metálicas afiladas. También se les enseñó a excavar arar el suelo y de cultivar las semillas de grano salvaje hasta que su tipo mejoró. Este cultivo siguió perdurando durante muchas eras hasta que evolucionó consiguiendo los diversos cereales que ahora poseemos. Pero aquí se tiene que notar una diferencia. El trigo no evolucionó en este planeta como los otros cereales. Fue un regalo de los seres divinos que lo trajeron de Venus, listo para el alimento del hombre. El trigo tampoco era el único regalo. La única forma animal que no ha evolucionado en nuestra cadena de mundos, es la de la abeja. La misma también había sido traída de Venus.
Los Lemurianos ahora también aprendieron el arte de hilar y de tejer telas con las cuales vestirse. Estos fueron hechos por el rústico pelo de una especie de animal que ahora se ha extinguido, pero que tenía una cierta semejanza con las llamas de hoy en día. Tal como se detalló los primeros artículos de vestimenta de los Lemurianos fueron de la piel sacada de los animales que se cazaban. Estas pieles aún seguían utilizándose en las partes más frías del continente, pero ahora aprendieron a curar y ablandar la piel en una forma primitiva.
Una de las primeras cosas que se les enseñó a la gente fue el empleo del fuego para sus comidas, y sus formas de preparación, ya sea de la carne cruda o de los granos, son casi análogas a las que según escuchamos, existen hoy en día entre las comunidades salvajes.
Con referencia al regalo del trigo traído tan maravillosamente de Venus, los gobernadores divinos seguramente se dieron cuenta que era aconsejable de iniciar la producción de semejante comida para la gente, porque ellos deben haber sabido que harían falta muchas generaciones hasta que el cultivo de las semillas salvajes podría proveer un suministro apropiado.
Como la gente era ruda y bárbara, los que tuvieron el privilegio de entrar en contacto con sus maestros divinos, naturalmente se hallaron inspirados con semejantes sentimientos de reverencia y adoración, como para sacarlos de su condición de salvajes.
Más adelante durante la última parte de la sexta y de la séptima sub-raza ellos aprendieron a construir grandes ciudades. Aparentemente fueron de una arquitectura ciclópea, correspondiendo al tamaño gigantesco de la raza. Las primeras ciudades fueron construidas en esa extensa zona montañosa del continente, lo cual incluía, como se podrá ver en el primer mapa, la actual isla de Madagascar.
Tal como se describe en la “Doctrina Secreta” (Vol. II, p. 317) otra gran ciudad fue construida enteramente de bloques de lava. Se hallaba a unas 30 millas al oeste de las actuales Isla de Pascua, y más adelante fue destruida por una cantidad de erupciones volcánicas. Las gigantescas estatuas de la Isla de Pascua – la mayoría de las cuales mide unos 27 pies de altura y 8 pies de ancho de hombros – probablemente representaban no solamente la altura sino las facciones de aquellos que las tallaban, o quizás las de sus ancestros, porque es probable que estas estatuas fueron construidas en las épocas más tardías de Lemuria/Atlántida.
Se podrá observar en el mapa del segundo período de que el continente del cual la Isla de Pascua formaban parte, se había quebrado y la Isla de Pascua por sí mismas se convirtieron en una isla relativamente pequeña, aunque de mayores dimensiones de las que tiene hoy en día.
Surgieron civilizaciones de relativa importancia a lo largo de las distintas partes del continente y de las grandes islas, donde los habitantes construyeron ciudades y moraban en comunidades establecidas, pero por otro lado grandes tribus, que eran parcialmente civilizados, continuaron con una vida nómade y patriarcal; mientras que otras partes de la isla, en muchos casos menos accesibles, tal como lo es en la actualidad – estaban poblados por tribus de un tipo extremadamente bajo.
En cuanto a la religión, con una raza de hombres tan primitivos, hubo poco lo que se podía enseñar, aunque las simples reglas de conductas y los preceptos más simples de la moral eran todo lo que eran capaces de entender y practicar. Es verdad que durante la evolución de la séptima sub-raza sus instructores divinos les enseñaron una forma primitiva de adoración e impartieron el conocimiento de un Ser Supremo cuyo símbolo era representado por el Sol.
La destrucción del continente, al contrario de lo que pasó con la Atlántida – que se sumergió debido a grandes mareas, el continente de Lemuria pereció a raíz de la actividad volcánica. El mismo fue barrido por las cenizas ardientes y el rojo polvo ardiente de numerosos volcanes.
Es cierto que los terremotos y erupciones volcánicas anunciaron las grandes catástrofes que le pasaron a la Atlántida, pero cuando la tierra había sido sacudida y desgarrada, el agua penetró y completó el trabajo, y la mayoría de los habitantes se ahogaron.
Por el otro lado los Lemurianos en su mayor parte perecieron a raíz del fuego y la sofocación. Mientras que otro gran contraste entre el destino de Lemuria y de la Atlántida fue que cuatro grandes catástrofes sellaron el destino de la última, Lemuria fue lentamente carcomida por los fuegos internos, y desde la fecha en la que se inició el proceso de desintegración hacia fines del período del primer mapa, no hubo cese en las actividades volcánicas que fueron incesantes, mientras que la secuencia invariable fue la total desaparición de la tierra, tal como pasó con el Krakatoa en 1883.
Similar a ello fue la erupción del Mount Pelee que produjo la destrucción de Saint Pierre, la capital de Martinique, hace unos años atrás, que la serie de catástrofes volcánicas en el continente de Lemuria puede ser comparada con la descripción dada por algunos sobrevivientes de Saint Pierre. “Una inmensa nube negra irrumpió repentinamente del cráter del Monte Pelee y se extendió con una velocidad tremenda sobre la ciudad, destruyendo todo – habitantes, casas y vegetación – lo que encontraba a su paso. En dos o tres minutos que tardó su paso, la ciudad fue una pila ardiente de ruinas.
Actualmente se sabe que en el Monte Pelee no había un lago de lava derretida, sino que una columna sólida de roca roja caliente se estuvo elevando lentamente en una gran montaña puntiaguda cónica, hasta que finalmente rebalsó la vieja cúspide de la montaña. Tenía una altura de aproximadamente 100 pies y estuvo creciendo lentamente a raíz de la presión desde el interior, mientras que de tanto en tanto se producían explosiones de vapor, arrancando grandes pedazos del pico o de los costados. Posteriormente el vapor quedaba liberado dentro de esa masa mientras se enfriaba, y la roca pasaba entonces a una condición peligrosa y altamente explosiva, de forma que tarde o temprano se producía una explosión que hacía tambalear una gran parte de la masa convirtiéndola en fino polvo rojo caliente. (The Times, 14 Sept. 1903)
Hay muchísima más información que podría ser extraída de distintas bibliografías, pero creo que esto brinda un panorama general bastante completo. Debido a que hay muchos autores con bibliografías divergentes, este mensaje se extendería demasiado sin poder decir con ciencia cierta qué es lo real y lo que no lo es. Así que prefiero cerrar aquí.
Bibliografía:
William Scott-Elliot: La Historia de la Atlántida y la Lemuria Perdida
1 comentario:
Gracias por compartir. Está interesantísimo.
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